El espeluznante sonido de sus gritos forma parte de la cultura ancestral de la ciudad. Sus habitantes aseguran que cuando quiere se hace notar, otros aunque no hablan de ella, tampoco niegan su existencia.
Se trata de la “llorona” de Tlaxcala, que de acuerdo a los viejos escritos indigenistas “es un alma en pena encarnada en La Malinche”, la mujer de Hernán Cortés, quien fungió como pieza fundamental en la Conquista de México en el siglo XVI.
La historia relata que, arrepentida, “brama por haber entregado a los suyos” ante el dominio de la Corona Española, guiando a los europeos al corazón del imperio Azteca.
Precisamente en el Palacio de Gobierno Estatal parte de un mural es dedicado a la popular leyenda. Algunos aseguran que fue aquí donde esta historia nació y alcanzó su punto más álgido.
Las horas pasan. A las cinco de la mañana el frío entume en la capital tlaxcalteca y, aisladamente, se mira por sus empedradas calles gente con sombreros y sarapes a rayas preparándose para la vendimia del naciente día.
Otros (de visita), se congregan con un caliente café en mano para especular sobre la escalofriante experiencia de oír a la “llorona”.
Las versiones del origen de esta mujer son muy variadas. Desde antes de la llegada de los españoles se comentaba que era la diosa Cihuacóatl, quien aparecía con atuendo blanco y gritaba por las noches.
Con la Conquista esta leyenda sufrió ciertas modificaciones, alegándose que era una joven enamorada quien había fallecido un día antes de casarse y llevaba al novio la corona de rosas que nunca llegó a ceñirse.
Otras veces era la viuda que venía a llorarles a sus hijos huérfanos; la esposa muerta en ausencia del marido o la desafortunada mujer, vilmente asesinada por el celoso esposo apareciéndose para lamentar su triste fin y confesar su inocencia.
Un fragmento del Códice Florentino –traducido por el historiador Diego Muñoz Camargo–, dice que “en Tenochtitlan se vieron presagios funestos diez años antes de venir los españoles. Se abrazó en llamas la casa de Huitzilopochtli y fue herido por un rayo”. Y salió un fuego dividido en tres de donde se pone el sol e hirvió el agua de la laguna y se cayeron las casas.
“Y muchas veces se veía una mujer que lloraba por las noches. Y cogieron un pájaro como grulla y tenía como un espejo en la mollera. Ahí Moctezuma vio a gran número de gente que hacía la guerra y traían unos como venados.
“Sin estas señales hubo otras en esta provincia de Tlaxcala. Cada mañana se veía una claridad que salía de las partes de oriente y también se levantaba un remolino de polvo encima de la sierra de Matlalcueyes y subía a tanta altura que parecía llegaba al cielo y ponía mucho espanto y admiración en la gente”.
Un mural en la sede del gobierno estatal de Tlaxcala retrata en medio del conflicto indígena-español a una mujer horrorizada que cargando un hijo en brazos lloriquea por la represión europea. Debajo, parece ser ella misma, aunque desnuda, lamentándose con el rostro a tierra por la desgracia de su pueblo.
AMANECER EN TLAXCALA
Los gallos cantan y la densa bruma, poco al paso, comienza a despejarse. Conforme se asoma el sol la temperatura se vuelve más generosa.
Para los lugareños es éste el ritual cotidiano y un símbolo de prosperidad. Según el Inegi (Instituto Nacional de Geografía y Estadística) Tlaxcala cuenta con apenas 83 mil 748 habitantes, pero diariamente recibe a cientos de turistas de todas partes del mundo.
Los Portales (que contienen un corredor de restaurantes frente a la Plaza Principal) son el rincón indicado para comenzar la mañana: molotes (largas tortillas de harina rellenas de diversos ingredientes); pelonas (pan de agua dorado en aceite con carne deshebrada natural), unas quesadillas con flor de calabaza o pan de queso; acompañado de chocolate o café, son el alimento perfecto antes de recorrer la ciudad.
Enclavada en el altiplano central mexicano, a Tlaxcala se puede arribar desde la ciudad de Puebla, Orizaba o Perote, Veracruz, y desde la Ciudad de México si así se prefiere.
El significado de su nombre proviene del náhuatl tlaxcalli y tlan, que quiere decir lugar de la tortilla.
La arquitectura del centro histórico tlaxcalteca es de tipo morisca y barroca incluidas su catedral e iglesias. Durante todos los días de la semana se puede asistir a sus museos y mercados de artesanías.
Los alrededores son lugares perfectos para caminar, practicar el ciclismo de montaña, escalar y ejercitarse en un ambiente natural. Además, Tlaxcala cuenta con ex haciendas que hoy son lugares de esparcimiento turístico.
RIQUEZA NATURAL
Por su lado, el territorio estatal se ubica en tres regiones hidrológicas: la cuenca del río Balsas, río Atoyac, la cuenca del río Pánuco, el río Tecolutla, el Moctezuma y la cuenca de Tuxpan-Nautla. El principal río del Estado es el Zahuapan, que recorre de norte a sur pasando por el centro de la entidad uniendo al río Atoyac.
En general el paisaje de Tlaxcala (la entidad) se distingue por sus volcanes y sierras de todos tipos y tamaños; llanos extensos que una vez fueron lagos acorralados entre montañas y bosques; pastizales y matorrales de clima templado.
El parque Nacional La Malinche, uno de los sitios más enigmáticos, se ubica a 26 kilómetros al este de la capital y a 13 al oeste de Huamantla, por la carretera federal 136. Es la principal reserva ecológica del Estado debido a la exuberante población boscosa que cubre la mayor parte de sus 45 mil 711 hectáreas.
Ahí se encuentra el Volcán Matlacoeyatl o La Malinche, que ostenta una altura de 4 mil 461 metros sobre el nivel del mar.
En la otra vértice, dos de las más grandes festividades de Tlaxcala son la Feria (entre octubre y noviembre), colorida por su pirotecnia y artesanías. Así como la “huamantlada” (celebrada el 15 de agosto), misma que se parece a la de los sanfermines: se sueltan toros, pero no en forma de estampida, sino que corren entre las personas y los más “valientes” los sortean, generalmente con unos tragos de más. Casi siempre termina con personas heridas.
UN PASADO DE MUCHO ARRAIGO
Las antiguas civilizaciones ubican a los tlaxcaltecas como quienes se confabularon con los españoles para derrotar a sus archienemigos, también llamados mexicas.
Es un hecho conocido que antes de entrar triunfalmente a lo que hoy es la Ciudad de México la expedición de Hernán Cortés borró en una matanza de 5 mil hombres a los cholultecas, bajo la orientación de los oriundos de Tlaxcala, que algún día llegaron a ser una nación independiente ante la hegemonía Azteca.
El sitio donde en 1920 se construyó la ciudad colonial se denominaba Chalchihuapan, y pertenecía a la cabecera de Ocotelulco. El nombre se debió a que en ese lugar se ofrendaban ritos a los dioses.
Durante la segunda mitad de la década de los treinta en el siglo XVI, se suscitaron acontecimientos que le dieron importancia a esta población mesoamericana. En 1535 le fue dado el escudo de armas, además del título de Leal Ciudad de Tlaxcala. En 1536 por primera vez se hizo la fiesta de Corpus y en 1538 el mercado de Ocotelulco fue trasladado a la plaza principal.
La construcción del Monasterio de San Francisco de Asís, al igual que el resto de la ciudad, fue llevada a cabo por los indígenas que habitaban en los alrededores.
El lugar en el que se ubica el atrio conventual era donde estaban los manantiales. El mayor fue conocido durante la fase final del mundo prehispánico como Chalchíhuatl que significa: “agua de color de esmeralda”.
Es por todo esto que el acervo historial de Tlaxcala es inmenso, como inigualable resulta su riqueza natural. Un lugar sin duda que vale la pena visitar.