Fred tiene siete años y toca muy bien el piano. Además, es un genio de las matemáticas. Tiene una madre sencilla y buena que se debate entre darle una vida normal o apoyarlo en su viaje rumbo al universo de los superdotados.
Esa es la historia de Mentes que brillan, protagonizada y dirigida por Jodie Foster en 1991, todo un clásico a la hora de hacer referencia a los precoces herederos de Albert Einstein que deambulan en el mundo. Los ojos grandes y verdes de Fred, que permanecían la mayor cantidad del tiempo abiertos como en estado de sorpresa permanente, acaso azorados frente a su propio fulgor en el espejo, se han convertido en un símbolo de aquellos niños que los maestros y compañeros de clase llaman “cerebritos”, “nerds” o “ratones de biblioteca”.
Se sabe que los niños superdotados con coeficiente intelectual (IQ, por sus siglas en inglés) mayor de 130 –el promedio normal se ubica entre 90 y 110– suelen vivir con cierta angustia la conciencia de sus propios dones y les cuesta comunicarse con sus padres.
A menudo, su afición por la ciencia o por los números, lejos de despertar admiración, los condena al rechazo y a la soledad.
Entre estos niños dotados, sobresalientes e incluso genios cuyo IQ rebasa los 156 puntos (sólo hay uno por cada millón de personas), los cerebros mágicos en nuestro país cubren 2 por ciento de la población infantil, de acuerdo con la directora de Identificación y Desarrollo de Niños Talentosos y Dotados (Iddent), Ana Azuela.
Según la presidenta de la Asociación Mexicana para el Apoyo a Sobresalientes (Amexpas), Janet Sáenz, entre 15 y 20 por ciento de menores de 18 años tiene un nivel intelectual destacado.
“Algunos niños se destacan en el ámbito académico, pero no faltan quienes brillan en las artes o en los deportes”, aclara Sáenz.
Tener dones implica, sobre todo en México, carecer de la atención adecuada para el pleno desarrollo.
La escuela no es capaz de brindar una educación especial a los niños superdotados. La sociedad rechaza al que no está en la línea media y los padres, desorientados, suelen esconder las aptitudes extraordinarias de sus hijos para evitar su discriminación.
Las cifras más recientes de la SEP, del período escolar 2005-2006, señalan que de un total de 22.6 millones de estudiantes de primaria en todo el país, sólo se identificaron como niños con Capacidades y Aptitudes Sobresalientes (CAS) a 17 mil 590.
Según la Fundación Telegenio, presidida por Antonio Rada, son 51 mil 744 los chicos que superan el coeficiente intelectual normal, lo que si fuera cierto elevaría a 66 por ciento el nivel de menores superdotados que carecen de atención específica y adecuada.
EN COREA SI
En Corea del Sur existe una ley para la detección y desarrollo de niños con aptitudes sobresalientes. En Estados Unidos hay organismos educativos dedicados al desarrollo de los niños-genio, que a la sazón brindan apoyo a superdotados provenientes del Tercer Mundo.
En México, en cambio, “no hay un programa nacional que apoye el talento y la creatividad de estos niños, por el contrario, hay trabas incluso legales que impiden su desarrollo”, explica el líder de Fundación Telegenio.
“Por ejemplo, a un niño superdotado no le resulta posible adelantar su educación, a pesar de que la Ley General de Educación, en su artículo 41, menciona que tanto pequeños con discapacidad como con aptitudes sobresalientes necesitan educación especial”, agrega Rada.
“La atención a los niños superdotados es marginal y alcanza sólo cerca de 5 mil si tomamos en cuenta los más de 17 mil que fueron detectados en el ciclo escolar 2005-2006”, afirma.
Un caso significativo es el de Andrew Almazán, de 14 años, quien hasta 2008 cursaba el tercer año de la carrera de Medicina y el segundo de Psicología, con promedios de 9.5 y 9.8 respectivamente, en la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP).
El joven tuvo que dejar sus estudios en 2008 porque las nuevas autoridades de la universidad no reconocieron el convenio que el antiguo rector, Pedro Angel Palou, había firmado con la familia Almazán y que le otorgaba al joven una beca, una casa y un sistema de estudios especial, con horarios adecuados para hacer las dos carreras simultáneamente.
HAY QUE DESCUBRIRLOS
Telegenio, una asociación civil, pugna por crear conciencia para la detección temprana y atención especial de niños superdotados. Su presidente, Antonio Rada, fue un niño con CAS, diagnosticado hasta los 26 años.
En la actualidad, tras aprobar un examen especial, forma parte de la Asociación Internacional de Superdotados (Mensa), fundada en 1946 por Roland Berril y Lance Ware en Inglaterra, que cuenta con 110 mil miembros de 100 países, de los cuales 100 son mexicanos.
Telegenio apoya a niños y jóvenes superdotados, incluso a adultos si tienen escasos recursos. Ahora atiende a 23 personas a quienes llaman “aprendifelices” porque van a la fundación “a aprender felizmente lo que a ellos les interese”.
EQUIVOCADOS
Se puede detectar a un niño destacado sólo con observar sus trabajos, logros, rendimiento y comentarios, “porque las calificaciones no dicen mucho, son subjetivas”, comenta Janet Sáenz, presidenta de Amexpas.
Los maestros suelen confundir a los niños sobresalientes con los que tienen un trastorno de déficit de atención o que son hiperactivos. Los niños superdotados tienden a ser inquietos y se aburren fácilmente “y en los salones tienen problemas de disciplina y dificultades para poner atención”, agrega.
Amexpas es una organización que ofrece diplomados para conocer mejor a los niños-genio y cómo se pueden atender sus necesidades.
Ana Azuela viaja por todo el país para identificar a niños talentosos y darles cursos sobre temas de su interés con la finalidad de aprovechar todas sus habilidades.
“Nuestro objetivo es ubicarlos a través de pruebas estandarizadas donde se miden sus capacidades y se les ofrece atención especializada para que puedan adaptarse a su medio y sean felices”, recalca.
Agencia El Universal