La rutina de Pepe y Alejandro no es diferente a la de otra pareja mexicana. Por la mañana ambos se dedican a trabajar y por las tardes regresan a casa ansiosos de convivir con su mayor tesoro: su pequeña hija.
Y es que este matrimonio, unido legalmente en el Distrito Federal, hace dos años cumplió su sueño más anhelado, convertirse en padres gracias a la inseminación artificial y al alquiler de un vientre.
Desde entonces, sus días transcurren en torno a las risas, llantos y caprichos de la pequeña, quien desde el primer segundo se convirtió en la prioridad de los orgullosos padres.
Gustan de estar en casa, pero también de ir al cine y a cenar como una familia ordinaria, sin esconderse por el miedo al qué dirán.
“Desde que nació la niña, nuestro mundo social y de entretenimiento gira alrededor de ella; no hemos podido ir al cine en mucho tiempo, hemos tratado, pero como a la niña no le gusta, se complica, vamos a restaurantes siempre y cuando haya área de juegos para que podamos comer en lo que ella juega, pero todo es en base a la niña”, mencionó Pepe.
Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas. Formar una familia homoparental no es sencillo en México y mucho menos en el norte del país, en donde gran parte de la sociedad todavía se rehúsa a aceptar la diversidad sexual, al grado de que hasta los derechos educativos de su pequeña han sido vulnerados por prejuicios y tabúes.
Hace seis años Pepe y Alejandro se conocieron en Miami mientras estudiaban, y tras el gusto llegó el enamoramiento. Tiempo después, por cuestiones de trabajo, ambos tuvieron que cambiar de residencia a Laredo, Texas, y después a Nuevo Laredo, Tamaulipas, de donde son originarios.
Con el paso de los meses, los planes de formar una familia comenzaron a visualizarse, primero como esposos y después como padres.
Fue así que Pepe y Alejandro contrajeron matrimonio en la Ciudad de México y poco después alquilaron un vientre para que por nueve meses refugiara a su primogénita.
“Ya habíamos platicado de casarnos y formar nuestra familia, y estábamos considerando todas las opciones para tener una niña o un niño, entonces, se nos presentó la oportunidad de una inseminación artificial y lo hicimos”, indicó Pepe.
La bebé finalmente nació y fue registrada con el nombre de su papá biológico, Alejandro y el de su madre.
Tras el registro, la pareja regresó a la ciudad fronteriza en donde contaron con todo el apoyo de su familia y amigos cercanos, quienes prácticamente se enamoraron de la menor tan pronto vieron su inocente rostro.
“Nuestras familias desde antes que tuviéramos a la hija nos han aceptado. Una vez que nació todo mundo se enamoró de ella, sus abuelas la adoran y nunca hemos tenido rechazo de la familiar”, afirmó.
La felicidad parecía completa, Pepe y Alejandro disfrutaban de su retoño y nada parecía opacar la alegría de esta pareja, por lo menos hasta el primer año de edad.
ACTOS DE DISCRIMINACIÓN
El primer golpe con la realidad que se dio esta pareja fue hace un año en Nuevo Laredo, en donde por primera vez se le negó el derecho a la educación a la infante.
En su afán porque la niña conviviera con otros menores y empezara a desenvolverse, Pepe y Alejandro intentaron registrarla en la guardería Santa Lucía, pero antes de que terminaran su visita guiada por el colegio se les informó que no podrían recibir a su hija porque el colegio era cristiano y “de buenas costumbres”. La noticia los destrozó por completo.
“Nos destrozó, nos regresamos a nuestra casa y lloramos. Decidimos que no íbamos a dejar a la niña en un maternal porque como quiera estaba muy chiquita”, mencionó Pepe.
Lo sucedido en la guardería Santa Lucía de Nuevo Laredo fue tan sólo un preámbulo de lo que un año más tarde vivirían en Monterrey en The Hills Institute, ubicado en el sector Cumbres.
Y es que desde hace ocho meses la pareja se mudó a la Sultana del Norte, en donde de inmediato comenzaron a buscar una institución educativa para la pequeña de dos años.
Entre la búsqueda, Pepe y Alejandro seleccionaron al colegio de la colonia Puerta de Hierro en Cumbres, ya que la visión y misión del centro educativo cumplía con las expectativas del matrimonio homoparental.
“Nosotros vimos en la página de Internet del colegio que decía que estaban abiertos a la inclusión, a la diversidad y laicos, entonces estábamos casi seguros de que no habría problema”, mencionó Pepe.
“Si el colegio se hubiera estado afiliado a una religión ni siquiera nos hubiéramos acercado, no porque rechacemos la religión, sino porque tienden a ser los más conservadores”, agregó.
La pareja sostuvo entrevistas con los maestros y proporcionó datos en donde ambos se exhibían como los padres de la menor, lo que no provocó mayor inconveniente en la institución, acorde a Pepe.
“Alejandro la inscribió con el acta de nacimiento, pero el primer día nos presentamos los dos al colegio, llenamos el documento que nos dieron, que eran datos de nosotros como dónde trabajábamos, y le compramos el seguro médico a la niña”, indicó.
“Todos esos datos nunca mencionamos a la mamá. Alejandro se ponía como padre y yo como madre porque el documento decía ‘nombre de la madre’. Nos lo recibieron, platicamos con las maestras que iba a tener, nos dieron el tour por la escuela y todo muy bien”, añadió.
La pequeña comenzó a tomar sus clases normales, pero al tercer día el padre biológico de la niña fue llamado para anunciarle que debido al núcleo familiar del que provenía no podría permanecer en la institución, bajo al argumento de que los dueños del colegio eran homofóbicos.
El centro educativo incluso condicionó la estancia de la niña siempre y cuando Alejandro firmara un acuerdo en el que renunciaban a presentarse como familia, lo cual no aceptaron y la menor fue expulsada.
Una vez más, el fantasma del prejuicio convirtió en víctima a la hija de la pareja, quien decidió poner un alto a la violación de sus derechos y aprovechar el escaparate de los medios de comunicación para exigir justicia.
“Ha sido bastante cansado, tanto antes como después. Ahorita nos estamos desahogando, pero queremos hacerlo positivamente; queremos que nuestro enojo sirva para algo, que se convierta en algo positivo”, señaló Pepe.
Y es que sin darse cuenta, la pareja pasó de víctimas a activistas, ya que su reclamo ha tenido réplica en diversos sectores de la sociedad que coinciden en que los derechos que se están violando son los de la menor, no de los esposos.
“Inmediatamente recibimos apoyo. Nuestra vecina Carmen llamó a la escuela en donde ella tiene a su niña y ya una vez que se publicó esto en los medios nos han contactado por medio de redes sociales”, dijo uno de los padres.
El motivo para continuar luchando por el derecho constitucional de su hija es claro: ofrecerle educación de calidad y que la situación que vivieron en The Hills Institute, colegio que ni siquiera les regresó el dinero de la inscripción, no se repita.
“Queremos que los de The Hills Institute que quieran hacerle algo así a otro pareja homopartental lo piensen dos veces, que la gente que todavía está viviendo décadas en el pasado vean el calendario y sepan que esto ya es progreso y ya nadie lo detiene”, indicó Pepe.
“Un ejemplo, hace 50 años las madres solteras eran un tabú y hoy las madres solteras son bienvenidas en cualquier colegio y nadie dice nada; ahora somos nosotros los que tomamos ese lugar; ahora vamos nosotros en ese tren”, añadió.
La intención de Pepe y Alejandro es sentar un precedente en la sociedad neolonesa para apoyar la causa de las minorías sexuales en la búsqueda de una legislatura más justa.
SOCIEDAD INCLUYENTE
La mayoría del tiempo se la pasa jugando con sus “amiguitas” en el jardín o mirando a Dora la Exploradora en televisión. Así transcurren las horas de la hija de Pepe y Alejandro mientras los padres están en el trabajo.
En su entorno no hay diferencia entre padre y madre, sólo sabe que recibe el cariño de un matrimonio.
Cuando Pepe y Alejandro decidieron procrear una familia tenían muy definido el modelo de vida que querían ofrecerle a su hija: un mundo tolerante y sin cabida al rechazo.
Ahora saben que su reto no es nada sencillo, pero no pierden la esperanza de que la sociedad se vuelva cada vez más incluyente.
“Ella nunca ha experimentado el rechazo y eso es lo que quiero lograr. Ojalá pudiera yo hacer tantos cambios antes de que ella empiece a tener más conocimientos del mundo; lógicamente no va a ser, pero eso no me va a quitar la prisa”, declaró Pepe.
Pepe y Alejandro no buscan ser aplaudidos ni odiados, simplemente aceptados como una pareja que decidió procrear una hija y por ende respetar también los derechos de la menor.
“La niña es lo que más tenemos que proteger, es nuestra responsabilidad y la hemos aceptado con gusto, por eso mismo no queremos exponerla; no queremos que sea tampoco el estandarte de una causa porque esa no es la vida que teníamos pensado para nuestra familia”, manifestó.
“Lo que se debe hacer rápido es la educación de la niña, que es lo más importante. A la niña es a la que le está negando los derechos constitucionales”, añadió.
Conscientes de que no podrán cambiar de la noche a la mañana el pensamiento de una sociedad renuente a los cambios, la pareja busca solidificar el núcleo familiar para que el día de mañana no se sienta avergonzada ni despreciada por su origen.
“Fuera de mi casa yo no puedo hacer nada para cambiar el mundo, al menos no rápido, pero dentro de nuestra casa le quiero dar la seguridad para que algún día salga ella a enfrentar”, argumentó Pepe, quien agregó:
“Me ha dicho mucha gente que va a ser víctima del ‘bullying’, pero es parte de crecer. Todos hemos sufrido bullying y el bullying se lo hacen al gordo, al flaco, al bajito al alto, a todos, entonces no puedo irme tras cada persona que hace comentarios negativos hacia otras personas por los estereotipos”.
Por tal razón Pepe asegura que nunca esconderán su relación para no dar la idea a su hija que el matrimonio homoparental es algo incorrecto o que se debe mantener en secreto.
Tampoco buscan una vida alejada de las críticas, ya que en su pensamiento su hija debe de criarse en un mundo de diversidad.
“Tampoco la voy a poner en un lugar en donde haya puros papás homoparentales, no es por ahí. La niña tiene que crecer en un ambiente normal de diversidad porque entonces yo estaría cayendo en la misma exclusión de la que soy víctima.
“La niña tiene que conocer en el mundo en el que estamos, y ella tiene que saber que en el mundo habemos tantas personas diferentes y a la vez iguales, y que lo único que queremos es el bien de nuestras familias”, puntualizó.
Para Pepe y Alejandro convertirse en padres fue toda una fortuna, y para un sector de la población más conservador todo lo contrario.
Hoy son tres personas que luchan porque sus derechos sean respetado, y que las barreras que ellos han tenido que sortear no obstaculicen el camino a la felicidad de otras parejas homoparentales.
Reacciones en cadena
Tras darse a conocer los hechos en The Hills Institute, las opiniones en la sociedad regiomontana se polarizaron: por un lado la defensa de los que apoyan a la pareja homoparental y, por el otro, los que justifican el actuar del colegio.
Los comentarios en las redes sociales y portales de noticias se vertieron como pólvora.
“Paradojas de hoy: Negocios de alcohol patrocinan el deporte. Bancos no pagan impuestos. Y ahora queremos escuelas que enseñen valores y acepten a los gays. Felicidades a la escuela por ser congruente en hacer lo que predica (sic)”, escribió el usuario denominado Paradojas el 24 de septiembre.
“Mi vida íntima sólo le incumbe a mi pareja y a mí, cada quien su vida, mientras no se dañe a terceros. ¿Quién es uno para juzgar a alguien? Bien por ellos en ejercer sus legítimos derechos. Y una cosa: ¡nadie les está regalando nada! Todo mundo tiene derecho a la felicidad y a evitar el sufrimiento.
Alejémonos de todo aquello que nos cause sufrimiento (sic)”, publicó el cibernauta J. Biden en la misma fecha.
El hecho discriminatorio en el que se vio envuelta la pequeña trascendió incluso en sectores conservadores como la Iglesia católica. El Arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, defendió el derecho de la menor a recibir educación y recalcó que su situación familiar no debe de ser un impedimento.
“Primero está el derecho de la niña a la escuela, y eso tendrá que ser respetado en cualquier parte delpaís y del mundo”, indicó el prelado tras oficializar misa el domingo 22 de septiembre.
El caso de Pepe y Alejandro volvió a poner en la mesa el tema de la unión legal entre personas del mismo sexo y sus derechos, un tópico nada nuevo en el Estado, pero sí recurrente y controversial.
Previo a esta pareja homoparental, los nombres de Sandra y Selene saltaron a la opinión pública al lograr que un juez Federal ordenara al Registro Civil de Nuevo León tramitar su solicitud de matrimonio, lo que podría convertirlas en el primer matrimonio gay de Nuevo León.
Su caso volvió a remover las esperanzas de la comunidad LGBT de que se pueda legislar a favor de la unión legal entre personas del mismo sexo.
Y aunque las bancadas del PRI y PAN, mayoría en el Congreso, defendieron lo establecido en el Código Civil del estado, en su artículo 147 indica que “el matrimonio es la unión legítima de un solo hombre y una sola mujer para procurar ayuda mutua, guardarse fidelidad, perpetuar la especie y crear entre ellos una comunidad de vida permanente”, la reciente presión de los activistas LBGT provocó que rectificaran y que el tema pueda ser llevado a comisiones.
La polémica llegó incluso al Ejecutivo Estatal, que indicó que le corresponderá a los diputados legislar sobre este tema “sensible” para la comunidad.
“Eso lo tendríamos que ver con los legisladores y la comunidad. Es un tema sensible de discusión, y en el gobierno tenemos las puertas abiertas para todos. Es un gobierno tolerante ante cualquier creencia, etcétera, y en este caso particular hay que cumplir lo que la autoridad judicial mandate”, señaló el gobernador Rodrigo Medina de la Cruz.
En Nuevo León las iniciativas en torno a la unión de personas del mismo sexo se han presentado en 2007, 2009, 2011 y 2013. En la más reciente presentada por el diputado perredista, Erick Godar Ureña en mayo, solicitó en el Pleno del Congreso modificar el artículo 147 del Código Civil, misma que fue canalizada a la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales donde no ha sido debatida.