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Halloween vs. La Catrina

12 de noviembre de 2014 por Paola Almaraz

La Ciudad de México es tan impredecible que todo puede suceder, incluso una mezcla de tradiciones como el
Halloween y el Día de los Muertos que se entrelazan perfectamente.

Realmente pocos se pudieran imaginar esta composición de costumbres, sobre todo al tratarse del interior del país donde las festividades populares mexicanas están más arraigadas.

Sin embargo en el Distrito Federal, de unos años a la fecha, esta combinación ha tomado fuerza entre los habitantes que del 31 de octubre al 2 de noviembre es posible observar a miles y miles de personas disfrazadas.

Tomando de pasarela la calle Madero, que conecta al Zócalo con el Palacio de Bellas Artes, es posible observar desde un disfraz sencillo con el rostro pintado de la famosa “Catrina”, del caricaturista José Guadalupe Posada, hasta otros más elaborados que a cualquiera provocarían un infarto del susto.

Hasta no ver no creer. Y es precisamente lo que sucede al mirar a cientos de miles de personas ataviadas con sombreros, máscaras, cuchillos, machetes, trinches, calabazas, túnicas, peluches y de más artefactos que utilizan para conformar su disfraz.

Hombres y mujeres de todas edades engalanados como la “Catrina” portan con orgullo vistosos atuendos de noche, o vestidos tradicionales mexicanos que realzan con un enorme sombrero de ala ancha con flores en colores llamativos.

Al caer la noche, en la calle peatonal del Centro Histórico, entre la multitud de personas se escuchaban gritos de quienes son sorprendidos por un zombie, la muerte, un lobo, un gorila, el diablo, el payaso Eso, o cualquier otro personaje terrorífico.

No obstante, hay quienes preferían portar un disfraz que no causara terror entre los presentes como Blanca Nieves, Merry Popis, ET o el famoso Pingüino de Batman, que provocaban la admiración de muchas personas por el gran parecido con los personajes.

Las mascotas no podían fallar con su disfraces; perros de diferentes razas, chicos y grandes portaban llamativas indumentarias desde Drácula, espantapájaros hasta calabazas.

En definitiva el ingenio mexicano nunca se hace esperar, y menos al mezclarse dos culturas de México y Estados Unidos.

La diversidad que se vive durante tres días en la capital del país es casi increíble, pero a nadie ofende. Cada día durante más de ocho horas la zona peatonal se convierte en un río interminable de personas que van de un lado a otro con el objetivo de asustar al más distraído.

Incluso, los maceteros instalados en esa área son utilizados por algunos pequeños para espantar a los paseantes y pedirles la “calaverita”.

Otros se dedican a pasear por la extensa y ancha avenida para llamar atención de los visitantes con sus ingeniosos disfraces y pedir una “cooperación” de 10 pesos por fotografía.

En el lugar pueden observar desde un simple disfraz con una máscara o la cara pintada de calavera, hasta indumentarias salidas de las películas con efectos especiales como zombies muy reales, novias sangrientas, guerreros mayas sin cabeza y asesinos en serie, entre otros.

Son tres noches en donde el ir y venir de las personas es interminable. Decenas o centenares de miles disfrutan de ser admirados por su esfuerzo y dedicación al disfrazarse; otros se dedican a atemorizar a los distraídos, mientras que los que no portan algún disfraz se convierten en sus víctimas.

A pesar de las multitudes es un ambiente totalmente familiar donde participan desde bebés hasta personas mayores.

En estas fechas también los vendedores ambulantes hacen “su agosto”, ya que ofrecen desde pinta-caritas para chicos y grandes, además de diademas, coronas, espadas de luces neón y accesorios diversos para complementar los disfraces.

El Zócalo y sus alrededores son invadidos por flores de cempaxúchitl. Este año más de 20 cráneos adornados fueron dedicados en honor a los grandes de la literatura.

La atracción era día y noche ya que las enormes calaveras hechas con papel periódico se iluminaban al caer la tarde.
En la gran plancha de cemento se montan varios escenarios donde se realizaron diversos festivales con música, bailables, obras de teatro y enormes altares.

OTROS ESCENARIOS

Sin embargo, no todo fue fiesta y diversión en estas fechas en la Ciudad de México, pues frente al Palacio de Bellas Artes se instaló un enorme altar para los caídos del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

En el lugar se pusieron varias ofrendas, algunas por los caídos del EZLN y otras por los normalistas de Ayotzinapa. Además se realizaron asambleas para exponer sus ideales y colocaron grabados contra la violencia.

De la misma forma aprovecharon para montar algunos locales donde se ofrecieron artesanías chiapanecas, playeras del movimiento, joyería, ropa y comida.

Mientras tanto en la explanada del Museo de Nacional de Arte se realizaron diversos rituales por parte de un numeroso grupo de personas que portaban trajes prehispánicos, quienes montaron un enorme altar compuesto de flores de cempaxúchitl, frutas, hierbas, mazorcas y otros artículos en honor sus antepasados.

En la reunión solemne se dijo que entre los aztecas, el altar a la muerte recibía el nombre de Tzompantli. Ese día estaba dedicado a la diosa Coatlicue (Madre de Huitzilopochtli y otros dioses), y se colocaba un altar en forma de pirámide en el primer nivel con una imagen; en el segundo nivel había comida, flores y se quemaba copal en pequeñas vasijas de barro, y en el tercero se colocaban flores y follaje.

Por otra parte, al sur de la Ciudad de México, en Coyoacán, un monumental altar dedicado a los escritores José Revueltas, Octavio Paz, Julio Cortázar y Efraín Huerta adornaba el centro de la plaza donde era prácticamente imposible transitar por la cantidad de visitantes que abarrotaban el lugar.

Ahí también se observaban a miles de personas disfrazadas de diversos personajes que paseaban por sus alrededores, o en el mercado disfrutando de la noche.

En el kiosco de la plaza se ofrecieron espectáculos de baile, obras de teatro con títeres, comediantes y otros eventos para toda la familia.

Obviamente la comida no podía faltar con la Feria del Chocolate y Pan de Muerto, con más de 30 sabores de pan y tamales, así como alimentos y dulces típicos para el gusto de los visitantes.

Quien no ha vivido un Día de Muertos en la Ciudad de México, es una excelente opción para vacacionar el próximo año… y los que vienen.

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