
Esta red de comunicación –que se globalizó vertiginosamente a mediados de los noventa– y en la que puede encontrarse casi de todo, supera los mil millones de sitios web, sin contar que las plataformas tienen infinidad de contenidos: entre textos, fotografías y videos; tanto, que enseña cómo hacer desde pasteles hasta aviones.
En la actualidad Internet dispone de aplicaciones casi para todo tipo de usos desde la correspondencia, los trámites burocráticos, la navegación, el comercio, la industria manufacturera, petrolera, médica, educativa, militar y minera, pasando por las cuestiones más simples hasta las más complejas.
Si hace 30 años la gente no podía llevar consigo un teléfono personal (el cual era un lujo que solamente pocos podían darse ¡y a bordo de su auto!), mucho menos la gran mayoría pensaba que un aparato en la palma de la mano se convertiría en una oficina portátil con conexión inalámbrica o algo más que eso, en un instrumento casi esencial.
La realidad rebasó la ficción y los avances de la ciencia lo continúan revolucionando todo y aunque hoy, principalmente las generaciones jóvenes no pueden imaginar la vida moderna sin esta herramienta, pocos saben cómo se originó.
La Internet nació de una mente maestra, experta en matemáticas: a sus 25 años Vinton Cerf ya había ayudado a fabricar el motor que propulsó al cohete Saturno V de la NASA a la Luna.
Enseguida comenzó a desarrollar, junto con el ingeniero Robert Kahn, un protocolo de comunicaciones para la red militar de los Estados Unidos. El objetivo era crear una conexión eficiente para el Departamento de Defensa que exprimiera los beneficios de la radiofrecuencia, los satélites y las líneas telefónicas.
De acuerdo con biografías públicas el fruto del trabajo de ambos dio como resultado los protocolos de transmisión de datos que hoy en día se conoce como TCP. En términos más llanos y simples estos doctores en ciencia lograron unir exitosamente dos computadoras entre la Universidad de California Los ángeles (UCLA) y Stanford por medio de una línea de telefonía conmutada, pero no fue sino hasta 1972 cuando ese adelanto se presentó al público con 40 equipos en red.
Posteriormente fundaron la “Internet Society”, pero más allá de ser laureados por numerosas organizaciones y recibir reconocimientos, su descubrimiento engranó prácticamente en todo lo que se ha puesto a su paso hasta el punto que hoy el mundo es muy diferente al de antes de Internet.
LLEGARON PARA QUEDARSE
Durante los años ochenta y noventa el futuro se planeó esencialmente en el desarrollo de programas y sistemas de cómputo y la tecnología digital fue de la mano con la implementación de la Internet, que primero se conectó mediante líneas telefónicas (apareciendo después la adaptación por cable y satelital).
Las universidades incorporaron carreras, prepararon maestros y millones de personas cambiaron su enfoque hacia la concepción, fabricación, uso y comercialización de los nuevos aparatos.
Por aquel entonces empresas como Apple, Microsoft e IBM, sentaron las bases de la nueva era tecnológica, no solamente para los ordenadores, sino también para industrias como las telecomunicaciones, los medios, la energía y el transporte.
Con el transcurso de los años se fueron sumando nuevas plataformas como Hotmail, Amazon, Google, Facebook y YouTube, que se popularizaron de manera exponencial ante las masas.
Para los científicos de hoy Internet era el eslabón perdido que hacía falta para pasar a los nuevos procesos y, efectivamente, si hace 30 años era impensable que millones de seres humanos pudieran estar comunicados y conectarse con mensajes instantáneos sin importar la región del mundo donde se encontraran, en la actualidad ya no es tan remota la idea de que el cielo se colmará en un futuro no muy lejano de unidades voladoras autónomas.
De hecho, ya las hay en forma de drones y propulsores, pero se siguen desarrollando prototipos y el marco legal–administrativo–comercial mediante el cual estarán regulados.
Los ancianos, aquellos que nacieron a comienzos del Siglo XX, los septuagenarios, los octogenarios, los nonagenarios y quienes ahora superan la frontera centenaria, han sido quizás los más privilegiados en ver pasar una revolución por las pupilas de sus ojos.
Nunca tanta ciencia se expuso ante la humanidad como en los últimos 100 años, desde los vehículos de vapor, los que se desplazan con la energía eléctrica y hasta los supersónicos, o los autos que no llevan piloto ni combustible fósil como los Tesla del magnate sudafricano, Elon Musk, que utilizan esquemas de transmisión de datos basados en Internet.
Y así como la industria médica ha logrado instalar en seres humanos órganos artificiales que se monitorean a través de una “app”, ya existen robots que por medio de un brazo mecánico pueden realizar cirugías milimétricas y desprender la piel de una uva sin dañarla.
SIN EMBARGO…
Así como esta gran herramienta ha tenido incalculables beneficios tanto para la ciencia como para el desenvolvimiento de la humanidad (en el acceso a la información, el aumento del conocimiento y la libertad de expresión), también representa peligros.
Las ideologías que por Internet se propagan, al mismo tiempo reflejan un foco de advertencia para el hombre que, conforme a las estadísticas, han causado –por ejemplo–, la mayor desintegración familiar de todos los tiempos e, incluso, ya hay hasta aplicaciones que ayudan a tramitar divorcios.
De acuerdo con el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) en México éstos aumentaron un 136 por ciento durante los últimos 15 años. Y en 2013 algunos estudios apuntaron que tan solo Facebook había influido directamente en la disolución de más de 28 millones de matrimonios legales alrededor del mundo.
Además de que las redes sociales se han utilizado para la compraventa y distribución de sustancias prohibidas, de acuerdo con la oficina de Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), también son un poderoso canal de difusión de filosofías terroristas fundamentalistas, según reporta la Agencia Central de Inteligecia (CIA).
Así como en Internet se puede aprender a pelar papas con métodos poco ortodoxos (o, en su dado caso, preparar un delicioso postre con las recetas que la gente comparte), por medio de tutoriales los usuarios obtienen información para crear bombas, armas y sustancias de destrucción biológicas o descargar programas para fabricar pistolas con impresoras de tercera dimensión (3D) y cada vez es mayor el público que está interesado en el consumo de materiales nocivos.
La Oficina Federal de Investigaciones de los Estados Unidos (FBI), ha penado las visitas a la “Deep Web”, una dirección de Internet restringida al público general donde aparece la información digital más espeluznante.
Al no estar directamente indexado a los buscadores convencionales, los consumidores de todas partes del mundo suben y comercializan datos multimedia con las peores situaciones que un ser humano pueda cometer.
Internet también es un medio que ha propiciado las estafas, los robos de identidad, la alteración de tarjetas bancarias y secuestros.
Aunque los diferentes gobiernos han establecido fiscalías para la persecución de delitos cibernéticos, las instituciones se han visto rebasadas ante esa voracidad que crece a
pasos agigantados.
Según datos de la Comisión Nacional para Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), las transacciones ilícitas pasaron de 356 mil casos en 2012 a más de cuatro millones 82 mil casos en 2017.
De esos, 3 millones 258 mil delitos fueron por medio del comercio electrónico en Internet y dos de cada tres reclamaciones tienen que ver con fraudes electrónicos.
Esta herramienta se usa cotidianamente también para la comisión de delitos.
En YouTube el tráfico de información también es inmenso. Cada minuto se suben en promedio 300 horas de video y ese es el segundo buscador más grande del mundo después de Google. Más de la mitad de sus visitas provienen de dispositivos móviles.
Mientras que a nivel gubernamental Estados Unidos, Rusia y China, compiten por la carrera armamentista, escoltados por Israel, Japón, Alemania, Irán y Corea del Norte, que trabajan al mismo tiempo en teledirigir y detener instrumentos de destrucción masiva.
Como en toda la tecnología que se usa hoy, los comandos de comunicación de las potencias militares también recaen en la transmisión de datos de navegación TCP de banda ancha.
EL PORVENIR
Pero aún con toda la carga negativa, los nuevos adelantos siguen impulsando la revolución tecnológica con el uso de la red.
El japonés Masajoshi Son se apunta como la nueva cara de la era digital y el futuro. Según reportes de prensa es por hoy ya el hombre más poderoso de Silicon Valley, (el nombre que recibe la zona sur de San Francisco, California, donde están representadas las firmas más preponderantes de la ciencia comercial).
En 2016 su empresa SoftBank compró por más de 30 mil millones de dólares a la tecnológica ARM, que trabaja en hacer de electrodomésticos, puertas, ventanas, autos y cualquier instrumento de la vida cotidiana en objetos conectados.
Masajoshi creó también el fondo económico Visión Fund para financiar “startups”, como se les conoce a aquellas compañías emergentes de la ola tecnológica, y, por más descabellado que parezca, los científicos trabajan ambiciosamente en la creación de vehículos voladores, chips para humanos, animales clonados para la industria alimenticia, robots y toda clase de inteligencia artificial.
La economía, el mercado y la relación del mundo con la tecnología está por entrar a una nueva fase y miles de expertos ya están en marcha trabajando.
En 2019 la Internet cumple ya medio siglo y 25 años desde que se hizo popular, pero si bien un vistazo al pasado puede dejar admirado al mundo, muy probablemente sus grandes alcances están aún por verse y no tardan en manifestarse.