Esta entidad vivió, de jueves a lunes pasados, los días más violentos de sus últimas dos décadas. Aquí la violencia no reposa, en estos cinco días, el promedio de ejecutados cada 24 horas fue de 7.2 personas.
La angustia y zozobra en ese periodo hizo presa a los pobladores de las ciudades de Culiacán, Guamúchil y Mazatlán, que fueron testigos de ejecuciones en masa en dos hechos y días distintos, toma de rehenes en un centro comercial mazatleco e incendio de casas y coches-bomba en esta capital.
Para el investigador universitario, Gerardo López Cervantes, el sadismo y la crueldad es la constante en estos actos violentos que, como “estrategia”, utilizan grupos en su lucha por controlar la plaza.
La ola de ejecuciones que en el periodo cobró 36 víctimas, se centró en esta ciudad con 18 y el resto en Salvador Alvarado, Mazatlán, Angostura, Mocorito, Sinaloa de Leyva y Navolato.
Asimismo, la angustia y zozobra hizo presa a los pobladores de Culiacán, Guamuchil y Mazatlán, que vivieron una nueva fase más violenta de esta lucha criminal, como la toma de rehenes, que fueron utilizados como escudos humanos, y las detonaciones de armamento bélico capaz de destruir un tanque de guerra.
La agudización de esta pugna, en la que se identifica a grupos de los Carrillo-Beltrán Leyva y al que comanda Joaquín Guzman Loera, “El Chapo” Guzmán, se caracteriza por sus métodos violentos que imprimen un ambiente de psicosis entre la población.
Un incidente en la Plaza Comercial Forum, en Mazatlan, desencadenó una estampida de cerca de 12 mil personas que visitaban el lugar el domingo pasado, al grado que fue necesaria la presencia de las fuerzas federales para que retornara la calma.
El jueves pasado, en un lapso de apenas ocho minutos, 11 cuerpos quedaron tendidos por las balas; dos de ellos catedráticos universitarios que murieron al acudir a recoger su auto a un taller automotriz.
Dos días después -sábado- en Culiacán se suscitó un enfrentamiento entre dos bandas. Se dispararon mil 303 tiros, se detonan granadas y se incendió una vivienda con bombas molotov.
Por la tarde, en el puerto de Mazatlán un comando ejecuta al policía Sixto Escobedo Pérez, y al verse perseguidos los sicarios tomaron como rehenes a varias personas en la Centro Comercial Plaza. Tras minutos de negociaciones, las autoridades les entregaron una camioneta, en la que huyeron llevando consigo como escudo al empresario Oscar Tirado Sánchez, a quien liberaron más tarde.
En la madrugada del domingo, sobre el boulevar Rosales de Guamuchil, trece ocupantes de cuatro vehículos, entre ellos cinco menores edad, fueron atacados con disparos de armas automáticas, ocho pierden la vida y cinco quedan heridos.
Luego, en la madrugada del lunes se escenificó un nuevo choque en la colonia Diez de Mayo. Se disparó en más de mil ocasiones contra la fachada de una vivienda, la cual es incendiada junto con dos vehículos y se intentó hacer explotar un carro con tres tanques de gas.
En este ambiente, los jóvenes atraídos por el dinero fácil y las armas, al comparar la vida que llevan los delincuentes con sus proyectos de vida, caen fácil en las tentaciones de la narcocultura, advierte Gerardo López Cervantes, académico de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Desde su punto de vista, el ambiente externo a las aulas se vuelve un referente distorsionado, pero atractivo, en cuanto a lujos y riqueza para muchos estudiantes, a los cuales se les tiene que inculcar desde niños los valores y el respeto a la vida.
El académico hace ver que esta nueva escalada de violencia, con matices distintos a los vividos en otras épocas, obliga a los ciudadanos a cambio de actitudes, al grado de no sentirse seguros en sus propios hogares.