“México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, reza un refrán, al referirse a la influencia que la primera potencia mundial tiene sobre la nación del águila azteca, al menos en su modo de hablar. Guste o no ser vecinos de la Unión Americana, influye directamente en los residentes fronterizos, y no sólo económicamente, sino también en la vida cotidiana, en algo tan común como el lenguaje.
Anglicismos o palabras que resultan de la fusión del castellano y el idioma anglosajón son utilizadas comúnmente por los mexicanos de la frontera, quienes sin darse cuenta enriquecen una jerga fronteriza. Así reconocen estudiosos del idioma oficial como María Elena Silva de Fuentes, licenciada en Letras Españolas egresada de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), quien radica en la frontera desde hace diez años.
El cambio en el uso del lenguaje es algo ordinario cuando dos idiomas conviven en una cercanía como la que guardan México y Estados Unidos.
Pero este no es el único factor de la deformación del español, los regionalismos, modismos y préstamos de las palabras de lenguas indígenas también se agregaron al idioma original que los españoles trajeron al país.
A causa de ello en 1875 se formó en la república la Academia Mexicana de la Lengua, fundada por la Real Academia Española el 11 de septiembre de ese mismo año su finalidad: conservar la pureza del español.
Aunque el organismo sigue vigente, ello no impide que el idioma oficial de México siga transformándose. Según información publicada en el diccionario de Internet Wikipedia, a partir de la década de los 70 se reconoció el “espanglish” como una nueva jerga nacida de la hibridación entre el inglés y el español, utilizada especialmente por los latinos radicados en Estados Unidos.
Sin embargo, se tienen registros del nacimiento de dicho caló desde décadas anteriores. Con la migración de mexicanos al país del norte en los años 40, se formuló también un adjetivo para los conacionales a los cuales se les dificultaba hablar el español correctamente. De esta manera nació la palabra “pocho”, para referirse a una persona que al no poder expresarse correctamente en castellano, mezclaba palabras en inglés y en español.
De igual forma, los residentes fronterizos reconocen el “pocho”, como un sinónimo del “espanglish”. Así, es común escuchar a visitantes del Valle de Texas que llegan a la localidad utilizar los siguientes términos en pocho:
Parquear –to park (estacionarse); wachar – watch (observar); carpeta –carpet (alfombra); marqueta –market (mercado); te llamo pa´atrás –I call you back (te vuelvo a llamar); troka –truck (camioneta) y argüendear –to argue (discutir), entre otros términos.
Gana terreno en la frontera
Pero esta variante del español no es utilizada únicamente en las metrópolis del vecino país donde viven más hispanohablantes mexicanos, sino también en las zonas limítrofes de la vecina nación. La profesionista en letras María Elena Silva de Fuentes, explica el fenómeno lingüístico que se tiene en las ciudades colindantes con Estados Unidos.
“Tenemos conocimiento de la confusión de las lenguas desde tiempos bíblicos, con la Torre de Babel, que fue el primer referente de la diversificación lingüística. Hay muchas cosas que se pueden comentar del fenómeno de la conjunción de los idiomas en las franjas fronterizas”, señala.
Y agrega “Nuestra lengua madre forma parte de una familia de lenguas que se les llama romances, porque provienen de una lengua común hablada en los tiempos del imperio romano como el latín.
“Los habitantes fronterizos tenemos comunicación con los estadounidenses que hablan inglés, ellos provienen de otra raíz, una lengua anglosajona originaria del norte de Europa, es por ello que cada idioma tiene su estructura en particular.
“Estamos viviendo en la frontera el fenómeno de una convivencia de dos idiomas con estructuras gramaticales diferentes. Esta no es tan evidente en la frontera mexicana como en el Valle de Texas, donde hay una gran cantidad de mexicanos que tienen la experiencia de crecer con ambos idiomas, es lo que podemos llamar el ‘espanglish’”, explica la profesionista.
Sumándose a esta variante del español, en la frontera se añaden también los anglicismos que son préstamos lingüísticos tomados del inglés que ya se utilizan en la población, tales como “parquearse”, que proviene de –to park; “yoga”, que alude a la equivalencia de una medida en inglés, o “manager”, la cual es la palabra administrador en dicho idioma.
El inglés también se transforma
La adopción de términos en inglés no sólo se debe a la cercanía con quienes hablan esta lengua. Se han adquirido también debido a los avances tecnológicos, por el argot de la economía e incluso por ocio. Utilizarlos ya es común para los mexicanos, ejemplo de ello son palabras como: ‘okey’; ‘hippie’, ‘shorts’, ‘gloss’, ‘hobby’ o ‘shopping’.
Al mismo tiempo que las palabras en inglés se introducen al idioma, los hablantes hispanos hacen propias las mismas, agregándoles desinencias que sólo existen en español. De esta manera se originan las palabras híbridas del “spanglish” como: ‘workear’.
Detalla Silva de Fuentes: “En una ocasión me tocó ver una tienda en el Valle de Texas que en el rótulo decía ‘washateria’ con la desinencia ‘teria’, que alude a un lugar donde se tiene o se hace alguna cosa. Ya se utilizaba el nombre de ‘washateria’ en lugar de ‘lavandería’. Escuchamos que aquí mismo en Reynosa la gente dice ‘McAllear’ y todos entendemos el concepto”.
La licenciada añade que existe la deformación gramatical, cuando la gente trata de hablar el español y cambia los verbos.
“El español es más rico en verbos y tiempos que el inglés. Nos manejamos con variantes para cambiar el modo, tiempo, persona o número, pero en inglés utilizan verbos auxiliares.
“Para una persona que tiene sus raíces en el inglés, es confuso el uso del subjuntivo y lo transforman en indicativo, un ejemplo es: yo quisiera ir a un restaurant, pero no puedo. Este es cambiado por: yo quiero ir a un restaurant, pero no puedo, les resulta difícil el concepto de posibilidad”, ejemplifica.
Silva de Fuentes dice que sucede lo mismo con las oraciones empleadas en la forma correcta y se diría por ejemplo:
“Yo salgo siempre a cenar los domingos en la noche”, en cambio, es habitual escuchar: yo salgo a cenar los domingos en la noche, que es el orden que se utilizaría en inglés: ‘I always go to dinner the sunday of the night’”, señala.
Otra deformación lingüística que ha observado durante su estadía en la frontera es el cambio de letras o la agregación de la “s” al final de ciertas palabras.
“Usualmente se escucha a la población decir ‘ves a tal lugar’, ‘vistes’ o ‘pidemos’, aunque lo más clásico es oír la mezcla de inglés a español en las oraciones. Por otro lado, tenemos el caso de personas que vienen de fuera y traen regionalismos propios; sin embargo no se nota mucho la diferencia porque es el mismo idioma”, asegura la entrevistada.
A lo largo de la frontera norte el “espanglish” es una realidad, que se mezcla también con los regionalismos propios de cada lugar.
“Es algo con lo que tenemos que vivir y que cada día es más frecuente”, asevera la regiomontana.
Aunque cada vez sean más comunes estas deformaciones del castellano, un modo eficaz de convivir con el idioma extranjero sin perder la identidad lingüística es leer textos de buen español, así lo sugiere la experta en letras.
Relata: “En la práctica hay una jerga, un caló o forma de hablar que uno como habitante de la frontera debe entender. Por ejemplo en la frontera le decimos al semáforo ‘luz’, en otras ciudades fronterizas como Matamoros, a las bolsas de palomitas para microondas, se les denomina ‘pacon’ como una contracción de ‘pop corn’.
Aunque estas palabras o modismos ya sean de uso frecuente para la gente de la frontera, en opinión de la licenciada, el “espanglish” o la utilización de anglicismos todavía no dominan la lengua hispana.
“Personalmente pienso que el peligro de perder el uso correcto del español existe en la medida que no se aprenda a utilizar los tiempos y cuando no se pueda procesar los textos escritos.
“Existe ya literatura donde se muestra el fenómeno del ‘espanglish’, con todo no podría formarse un nuevo idioma, ya que las lenguas se crean a lo largo de generaciones. Se puede perder la capacidad de elaborar frases correctamente, pero no podría formarse un nuevo idioma”, comenta.
En observación de Silva de Fuentes, existen otras deformaciones de la gramática del español que ya son habituales entre los jóvenes y que debido a la poca atención que se presta a la ortografía podrían ser más comunes, al grado de volverse aceptables.
Un ejemplo de lo anterior es colocar únicamente los signos de puntuación al final de la oración, como se utiliza en el inglés u omitir los acentos en las palabras, situaciones que se realzan principalmente en la frontera, donde se tienen bajos índices de lectura y más uso del Internet.
Falta ver si con la construcción del “muro fronterizo” detendrán el “espanglish”, que se acrecenta entre la población hispana en el norte de México y sur de Estados Unidos.
Gringo, la primera palabra en “espanglish”
Una de las palabras que dieron origen al “espanglish” (sino es que la primera) es el término “gringo”, que en un principio fue utilizado de forma despectiva para referirse a los vecinos de la Unión Americana, durante la invasión que se tuvo en la única lucha armada que han vivido ambos países.
Si bien México fue invadido por los estadounidenses en un conflicto bélico que abarcó dos años, de 1846 a 1848, también llamado “La Guerra de México-Estados Unidos” o “Mexican War” (donde se disputaron los territorios de Texas, Alta California y Nuevo México) la invasión o fusión lingüística que se ha tenido entre ambos idiomas, inglés y español ha sido constante.
Fue en aquella época cuando el ejército anglosajón penetró a territorio nacional que nació una de las primeras palabras que se originaron en la frontera entre ambos países, curiosamente para denominar a los extranjeros invasores del norte.
Se dice que los batallones enemigos se identificaron por medio de colores, tales como: “blue”, “red”, o “green”. Los altos mandos de estos pelotones exigían el avance de sus tropas al grito de “green go”. Fue a raíz de este grito, que como escarnio a los atacantes, se formó la palabra “gringo”, la cual provenía directamente de la frase “green go home”; que después se convertiría en el sobrenombre utilizado comúnmente para designar a los estadounidenses.
El anterior es uno de los ejemplos de las primeras palabras que se acuñaron en la frontera y que con el tiempo se volvieron de uso común por el resto de los mexicanos.