La tarde del lunes 11 de mayo, al salir de la fábrica, cerca de 50 obreros vivieron de cerca la peor de sus angustias. Al menos, aseguran, no habían estado tan próximos a la muerte como cuando el autobús en el que se transportaban fue impactado por un vehículo que lo sacó del camino y lo puso con las ventanas de cara al asfalto.
Bajo el calor endiablado de la frontera reynosense, como pudieron, los aturdidos y golpeados pasajeros (entre los que estaban dos niñas y dos embarazadas) abandonaron por la puerta trasera el armatoste de hojalata. A unos 10 metros yacía atravesado sobre la carpeta el Grand Prix negro responsable del accidente, desfigurado, con chorros de lubricante corriendo entre sus fierros y con dos mujeres inconscientes a bordo.
Afortunadamente no circulaban más coches cerca de ellos, de lo contrario comenta una de las afectadas, el incidente hubiera sido mucho mayor que los 19 heridos que se reportaron, entre los que se encuentra uno de gravedad.
“Comenzamos a zarandearnos sobre la carretera e inmediatamente después vino la volcadura del colectivo”, mencionó Marisela López, quien resultó con lesiones en los brazos, piernas y espalda.
Apretujada junto con otros de sus compañeros sobre la ambulancia de la Cruz Roja, esta mujer añadió que sintió que volvió a nacer.
HORROR Y PELIGRO
Arrojando coágulos de sangre por la boca, Fermín García Sánchez, uno de los heridos (tendido sobre el zacate a la orilla del canal paralelo al Anzaldúas en la colonia Rancho Grande), parecía haber perdido la razón pese a estar despierto.
Los paramédicos le solicitaron que no se moviera para subirlo a la camilla, pero perturbado preguntaba a dónde lo llevaban.
La escena parecía una película en la que los espectadores eran decenas de automovilistas quienes dejaron sus unidades para saciar su hambre de humanitarismo, pero también de enferma curiosidad. De igual manera, una amalgama de vecinos, comerciantes y trabajadores de la empresa recolectora de basura Pasa se congregaron a mirar estupefactos las consecuencias de la imprudencia y las pésimas vialidades de esta ciudad, carente de semáforos y carriles anchos.
“PUDO HABER SIDO PEOR”
Con las imágenes del percance como relámpagos dentro de su cabeza, Yaneth Luna Cruz, trabajadora de la maquiladora Methode Electronics, describió su versión del suceso en el que el camión –con placas de circulación 8323-ZZM– se trasladaba al centro de la localidad.
“Se nos atravesó el carro y perdimos el control. Cuando el chofer quiso maniobrar el mismo auto lo orilló y fue cuando se volcó. Tronó un neumático y todos caímos sobre las ventanas”, dijo.
Lastimada, la joven operadora de producción mencionó que se abrazó de su prima para amortiguar el golpe.
“Y unos a otros nos ayudamos a salir mientras llegaban las ambulancias. Si el carro hubiera dado una vuelta más estoy segura que sí nos habríamos ido al canal”, consideró.
Visiblemente nerviosa, la pasajera que se encontraba en los últimos asientos al momento del choque, mencionó que el operador de la unidad (Martiniano Cabriales) no tuvo culpa en el incidente en el que viajaba a unos 40 kilómetros por hora.
Entretanto, en el camión aún de lado, la música de cumbia seguía tocando. Su eje trasero simplemente quedó arrancado por completo y junto a éste rastros de sangre, zapatos y las casacas azules de algunos obreros, quienes seguramente no olvidarán el inconveniente.
Tras el arribo de los elementos de Tránsito, Policía e incluso, del mismo secretario de Seguridad Pública de Reynosa, Carlos Leal López, el tráfico (que alcanzó filas de hasta 100 metros en ambas direcciones) se disipó poco antes de caer el sol.
El recuento de los daños aún no ha sido especificado, pero ¿quién resarcirá el dolor, la preocupación y las contusiones que en un momento fortuito escenificaron los tripulantes de este maltrecho autobús de transporte de personal y un coche particular?