Su demacrado rostro y chueco andar (con una muleta colgada de su hombro derecho) –que exhibe cuando limpia los parabrisas de los autos a cambio de unos pesos–, contrastan con el buen semblante y atlética condición que demuestra un supuesto indigente cuando llega a su domicilio en la colonia Benito Juárez.
Como si los achaques desaparecieran por arte de magia, Miguel Castorena cambia la muleta de aluminio por una bicicleta de montaña y sale todas las tardes a dar un paseo.
En su barrio es conocido como un ‘cándido feligrés’ que pasa gran parte del tiempo dentro de un templo, pero pocos conocen los artilugios de los que esta persona se vale para engañar a la gente.
Temprano por la mañana, nuevamente coge su artefacto ortopédico y se traslada a la esquina poniente de los ‘puentes gemelos’ en el Bulevar del Maestro, donde desde hace varios años mendiga “una ayudita” aparentando estar lisiado.
Antes viaja en autobús media hora hasta el HEB Morelos, luego camina (sin problema alguno) una docena de cuadras sobre la calle Rosalinda Guerrero, cuando aún la ciudad duerme y pocos autos se aprecian circulando. El sereno remanente de la madrugada refresca el rostro y pecho del bronceado ambulante, quien se detiene a descansar, pero siempre llega puntual a las 6:30 horas al mismo lugar y entonces actúa como menesteroso.
Hora Cero fue testigo de la osadía de don Miguelito, como también es conocido:
Cada vez que se pone el semáforo en rojo, arrastra la pierna izquierda y apoyado en su muleta intenta limpiar los parabrisas de los vehículos que se detienen a su paso. Como Miguel disimula no poder realizar bien esa tarea, los conductores conmovidos le obsequian efectivo para evitar que se lesione o esfuerce demasiado.
“Dios lo bendiga”, es la clásica frase que este falso discapacitado le desea una y otra ocasión a quienes se compadecen de él.
A medida que transcurre la mañana, enésimas son las manos que le extienden ayuda al señor que, con una venda amarrada del cuello, busca hacer más real su condición de necesitado.
En definitiva el hombre de entre 55 y 60 años de edad no nació para trabajar, o al menos es lo que piensa, lo suyo es el dinero fácil.
Y es que la caridad de automovilistas y transeúntes le ha significado, seguramente, miles de pesos en ganancias, ¿por qué habría de fatigarse laborando en una maquiladora y dejar la comodidad de recibir limosna?, actividad a la cual le dedica de dos a tres horas diarias. No más.
Lo cierto es que con donaciones que van desde los 150 a 300 pesos diarios (cuando se topa con residentes americanos) este falso pordiosero nunca regresa a casa con el bolsillo vacío desde hace 18 años que vive de la lástima.
UNA VIDA DE MENTIRAS
Discrecionalmente Miguel fue seguido para comprobar las condiciones en las que reside y en qué gasta el dinero que mendiga:
Alrededor de las 10 horas recibió la última limosna de la jornada y, sostenido de la muleta, se enfiló de nueva cuenta hacia el bulevar Morelos. Cuando notó que nadie conocido lo observaba entonces comenzó a caminar normalmente. Ni la lluvia ni el agobiante calor o el filoso viento del invierno es impedimento para que este hombre realice su recorrido diario.
Más tarde, tras bajar de la pecera de vuelta a casa a Miguel se le captó entrando al supermercado Guajardo de la Juárez, donde despreocupadamente compró comestibles.
Sorprendentemente a su salida empujó el carrito de mandado con la muleta encima de éste, como si no la necesitara. Es evidente que lejos del punto donde desfalca a la ciudadanía (enfundado en ropa de vestir y cachucha) no teme a ser descubierto. Luego de avanzar varias cuadras finalmente arribó a su vivienda, sobre la calle Francisco Zarco número 920 del sector Juárez 5.
De entrada la casa de material de una planta no aparenta ser la de un mendigo, pues hasta cuenta con una decorosa fachada en color azul y blanco. Pero esto no es lo que mayor asombro provoca, sino mirarlo salir por las tardes acompañado de un biciclo, el cual pedalea sin obstáculo demostrando su buena forma física, contrario a lo que simula en el crucero.
A decir de sus vecinos Miguel vive solo, pues nunca contrajo nupcias ni tuvo hijos; la propiedad es herencia del padrastro ya fallecido. Además de disfrutar hacer ejercicio, dijeron que es considerado ‘un buen cristiano’ y, aunque la muleta lo delata, desconocen a qué se dedica o si padece alguna afección “pues siempre se le ve muy bien”.
Otro de los lugareños contó que Miguel es una persona a la que “le gusta mucho rezar”, es por ello que “todas las mañanas se va a la iglesia temprano”, pero paradójicamente éste se encuentra en la opacidad lucrando con la inocencia de la gente.
Para apreciar el descaro como se conduce el aparente indigente es necesario madrugar: cada día a las cinco de la mañana Miguel se asoma a la puerta, alegre, y se dirige a la parada de una tienda de conveniencia que lo recibe aún con la densa oscuridad.
El sonido de los grillos y los perros que ladran lo acompañan hasta que aborda la ruta Juárez 5, la cual a esa hora transporta a pocos pasajeros.
Tras de ella la cámara de Hora Cero capta al estafador, quien del mismo modo, deja la unidad frente al HEB Morelos y camina hasta los ‘puentes gemelos’ con la muleta colgada del hombro, sin que aparente estar lisiado.
Al ser interceptado nuevamente en el lugar donde (mintiendo) pide limosnas, por fin se le preguntó cómo se sentía y por qué realiza esta actividad.
Un tanto desconcertado Miguel le respondió a la reportera que se encontraba enfermo de diabetes, la presión y una de sus piernas, motivo por el cual no podía trabajar.
Entonces se le instó a que contara su historia, quizás así la comunidad se conmiseraba de él y era asistido.
Como si la vitalidad que tenía antes de llegar a este lugar se le hubiera extinguido de repente, el timador relató –con la imagen de un hombre desmoralizado y abatido–, que laboró por espacio de varios años en una sastrería, hasta que perdió la vista y se vio orillado a solicitar ayuda.
Agregó que luego de haber visitado médicos en Monterrey, Guadalajara, Torreón y Celaya y no encontrar una cura para su mal, acudió a un centro espiritual donde milagrosamente recobró la visibilidad; no obstante, luego enfermó de su extremidad izquierda y comenzó a caminar con dificultad. Lo que no sabía al momento de la entrevista era que las evidencias lo acusaban.
Sin empacho Miguel (quien dijo tener 71 años) explicó que acude a pedir dinero “llueva, truene o haga mucho frío”, porque irónicamente consideró que “si no trabaja no come”.
Dijo que a lo largo de casi dos décadas ha mendigado en diversos cruceros de la ciudad, pero actualmente se siente más cómodo en el de los ‘puentes gemelos’. El dinero que recauda, añadió, lo gasta en doctores y medicinas.
Con una botella de refresco y una banana en la mano, el hombre se negó a ser fotografiado, pero prometió que “rasurado y bien vestido” el día siguiente sí accedía, aunque tal vez lo que quiso decir es que iría peor para causar más lástima.
NO HAY CONTROL:
AUTORIDADES
Moisés García Flores, director general de la Secretaría de Participación Ciudadana (SPC) del Cabildo de Reynosa, confirmó en entrevista que la estafa en cruceros de la ciudad es una práctica recurrente y se ha intensificado en los últimos años.
Un ejemplo, citó, fue un grupo de 18 regiomontanos uniformados de blanco que llegaba a la ciudad los fines de semana con el objeto de recaudar fondos para una organización benéfica fantasma.
Situados en puntos estratégicos los charlatanes –con ánforas en mano–, eran transportados en furgonetas hasta la frontera y recogidos al atardecer en los mismos vehículos, donde se llevaban una buena suma en donaciones.
Este hecho salió a la luz pública hace unos días, cuando fueron capturados por elementos de la Policía Metropolitana de Monterrey y consignados ante un juez de distrito, ilustró.
El funcionario explicó que para combatir extorsiones su oficina se encarga de expedir una tarjeta de identificación a los integrantes de las fundaciones que realmente necesitan colectar dinero en las calles.
Con las personas que no hayan pasado primero por un proceso de credencialización, advirtió, se corre el riesgo de que haya dolo a la hora de requerirse una dádiva.
“Honestamente es más grave que una persona se ostente como discapacitada, que quien entra a un supermercado a hurtar una caja de pañales o leche para sus hijos”, manifestó García Flores.
El dirigente de la SPC ilustró que ambos son graves delitos, pero “hay una diferencia enorme entre un defraudador y quien roba por necesidad, pues en su apreciación personal consideró que “se abusa de la buena voluntad de la gente”.
Entretanto la oficina de Inspección y Vigilancia, así como la Dirección de Ingresos y Espectáculos del Ayuntamiento (que regula los permisos en la vía pública) negaron tener control ni estadísticas sobre impostores que como Miguel Castorena viven a costa del prójimo.
De manera que mientras haya una mano dispuesta a regalarle dinero, este hombre estará ahí, para llevárselo cómodamente.
Por compasión ¿cuántos no se han privado de un bien por muy pequeño que sea para mantenerle la pereza? A ciencia cierta es difícil de comprobar, más por algo enseña un dicho popular: “no hagas nada malo que parezca bueno”.
FINGEN DISCAPACIDAD
PARA COBRAR PENSION
Los casos de impostores que utilizan la lástima para obtener dinero a cambio no sólo son exclusivos de Reynosa, sino que sobran alrededor del mundo.
Uno de los más sonados es el de un francés que decía ser cuadripléjico en el pueblo de Herault, localizado al sur de su país y quien fue descubierto en una prueba para obtener la cinta negra de karate.
Desde hace varios meses se desplazaba en su silla de ruedas y cobraba una pensión de 750 euros (12 mil pesos) mensuales. Una denuncia llegada a la comisaría alertó tal situación y los compañeros del gimnasio donde realizaba los entrenamientos testificaron ante la policía, que usó cámaras para grabar al supuesto minusválido.
Al llamarle a declarar ni corto ni perezoso apareció con la silla de ruedas alegando que su minusvalía había sido provocada por un accidente de tráfico. Así el karateca parapléjico fue sancionado por el delito de estafa.
DE EDIL DISCAPACITADO
A ARBITRO DE FUTBOL
Otra de las historias que llaman la atención es la del británico Keith McNiffe, ex alcalde de una pequeña comunidad de París de Gales, quien percibía prestaciones por una incapacidad que no padecía y fue descubierto pitando un partido de futbol.
Este timador reconoció haber recibido nueve mil 233 libras (197 mil pesos) por su aparente problema físico entre julio de 2005 y mayo de 2007. Al mismo tiempo había arbitrado 67 partidos.
McNiffe fue condenado a cuatro meses de prisión condicional y 200 horas de trabajos forzados para la comunidad.
Y es que fingir una discapacidad se ha convertido en un gran negocio para miles de personas.
En octubre pasado el Ministerio de Salud de Madrid cazó a dos mil inválidos falsos al elaborar un riguroso censo. Durante años los ciudadanos madrileños se hicieron pasar por discapacitados y a cambio recibieron jugosas pensiones contributivas, según rotuló el periódico El País.
Gracias a ese beneficio los embaucadores obtuvieron descuentos en la compra de coches y defraudaron en su declaración a la Hacienda Pública.
El censo conocido como Captura, registró un total de 194 mil lesionados reales.
Y es que en España sufrir una minusvalía permite una deducción aproximada de 52 mil pesetas al año (unos cinco mil pesos).
Los desarrolladores del proyecto indicaron que se debieron revisar cientos de miles de expedientes, actualizar datos y codificar añejas fichas. Cinco médicos especialistas en rehabilitación fueron los encargados de evaluar los problemas físicos de cada encuestado y los primeros en llevarse tal sorpresa tan sólo en la capital del país ibérico.