
Entrevistado en la comodidad de su vivienda y en la seguridad del anonimato, Isaac Rodríguez comparte su experiencia al tener en su organismo un binomio mortal: Tuberculosis y SIDA.
Hace poco más de 5 años este hombre se enteró que estaba infectado con tuberculosis y desde entonces su vida se ha convertido en una lucha por sobrevivir donde nunca ha perdido la disposición de pelear por su vida siguiendo las indicaciones de los doctores, tomando sus medicinas y cuidando bien de su cuerpo.
Desgraciadamente para él, ninguno de sus asesores médicos le ha capacitado para enfrentar a la discriminación que sufre cuando las personas se enteran que tiene tuberculosis, sin mencionar el rechazo que recibe cuando se sabe que además es seropositivo.
Desde los dieciocho años Isaac se declaró homosexual y su aspecto refleja sus convicciones: cabello teñido, cejas delineadas, uñas pintadas y vestimenta de mujer,
Recibe a Hora Cero en su vivienda no por miedo al qué dirán (al que se ha enfrentado constantemente), sino más bien porque los medicamentos que toma para combatir sus enfermedades le provocan una reacción que lo obliga a guardar reposo.
Y aunque no disfruta de la inactividad está obligado a seguirla. Desempleado desde hace dos meses no fue víctima de la crisis sino de la discriminación, ya que en la estética donde trabajaba lo desocuparon al saber de sus padecimientos.
“Dijeron que fue por otras razones, pero escuche por las ‘muchachas’ que en realidad a la dueña le daba miedo que le fuera a contagiar a los clientes. Por mi mejor, así puedo descansar durante mi tratamiento”, cuenta con un sonoro optimismo.
Y aunque no es la primera vez que recibe estas reacciones, Isaac no deja de sorprenderse con la poca información que existe entre la sociedad sobre sus enfermedades.
“Ellos no saben que la tuberculosis que tengo no está en los pulmones, está en las arterias… yo no toso, no puedo contagiar a nadie”, afirma.
Y es que en su caso nunca presentó uno de los principales síntomas de la enfermedad: los constantes accesos de tos que le hubiera permitido identificar su enfermedad.
“Supe en 2003 que tenía tuberculosis. Me hicieron la prueba de la enfermedad pero no me hizo reacción hasta que me sacaron líquido espinal con lo que fue que se dieron cuenta que era lo que tenía pero ya estaba muy avanzada. No presenté ningún síntoma, no tosía, la bacteria no estaba en los pulmones y se fue a las arterias”, detalla.
Desconociendo la ayuda social que se brindaba para su enfermedad, decidió ir a Estados Unidos en busca de tratamiento.
Sin embargo, en este país Isaac vivió en carne propia lo que se siente ser relegado, aún por su propia familia.
“Sufrí el rechazo de la gente cuando supieron que tenía tuberculosis, hasta con mis hermanos me dieron un remolque que tenían abandonado y a partir de ahí empecé a sentirme relegado, pensé que si mi propia familia me rechazaba ¿qué podía esperar de los demás?
Yo usaba tapa bocas para no contagiar a mis hermanos, porque ellos también tenían miedo de enfermarse, pero ¿tú crees que yo iba a querer que sufrieran lo que yo tenía? ¡Claro que no!”, aclara.
Ni el uso de tapabocas o la información que el doctor daba a sus familiares, sirvió para menguar el repudio de la gente más cercana a este joven, quien al recibir el diagnóstico de que estaba contagiado de SIDA prefirió esconder su enfermedad.
“Me ofrecieron ir a Taylor, Texas, para seguir con un estudio de tuberculosis porque mi organismo se hizo resistente al medicamento. Estuve doce días en cama y cuando llegaron los doctores de la clínica pulmonar me ofrecieron irme con ellos a estudiar mi caso y decidí ir porque no tenía dinero para un tratamiento, mi familia no me apoyaba. Para mí fue bastante difícil porque sabía que era un viaje del que tal vez no iba a regresar porque ellos no estaban seguros de que pudiera sanar”, recuerda.
Durante el lapso de un año Isaac prestó su cuerpo para ser estudiado por una Universidad de Infectología en Taylor, Texas, de donde lo enviaron a una casa de reposo en San Antonio, Texas, dedicada especialmente a cuidar a los enfermos de tuberculosis.
“La casa de reposo es para quienes tienen tuberculosis, para que la enfermedad no se propague, eso es lo que necesitamos aquí en México, porque no sabemos de ella. Allí me atendieron y había servicios especiales para los enfermos”.
Cuando estás bajo tratamiento, no puedes trabajar, tienes que estar en reposo. Estuve muy grave allá, no podía ver no reconocía a la gente, perdí el sentido de la vida. No tenía a mi mamá ni a nadie cerca, estaba solo en la cama de un hospital”, relata con los ojos humedecidos.
Haciendo uso de valor se recuperó de su estado e incluso ayudaba a cortarle el pelo a sus compañeros de tratamiento, terapia ocupacional que le sirvió para salir adelante.
“Terminé mi tratamiento y ya no tengo tuberculosis pulmonar. Sigo tomando pastillas como prevención y cada seis meses tengo que estar bajo observación. Con respecto al VIH el doctor me ha dicho que yo puedo vivir todo el tiempo que quiera una vida normal, siempre y cuando me cuide”, asegura.
Aunque el virus aún no se ha desarrollado en su cuerpo, el temor a una segregación más acentuada de la que ha vivido lo ha hecho guardar el secreto de su enfermedad.
“Si me rechazan cuando saben lo de la tuberculosis, imagínate ahora, no se me acercan ni a saludarme”, indicó.
Al darse de alta en la casa de reposo, Isaac regresó a esta ciudad fronteriza para seguir combatiendo su enfermedad. Sin embargo, la segregación lo ha seguido hasta su casa.
“La mayoría de mis conocidos saben que padecí tuberculosis y algunos que se han enterado del VIH me han amenazado, han escrito cosas en la pared de mi casa y lo último que viví fue que me despidieron del lugar donde trabajaba.
Para mí eso ya no es nuevo. Ver que la gente tenga miedo de contagiarse lo entiendo pero no dejas de sentirte mal. Hubo un tiempo que yo acompañé a mi mamá a una iglesia y cuando supieron que había tenido tuberculosis, le pidieron que no me llevara. Ese tipo de situaciones son las que a uno le lastiman”, reflexiona.
Este tipo de actitudes de repudio se han hecho comunes en la vida de Isaac, incluso por algunos de los médicos que lo han consultado. Sólo un grupo de especialistas de la Secretaría de Salud le han mostrado un poco humanidad al no relegarlo.
“Me acerque al Centro de Salud porque quería saber que estaban haciendo aquí en México para evitar que prolifere esta enfermedad. Ahora sé de los programas binacionales que existen para combatir la tuberculosis y participo en los eventos que ellos organizan, dando mi testimonio”, platica.
Cuatro años después de haber descubierto su padecimiento, el estilo de vida de Isaac ha cambiado radicalmente. Reconoce que en un tiempo vivió sin preocuparse de su salud ni tomar los cuidados necesarios para ella. Ahora cada día lo considera una dádiva por la que no duda en dar gracias.
Los efectos de la discriminación los sigue padeciendo: amigos que ya no van a visitarlo por razón de su enfermedad, patrones que no quieren emplearlo por su condición y vecinos que no toleran que una persona con VIH esté cerca de ellos.
Con todo no se da por vencido, ha decidido vivir una vida normal hasta el final de sus días, y para hacerlo ya inició el proyecto de una estética en su vivienda.
ENFERMEDADES DE ESTIGMA
Reynosa ocupa el primer lugar en Tamaulipas en el número de casos de tuberculosis y lo más preocupante es que para las autoridades sanitarias esta enfermedad no es considerada como un mal “fácil” de padecer, e incluso en algunos sectores se piensa que es un mal exclusivo de migrantes o personas de bajos recursos.
De hecho en los últimos años los residentes de Reynosa pertenecientes a la clase media alta, son quienes han registrado el mayor número de casos de este padecimiento.
Magín Pereda, encargada del departamento de Tuberculosis de la Jurisdicción Sanitaria Número IV, mencionó que sólo en el mes de febrero se registraron cinco decesos por tuberculosis complicada.
“Hay tuberculosis en todos los niveles socio económicos, pero de la clase media para arriba, es más difícil que nos permitan hacer una pesquisa por el propio estigma de la enfermedad; es decir acuden al médico particular y no vuelven por el tratamiento.
Es importante decir que el tratamiento no se encuentra completo en las farmacias, solamente la maneja el Sector Salud. Otra situación es que en ocasiones, al encontrarse con la enfermedad en niveles económicos altos, los galenos pueden confundirla con otro padecimiento, pues a primera vista nunca se piensa en tuberculosis”, dijo.
La doctora agregó que otra de las razones por las cuales la población se sigue contagiando de esta enfermedad es por la facilidad de transmisión que tiene la bacteria. El simple hecho de platicar, toser o cantar puede ser vía de infección.
“No importa en qué colonia vivimos, si somos profesionistas, estudiantes o trabajadores; con tan sólo respirar estamos expuestos a que la bacteria entre a nuestro organismo”, reitera.
Advirtió que también existen otros riesgos que propician el contagio como la mala alimentación, desvelos constantes, un alto nivel de estrés y cargas excesivas de trabajo.
“Hemos tenido en este año tres pacientes que han muerto de tuberculosis complicada, todos ellos de clase media alta que justamente por el estigma de la enfermedad no se acercaron a obtener el tratamiento gratuito, dejaron que la enfermedad avanzara y lo más triste es que uno de ellos era familiar de un médico”, afirma.
Por su parte Juanita Díaz, coordinadora del programa de atención del SIDA en el Centro de Capacitación Social Integral (Capasit), comentó que en esta frontera cada vez más personas que integran los llamados “grupos no vulnerables” resultan infectadas con este mal.
“Actualmente tenemos un censo que nos demuestra que la comunidad homosexual quienes se habían caracterizado por tener mayor incidencia, ha bajado considerablemente. Pero tristemente ha aumentado entre las amas de casa”, aseguró.
Según la profesional de la salud, el aumento se debe a que estas mujeres son contagiadas por sus parejas, lo que rompe la antigua creencia que el SIDA era una enfermedad exclusiva de los homosexuales.
Y ahora la ciencia ha registrado considerables avances que aún permiten conocer la composición de los virus y bacterias de cada enfermedad, las personas siguen considerando a los enfermos culpables de sus padecimientos.
“En la ciudad sigue existiendo la discriminación y el estigma por enfermedades como el SIDA. Mientras no se tome conciencia de los alcances de la enfermedad y las vías de transmisión no se podrá romper con los estigmas”, recalcó.
Hoy en día las personas que padecen tuberculosis y SIDA siguen sufriendo con la ignorancia de la sociedad acerca de este tipo de enfermedades.