
Con las fotografías de sus hijos colgadas del cuello y un puñado de ilusiones en el corazón, el pasado 18 de octubre llegaron a Reynosa las 38 mujeres que viajan con la “Caravana de Madres Centroamericanas en busca de sus hijos migrantes desaparecidos en tránsito por México”.
Dos autobuses que muestran unas pancartas con el eslogan: “Liberando Esperanza”, entraron a esta ciudad fronteriza cargados con el anhelo de estas madres de obtener noticias de sus familiares.
Muchas historias viajan en este autobús que, a pesar de la angustia de estas mujeres, transmite la esperanza de estas madres.
La “Caravana de Madres Centroamericanas” tiene doce años realizando viajes a México. En este tiempo ha logrado contactar a cien madres con sus descendientes, además de que ha ayudado a cientos de migrantes a comunicarse con su familia.
Esta es la segunda vez que logran ingresar a Tamaulipas, donde lamentablemente hasta ahora no han localizado a ningún migrante.
En esta odisea viajan seis madres que la última vez que tuvieron noticias de sus hijos, supieron que se encontraban en Reynosa y Matamoros.
Procedentes de Tampico, el grupo llegó a la Casa del Migrante de “Nuestra Señora de Guadalupe”, donde se ofició una misa en memoria de los indocumentados que han perdido la vida en su intento de llegar a Estados Unidos.
En la liturgia, el encargado de la Pastoral de Movilidad de la Diócesis de Matamoros, el sacerdote Francisco López Gallardo, alentó a las mujeres para que elevaran sus oraciones pidiendo fortaleza a Dios para continuar con su camino.
El panorama era conmovedor, pues el piso y paredes del albergue fueron tapizados con decenas de fotografías de migrantes extraviados.
Desesperadas y sin poder contener el llanto, estas mujeres se acercaron con los medios de comunicación que cubrían su llegada con la esperanza de que su hijo viera las noticias y supiera que lo están buscando.
Desde Honduras Haidee Luque Lazo ha viajado con la Caravana de Madres Centroamericanas “Liberando Esperanza” buscando a su hijo José Elías Guevara Luque, ya que desde hace 11 años salió desde su natal Progreso.
Con 30 años de edad, José Elías partió del lugar que lo vio nacer. Su madre recordó que la última vez que tuvieron comunicación con él fue desde Matamoros, antes de cruzar la frontera.
“El vivir con esa angustia es tremendo porque nunca estas tranquila al saber que tienes un hijo desaparecido, sin conocer qué le pasó o cómo se encuentra si vivo o muerto”, dijo.
El hondureño, que actualmente tendría 41 años, dejó en Progreso a su madre, su esposa y tres hijos. Incluso el menor de sus hijos que ni siquiera conoció pues salió cuando estaba por nacer.
Participando por primera vez en la caravana, Haidee dejó su humilde hogar y a sus nietos en su país natal con la idea de conocer el paradero de José Elías.
“Si Dios quiere regresaré a Honduras con buenos resultados. Quiero saber que le pasó a mi hijo, porque no se puede vivir así con esa incertidumbre”, explicó.
Portando un escapulario del Sagrado Corazón de Jesús y siempre sosteniendo la fotografía de su hijo sobre su pecho, comentó que José Elías tenía la idea de cruzar la frontera hacia Estados Unidos ya que deseaba ganar mejor y en dólares.
Recordó que su hijo le decía que quería ganar más dinero para hacerle su casa y tener un mejor futuro que ofrecerles a su esposa e hijos, y que solamente estaría dos años en Houston, Texas con su hermana y regresaría a Honduras.
“Los dos amigos con los que viajaba José Elías me comentaron que lograron cruzar el río Bravo pero la migración estadounidense los persiguió por lo que cada quien corrió para otros lugares y ya no supieron más de él”, narró.
Otro caso es el de la señora Socorro Muñoz Mendoza quien desde hace siete años desconoce qué sucedió con su hija, Diana Maribel Rivera.
Con la bandera de Nicaragua y el retrato de su hija abrazado al pecho, dijo tener la esperanza de que esté aún con vida y llora suplicando que se comunique con ella.
“Hago el llamado si me está viendo o escuchando por favor me llame desde donde se encuentre”, clamó la mujer de tez morena.
Describió que su única hija salió de su hogar de 36 años y que su plan era llegar a Guatemala, luego cruzar a México para entonces llegar a la frontera con Estados Unidos.
“El sueño de ella era irse de ilegal para salir de la pobreza y comprar una casa porque no tenemos donde vivir, pero no fue así todo salió al revés. Jamás tuve noticias de ella”, comentó.
Diana Maribel Rivera, ahora de 43 años, dejó a sus tres hijos en Nicaragua a cargo de su madre.
“Ahora yo trato de sacarlos adelante como puedo, pero ya no resisto estar más tiempo sin saber de mi hija, por eso he venido hasta acá para dar con ella”, dijo entre lágrimas.
Por su parte, la señora Dilma Pilar Juárez Medina llegó a Reynosa con la esperanza de encontrar a su hija Olga Edelmira Moreno Medina, de 31 años.
“Todo inició hace tres años, el 10 de octubre de 2009, cuando salió de Honduras hacia México para reunirse con unas personas en el parque de Tapachula en Chiapas. Creemos que tenía la idea de trabajar en México o Estados Unidos para ganar mejor”, comentó.
La señora Dilma Pilar recordó que la última vez que habló con ella se encontraba en México pero no volvieron a saber más, pues las ocasiones subsecuentes que la llamaron por teléfono, ya no contestó.
Olga Edelmira, madre de cinco hijos, estaba desesperada por obtener recursos para mantenerlos pues los padres de sus hijos no la apoyaban.
La mujer hondureña, en ese entonces de 28 años de edad, salió del lugar que la vio nacer en busca del llamado “sueño americano”.
“Quiero encontrar aunque sea los huesos de mi hija, como madre estoy resignada a lo que Dios me mande, pero necesito saber qué sucedió con ella”, mencionó llorando.
Y añadió: “Tengo la esperanza de que Dios me la regrese viva porque sus niños la necesitan”.
Lamentablemente hasta la fecha no han tenido comunicación con ella.
Dilma Pilar mantiene a sus cinco nietos vendiendo tortillas de harina en las calles de Honduras.
“Ahora eso me toca a mí sola, tengo tres en la escuela y las gemelitas están en el kínder. Son gastos de alimentación, vestido, estudio y medicinas para los cinco”, detalló.
VISITAN LA CRUZ
Al finalizar el servicio litúrgico, la caravana de mujeres inició una caminata de más de dos kilómetros hasta la “Cruz del Migrante”, instalada a un costado del río Bravo, cerca del Puente Internacional Reynosa-Hidalgo.
El reloj marcaba las 18:00 horas y a pesar de que estaba anocheciendo, había una temperatura aproximada a los 35 grados centígrados, que no fueron impedimento para que las mujeres caminaran a su destino, escoltadas por agentes de la Policía Estatal.
Al grito de “migrantes no somos criminales, somos trabajadores internacionales”, “Migra cochina, racista y asesina”, “No descansaremos hasta encontrarlos vivos o muertos y ventilar toda la corrupción de la justicia” las madres avanzaron. A su paso algunas personas les brindaron un aplauso.
Frente a la “Cruz del Migrante” –monumento erigido en memoria de los indocumentados– la caravana de madres centroamericanas oraron y colocaron una ofrenda floral en recuerdo de los que han muerto buscando un futuro mejor.
A pesar de su avanzada edad y de lo peligroso del terreno, algunas mujeres bajaron a las riberas del río y entre lágrimas lanzaron al agua decenas de gladiolas blancas como muestra de purificación y en memoria de los miles de migrantes que han perdido la vida.
En el altavoz se escuchaba: “Arrojemos estas flores a los gobiernos de ambas naciones como símbolo de perdón y de exigencia, porque somos seres humanos y no criminales, lo único que buscamos es un trabajo digno para mantener a nuestras familias”.
La naturaleza se unió a la tristeza de las mujeres, pues el clima cambió repentinamente y la ciudad fue azotada con una tormenta eléctrica, por lo que el grupo se tuvo que retirar del lugar.
Los integrantes de la caravana pernoctaron en Reynosa y el viernes a las 7:00 horas continuaron su recorrido a Monterrey, Nuevo León, donde, esperaban, el panorama sería más alentador.
UN FINAL FELIZ
La búsqueda de una madre por localizar a su hijo desaparecido culminó el 19 de octubre en tierras regiomontanas.
Tras recorrer miles de kilómetros de carretera desde Centroamérica hasta el norte de México, el autobús que transportó a las mujeres de la “Caravana de madres centroamericanas en busca de sus hijos desaparecidos en tránsito por México” se estacionó en la calle Aramberri del municipio de Escobedo, a un costado de la casa de rescate Cristo Vive, en donde Olga Marina Hernández se reencontró con su hijo Gabriel Salmerón, de quien no había tenido noticias desde 2006.
Entre el llanto y los aplausos, madre e hijo encontraron en un emotivo abrazo el alivio a seis años de angustia, desconsuelo y desesperación, originados por la migración.
La caravana arribó a la colonia Ampliación Lázaro Cárdenas, custodiada por Policías Federales.
Tan pronto la puerta del transporte se abrió, el rostro de Olga se fundió en un abanico de sentimientos, maquillado por lágrimas de felicidad; el dolor que por años la acompañó estaba a punto de disiparse, pues a escasos metros se encontraba su hijo, a quien incluso había dado por muerto.
“Yo pensaba que lo habían matado porque un –coyote– me pidió dinero llamándome, me dijeron que lo tenían en Houston y que les mandara dos mil dólares y era mentira”, dijo la madre.
La dolorosa espera finalizó cuando doña Olga vio entrar por un pasillo a Gabriel, ahora de 31 años de edad y en un acto emotivo lo arropó con un profundo abrazo.
La última vez que esta mujer hondureña había visto a su hijo fue en mayo de 2006, cuando el joven emprendió un viaje a bordo de “la bestia”, como le llaman los migrantes al tren, desde su natal Progreso de Yoro, Honduras con destino a Estados Unidos.
Sin embargo, el joven nunca pudo alcanzar el llamado “sueño americano”, pues al llegar a Nuevo Laredo, Tamaulipas, se percató del incremento de la seguridad fronteriza estadounidense, por lo que decidió no arriesgarse y quedarse en México. Fue ahí en donde habló por última vez con su madre.
“Nunca me llamó, en Nuevo Laredo fue la última vez que me llamó, me dijo que estaba con un amigo suyo José y que él le estaba dando de comer, fue la última vez que supe de él”, comentó doña Olga.
Perdido en la ciudad fronteriza y sin tener a quien recurrir, el centroamericano nuevamente abordó un tren, pero ahora con dirección a Monterrey, en donde tampoco corrió con buena suerte.
Originario de un barrio humilde llamado Palermo, Gabriel fue presa de “las maras” en su natal Honduras, por lo que una vez en México, sin empleo, ni dinero, no tardó mucho en replicar lo aprendido en las bandas y comenzó a delinquir y caer en las garras de las drogas.
Completamente intoxicado y vagando por las calles fue como el joven permaneció cerca de tres años en la ciudad de Monterrey, sin tener ningún contacto con su madre.
No fue hasta que en 2010 cuando Gabriel se topó con la casa de rescate Cristo Vive, un recinto cristiano que apoya a ciudadanos desprotegidos, principalmente migrantes, por medio de alimento, techo y mensajes de fe.
Fue ahí en donde comenzó la transformación del joven hondureño, quien ni siquiera tenía un número de teléfono para comunicarse a casa.
Mientras tanto en Honduras, el desconsuelo por desconocer el paradero de su hijo llevó a doña Olga Marina a unirse a la caravana de madres centroamericanas en 2011 y con ello intensificar la búsqueda de Gabriel.
“El año pasado me uní a la caravana porque no sabía nada de él. Yo me dije: voy a buscarlo”, mencionó la madre.
Fue gracias a los medios de comunicación y a la intensa labor que realizan las madres de migrantes que a inicios de año el joven hondureño se enteró de que su progenitora lo buscaba con desesperación.
“No sabía que mi mamá me estaba buscando. Me enteré por una amiga que mi mamá estaba en la caravana, que me estaba buscando”, expresó Gabriel.
“Una compañera le dijo: mira Gabriel en la prensa sale una mujer que trae tu foto en el pecho y él se dio cuenta que era yo y se puso a llorar”, dijo doña Olga.
De inmediato, una compañera de la iglesia se contactó con la caravana para dar la buena noticia y organizar el entrañable encuentro entre madre e hijo, que además sirvió como una inyección de esperanza para el resto de las madres que conforman el grupo.
“A mi mamá le digo que la amo mucho, que me da alegría que haya venido hasta aquí y más alegría me da que no haya perdido las esperanzas de encontrar a su hijo. Se siente algo bonito porque ahora yo creo en el amor de Dios y es el único que puede transformar el corazón de las personas”, comentó Gabriel.
Hoy, el joven hondureño está entregado a la fe y busca pregonar su mensaje al resto de la población, en especial a sus compañeros centroamericanos, a quienes les pide reconsideren emigrar.
“No importa la situación, que aunque tengan un plato de comida en la mesa con eso se conformen, que vivan felices allá en la patria, que lo único que van a buscar acá es la perdición, que lo único que van a hacer acá es arriesgar su vida”
Tras una intensa búsqueda Gabriel y Olga se reencontraron, sin embargo, a las pocas horas nuevamente se dijeron adiós, pues el joven permanecerá por tiempo indefinido en México, mientras que la madre continuó con el trayecto de la caravana por 14 Estados del país, apoyando al resto de madres centroamericanas.
“Me siento bien, me siento feliz por él. Lo que le voy a decir a mi hijo que se cuide, que siga adelante, que no vaya a recaer”, indicó Olga.
CARAVANA DE ESPERANZA
Para el centroamericano, subir a “la bestia” con el objetivo de llegar a Estados Unidos es un juego de azar en el que las opciones van desde alcanzar el “sueño americano” hasta morir en el intento, pero existe un punto intermedio en el que algunos han quedado y ese es el más devastador para sus familiares: el de desaparecer en el camino.
A raíz de esta situación desde 1999 decenas de madres de centroamericanos iniciaron una cruzada internacional para localizar a sus seres queridos, perdidos en su trayecto por México.
“Inició en el año 99 cuando las madres por su propio pie empezaron a llegar a la frontera (sur de México) con sus propios recursos a buscar a sus hijos y luego se fueron metiendo poquito a poquito y viajaban en camión comercial, nadie se daba cuenta, simplemente llegaban a las plazas en donde se reúnen migrantes a preguntar si alguien había visto a sus hijos”, pronunció Martha Sánchez Soler, coordinadora del Movimiento Migrante Mesoamericano.
Cada ciudad que visitan, cada calle que caminan es una oportunidad para reencontrase incidentalmente con su familiar, no importa la condición, el objetivo es localizarlo.
“Se les deja información a todos los que se dejan, se le deja información a la CNDH, a las estatales, se revisan los Semefo, se revisan reclusorios, se hace todo lo que se puede para apoyar la búsqueda”, mencionó Sánchez Soler.
Armadas únicamente con la imagen de sus hijos sobre sus cuellos, las decenas de madres suplican la atención de los medios de comunicación para que difundan la fotografía de su ser querido y así dar con su paradero.
Afortunadamente, en esta búsqueda no están solas. Desde 2006, el Movimiento
Migrante Mesoamericano se unió al grupo y desde entonces ha logrado la localización de 67 personas directamente, aunque organismos centroamericanos registran más de cien si se suman los de manera indirecta.
De igual manera este Movimiento ha logrado que la Secretaría de Gobernación y el Instituto Nacional de Migración otorguen –visas humanitarias– a las madres centroamericanas para transitar libremente por el país durante las caravanas, así como también negociaron el cuerpo de seguridad que los acompaña.
“La caravana ya ha tomado tanta fuerza moral, tanta presencia que ya se hacen las cosas más fáciles. Ahorita, ya se percataron de la importancia moral que tienen estas caravanas y ahora nos dan todas las facilidades. Siempre negociamos la seguridad a nivel nacional”, dijo Martha Sánchez.
Por si fuera poco, la fundación alemana –Medico International– ha logrado financiar las dos más grandes y recientes caravanas, mientras que los organismos civiles en México también aportan su granito de arena.
“El costo de la caravana es gigantesco. La verdad es que nosotros trabajamos en cada parada estratégica con la gente de la localidad, con las organizaciones, que son los que nos proporcionan la comida, el alojamiento, hasta las medicinas”, comentó Sánchez Soler.
Este año la caravana de madres centroamericanas abarcará 14 Estados de la República Mexicana.
Al igual que la historia de Olga Marina Hernández y Gabriel Salmerón, este año la caravana contempla cinco emotivos encuentros más, que son los resultados del anterior recorrido.
Será hasta el 3 de noviembre cuando luego de recorrer cerca de cuatro mil 600 kilómetros durante 19 días a bordo de un autobús, las 37 madres centroamericanas regresen a sus países a la espera de que su viaje rinda frutos a la brevedad posible.