
En los días de doña Dolores no hay consuelo ni descanso. Las últimas imágenes con vida de su hijo Abimael la asedian y difícilmente puede dejar de romper en llanto.
El pasado 24 de septiembre, el menor de 11 años salió a jugar a las canchas de futbol de la carretera Ribereña, flanqueadas por dos canales de riego. A decir de su madre se le miraba contento y en ningún momento pasó por su mente que “algo malo estaba por ocurrirle”.
La diversión pronto se convirtió en tragedia cuando al intentar recuperar su balón –que cayó al agua–, Abimael fue tragado por la presión y llevado hasta el caño de la Comisión Nacional del Agua (CNA) que conecta ambos afluentes. Los demás niños no daban crédito a lo que sus ojos veían.
Uno de los amigos del pequeño corrió a avisarle a su madre, quien incrédula acudió a buscarlo. La que parecía ser una mala broma fue para doña Dolores la más triste de las realidades:
“Yo le decía al amiguito de mi hijo que a lo mejor estaba en un error. ‘Tú me estás echando mentiras’, manifestaba, pero me contestó que no lo habían alcanzado a ayudar y nomás sacaron la pelota”, recordó abatida doña Dolores.
A medida que transcurrían los minutos la desesperación e incertidumbre se acentuó en los familiares del niño, quien cursaba el tercer grado de primaria. Ya nada se podía hacer, sólo restaba rescatar sus restos, pero hasta eso resultó complicado.
Ruidos de sirena, las torretas de las patrullas y multitud de curiosos anunciaban a los automovilistas el delicado suceso.
Las autoridades de Protección Civil arribaron al lugar, pero horas más tarde abandonaron la búsqueda de Abimael, ante la inconformidad de su familia y amigos.
Llamó la atención que mientras era rastreado el niño, en las canchas los jóvenes continuaron jugando futbol, como si nada grave hubiera acontecido.
Así pasaron más de tres días y el cuerpo del menor seguía atorado. Bomberos de McAllen llegaron para manobriar con los familiares de Abimael y finalmente la madrugada del domingo recuperaron el cadáver. Los medios que fotografiaron el rescate tuvieron un desencuentro con parientes y amigos del menor, quienes exigieron respeto al luto que los embarga.
“EMBUSTE Y DESPRECIO”
Entrevistada en su vivienda de la colonia Ampliación Aquiles Serdán, doña Dolores se dijo desilusionada por el manejo de la información mediática sobre el deceso del menor de sus cinco hijos.
“Me da tristeza que aún mirando mi desesperación los reporteros se hicieron publicidad con la muerte de mi criatura, a la que querían retratar a como dé lugar”, dijo.
–¿Qué tan cierto es que Abimael cobraba 10 pesos por sacar los balones que caían al canal?
“¡Ah eso no!, yo quiero aclarar que esa es otra injusticia de los reporteros, porque mi hijo no tenía necesidad de dinero, pues a cada rato le comprábamos pelotas y esa que intentó sacar era suya.
“Lo que dicen es falso. A lo mejor lo harían otros niños, pero el mío no”, enfatizó la madre afectada.
En ese contexto, doña Dolores fustigó la falta de sensibilidad en la dirección de Protección Civil para atender su urgencia:
“Lamentablemente ellos ayudaron muy poco y casi todo lo que se hizo fue por mi familia. En Reynosa no existen los medios adecuados para enfrentar una contingencia de este tipo”, apreció.
PRESAGIO MORTAL
Sosteniendo en sus manos las fotografías que paradójicamente Abimael se tomó el mismo día de su muerte, doña Dolores manifestó que era un niño muy querido en su comunidad, disfrutaba de los videojuegos, pero lo que más le gustaba era el futbol, deporte por el que, de modo colateral, dejó de existir.
“Mi hijo tuvo un acompañamiento tremendo en su sepelio. Quizá ya presentía su partida, porque momentos antes se sacó fotos.
“Esta es una pérdida que no se la deseo a nadie. Una pérdida de un hijo no se borra con nada del mundo, espero que Dios me dé fortaleza para poderla superar”, suplicó la madre de familia.
–¿Cómo son sus noches, sus madrugadas, sus despertares?
“Lamentablemente son desesperantes, mi esposo y yo queremos mejor estar dormidos para mitigar el sufrimiento, porque despertamos y son muchos los recuerdos del niño: su bicicleta, su ropa, su mochila de su escuela”, describió apesadumbrada.
Por último, la madre de Abimael subrayó el riesgo que representa para los habitantes de esta ciudad vivir entre ríos y drenes.
“Ese canal fue un peligro para mi niño y lo sigue siendo para otras criaturas, espero que se tomen medidas inmediatas para frenar las muertes que seguido se presentan en esta zona”, mencionó.
A los integrantes de la familia Rodríguez Pérez la vida le enseñó la más dura lección. Ahora se han quedado solos, al igual que la bicicleta y el Play Station del pequeño Abimael, que ya no volverán a alegrar su casa de la colonia Ampliación Aquiles Serdán.