
Su presencia nunca pasará desapercibida, aunque ellos quisieran así fuera. A primera vista, la extraña discapacidad que padecen los hermanos Angel y Jesús Hernández hace que la gente los observe con curiosidad.
Sin embargo, a diferencia de los demás pedigüeños que hay en las calles de Reynosa, estos hermanos muestran una expresión de esperanza que obliga a los transeúntes a detener su camino y no sólo darles una moneda, sino a platicar con ellos para conocer cuál es el sueño que buscan en esta ciudad.
Originarios de Pachuca, Hidalgo, estos hermanos llevan dos meses en Reynosa convencidos de que aquí podrán lograr sus aspiraciones.
A juzgar por el tamaño de su cuerpo, podría pensarse que todavía son unos niños, pero Angel tiene 19 años y Jesús 16. El motivo por el que sus cuerpos son tan diminutos, es que ambos padecen Osteogénesis Imperfecta –mejor conocida como la “enfermedad de los huesos frágiles”–, lo que los condena a tener un cuerpo que no pasa de los 70 centímetros de altura.
Estela Hernández, madre y eterna acompañante de estos jóvenes, relató que sus vástagos tuvieron un nacimiento saludable y no fue sino hasta un par de años después que comenzaron a manifestar los síntomas de su enfermedad.
Angel fue el primero en presentar síntomas que alarmaron a sus padres, pues los juegos infantiles más simples, como correr y saltar le provocaban fracturas. Fue entonces cuando los médicos le diagnosticaron Osteogénesis Imperfecta.
A pesar que sus padres intentaron tratarlo en varios hospitales de la Ciudad de México, los doctores les informaron que no podían hacer nada. Fue entonces cuando su otro hijo, Jesús, comenzó con los mismos problemas que su hermano mayor.
“A Angel le han hecho 25 operaciones, hemos ido a hospitales y con doctores pero ya nos dijeron que no hay cura para ellos. Ellos estaban bien, no nacieron así, pero uno empezó a los 7 y el otro a los 3 años, les hicieron estudios y nos dijeron que no podían hacer nada por ellos”, recordó Hernández.
Doce años han pasado desde el último diagnóstico y los huesos de Angel y Jesús se han venido deteriorando de tal manera, que ambos ya se encuentran en sillas de ruedas, mismas que gracias a un benefactor, fueron hechas especialmente para los jóvenes.
Como sus huesos son muy frágiles, los jóvenes no pueden impulsar por sí mismos sus sillas de ruedas, por ello su madre debe llevarlos de un lado a otro extremando precauciones.
Y es que la menor caída o movimiento brusco podría provocar una fractura en estos jóvenes quienes son tan frágiles que podrían lesionarse incluso con el roce con otras personas.
“Ha habido veces que con sólo saludarlos, los muchachos se han roto una mano”, explicó.
GRANDES PROYECTOS
Angel es el más extrovertido de los dos hermanos pues a Jesús no le gusta hablar mucho debido a un problema de lenguaje que dificulta que las personas entiendan lo que quiere decir.
Ambos terminaron la educación primaria, pero ya no pudieron seguir estudiando como hubieran deseado. La falta de recursos económicos y de una escuela especializada para sus necesidades hizo que truncaran sus estudios más no así sus ganas de continuar aprendido.
“Yo sé leer y escribir, me gustaría ir a una escuela especial pero ya no puedo entrar”, compartió Angel.
Al igual que muchos otros niños en México, Angel no encontró muchas oportunidades para superarse. Una de sus hermanas le enseñó ajedrez y algunos amigos le enseñaron dibujo, algo que hace tan bien que incluso sueña con ser dibujante profesional y vender sus creaciones para ayudar en el sostenimiento de la familia.
“Dibujo paisajes, el bosque es lo que me agrada más. Aprendí a jugar ajedrez con mi hermana, sé todos los nombres y los movimientos de las piezas, juego contra mis vecinos y me reto con ellos”, dijo.
Acostumbrados a estar juntos todo el tiempo, estos hermanos sueñan con algún día poner un ciber café en Pachuca, Hidalgo, que los ayude a sostenerse por sí mismos. Es por eso que decidieron salir a la calle para buscar el dinero que les ayude a cumplir con su anhelo.
Para los hermanos Hernández, el pedir “cooperaciones” en la calle es el único trabajo que pueden realizar, pues saben que por su condición nadie les daría trabajo.
LOS ANHELOS DE ANGEL
Al ser el hermano mayor, Angel se reconoce como responsable de la familia y por ello se preocupa por tener algún patrimonio para su mamá y su hermano.
Y aunque su estatura sea menor a la de un niño de 5 años, su madurez sorprende a quienes lo escuchan, pues está consciente de la situación económica que vive todo el país, especialmente ellos que no tienen un ingreso seguro y sobreviven sólo de lo que la gente quiera donarles.
“Quisiera ayudar a mis mamá y mis hermanos, porque veo que no se puede. Yo soy el más grande y necesito salir y sacarlos adelante, vendiendo mis dibujos o con el ciber”, expresó.
Pero hay una preocupación más grande en la vida de Angel, demostrarle a una sociedad que pocas veces integra a las personas con capacidades diferentes, que ellos también son capaces de ser emprendedores.
“Quiero ayudar a mi hermano que también quiere las mismas cosas que yo, pero que también vea la gente que nosotros también podemos trabajar, que no piensen que porque pido dinero no puedo, también podemos superarnos como todos los seres humanos que caminan, para que ya mi mamá no se preocupe tanto”, externó.
Aunque a diario luchan por conseguir sus metas, la suerte todavía no le sonríe a esta familia que incluso ya están acostumbrados a las entrevistas, pues su historia ha sido publicada en varios periódicos lo que, desgraciadamente, no ha hecho ninguna diferencia en su vida.
Esto ha provocado que Estela se muestre menos entusiasmada con los planes de sus hijos pues aunque tiene fe en sus hijos, sabe que han sido muchos años en los que ha buscado ayuda para ellos.
Y aunque conoce el pesimismo de su madre, Angel no se desanima y mucho menos permite que la realidad que está viviendo rompa sus sueños, que a estas alturas son más frágiles que sus huesos.