
Hace cinco años la vida de Francisco Sifuentes cambió. Jamás pensó que haría sus estudios de educación básica, que sería como cualquier hombre, o que desde años atrás estaría casado con una mujer que lo aceptó pese a su incapacidad motora en manos y pie derecho. Y mucho menos que tocaría el piano.
Este hombre de 44 años, tez morena y tierna sonrisa tiene las manos atrofiadas a causa de una embolia que le dio a los nueve meses de nacido. Dice que seguramente no recibió la atención oportuna y el tratamiento adecuado porque sus padres no contaban con los recursos económicos para afrontar la enfermedad.
“No tenían y no había dónde atenderme. Se me encogieron los nervios; en la mano izquierda no tengo fuerza y en la derecha sólo del codo para arriba, pero lo que sí muevo son los hombros”, expresó.
Recuerda que desde niño “era muy travieso, y aunque tengo doblado el pie yo me arrastraba para caminar y me las arreglaba para hacer las cosas con mis manos”.
Para Francisco su condición física no ha sido un impedimento para ser como cualquier persona.
“Me siento normal, nunca me sentí diferente a nadie y más por el talento que Dios me dio: toco el piano, me gusta la música y canto”, dice. Pero su experiencia no ha sido fácil porque uno de los primeros obstáculos fue que no pudo entrar a la escuela.
“Cuando tenía ocho años me quisieron meter pero no hubo cupo, aparte los maestros no querían batallar conmigo. Entonces mi hermano, quien es músico, me enseñó a tocar el piano; así aprendí a contar y a conocer las letras del abecedario”, explica.
El tiempo pasó y poco a poco Francisco intentó ser un niño y joven normal. El problema surgió cuando intentó insertarse en el mundo laboral.
“No encontraba trabajo, así que me mandaron al CRI y al contactarme con Maribel -encargada en turno-, conocí a la señora Cirina y su esposo, quienes me invitaron a la fundación donde me han apoyado en muchas cosas”, comenta.
SU MEJOR MEDICINA: EL AMOR Y LA MUSICA
“Cuando llegué a la fundación pude terminar la primaria y tengo mi diploma. Ahora voy a hacer la secundaria y gracias a Dios estoy feliz porque también me regaló a una gran mujer: mi esposa, con la que me casé a los 22 años”, señala.
Con esa alegría, de pronto se puso de pie y caminó hacia el teclado que tiene en el comedor de la fundación a la que llegó hace cinco años.
El sonar del “Oso Polar” retumbó en el interior del lugar. Las teclas se movían tras la manipulación del aparato que domina.
“Me roba, me roba el Oso Polar”, entonó con enjundia al pegar su boca al micrófono, y con destreza, sus manos atrofiadas recorrieron el teclado. “La música es lo que me mueve.
“Aquí me he desarrollado más porque hay maestros de música, toco mejor y aunque no canto bonito, lo hago”, reitera Francisco.
Los jóvenes que lo ven tocar dicen que no pueden hacerlo como él, teniendo las dos manos. Ante ello les responde que no importa el físico, sólo el deseo de hacer las cosas.
Y aunque no ha encontrado un trabajo formal, las tocadas le han permitido obtener ingresos para mantener los gastos del hogar.
“Sí me han salido trabajos o tocadas, además mi esposa también trabaja y entre los dos contribuimos a los gastos.
“Mientras hay vida hay esperanza para todos, no importa que te falte un pie o una mano. Mientras haya movimiento se puede salir adelante”, puntualizó Francisco.
DE UN GRUPO DE ORACION A UN GRUPO SOLIDARIO
Cirina Herrera, directora de asistencia social de la Fundación Núcleo Solidario de Discapacitados Productivos Emprendedores, A. C., es junto con su familia la iniciadora de este proyecto que nació hace 15 años.
Las secuelas que dejó un infarto cerebral en su esposo, tener un hijo autista y que su hija haya perdido la capacidad auditiva, se convirtió en el motor para salir adelante en familia y luchar por otras personas con discapacidad.
“Esto inició como un grupo de oración en el cual nuestro objetivo era apoyar a la gente con discapacidad. Lo que procurábamos era que supieran por qué estaban aquí en la tierra o por qué les había pasado algún accidente, reiterándoes que Dios tenía una misión especial de vida para ellos”, explica.
“Ellos tenían que encontrar ese propósito de vida”, agrega. Pero no fue fácil, sabían que se requería tiempo y siguieron su objetivo apoyando a ocho personas hasta llegar a brindar atención a 416 personas con discapacidad, 14 de ellos menores de edad.
“Nos fuimos dando cuenta que el grupo de oración ya no era suficiente. En una ocasión que fui a Monterrey vi unos cursos de confitería, acabamos los dulces y empezamos a traer más talleres como danza, repostería y masajes, entre otros”, detalla.
TALLERES–CAPACITACION PARA EL AUTOEMPLEO Y EL TRABAJO
“Esto es para que ellos tomen un taller y puedan demostrar a la comunidad que no son una carga ni para la familia, ni para la sociedad, y pueden tener el autoempleo”, expresa.
Entre los talleres que ofertan enlistó los que tienen que ver con la tecnología y uso de la computadora, tanto para niños como adultos.
“Ellos pueden manejar estos talleres y arreglar computadoras desde casa para obtener ingresos. En el caso de los niños, no sólo juegan sino aprenden modificación de conducta y sirve de terapia para personas Down y autistas”, comenta.
Herrera dice que la idea en la fundación es tratar de ayudar al cien por ciento a los discapacitados para desarrollar sus habilidades y las pongan a prueba en empresas o en sus hogares, ya que la instrucción es de calidad.
“Son maestras y maestros muy entregados al trabajo, tienen la paciencia para instruir a los discapacitados paso a paso con el fin de que el aprendizaje sea lo más efectivo posible; actualmente tenemos 13 maestros y 10 personas voluntarios”, menciona.
El trabajo y atención que se brinda es otorgado con amor y no tiene costo. “Todo es gratis para ellos. Y aunque en su momento mi esposo (Q.E.P.D) ponía de nuestros ingresos, ahora recibimos apoyo de voluntarios para dar mejor servicio”, señala.
En las instalaciones de la fundación que se ubican en la colonia La Cañada se brinda alimentación, educación y capacitación para el trabajo, debido a los convenios que se tienen con instituciones educativas y empresariales, señala.
Abren empresas locales la puerta al mundo laboral. Aunque Herrera considera que falta cultura para que los corporativos incorporen cada vez más a personas con discapacidad a sus listas de empleados, ha atestiguado la apertura que se tiene en este sentido.
“Gracias a Dios los empresarios pueden contratar personas con discapacidad. Tenemos como 398 personas que pertenecen a la fundación que están trabajando, es decir, el 93 por ciento está laborando”, afirma.
Mencionó que los licenciados en recursos humanos son muy humanitarios y hacen hasta lo imposible por colocarlos a este sector de la sociedad en puestos que puedan desarrollar, pero también destacó que están capacitados.
“Nuestra gente va con un alto grado de compromiso. No es ‘Juan Pérez’ sino alguien de Núcleo Solidario que son responsables, llegan a tiempo y sacan su producción. Siempre hemos hablado con los muchachos y les decimos que de ellos depende que contraten más personas discapacitadas”, menciona.
Herrera añade que una vez que aceptan su discapacidad aprenden a vivir con ella y hacen a un lado los pretextos: su existencia da un giro.
“Con el trabajo se transforma su calidad de vida y se dan cuenta que son dignos, como cualquiera de nosotros de tener salario, seguro social, y todas las prestaciones de ley, pero sobre todo se sienten útiles y potencian sus cualidades.
“Tenemos personas discapacitadas con más de diez años de experiencia en su ramo en algunas maquiladoras. La sociedad tiene que entender que no son una carga para la familia ni para nadie: son un gran ejemplo de Dios”, finaliza.