
Comprender y reconocer las emociones, tanto las propias como las de los demás, es parte de la inteligencia emocional, la cual al ponerse en práctica favorece las relaciones humanas.
En la actualidad, con el estilo de vida acelerado y lleno de estrés que la mayoría de la gente lleva, es fundamental que todas las personas vean a la inteligencia emocional como algo cotidiano, pero también profundo.
Esto con la finalidad de gestionar las emociones para transformar la manera de relacionarse con los demás, ya sea en el entorno familiar, con amigos o en pareja.
La inteligencia emocional, definida como la habilidad para identificar, comprender y gestionar tanto las propias emociones como las ajenas, se ha convertido en un componente fundamental para establecer vínculos sanos y duraderos; así lo externó la psicóloga Andrea Marilú Martínez González, quien subrayó la importancia de educarnos emocionalmente desde las primeras etapas de la vida.
Por ello, fomentar desde la niñez un vocabulario emocional amplio podría prevenir múltiples dificultades relacionales en la adultez.
Explicó que, uno de los principales retos a los que nos enfrentamos es la limitada capacidad para expresar lo que se siente, pues muchas veces las emociones se reducen, derivando en afirmaciones de sentirse “bien”, “mal” o “normal”, sin explorar la riqueza emocional existente.
CONOCER LOS SENTIMIENTOS
Martínez González agregó que, la autoconciencia y el conocimiento personal son pilares de la inteligencia emocional; el poder identificar qué sentimos y, sobre todo, entender por qué lo sentimos, es el primer paso para una gestión emocional adecuada. Ante esto, destacó que, herramientas como los diarios emocionales, en donde se registran los estados anímicos y sus posibles detonantes, pueden ser útiles para este fin.
Existen además, estrategias que potencian esta inteligencia, como lo es la regulación emocional.
“Esto se logra mediante técnicas de respiración y ejercicios de cambio de perspectiva. La empatía activa, que es la capacidad de escuchar al otro sin emitir juicios y validar sus emociones, también es crucial; y a su vez, la comunicación asertiva permite expresar necesidades y emociones de forma clara y respetuosa, evitando malentendidos y conflictos innecesarios”, expresó la especialista.
Destacó que, el impacto de estas habilidades en las relaciones es profundo, y que las personas con un alto grado de inteligencia emocional suelen mantener vínculos más sólidos, manejar mejor los desacuerdos y fomentar un ambiente de confianza y seguridad en sus entornos.
“Por el contrario, la ausencia de estas competencias puede derivar en tensiones constantes, malas interpretaciones y rupturas afectivas”, afirmó.
INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA VIDA DIARIA
La especialista ilustró este concepto de inteligencia emocional con ejemplos cotidianos, por ejemplo, un padre que, tras una jornada agotadora, llega a casa y es recibido por su hijo deseoso de contarle su día, ahí, en lugar de reaccionar con molestia, el adulto identifica su fatiga y regula su estado de ánimo para atender con interés al menor.
“Este tipo de respuesta fortalece el lazo afectivo y consolida la confianza mutua”, apuntó.
Comentó que, otro ejemplo se da en las amistades, en casos como cuando un plan se cancela a último momento, y en lugar de asumir lo peor o reaccionar impulsivamente, la persona emocionalmente consciente reflexiona sobre el origen de su malestar, lo identifica y lo comunica de manera asertiva.
“En lugar de cortar la relación o guardar resentimiento, se expresa con claridad diciendo: ‘Me gustaría que la próxima vez me avises con tiempo’. Esta forma de actuar evita fricciones innecesarias”, platicó.
El ámbito de pareja también fue tratado por Martínez González, y destacó cómo una discusión puede escalar si se responde desde el impulso; sin embargo, respirar, escuchar y reformular el punto de vista desde la calma puede transformar el conflicto en una oportunidad de crecimiento conjunto.
“Aceptar que no siempre se estará de acuerdo, y que ello no implica rechazo, es parte de la madurez emocional”, aseveró.
EVITANDO CONFLICTOS
La psicóloga Andrea Martínez explicó que, los componentes esenciales de la inteligencia emocional incluyen la autoconciencia, que es el reconocimiento de las propias emociones; la autorregulación, relacionada con el manejo adecuado de las respuestas emocionales; la motivación, que es el uso de la emoción como motor de metas personales; la empatía, entendiéndose que es la capacidad de comprender al otro; y las habilidades sociales, es decir, la comunicación y resolución de problemas.
La psicóloga señaló también que es necesario distinguir entre personas con problemas emocionales y personas problemáticas.
“La diferencia radica, muchas veces, en la manera en que se expresan y enfrentan sus emociones; un ejemplo claro es cómo reaccionamos ante una decepción menor, como recibir por error una bebida con un sabor no esperado. Una respuesta desproporcionada podría generar un conflicto innecesario; sin embargo, una queja amable y constructiva evita el problema y mejora la convivencia”, argumentó.
Martínez González recalcó que, desarrollar la inteligencia emocional ayuda a construir relaciones más saludables, genuinas y satisfactorias.
“Es fundamental aprender a regular lo que sentimos, a escuchar con empatía y a comunicarnos con claridad, pues esto transforma nuestros vínculos y eleva nuestra calidad de vida”, destacó.
Por ello, en caso de dificultad, es muy importante buscar acompañamiento profesional, entendiéndose esto como una decisión sabia y necesaria; pues la inteligencia emocional no solo mejora las relaciones, sino que también es una herramienta poderosa para el bienestar general.