Cuatro reos en Reynosa y Ciudad Victoria comparten el dolor de vivir encarcelados por delitos que, aseguran, no cometieron. Todos purgan prolongadas sentencias que confiesan haber socavado la mayoría de sus ilusiones. Relatan el infierno de perder la libertad y, a la vez, describen la ventaja de haber encontrado en la prisión a una segunda familia.
Sus ásperas manos se recargan en la polvosa barra de concreto que divide el área de entrevistas del Centro de Ejecución de Sanciones de Reynosa (Cedes) y enseguida asoma sus dedos por la malla metálica para saludar.
De sorpresa es su primera reacción al estar alejado desde hace ya mucho tiempo de lo que transcurre y procede del mundo exterior. En 15 años que suma recluido menciona que muy pocas han sido las visitas que ha recibido.
Mario De León Morales fue acusado de abusar sexualmente de un niño de dos años, mas asegura que nunca tuvo la oportunidad de defenderse como hubiera querido y pide que un juez revise su caso.
Manifiesta que quienes lo imputaron no ratificaron la denuncia, pues se fueron de la ciudad y que después de todo este tiempo que lleva encerrado aún no conoce al abogado que le tocó de oficio.
“A mí me asignaron a un licenciado defensor, pero nunca vino y el tiempo que perdí aquí, ese ya no regresa…”, considera.
Al final son sus dichos contra los de la autoridad; sin embargo, solicita que alguien intervenga, que analice su expediente y verifique si se siguieron todas las diligencias correspondientes, pues sostiene que hasta hoy su culpabilidad no ha sido probada.
Este anciano originario de Papantla de Olarte, Veracruz, fue detenido el 25 de enero de 1998. En la cárcel afirma que ha perdido la noción del tiempo y pregunta al reportero si sabe cuánto le queda por delante.
“Yo trabajaba de jardinero en la colonia Petrolera, donde me conoce mucha gente. Jamás tuve un pleito con nadie. Cuando me preparaba para ir a almorzar unos policías me subieron a la patrulla y me llevaron a la comandancia.
“Una señora de nombre Juana, dedicada a la prostitución, se quejó de que yo me había aprovechado de su hijo en un solar baldío, pero no es cierto. Un licenciado que fue al supuesto lugar de los hechos comprobó que no había ningún terreno baldío, porque todo estaba ocupado por casas.
“Después, cuando yo estaba detenido en Seguridad Pública esta señora ya no se presentó, sino hasta después de que me mandaron al penal”, recalca.
Por esas presuntas irregularidades Mario, quien es de los internos más longevos en el Cedes, piensa que su expediente podría ser revisado de nuevo. Agrega que le pidió a sus hijos que buscaran a la mujer que lo acusó para que fuera a la cárcel a identificarlo y si no era él quien cometió el abuso que retirara la demanda, pero esto nunca pasó porque menciona que ella se mudó sin dejar rastro. Desconoce si al menor le hicieron las pruebas médicas pertinentes.
“Fue el Juzgado Segundo de Reynosa donde se me dictó la sentencia de 23 años, pero ya no recuerdo el nombre del juez, por eso necesito que me orienten”, comenta.
GIRO RADICAL
Este prisionero de morena piel y blanco cabello expresa que una de las maneras de mitigar su sufrimiento en prisión es trabajando en la elaboración de diversas artesanías. Refiere que sus primeros años aquí fueron los más complicados, pero que ha aprendido a superarlo.
“A pesar de todo he hecho muy buenas amistades en este lugar, he conocido gente de muchos lugares y cada uno tiene una historia que contar”, platica.
Agrega que sus hijos en un comienzo lo visitaban con mayor regularidad y que desde hace 15 años no ha podido ver a su esposa Catalina, quien padece de una delicada enfermedad del corazón, pero que anhela poderlos abrazar a todos juntos.
Sobre cómo se imagina el mundo cuando salga, Mario cree que podría sorprenderse, porque le han dicho que ha cambiado mucho.
Subraya que desde que llegó nunca ha mirado hacia la calle, y sólo ha visto crecer las palmeras por encima de la barda. Sueña en volver a su casa, estrechar a sus seis hijos y seguir trabajando.
“Tengo muchas ganas de ir a visitar a mi familia, porque ya son bastantes nietos que tengo, quisiera recuperarlos a todos y seguir con mi vida normal”, comenta.
Acepta que en el encierro se sufre constantemente de calor, frío, picaduras de zancudos y enfermedades, pero declara que por desgracia no siempre hay suficiente medicina para atenderse.
“Aquí se aprenden muchas cosas de la vida, aunque no todo es malo, porque también puede uno salir adelante. Ya aprendí a leer y escribir”, agradece.
Confiesa que un día normal en reclusión es levantarse a las 6:30 de la mañana e irse para el taller de carpintería y de ahí volver a las 5:00 de la tarde a su pequeña celda 1-B, ubicada en el módulo Sinaí.
Indica que los productos que elabora (como llaveros, portarretratos, alhajeros y figuras de madera) los pone a la venta en 20, 30 o 40 pesos y a veces hasta en menos, porque a diferencia de años anteriores considera que la penitenciaría tiene muy pocos visitantes.
“La ganancia la uso para mantenerme, pero a veces no hay dinero para sobrevivir. De todas formas aquí recibimos tres comidas al día, huevito, frijolitos, caldo de pollo, sopitas”, describe.
Reconoce que no puede regresar el tiempo para hacer cambiar los hechos y la justicia, pero que no ha perdido las esperanzas ni tampoco guarda rencores.
“Deseo escuchar cuando vengan a decirme -ya te vas, ya te falta poco-. La verdad no siento remordimiento con la gente que me acusó”, define.
LA CRUDA REALIDAD
María Alejandra García Cisneros de Monterrey, Nuevo León, es otra persona que enfrenta una larga condena en el Centro de Ejecución de Sanciones de Reynosa, pero a diferencia de Mario, ella lleva apenas un año y ocho meses detenida, de 26 que le fueron dictados.
Sobre su situación actual, cómo vive y las esperanzas que tiene, comenzó hablando de lo primero:
“Mi anhelo es salir, pero ahorita no me han solucionado nada. No tengo abogado, porque mi supuesto abogado de oficio, un tal Homero, hasta hoy no lo conozco y no hay quien me defienda.
“Yo no sé de leyes. Lo que sí puedo decir es que nunca tuve un careo, me detuvieron los ministeriales el
1 de agosto de 2011 y de ahí me llevaron a hacer una declaración y jamás he vuelto a salir.
“Cuando me llegó la sentencia una licenciada me dijo que si la firmaba automáticamente se hacía a la apelación y que eso me iba a ayudar mucho. Me dijeron que no debieron haberme sentenciado sin careos ni audiencia y volví a firmar un papel y hasta ahorita ya va a ser un año de eso”, explica.
María Alejandra está acusada de secuestrar a un hombre en su vivienda, aunque manifiesta que fue ella misma la que lo liberó cuando lo encontró en una de las habitaciones amordazado.
Relata que estaba encargada de un bar de la colonia La Joya y que trabajaba de noche, cuando su ex marido se quedaba a dormir en su casa. Afirma que fue éste quien introdujo en contra de su voluntad a la víctima, pero que ella nada tuvo que ver con el delito.
“Jamás me llegué a imaginar que podría pasarme algo así. La verdad sí ha sido difícil estar aquí, porque a mí no me gustan los problemas, pero me refugio en el trabajo, estoy actualmente a cargo de una tiendita de abarrotes aquí dentro, aunque definitivamente es una vida muy diferente a la de allá afuera”, expresa.
Al igual que a Mario su expediente 320/2011 fue elaborado por el Juzgado Segundo en causas Penales. Su celda, revela, es la 2-A, que comparte con otras internas.
“Me gusta ser social, soy muy amigable y hasta ahorita no he tenido dificultades con nadie. Sí la vida es muy difícil, porque cuando no se tiene la visita de alguien, pues debe uno de comprar su shampoo, su pasta y su cepillo. Entre las mismas compañeras hay gente humanitaria que comparte sus cosas y también los que vienen de las iglesias nos traen ayuda”, destaca.
VIVIR DE ANHELOS
Del exterior lo que más dice extrañar es a su familia, a pesar de que ésta no la visita. Describe que a las compañeras que se van les dice que si tienen la oportunidad de salir la aprovechen y que no regresen, porque lamentablemente esto sucede.
“Antes de este problema vivía nada más con mi niña, que tiene 15 años y que me acaba de dar un nieto. Tengo en total seis hijos. La que ha estado un poco más al pendiente es mi hija Samantha. Los demás sus motivos tendrán para no venir, así es esto…
“No podría decir que estar en la cárcel sea un infierno. Yo lo tomo como una segunda casa, nada más que debe uno adaptarse y hacerse a la idea de no obtener la libertad (llanto), pero sí se extraña ser libre”, añade compungida.
Habla de que a pesar de la adversidad sí hay cosas que le gustan del Cedes de Reynosa y una de ellas es su nueva familia.
“Yo ya no tengo padre ni madre, pero aquí me he encontrado con personas que me han tendido una mano y que se han vuelto como hermanos para mí, al grado que a veces se siente uno como en casa y las custodios también nos tratan bien”, afirma.
Cita que no llegó sola al presidio, sino también con su yerno (que también se vio involucrado) y quien fue su pareja hace seis años.
“A Oscar yo le había dado la oportunidad de estar viviendo en mi casa no como pareja, sino como amigo, al darle el apoyo por no tener un techo y mientras yo estaba trabajando él metió a esa persona. De mi yerno yo no puedo asegurar si participó o no en el delito del que nos acusaron. Ellos también están aquí en el penal, pero nos tienen separados a las mujeres de los hombres”, comenta.
Recalca que pone su confianza en Dios, en querer salir y en que se esclarezca su caso.
“Lo primero que haría de tener la oportunidad de ir a mi casa es echarme una ducha, hacerle de comer a mi niña y salir de compras, como era antes”, suspira.
Admite que se desanima constantemente, porque ya tiene 50 años y todavía le quedan por cumplir más de 24 en prisión, pero que todos los días obtiene nuevas fuerzas de donde pueda.
“Por las mañanas yo le doy gracias a El porque me dio la luz y al final de mi jornada laboral, que me voy a descansar también lo hago. Así como me deprimo yo misma me doy ánimos, no porque esté aquí me voy a dejar caer, pues la depresión es horrible y a veces uno puede cometer tonterías. Al principio pensaba en quitarme la vida, pero luego recapacité, por mi hija, que es menor de edad”, cuenta.
María Alejandra, quien estudió comercio, aprovechó la ocasión para pedirle perdón a sus hijos si es que les ha ofendido.
“Hay cosas que yo misma me reprocho y una de esas es haber brindado mi confianza a alguien que me defraudó y por eso estoy aquí”, recalca.
MEDIA VIDA ENCERRADO
David cumplió 24 años de estar tras las rejas, después de recibir una sentencia condenatoria de 50 por haber dado muerte a su rival en, lo que dice, fue en defensa de su propia vida.
Está casi por cumplir la mitad de su condena y tras haber mostrado buen comportamiento, este año podría obtener su libertad.
Desde que ingresó al Centro de Ejecución y Sanciones de Ciudad Victoria, fue algo doloroso y hasta vergonzoso estar aquí.
“Al principio te sientes deprimido, no quieres ni que tu familia te vaya a ver por lo que hiciste, pero ya después te vas acoplando, te vas haciendo a la idea que tienes que pagar una condena”, aseguró.
David es de complexión delgada y una estatura de alrededor de 1.80 metros. Viste un short a cuadros y una playera tipo polo en color blanco. Entra a la oficina del director del Centro de Ejecución de Sanciones (CEDES) en esta capital donde se llevará a cabo la entrevista.
De entrada confiesa no tener ninguna prisa. Con la serenidad que le han dado todos esos años en prisión, asegura a la reportera que ha aprendido a llevar la vida con calma.
Está consciente de que cometió un error pero también está dispuesto a pagarlo. Asegura que el buen comportamiento observado en estos más de 24 años de encierro, le valdrán para que finalmente las autoridades carcelarias le otorguen la pre liberación, algo que a estas alturas, no le quita el sueño.
“Pudiera ser este año, yo creo que sí, pero no hay que vivir con eso, hay que darle tiempo a que las cosas se den y un día se tiene que llegar”, confía.
Agrega que en todo este tiempo que ha estado privado de su libertad, su familia, sus padres, esposa e hijos siempre lo han apoyado.
La vida de David dentro de la cárcel inicia a las 7:00 horas. Después de levantarse, acude al pase de lista y regresa para darse un baño, una hora después, inicia su jornada laboral en un taller de carpintería donde permanece hasta las 18:00 horas.
“Claro que en el inter comes, almuerzas y regresas a la celda, ves un rato la televisión, te bañas y ya”, explica.
Pero su vida no sólo transcurre con el pase de lista, celda y trabajo; también se da tiempo para practicar y jugar el deporte que más le apasiona: el softbol.
“Tenemos un equipo de softbol, estamos jugando los plays off y si ganamos, jugamos la final con otro equipo, queremos ver si alguien nos apoya con bolas o algo de material como guantes, cachuchas, bats, tachones, entre otro material deportivo”, refiere.
Asegura que se siente realmente rehabilitado y la enseñanza que le deja esta experiencia de 24 años tras las rejas, es que “uno se tiene que portar bien, seguir las reglas de la sociedad, no romperlas sino más que nada querer a tu prójimo respetarlos y no quitarles la vida”.
Estar encerrado ente cuatro paredes, literalmente hablando, lo ha acercado más a Dios, a la iglesia, algo que asegura, le ha dado más tranquilidad.
“En estos 24 años he leído la Biblia como diez veces, he seguido en la Iglesia y te sientes bien”, indicó.
Pensar en la posibilidad de estar de nuevo entre la sociedad no le provoca ningún temor a ser rechazado o señalado por haber estado en la prisión pues está consciente de que en esos 24 años, la ciudad ha cambiado, aunque admite que tendrá que adaptarse de nuevo.
“Me imagino que ya estando afuera uno tiene que ver por dónde irse, más que nada por el camino bueno para no volver a delinquir, yo no tengo miedo a salir, ni me acosa que va a pasar afuera, siempre hay que ver hacia adelante”, sentenció.
Por lo pronto contempla instalar un taller de carpintería donde seguirá haciendo lo mismo que en el Cedes.
“Voy a seguir trabajando, aquí (en el penal) tengo un taller, hago artesanías, mecedoras, comedores, trinchadores, todo lo que es de madera, mezquite, ébano, pino, cedro, seguiría en ese ramo mientras sale uno, ya si hay otras oportunidades de trabajo mejor pues adelante”, indicó.
Aunque pretende demostrar que recuperar su libertar no le causa euforia, con voz serena dice confiar en que las autoridades tarde o temprano se darán cuenta de su buen comportamiento y le darán la oportunidad de salir de su encierro.
Asegura no temer al rechazo de la sociedad y confía en que podrá obtener una oportunidad laboral entre sus amigos, para poder seguir su vida y sacar adelante a su familia.
“Depende de ‘las gentes’ con que uno trate, si tienes amigos afuera, te pueden echar la mano, te conocen, saben que no eres una gente mala, y si tienes que tocar otras puertas, la misma gente te va a ir catalogando, y como te comportes es como te van a tratar”, aduce.
Al referirse a sus hijos de 17 y 7 años de edad, la cara se le ilumina y sus labios dibujan una sonrisa pues confiesa que ya están ansiosos por verlo fuera de la prisión. Lejos de derramar lágrimas, su rostro denota alegría al saber que ahora los días tras las rejas, prácticamente están contados.
“El niño ya tiene muchas ganas de que yo este fuera, pero le digo que se tiene que esperar hasta que nos dé la oportunidad de estar afuera”, explicó.
Y agrega: “Mi hija ya está más grandecita, ella ya entiende más las cosas, está en la preparatoria, hay veces que les dicen que su papá está en la cárcel por eso o lo otro y yo les digo que no les hagan caso a la gente que nomás habla por hablar, por hacerte quedar mal por molestar y sí entienden eso”.
Después de la entrevista, David regresa a su realidad tras los barrotes. A vivir con la esperanza de que pronto se abran y aunque se vuelvan a cerrar, ya no estará adentro.
EL DRAMA DE MARICRUZ
Maricruz se encuentra presa en la cárcel de Ciudad Victoria acusada del delito de robo, el cual asegura no cometió. Denuncia que no obstante las irregularidades cometidas durante su proceso, fue sentenciada a seis años de prisión.
Su dolor es tanto, que lleva la cuenta exacta de los años, meses y días que ha estado privada de su libertad.
“Cuánto tengo aquí? Tengo tres años, siete meses y 18 días. Llegue aquí por cinco procesos, bendito Dios sólo me queda uno, de los otros cuatro salí absuelta por falta de pruebas”, señala.
Y es que en caso de tener suerte y a la justicia de su lado, en este mismo año podría reunirse con sus dos pequeños hijos de 5 y 6 años de edad, a los que dejó a cargo de sus padres en el municipio de Llera, Tamaulipas, aquel fatídico día en que con engaños fue llamada a la agencia del ministerio público donde supuestamente firmaría la denuncia que interpuso como responsable de la empresa en la que laboraba.
Su mente se remonta a esos días en los que trabajaba como auxiliar contable en la compañía donde se detectó un presunto faltante.
Responsable del manejo de la empresa, tuvo que presentar una denuncia por robo, sin imaginar siquiera que finalmente la acusada sería ella.
“A mí me llevaron con mentiras, me llamaron del juzgado supuestamente para que firmara la denuncia como dañada, y resulta que paso a ser la que dañó a las personas”, dijo.
Maricruz fue acusada de los delitos de abuso de confianza, lesiones contra servidores públicos, portación de arma, asociación delictuosa y robo, de los cuales cuatro ya fueron desechados por falta de pruebas.
Durante la privación de su libertad se le violentaron sus derechos como persona, ya que no tomaron en cuenta las pruebas que presentó, las declaraciones para sentenciarla, además le atribuyen haber declarado frente a un licenciado cuando no fue así, e incluso, de que la detuvieron con mentiras.
Al recordar esos amargos momentos, las lágrimas asoman a sus ojos y se pronuncian más cuando recuerda el día en que tuvo que encargar a sus hijos para hacer frente a la situación. Nunca fue fácil.
Se sobrepone y asegura estar bien, como una manera de darse ella misma fortaleza aunque las lágrimas que escurren por sus mejillas denotan lo contrario.
“Estoy bien porque ya he salido absuelta, siempre he confiado en mí, ellos (los que la acusaron) me pusieron eso, pero yo sé que no, que no, que no”, dice como tratando de convencerse a sí misma.
Lo que más lamenta de toda esta injusticia, como la califica, es haber perdido todo este tiempo, tiempo que pudo habérselo dedicado a sus hijos.
Asegura que la posibilidad de recuperar su libertad no le provoca ningún miedo o temor, y lo ve de manera optimista, pese a que mucha gente le recomienda no regresar a su lugar de origen.
“Lo haré y con la frente en alto” advierte, sabedora de que, de todo lo que se le acusa, nada es cierto.
“Mucha gente me dice que no regrese, pero por qué no voy a regresar?”, se pregunta.
“Es la casa de mis padres, ellos tienen a mis hijos, es mi casa yo mi vida se la debo a Dios, pero yo creo que sin mis padres ya no me muevo, ni mis hijos”, asevera.
No descarta la posibilidad de que más adelante, cuando sus hijos crezcan y requieran de otro tipo de escuela, regrese a la ciudad de Monterrey, donde alcanzó varios logros profesionales.
“Cuando ni por mi cabeza pasaba todo esto, era muy dada los domingos a acudir a un asilo, llevaba ropa y fruta, pero siempre tenía la inquietud de visitar una cárcel, visitar a las mujeres para llevarles un proyecto que les ayudara a ellas, lo que son las cosas, por ‘equis o ye’, me convertí en una de ellas”, admite.
Espera que una vez recuperando su libertad inicie un proyecto productivo, haciendo uso de los conocimientos adquiridos durante su estancia en la cárcel.
Maricruz confiesa que para poder sobrevivir dentro del reclusorio tuvo que perfeccionar la técnica de pintura, y ahora elabora figuras de yeso, cuadros, percheros, dulceros para fiestas, figuras de unicel y todo tipo de manualidades.
“Entre mis planes está poner una tienda donde se vendan trabajos de manualidades elaborados por las mujeres que como yo, estén privadas de su libertad, como una manera de ayudarlas y ayudarme, económicamente hablando” señala.
A diario, Maricruz inicia su jornada laboral a las diez de la mañana y concluye, después de las cinco de la tarde. Es la única mujer dentro del taller de carpintería, pero nadie le falta al respeto.
“Trabajo en un taller como auxiliar, porque me gusta más trabajar con hombres y me he ganado su respeto porque hago trabajos de hombres”, expone.
Confiesa que durante todo este tiempo aprendió mucho de leyes y de Dios, que está presente en sus palabras durante toda la entrevista, además de que ha aprendido a perdonar.
Al referirse a sus ex patrones, de nueva cuenta las lágrimas asoman a su rostro, y un nudo en la garganta le impide seguir con su relato.
–¿Ya los perdonaste?
–Sí, ya los perdoné, no les ha ido bien, creo que yo estoy mucho mejor que ellos, en paz, tranquila, muchas de las personas que estamos aquí no somos culpables de lo que se nos acusa. A veces se peca más con el pensamiento que con las acciones y yo hace muchos años que le pedí perdón a Dios porque mi error, por el que estoy aquí fue haber confiado en esas personas, a veces a las personas no les conviene que tengas tantos años en la empresa y buscan la manera de perjudicarte”.
En busca de su libertar pidió ayuda al ex gobernador Eugenio Hernández Flores, pero nunca obtuvo respuesta. Hizo lo propio al gobernador Egidio Torre Cantú y aunque él si le respondió, la demanda de justicia llegó tarde, porque antes recibió la sentencia lo que impidió recibir el apoyo.
Aún y con todas estas circunstancias, Maricruz confía en la única persona que juzga a vivos y muertos; Dios.
Es su única esperanza, para que en pocos meses, esté fuera de la cárcel, libre y pueda rehacer su vida, al lado de una familia con la que siempre ha recibido apoyo.
Así como cuenta los años, meses y días privada de su libertad, empieza a descontar los que le faltan para reincorporarse más que a la sociedad, a su familia.
40 nuevos internos al mes
Por José Manuel Meza
Juan Ramón Montelongo, Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) y actual subdirector jurídico del Centro de Ejecución de Sanciones de Reynosa, menciona que cada mes ingresa a este lugar un promedio de 40 personas detenidas, la mayoría del fuero común.
“El 90 por ciento tiene que ver con delitos como robos domiciliarios, robos con violencia, lesiones, portación ilegal de armas, homicidios y violación”, detalla.
La población actual en esta prisión es de mil 600 internos, de los cuales 88 son mujeres. Afirma que ha disminuido el número de prisioneros debido a los traslados que se han hecho a otras cárceles de la entidad.
“Uno hace lo que le corresponde, llevar un control de los expedientes jurídicos administrativos y ayudarles a los internos cuando son solicitadas las resoluciones. Para que acorten su condena se promueve la reparación del daño y que exista un buen comportamiento, trabajo y educación, algo que forma parte de los beneficios de libertad anticipada”, indica.
Por su parte, Inocencio Almazán, el director de este centro especifica que la función del personal no es juzgar a los reos que les envían las autoridades, sino cuidar de ellos “Ya cuando están aquí se les practican varios estudios para valorar su proceso dentro del Cedes y toda esa información se envía a la Subsecretaría de Seguridad Pública. Si ya se cumplió más de la mitad de la sentencia, ellos valoran si se puede establecer un beneficio para los convictos, dependiendo los delitos que hayan cometido”, ejemplifica.
Abunda que las condenas más elevadas que ha escuchado para esta penitenciaría son de hasta 50 años, ya que debido a diversas reformas legislativas crímenes como el secuestro son más penalizados.
Destaca que hay personas que ellas mismas se hacen cargo de su proceso legal, pero que los presos también tienen la opción de emplear a su abogado designado o hacer la contratación de uno.
“Aquí en el Cedes contamos con el Departamento Jurídico para que si un interno quiere revisar su documentación lo haga. Contamos con los expedientes administrativos que tienen la fecha de ingreso y toda esa información se va archivando”, acentúa.
Al final, los encargados de este centro de readaptación social narran que la mayoría de los internos dicen ser inocentes, pero hasta que no existan las pruebas que comprueben lo contrario, deben cumplir con el castigo que le fijó la autoridad.
Mientras tanto Mario y María Alejandra hacen plegarias para que alguien se apiade de ellos y les apoye con su proceso jurídico, ambos con el único propósito de recuperar su ansiada libertad.