
Es sábado por la tarde y sin importar que a las 17:00 horas los rayos del sol todavía peguen con fuerza en Reynosa, más de cincuenta niños de 7 a 15 años se congregan en un predio ubicado en un derecho de vía de Pemex. Bajo los árboles, el contingente se divide en pequeños grupos de acuerdo a su edad, mismos que se identifican con estandartes que muestran las figuras de animales.
Los más pequeños –niños y niñas de 7 a 11 años– son “los lobatos”; más adelante está “la manada” que congrega a los que tienen entre los 11 y 15 años; “la tropa scout” aglutina a los jóvenes de entre 15 y 18 años; “la comunidad de los caminantes” agrupa a los que tienen entre 18 y 21 años, mientras que en “el clan” se encuentran los adultos.
Debido a que este grupo es nuevo en la ciudad, la mayoría de sus integrantes pertenecen a las primeras secciones, por lo que son guiados por los “scouters”, como se les conoce a los adultos con más experiencia.
Uniformados con camisa, pantalones cortos, una pañoleta y calcetas largas, los niños y sus dirigentes emprendieron la aventura de revivir un movimiento que prácticamente se había perdido en la ciudad: el escultismo, mejor conocido como el movimiento Scout.
Y es que hace poco más de un año esta organización reinició sus actividades en la región con tal éxito, que en poco tiempo sumaron más de cincuenta nuevos adeptos.
Los guías de estos pequeños tienen varias cosas en común: además de ser padres, también fueron Boy Scouts por lo que desean que sus hijos aprendan los valores que les ayudaron en su formación desde la infancia.
Y aunque no todos son de Reynosa, a donde llegaron por motivos de trabajo, quieren dejar algo a la ciudad que los acogió.
EL LEGADO DEL ESCULTISMO
El movimiento que hoy se conoce como Boy Scouts, fue fundado en Inglaterra por Robert Stephenson Smith Baden-Powell. Al principio fue creado para combatir la delincuencia juvenil que imperaba en ese entonces buscando formar “buenos ciudadanos” por medio de las actividades al aire libre y el servicio a sus semejantes.
El éxito del movimiento hizo que se expandiera a más de 160 países, aprovechando que una de sus premisas fue la de integrar a niños y niñas de todas las razas, creencias y clases sociales.
En México el escultismo llegó en el año de 1926 y a partir de ahí se difundió en todo el país. Los principios del escultismo se explican mejor con la “Ley, Promesa y Método” de los Boy Scout, que es el mismo para todos los lugares donde existe el movimiento.
La promesa debe ser hecha voluntariamente por cada uno de los que quiera añadirse a la asociación y en ella se reconocen los deberes para con Dios y con la patria, siempre y cuando estén en armonía con la promoción de la paz, la comprensión y la cooperación local e internacional.
El grupo de Reynosa, perteneciente a la Asociación Scout de México, también promueve el contacto de niños y jóvenes con la naturaleza y las actividades al aire libre, explicó Néstor Contreras, ex scout y actual director de una universidad en Reynosa.
“Yo viví todo el movimiento desde ‘lobato’ hasta dirigente. Empecé de los 7 años y terminé a los 22 cuando salí de la universidad. En lo personal el haber sido scout me generó una formación de valores muy establecida y un concepto de socialización y ayuda al prójimo que ahora que soy padre de familia, quiero que también mis hijos vivan”, mencionó.
En esto coinciden otros padres de familia, quienes también se han integrado con sus hijos al escultismo, como Eduardo Becerril, originario de Monterrey y quien no olvida su experiencia como parte de los scouts.
“Aprendía a cocinar, a compartir con los amigos, nos inculcaron mucho el darle la importancia a Dios y nuestra patria que son valores muy importantes. También marcó mucho mi vida que hasta la fecha los amigos que conocí de pequeño en los scouts hoy en día son grandes profesionistas, amas de casa o trabajadores, y al final de cuentas muy buenos ciudadanos”, aseguró.
Carlos Torres, pediatra originario de Reynosa quien formó parte de los primeros grupos scouts en los años ochenta, recordó cuáles fueron sus experiencias en este movimiento.
“La mejor experiencia que uno adquiere en esto es la conciencia que debes de tener metas en la vida y que puedes lograr lo que quieres con dedicación. Se inculca mucho el poner un granito de arena en la sociedad, al enseñarle a los niños a hacer las cosas sin esperar una recompensa, y que esa es una forma de dejar el mundo un poco mejor de como lo encontramos”, dijo.
LA RECOMPENSA DE UN SCOUT
Para los dirigentes del escultismo en Reynosa, no hay mejor recompensa a su trabajo que ver el cambio ocurrido en los niños. En el poco tiempo que llevan como grupo, los jóvenes que se han integrado al movimiento ya muestran los valores que se les han enseñado, expresó Carlos Torres.
“En la asociación se les instruye a formar su carácter, reforzar los valores que les han enseñado en sus casas y seguir los principios de la autosuficiencia e independencia de manera que lleguen a ser hombres íntegros y con metas en la vida.
Los padres y maestros nos comentan los cambios que han visto en los niños que son muy positivos. Por ejemplo tenemos niños que eran muy introvertidos, que luego de estar en el grupo se vuelven más sociables y con mayor participación en sus actividades. Esa es la recompensa que podemos aspirar nosotros como dirigentes y formadores de niños”, aseguró Torres.
Para los dirigentes dedicar tiempo a las nuevas generaciones de scouts no sólo es revivir un sano movimiento en la ciudad, sino una lucha por acabar con la violencia que se vive en la región.
“La situación en la que nos encontramos en muchas partes del país, con una carencia de valores, metas y aspiraciones entre los muchachos, nos obliga a seguir adelante con el movimiento y darles una opción mejor que las drogas o la propagación de otras actividades poco confiables”, apuntó.
Y añadió: “Muchos de nosotros –scouters– estuvimos juntos desde ‘lobatos’ y nos hemos reencontrado en esta ciudad. Precisamente en base a eso nos propusimos alcanzar a los niños y a nuestra juventud y retomar el escultismo”.
“MANADA… SIEMPRE MEJORES”
En el centro del campo de reunión, un grupo de niños se congrega alrededor de “Baloo”, como es conocido uno de sus dirigentes. Vestidos con su camiseta amarilla, los pequeños escuchan el grito de su dirigente quien al repetir tres veces la palabra “Manada”, le responden “siempre mejores”.
Posteriormente el guía llama a gritos a las demás secciones para despedir a una de las niñas de la manada que se mudará de ciudad. En una breve pero emotiva ceremonia, le entregan una insignia como recuerdo de la manada.
La reunión finaliza con una oración donde le piden a Dios que los ayude a cumplir con sus metas y ser útiles en el servicio a los demás.
José Luis Treviño, promotor de los scouts en la ciudad, explica porqué está convencido que a través del escultismo se pueden formar mejores ciudadanos.
“Aquí en el grupo siempre se les motiva a ser mejores, que los niños se pongan metas y que busquen cumplirlas. Queremos que ellos vivan lo que nosotros vivimos, que sean mejores y tuvieran más convivencia con niños de su edad además de que es un sano esparcimiento”, aludió.
Y continuó: “Tal vez este movimiento se perdió en la ciudad por el estilo de vida que aquí se vive, con gente que es muy trabajadora aún los fines de semana y no pueden dedicarle tiempo a este tipo de actividades.
Quienes fuimos scouts necesitamos retribuir lo que en un tiempo el movimiento hizo por nosotros. Cuando yo ingresé a un grupo hubo mucha gente detrás de mí que me estuvo apoyando dentro y fuera de las actividades escultistas, es por eso que nosotros también decidimos donar nuestro tiempo para que todos los niños que se acerquen al grupo sean cada vez mejores”, añadió.
Quienes pertenecen a esta organización reconocen que la pérdida de valores y la carencia de oportunidades entre los jóvenes pueden orillar a malas decisiones.
Por esta razón los scouts invitan a los niños y jóvenes de Reynosa a unirse al movimiento, que lo único que busca es inculcarles valores que ayuden a formar un país mejor.