
De acuerdo con el investigador y antropólogo de la Universidad de Texas en Austin, Martín Salinas Rivera, están cercanos a cumplirse los 150 años desde que el Noreste de México fue invadido por el Ejército Francés, siendo éste un acontecimiento que marcó la historia de la nación hacia la segunda mitad del siglo XIX.
Documentos en resguardo del Archivo Municipal de Reynosa, dan cuenta de la estancia de soldados europeos y comerciantes que llegaron a establecerse en la zona considerada –debido a su índole fronteriza–, un punto estratégico en correlación con la Guerra de Secesión Norteamericana (en la que se decidió la libertad de los esclavos afroamericanos).
Según Salinas Rivera, algunas interpretaciones modernas apuntan a que el origen de la Segunda Intervención Francesa se asocia, entre otros intereses, con el trasiego trasatlántico de algodón procedente de los Estados Confederados de América; sin embargo, dos décadas antes México ya se había enfrentado con Francia:
Por absurdo que parezca, una primera ocupación tuvo lugar del 16 de abril de 1838 al 9 de marzo del siguiente año (11 meses), a raíz de que algunos oficiales del presidente, Antonio López de Santa Anna, fueron a un restaurante del barrio de Tacubaya (en la capital de la República) y se comieron unos pasteles sin pagar la cuenta.
El dueño del establecimiento, un francés de apellido Remontel, envió por medio del entonces embajador, Barón Deffaudis, sus reclamos a Europa, los cuales fueron recibidos en París con alarma. A estos se sumaron las quejas de otros de sus compatriotas, cuyos negocios y propiedades resultaron afectadas en suelo nacional por diversos movimientos revolucionarios.
De ahí surge el término de la Guerra de los Pasteles, en la que Napoleón III (quien más tarde financiaría al emperador Maximiliano), envió una numerosa flota de barcos que bloquearon las actividades comerciales del país y atacaron el puerto de Veracruz, por lo cual México se vio obligado a pagar una indemnización de 600 mil pesos a cambio de un tratado de paz.
No obstante, el escenario se repitió 23 años después, cuando el gobierno republicano, encabezado por Benito Juárez, anunció la suspensión de los pagos de la deuda externa, por lo que retornaron las hostilidades.
Para Salinas Rivera, quien actualmente es el encargado de la sección histórica del Archivo Municipal, Francia también invadió territorio azteca para buscarle una salida al algodón hacia el continente europeo.
“Los americanos habían creado una explotación a través de la esclavitud y el problema serio fue que en el siglo XIX los ingleses, como los franceses se volvieron tan dependientes de ese cultivo, que llegó un momento en el que el 90 por ciento del consumo en Europa procedía de Estados Unidos.
“Debido a eso el pretexto de tomar México fue en realidad porque se vino la Guerra de Secesión, también conocida como la Guerra Civil estadounidense, en la que se peleó suprimir la esclavitud. Se separaron el norte y el sur (donde estaba la producción) y los franceses venían buscando una ruta para sacar ese algodón, por lo cual la región norte de Tamaulipas vino a ser un punto clave”, menciona.
REYNOSA, TOMADA POR LOS FRANCESES
Salinas Rivera especifica que si bien la Segunda Intervención Francesa en México principió en el año de 1862 con la Batalla de Puebla, en Reynosa el dominio extranjero se presentó de 1864 a 1866.
Comenta que por ese entonces el ex gobernador de Tamaulipas, Juan Nepomuceno Cortina, conocido como el “Robin Hood del río Grande” (por ser además de ranchero y político, líder militar, forajido y héroe popular), colaboró con el regimiento juarista conteniendo momentáneamente a sus enemigos en la entidad. Previo a esto, también se había entrevistado con el presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, a quien le solicitó de su apoyo, poco antes de que éste fuera asesinado.
“Ese periodo de la Ocupación Francesa está presente en nuestra historia, hay bastante documentación. Nepomuceno se puso en contra de ellos, fue a dar a San Fernando y hay documentos donde le pidió a Reynosa que le preparara caballos, comida y pastura para los animales, porque ahí venía su ejército.
“Y todo se hacía por medio de la aduana (que fungía como aval), la cual le firmaba un vale a la población para que diera todos esos servicios y a través de ésta posteriormente se les pagaba. Uno de los papeles menciona que a los mejores comerciantes se les iba a cobrar cierta cantidad de dinero para soportar la causa. Desde esa perspectiva se veían afectados los reynosenses, ya sea de los franceses o de los republicanos, la población como quiera salía perdiendo”, asegura el historiador.
Cortina era famoso por su participación en diferentes conflictos bélicos como la guerra de la República de Texas, la Intervención Estadounidense y la guerra los Estados Confederados de América.
Posteriormente desde su trinchera abonó a la causa del presidente Benito Juárez, aunque no era tan partidario de Escobedo.
“Este era el personaje que estaba como gobernador al momento que llegó –de Cadereyta– el imperialista Tomás Mejía. A Juan Nepomuceno lo sitiaron en Matamoros por mar y por tierra, por lo que se vio obligado a entregarles el poder. Para no deshacerse de él, le dieron un puesto y este hombre ya era un personaje importante, porque en un momento dado había tomado Brownsville, haciéndoles barbaridad y media a los americanos”, añade.
Al dominar las fuerzas francesas a Matamoros éstas avanzaron a Reynosa, donde su ocupación fue por momentos eventual -en un intervalo que duró aproximadamente tres años-, lo cual significa que sus unidades de infantería se mantuvieron en movimiento.
“Se tienen antecedentes de que los soldados estuvieron yendo y viniendo. Aquí tenían una autoridad, un representante del imperio y de repente hay registros de que la ciudad estaba ocupada por el Ejército Republicano.
“Reynosa quedó en un punto entre los liberales de Benito Juárez y Matamoros, que estaba controlado por los franceses. Escobedo, quien fue un personaje trascendental para la historia del país, trató de tomar una serie de veces Matamoros y nunca pudo. Entonces, venían sus tropas y las autoridades francesas que estaban aquí se retiraban a Matamoros y luego se regresaban a Reynosa”, ilustra.
Pero el 16 de junio de 1866 la contienda dio un giro estrepitoso en contra de los intereses geopolíticos de Francia y el reinado de Maximiliano, cuando el ejército invasor y los juaristas finalmente se encontraron a unos ocho kilómetros al sur de Camargo, en la que se denominó la Batalla de Santa Gertrudis, una de las más grandes e importantes suscitadas durante la guerra.
Un escuadrón de dos mil hombres, comandados por los generales, De Trucé y el conservador, Feliciano Olivera, y compuesto por soldados galos, belgas, así como filibusteros americanos –que pertenecieron a la resistencia confederada–, salió de Matamoros y marchó por Reynosa con rumbo a Monterrey para abastecer de víveres y armamento a la monarquía mexicana.
Sin embargo, Escobedo fue advertido de tal amenaza, así que desplegó mil 300 militares y en Santa Gertrudis obtuvo una victoria que dejó alrededor de 800 franceses muertos y mil 200 prisioneros, con lo cual pudo recuperarse el puerto de Matamoros y reafirmar el control en el norte de México.
“En el año 66, cuando ocurrió esa batalla, las tropas que salieron de Matamoros trataron de distribuir su mercancía y los franceses cayeron derrotados.
“Aunque el emperador no estuvo en esta zona de Tamaulipas, sí fue el caso del general, Tomás Mejía. A él es al que fusilan junto a Maximiliano en el Cerro de las Campanas de Querétaro”, agrega.
DEBACLE IMPERIAL
Este investigador e integrante de la Sociedad de Historia de Reynosa, explica que durante este conflicto el norte del país se puso a favor de los republicanos, mientras que el sur estuvo con los imperialistas, quienes tras seis años en guerra vieron mermada su ofensiva cuando el gobierno de Francia retiró de México una importante cantidad de tropas para combatir en varios puntos de Europa.
Y es que entre los meses de junio y agosto del año 1866, Prusia (actualmente Alemania), le había propinado una derrota al Imperio Austriaco, encabezado por el hermano de Maximiliano, aliado con Napoleón III, viendo éste último amedrentado su dominio hemisférico.
Un año anterior, al terminar la Guerra de Secesión en Estados Unidos, los federalistas estuvieron en mejor posición para ayudar con armas a Benito Juárez y hacer un bloqueo que impidió a los galos acudir por refuerzos, viéndose así reducido el interés de los gobiernos de Francia y de Austria a seguir sosteniendo una guerra en América.
Por tal razón en noviembre del mismo 1866, el emperador, disminuido, se trasladó con su comitiva hasta el puerto de Veracruz para regresar a Europa, pero en el último momento desistió en su intento por abdicar a la monarquía mexicana.
El archiduque austriaco fue persuadido a regresar a la Ciudad de México, cuando se le informó que contaba con un numeroso ejército de casi 30 mil soldados, lo cual lo hizo cambiar de parecer.
Tres meses después, en su desesperación por retener el poder, salió rumbo a Querétaro para enfrentarse a las tropas liberales con nueve mil hombres mal equipados, más tres mil que se le añadieron de otros frentes.
Mientras tanto el presidente Juárez arribó fortalecido a San Luis Potosí y estableció ahí el gobierno de la República. Por su parte, los generales, Ramón Corona y Mariano Escobedo, se enfilaron a Querétaro con 60 mil elementos para confrontar a las fuerzas francesas que quedaban en el país.
Luego de varios días de combate, el 27 de abril de 1867 se presentó la batalla definitiva para el ejército juarista y Maximiliano terminó rindiéndose. Un tribunal militar decidió fusilarlo junto con sus generales, Tomás Mejía y Manuel Miramón, en un juicio que duró tres días y se consumó el 19 de junio de ese año.
A pesar del derramamiento de sangre, el emperador había decretado medidas positivas como la instauración de la educación primaria laica y gratuita, la restricción de las horas laborales a los obreros, la supresión del trabajo a los menores, la restauración de la propiedad común y la terminación de las tiendas de raya.
Los esfuerzos de la emperatriz Carlota, quien meses antes había llegado a Europa para conseguir ayuda en el Vaticano y salvar el predominio de su esposo en América, no fueron más que intentos fallidos.
Dadas estas condiciones (la inminente caída del imperio, y la entonces reciente prohibición de la esclavitud en Estados Unidos), Martín Salinas Rivera, afirma que se presentó otro fenómeno que de alguna manera benefició a la nación, ya que el dinero de la explotación agrícola del vecino país del norte buscó una ruta hacia México.
El empresario estadounidense, Charles Stillman, quien se había encargado de organizar la salida del algodón de su país por Matamoros y cuya familia era dueña de las flotas navieras que viajaban a Europa, empezó a poner empresas en Nuevo León y algunos poblados de Coahuila y Tamaulipas. Abrió una fábrica textil y en Cerralvo tenía una mina de plata.
“El origen del sistema financiero en Monterrey y la Laguna es debido precisamente a que esos recursos económicos de los Estados Confederados no hallaron para donde irse y vinieron a parar a Monterrey. Y el algodón es la clave”, subraya.
HUELLAS FRANCESAS EN REYNOSA
Ante la pregunta de que si en Reynosa aún existen vestigios de la Intervención Francesa, el también miembro del Colegio de Historiadores y Cronistas del Norte del Nuevo Santander, señala que éstos se basan en proyectos públicos, más que en evidencias de carácter físico.
Detalla que bajo este dominio la ciudad no tuvo presidentes municipales, sino más bien comisarios, quienes eran los representantes de la autoridad europea.
“En el periodo de 1864, 1865 y 1866 ellos elaboraron una serie de proyectos para Reynosa. Inclusive, se planeó poner la primera agua entubada en la localidad, por medio de una bomba a base de carbón que buscaban colocarla en la plaza. Hay todo un documento donde se mencionan los proyectos”, indica.
En la Caja 2 del Fondo de Actas de Cabildo, bajo el expediente número 17 del Archivo Municipal, se guardan los detalles de dicho bosquejo. De acuerdo con el texto escrito en español, fechado el 21 de agosto de 1865 y que aparece con el sello del Imperio de Maximiliano, se acordó en sesión extraordinaria y con la presencia del Ministro de Fomento y Colonización, Bartolomé Passement, aprobar un proyecto para establecer la primera red de agua potable para la localidad.
Las amarillas hojas por el transcurso del tiempo dicen que “la comisión respectiva presentó el siguiente dictamen, que abraza las instrucciones que se darán al ingeniero que va a salir para los Estados Unidos a comprar el material correspondiente. La comisión encargada de la introducción del agua potable a la ciudad propone para la resolución definitiva despachar para este asunto al ingeniero mecánico, el señor E. Stream, maquinista de la Prensa Española, a fin de comprar la totalidad de la tubería, maquinaria de vapor y demás objetos que deben concurrir al planteamiento de esta mejora, dando para el desempeño de sus comisiones las siguientes instrucciones:
“La máquina de vapor debe ser capaz de tener una potencia para levantar 400 mil galones de agua en 10 horas a la altura de 10 metros sobre el nivel de la plaza Hidalgo de esta ciudad. La máquina de vapor debe traer doble juego de calderas y todas las piezas chicas de refacción ajustadas y listas para colocarse con facilidad”, establece.
El escrito de varias páginas elaborado con tinta a mano, refleja el gran oficio que tenían los encargados de la función pública hace casi 150 años y describe que para llevar a cabo esa obra se necesitaba “un tanque de depósito de fierro ya sea colocado o forjado, el cual debía tener 27 metros de largo y 1.5 metros de hondo; dos mil 750 metros de tubo de fierro laminado de ocho o 10 pulgadas de diámetro; tres mil 650 metros de tubo de tres a cuatro pulgadas de diámetro, cinco mil de lo mismo; llaves de comunicación para tubos grandes; 40 llaves para los medianos; 200 de lo mismo, para los chicos; 80 de lo mismo de despacho para los tubos medianos, 500 llaves para los tubos pequeños y sus globos de zinc para servir como llaves de seguridad, así como 800 barriles de cal”.
Este material histórico define, incluso, el salario que debía recibir el encargado de realizar la compra y la instalación del equipo:
“La comisión propone también que al señor Stream se le paguen 350 pesos de sueldo cada mes desde el día que salga de esta ciudad para el desempeño de su comisión hasta el día en el que éste concluya la colocación de todos los aparatos y acueductos, en cuyo trabajó hará como director, con excepción de la parte de albañilería, siendo por su cuenta sus gastos personales de cualquiera clase que sea y además de su sueldo se le pagarán 300 pesos por única partida al término de la obra, cuyo salario lo tiene contratado la comisión”, abunda.
Leído el manuscrito por el antropólogo Salinas Rivera, especifica que “para la mayor seguridad de los intereses se valdrá de la casa de los señores Puig, hermanos y compañía de esta plaza, así como agentes y consignatarios del cargamento que consultará este pedido, haciendo un crédito en Nueva York para la compra y para lo que se le entregará 25 mil pesos que se tomarán de los fondos municipales.
Sin más requisitos que un simple recibo firma Bartolomé Passement, Ministro de Fomento”, indica la sesión aprobada por unanimidad, con los correspondientes sellos de la monarquía.
El antropólogo Salinas Rivera asegura que los franceses eran muy ordenados en sus planes para Reynosa y que de eso hay suficiente constancia en el Archivo Municipal de Reynosa.
“Ellos también estudiaron la designación de hacer un panteón nuevo. Estuvieron evaluando donde colocarlo, si al oriente o al poniente y estamos con la idea de que el ex cementerio donde ahora se localiza la escuela primaria Club De Leones número 1 está relacionado con eso”, considera.
A pesar de los inconvenientes propiciados por la guerra en Tamaulipas, el antropólogo refiere que los franceses estuvieron en aparente paz con los habitantes de Reynosa y que varias personas de esa nacionalidad habitaron en la ciudad, tal es el caso del comerciante René Guyard.
“La segunda casa de comercio la manejaba él. La principal era conocida como La Gloria. Guyard se encargaba de la distribución de víveres, mercancía, abarrotes y todo eso y fue relevante para Reynosa y para su economía”, manifiesta.
Cuenta el historiador que este mercader francés nunca se casó, pero ayudó a los moradores de la villa, prestando su casa para la realización de servicios comunitarios. Posteriormente cuando murió, coincidiendo con la Ocupación Francesa, el ayuntamiento pidió esa propiedad para poner ahí una escuela.
Después el régimen europeo en México terminó y la mayoría de los extranjeros que habían sobrevivido a la refriega, abandonaron el país. En Reynosa las obras emprendidas en ese lapso terminaron archivadas. Algunas más como el cementerio, otros las llevaron a cabo.
En síntesis, la influencia de Francia para el presente de Reynosa, aunque no es tan extensa, sí marca una línea histórica para muchos desconocida, de que en esta ciudad hace ya muchos años, se manifestó la presencia de un imperio que por abarcar mucho apretó poco y el cual fue más efímero que sustancial, pero que ha dejado un aprendizaje y un abanico cultural por demás interesante.
Aunque es difícil determinar cuántos soldados perdieron la vida por alzar la bandera francesa en Reynosa, las cicatrices de la guerra siguen aún apareciendo a través del tiempo.