En cada ocasión en que la fortuna ha esquivado a Reynosa (como parece ser ahora), esta población redobla el paso para ir al encuentro de su destino, que no es otro que la grandeza. Así lo ha demostrado a lo largo de sus 275 años y quizá desde antes, cuando daba cobijo y sustento a las tribus nómadas de ascendencia chichimeca, como los tejones, sacatiles y comecrudos, incorporados a la misión de San Joaquín del Monte, el primer asentamiento regular en estas tierras.
La fundación misma de la Villa de Reynosa, datada el 14 de marzo de 1749, carece de sustento historiográfico. El ex gobernador de Nuevo León y de Tamaulipas (interino) y por entonces director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, doctor Pedro G. Zorrilla Martínez confió al autor, que el acto fundacional de la villa, encomendado por José de Escandón al capitán Carlos Cantú González, nunca se llevó a cabo y por tanto no existe un acta fundacional.
La confirmación de la existencia de esta villa y su primera bonanza la otorgan los informes del “Estado general de las fundaciones hechas por don José de Escandón en la Colonia del Nuevo Santander, costa del Seno Mexicano” rendido por el capitán de Dragones don José Tienda de Cuervo, al virrey don Agustín Ahumada y Villalón, Conde las Amarillas, en que se consigna la existencia de: “2,556 bestias caballares, 71 mulas, 6 yuntas de bueyes, 1,136 cabezas de ganado mayor, 31 burros, 316 caballos de uso doméstico y 12,700 cabezas de ganado menor (ya había tendencia al cabrito)”.
Sin embargo, la villa estaba situada en praderas aluviales que anualmente se inundaban por los caudales del río Bravo. Varios fueron los intentos de reubicación que no cuajaban por angas o mangas, hasta que el día 26 de junio de 1802, el teniente de Milicias Provinciales de Caballería de Frontera y Justicia Mayor de la villa, don José Francisco Ballí, con gran valentía y determinación encabezó personalmente el traslado de la población a las Lomas de San Antonio, en tierras cedidas por vecinos generosos.
De su puño y letra narra: “En vista de mi considerable pérdida, y que ya no tenía remedio, considerando el peligro en que se hallaba el común de este vecindario, determiné ponerme en camino para ésta, (como en efecto lo ejecuté), acompañado de dos indios, quienes conmigo se tiraron desde la falda de las lomas, que distan de ésta como tres leguas, sin alcanzar plan en distancia de una legua (casi cinco kilómetros), algo más, pues para transitarla echamos un caballo adelante, a la cola del cual nos fuimos favoreciendo a ratos para aguantar el penoso trabajo de ir a nado en tanta distancia por entre charrasquillales y nopaleras, siguiendo el restante tránsito a volapíe hasta llegar a dicha villa con tanta felicidad que en tan penoso tránsito la Majestad Divina me prestó esfuerzos para no desmayar, dejando ya en camino afianzadas de pinos palos a dos familias que fugitivas del acaecimiento se tiraron al precipicio con el fin de salir a las lomas a favorecerse, sirviéndome de aviso para favorecerlos, las lamentosas voces que en su tránsito iban dando…”.
REYNOSA, CAPITAL DEL NORTE
Al lograrse la Independencia de México, la Costa del Seno Mexicano pasa a ser el Estado de Tamaulipas. Con la instauración de la República federal, representativa y popular, la entidad se divide en tres regiones, correspondiendo a Reynosa ser la capital del Departamento Norte, dada su privilegiada posición geográfica como paso natural de Nuevo León al valle del sur de Texas y sus conexiones con importantes polos de desarrollo en el lado americano.
A inicios del siglo XIX, la capital se trasladó a Matamoros; pero, para 1837, según el censo de la época, Reynosa ya contaba con 5 mil 346 habitantes. En el campo había 550 sitios de agostadero y 60 ranchos altamente productivos. Se registraron 8 mil 100 cabezas de ganado vacuno, 6 mil 150 de ganado menor lanar y 60 de cerda. La agricultura de temporal era limitada, pues apenas se sembraban 140 fanegas con 240 yuntas de bueyes.
Para el turismo y el comercio internacional había 160 mulas de aparejo y 100 carretas de servicio. Una actividad importante era la explotación de las minas de cal que abastecían las necesidades de la región y de otras partes. Ese año se contabilizaron 30 caleras, lo que propició que los lugareños fueron conocidos como los caleros.
También había importante producción de ladrillo para la construcción de vivienda y edificios con fines variados.
Un episodio muy lamentable fue la intervención norteamericana en México que costó la pérdida de la mitad del territorio nacional. Como parte de ese evento, las tropas norteamericanas ingresaron a Reynosa en el mes de junio de 1846, posicionándose y posesionándose de la administración municipal durante dos años. Se registraron varios abusos y abigeato en los ranchos aledaños; pero, no había forma de evitarlos. Sólo Antonio Canales sostuvo una guerrilla de resistencia.
El fin de la guerra de intervención con la firma de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo ocurrió el 2 de febrero de 1848; sin embargo, los invasores norteamericanos permanecieron en Reynosa hasta el día 8 de julio, luego de que las tropas desfilaron por la calle Hidalgo para celebrar el Día de la Independencia de los Estados Unidos.
Reynosa, que había resistido, fue víctima, otra vez, del pillaje de los vecinos. El 26 de marzo de 1853, el juez del Condado de Starr, N. P. Norton, al frente de una tropa de 40 texanos y 10 méxico-texanos asaltó la población tomando como rehén al alcalde, Trinidad Flores, por cuya liberación exigían el pago de 30 mil pesos. Como sólo pudieron obtener 2 mil pesos que había en la tesorería municipal, se llevaron un número indeterminado de caballos y otros objetos de valor de propiedad pública y privada.
EL PLAN DE LA LOBA
Pero, no se crea que las calamidades venían únicamente del otro lado de la frontera; también de la capital del país llegaban disposiciones disparatadas que impedían el desarrollo de la comarca.
Por ello, el 3 de septiembre de 1851 se redactó El Plan del Campo de la Loba, en una rebelión que fue encabezada por el general José María Carbajal y secundada por el teniente coronel José Ma. Canales. El plan decía:
“Convencidos los que suscriben, todos vecinos de Ciudad Guerrero, del Estado de Tamaulipas de no ser atendidos por la representación nacional sobre las repetidas peticiones que han hecho a aquella soberanía por los conductos respectivos acerca de la alza de prohibiciones, baja de arancel y protección para que se reparen las continuas depredaciones de los indios, ya no soportables, lo mismo que la opresión en que yacen en virtud de restricciones que unidas con la hostilidad de los bárbaros, es la completa destrucción, no sólo del pueblo de los que hablan, sino de toda la frontera, han acordado y decidido a sostener con las armas el contenido de los artículos siguientes:
1˚ Las tropas permanentes serán espedidas del territorio del Estado, por ser perniciosas, opresoras e inútiles.
2˚ El ciudadano es inviolable en el goce de sus derechos y propiedades y en el uso de sus opiniones; el Poder Judicial será sostenido en el libre ejercicio de sus funciones y ningún auxilio se tomará por las fuerzas liberales sin ser pagado.
3˚. Para garantía de los derechos y soberanía de los estados, se requiere la reforma de la constitución federal, reservándose a los Estados los poderes y goces no concedidos expresamente al gobierno general.
4˚. La representación nacional, a lo menos en el Senado será igual o por estados y elegida popularmente aboliéndose la facultad del ejecutivo para mandar senadores.
5˚. Se exige la alzada de prohibiciones y la baja de derechos de importación sobre efectos extranjeros, no pasando los que se impongan de un cuarenta por ciento sobre aforo.
6˚. Serán abolidas las excesivas penas aplicadas sobre el contrabando, que lo hacen delito criminal e imponen multas desproporcionadas, basta la pérdida de los efectos, sin más responsabilidad, y del producto de éstos que se forme un fondo con el objeto exclusivo y sagrado de hacer la guerra a los salvajes.
7˚. Se permitirá la introducción de víveres en la frontera del Río Bravo, libre de derechos de entrada por cinco años.
8˚. Se establecerá una aduana fronteriza para el comercio extranjero en la Villa de Reinosa.
9˚. Los pueblos coligados bajo este plan, se someten a las autoridades de sus respectivos Estados que lo secunden.
10°. Este movimiento es eminentemente nacional y liberal de consiguiente, los Estados y pueblos que lo adopten, serán sostenidos por las fuerzas libertadoras.
11˚. Parte de dichas fuerzas se destinarán permanentemente a hostilizar a los indios bárbaros, hasta la pacificación completa de los Estados fronterizos.
12˚. Estos pueblos no depondrán sus armas, mientras no se conceda y realice todo lo contenido en los once artículos que preceden; si el gobierno general se obstinare en negar la petición armada de esta frontera que contiene las necesidades de toda la nación, los Estados que adopten este plan, podrán organizar un gobierno provisional desechándose toda idea de escisión o anexación y a efecto de que este plan tenga la publicidad necesaria, ha acordado esta reunión dirigirlo al ilustre ayuntamiento, cuerpo de esta ciudad, dejando a su consideración y deliberación el modo de que valga para promulgarlo.
EL PRIMER GRAN AUGE
El alcalde de Reynosa, Manuel de la Viña, consciente de la importancia de los planteamientos, se adhirió al Plan de la Loba. Finalmente, Carvajal y su gente fueron derrotados en el paso de El Azúcar, a orillas del río San Juan, en un paraje que al correr de los años sería ocupado por la presa Marte R. Gómez. Al triunfo de los liberales que promovieron el Plan de Ayutla, el gobernador de Nuevo León, jefe revolucionario del noreste, autorizó la aduana de Reynosa el 4 de octubre de 1855.
Sí se estableció la aduana de Reynosa; pero, por poco tiempo. El problema de la falta de oportunidades de desarrollo por el centralismo gubernamental y la insensibilidad con respecto de los requerimi*entos de la frontera se agudizaba por la imposibilidad de competir con el país vecino, en acelerado crecimiento. Por ello, el gobernador del estado, don Ramón Guerra, emitió un decretó el 17 de marzo de 1858, en un acto de soberanía, la Zona Libre en la frontera.
Ni que decir que, a corto plazo, el resultado fue magnífico. Se incrementó el intercambio comercial y turístico, disminuyó el contrabando y la frontera en ambos lados del río Bravo se convirtió en un imán para inversionistas y trabajadores de todo género. Hubo una bonanza superior a la esperada. Tanto así que al triunfo de las armas de la República en la Guerra de Reforma, el presidente don Benito Juárez aprobó la vigencia de la Zona Libre en la frontera.
La Guerra de Secesión en Estados Unidos fue otro de los factores determinantes de la bonanza en Reynosa y la región noreste de Tamaulipas. Las enormes exportaciones de algodón de los Estados Unidos a Europa se vieron obstruidas por el cierre de puertos, por lo que se utilizó el mítico puerto de Bagdad en la desembocadura del río Bravo en el municipio de Matamoros.
Los cargamentos se intercambiaban mediante un ferry a través del río Bravo que comunicaba a Matamoros con Brownsville. El ferry transportaba el algodón confederado de Texas, Arkansas y Luisiana hasta Matamoros en México. De allí era enviado a Puerto Bagdad, donde se negociaba su destino final vía La Habana hacia Europa; finalmente la mercancía se enviaba en botes pequeños a embarcaciones ancladas a cierta distancia de la playa. A cambio los confederados recibían medicinas, telas, zapatos, armas y municiones.
Pero, no todo era comercio. Según publicaciones de la época, tan grande fue el comercio que la población de Bagdad pronto llegó a los 15 mil habitantes. Bagdad explotó en una ciudad de auge fronterizo, con salones, casas de apuestas y prostíbulos.
El Ranchero de Brownsville, un periódico de la época, describió a Bagdad como un pueblo en el que “…fandangos se celebraban todas las noches y las mujeres tan hermosas como la hora exhibían sus encantos, sin la menor reserva”.
Ese auge se trasladó a otras poblaciones fronterizas, principalmente Reynosa aprovechando la navegación a lo largo del río Bravo.