
En agosto de 1967 estalló la planta central de la refinería de Pemex, provocando una flama tan gran grande que muchos de lo habitantes evacuaron desesperadamente la ciudad. Después hubo otros fuertes siniestros, pero los principales quedaron en los registros del Archivo Municipal.
¿Qué tan peligroso era para la población civil una explosión de esa categoría?, espeta el reportero a Martín Salinas Rivera.
El cronista municipal de Reynosa, Tamaulipas, y antropólogo por la Universidad de Austin, Texas, fue uno de los testigos de aquella alarmante fecha:
Tenía 11 años cuando sucedió y vivía a cuatro cuadras de las instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex), situadas en el boulevard Morelos.
“El evento resultó ser tan impresionante que se registró un caos enorme por todas partes. En un abrir y cerrar de ojos todo nos cambió, dejamos lo que estábamos haciendo porque sentíamos que no teníamos mucho tiempo, que necesitábamos escapar.
“Afortunadamente el incendio fue controlado, de lo contrario hubiéramos hablado de una catástrofe”, evoca.
Rodeado por los libros de la biblioteca del Archivo Municipal, Salinas Rivera hojea uno de los escritos que dejó la historiadora Minerva Morales, que también hacen referencia de aquel momento.
El cronista cuenta que en materia de energía Reynosa se convirtió en la joya de la corona en el norte del país. Antes de la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas en 1936 ya la región era codiciada por las compañías americanas para la explotación de energéticos.
Originalmente cuando se expropió la intendencia fue instalada en Monterrey, Nuevo León, pero luego la trasladaron a Reynosa.
“El Distrito Frontera Norte abarcaba desde la costa del Golfo de México hasta Baja California Norte; sin embargo, el primer pozo que se hizo en todo este territorio fue el Misión 1 de Reynosa Díaz.
“Debido a la importancia que representaba la zona a finales de los años cuarenta movieron las oficinas principales donde está hoy la Casa de la Cultura.
“Se decidió que desde aquí se comandarían las operaciones de las cuencas de Sabinas y Burgos, las más importantes. Había otra en el Pacífico, pero como estaba en una área sísmica no se explotó por el riesgo que representaba”, refiere.
RIESGO IMPLÍCITO
Por reyertas entre sindicatos de trabajadores petroleros se dividió el poder y el distrito de Reynosa perdió lo que es el sector de Cadereyta; no obstante, la ciudad se mantuvo como centro de importancia para la explotación de gas natural, aunque también se incrementaron sus niveles de peligro.
Del material se obtenía gasolina y aceite, pero la mayoría era en estado gaseoso, el cual debía de ser transportado de manera subterránea, lo cual hacía de este territorio una zona muy riesgosa para la población civil, ya que quedó atravesada por un sistema de tuberías.
“En sí Reynosa es una telaraña de conductos que Pemex colocó por todos lados para conectarlos a la refinería”, agrega Salinas Rivera.
Aunque esta red petrolera ya dejó de funcionar –y ahora no representa ningún riesgo para la población–, hace algunos años se pensó que era una bomba de tiempo y predominó durante décadas un temor generalizado.
“Una tubería famosa es la que pasa por el Colegio Mexicano, que viene a dar a la colonia Del Prado y se conecta a Hidalgo, Texas. Originalmente la refinería era de crudo, así que se traía petróleo de Estados Unidos para refinarlo aquí, fue una de las primeras líneas.
“Y había otra que venía de Corpus Christi, Texas. Esa después la rentó Pemex en los años cincuenta para enviar los productos, porque el gas de aquí iba hasta Coahuila y creo que hasta Chihuahua también”, abunda el antropólogo.
De acuerdo con registros históricos durante la época del presidente Gustavo Díaz
Ordaz la industria petrolera nacional entró a una fase de recesión.
En 1966 Petróleos Mexicanos dejó por primera vez en su historia de exportar crudo y redujo sustancialmente sus exportaciones de derivados y gas natural.
Inclusive, la producción local ya no permitía satisfacer plenamente la demanda interna.
Algunas instalaciones tuvieron no solamente mermas en sus rendimientos, sino también problemas de mantenimiento, esto a pesar de que ese mismo año el mandatario inauguró en la frontera una planta de polietileno.
EL ACCIDENTE
Pero en Reynosa seguían operando de manera habitual hasta que un domingo de agosto de 1967 hubo un estruendo que hizo temblar la tierra y provocó no solamente un nuevo
desastre para Pemex, sino también una alerta de preocupantes proporciones.
“El tronido se escuchó como al mediodía y no nos dio tiempo ni de preguntar lo que estaba pasando, sabíamos que el rugido venía de la refinería. Las llamas eran tan altas… Nosotros (su familia) estábamos a cuatro cuadras, por la Iglesia San José.
“La explosión fue muy potente que yo me salí de la casa y sentí el fuerte calor en la espalda. Con decirte que cuando voltee no le veía fin a la altura de las flamas”, recuerda Salinas Rivera.
Con gran parte de la refinería arruinada los momentos posteriores al estallido fueron claves para evitar una destrucción de mayores proporciones para la ciudad.
El antropólogo hace referencia a una charla que hace varios años tuvo con Carlos Nuño y don Héctor Gómez Covarrubias, dos de los petroleros que trabajaron en la Refinería.
“En las pláticas salió a colación que Petróleos tenía en la planta un sistema de seguridad tan avanzado que aquel gran estrépito no dejó víctimas mortales ni pasó a mayores.
“Era gente muy especializada. Lo que se supo es que los ingenieros fueron muy habilidosos en la toma de decisiones. –Tú me cierras tal válvula, tú me cierras ésta y tú la otra…–, les dijeron. Pero mencionan que se hizo un pozo hacia abajo donde tronó la tubería, que era una cosa impresionante.
“A los encargados no les temblaron las manos y reaccionaron de una forma muy rápida, si no posiblemente hubiera sido una gran tragedia y el fuego se habría extendido a otros sectores de la localidad”, comenta el historiador.
EL CAOS Y LOS TUMULTOS
Martín Salinas Rivera reseña los textos de Minerva Morales que obran en poder del Archivo Municipal, en los cuales calificó aquella fecha de la explosión de 1967 como ‘el día del éxodo’.
“La profesora, quien también estuvo con nosotros en la Sociedad de Historia (de la cual él es miembro), era una señora bien activa (esposa de un empresario local) que relató cómo se vivió aquel estallido de Pemex. Ella platica sobre los incendios en la ciudad, dentro de los que relata el de la alarma del ’67, cuando tuvimos que salir corriendo.
“Toda la población cercana debió ser desalojada. Fue un corredero de gente para todos lados, una psicosis tremenda que hasta Migración abrió el puente internacional y dejaron pasar a quien quisiera cruzar y por otro lado se saturaron las carreteras que van a Monterrey, a Río Bravo y la Ribereña.
Describe el entrevistado que hubo accidentes de tránsito, de personas que estaban huyendo. También gente que se quemó en la misma refinería, más no se registraron muertos por la pericia de los ingenieros.
Los habitantes de la ciudad se dirigían a todas las salidas de Reynosa por temor a que otros sectores de la ciudad detonaran.
“Decía la maestra que hacia Estados Unidos caminaba más a prisa la fila de peatones que la de vehículos. Vinieron los cuerpos de bomberos de las ciudades texanas a brindar apoyo, pero los ingenieros y obreros fueron los de las maniobras y quienes estuvieron expuestos más al peligro.
“Una de las anécdotas tras la explosión es que un señor salió, miró hacia arriba y sacudió su mano…, Sin darle importancia al suceso se metió a su casa (risas), mientras que toda la gente iba a corriendo a pie o en carro, mientras sonaba el pito de la refinería y todos como locos huyendo”, rememora.
REYNOSA SE ILUMINÓ DE ROJO
La siguiente gran explosión que tuvo la refinería de Reynosa se suscitó el 13 de mayo de 1977, casi cuando estaba por cumplirse una década.
“Fue a las 9:30 de la noche y ahí sonaron el silbato. Hubo un éxodo también y resultó ser más grande el incendio. Estaba reciente el antecedente de que había desaparecido una ciudad en Texas por algo parecido, entonces la gente tenía mucho miedo.
“En los relatos quedó grabado que a 60 kilómetros se alcanzaban a ver las lenguas de fuego. Fue cuando la ciudad se iluminó de rojo”, recapituló el antropólogo.
El temor se generalizó y se habló de un mayor peligro porque la mancha urbana se hizo más densa en los alrededores de la refinería, con colonias, escuelas y comercios.
Y no sólo eso, sino que como la fronteriza ciudad fue saturada de ductos cada vez que sonaba la alarma de los bomberos la gente se asustaba mucho. Por la época estaban construyendo una de las tuberías más grandes de la nación, el gasoducto Cactus–Reynosa, el cual atraviesa el país hasta el estado de Chiapas.
Fue culminado el 18 de marzo de 1979 y originalmente se hizo para venderle gas a Estados Unidos, pero fracasó.
El último tramo era el de Los Ramones, Nuevo León a la frontera de Tamaulipas.
Nunca se envió el energético por esa vía, aunque el presidente José López Portillo la destacó como una de las obras estrella de su sexenio, con un costo de mil 500 millones de dólares, diciendo que con ese gasoducto “pasábamos a ser del México que queremos al que podemos”.
Pero independientemente del funcionamiento del kilométrico tubo, Reynosa no dejó de ser una zona peligrosa por la transportación interna del gas natural y, según describe el antropólogo Salinas Rivera, siempre se mantuvo presente el peligro que eso representaba.
En 1977 no fue la excepción cuando las instalaciones de Petróleos Mexicanos volvieron a sufrir otro siniestro, que de igual manera provocó caos y descontrol.
“Tal y como había ocurrido antes, los habitantes de Reynosa buscaron desesperadamente una salida”, afirmó.
Milagrosamente el dictamen de la explosión estableció que tampoco hubo personas fallecidas.
LAS OTRAS EXPLOSIONES
Transcurrieron 22 años para que los habitantes de Reynosa volvieran a sufrir las espantosas sensaciones de una detonación en instalaciones de Petróleos Mexicanos.
Otra vez sucedía por la noche:
El 14 de julio de 1999 una compresora de gas tuvo una fuga, ocasionada por la falla de un empaque y detonó de manera alarmante.
“También me acuerdo de ese estruendo. No solamente tocaron el silbato de las alarmas, sino que también hicieron rugir como un estruendo las tuberías de la Refinería. Estábamos ahí cerca”, describe Salinas Rivera.
Para entonces ya se planeaba sacar las instalaciones de Pemex a la periferia de la ciudad, porque a pesar de que no había habido víctimas no dejaba de ser riesgoso para la población.
En 2004 la refinería finalmente cesó sus
labores, así como la red de gasoductos que atravesaban la ciudad. Desde entonces las operaciones de la paraestatal quedaron transferidas a las plantas del kilómetro 19 de la carretera Reynosa–Monterrey y el resto se quedó como zona administrativa.
No obstante, a pesar de disponer de tecnología moderna y de mayores medidas de seguridad, el martes 18 de septiembre de 2012 a las 10:45 horas se presentó una de las mayores catástrofes en la historia de Petróleos Mexicanos.
Más de 30 trabajadores entre personal sindicalizado y de las compañías prestadoras de servicio a Pemex (IANSA, Peisa, VGI, Unicirsa, Merco y Peisa) perdieron la vida en un estallido cuyas causas permanecen siendo un misterio, pues ni la PGR ni la paraestatal dieron a conocer el dictamen y lo clasificaron para ser abierto en el año 2025.
Los habitantes de las colonias del sector poniente de la localidad tuvieron que ser desalojadas, mientras la ciudad experimentaba uno de los capítulos más sangrientos, con sonidos de ambulancias y 22 personas heridas en los diferentes nosocomios de la localidad.
Las imágenes de aquella tragedia dejaron para la posteridad los recuerdos de trabajadores que llegaron a los hospitales con la ropa destrozada y su piel herida por las llamas.
A diferencia de la explosión de la Torre Ejecutiva de Pemex en la Ciudad de México, las autoridades no informaron los resultados del peritaje en la central de medición del kilómetro 19.
A unos años de la tragedia los sobrevivientes que resultaron heridos –y hasta mutilados– no habían sido indemnizados ni todas las familias de las víctimas mortales.
Hubo empleados que tuvieron que ser identificados con muestras de ADN y algunos heridos tuvieron terapias de rehabilitación.
Estos accidentes dejaron paralizada a Reynosa, que a lo largo de su historia ha sido escenario de múltiples explosiones e incendios, siendo estos los más recordados.