Dicen que las dos principales decisiones del ser humano son elegir profesión y pareja. Casi nadie lo duda aunque, respecto a la segunda, mientras unos se deshacen por llegar al matrimonio, otros ambicionan salir de él.
La tasa de divorcios va a la alza y las uniones difícilmente superan los 7 años debido a múltiples problemas. Lamentablemente, no es necesario contraer nupcias para vivir con los altercados como eje de una relación.
Muchas veces los problemas terminan separando a quienes estaban perdidamente enamorados, pero en ocasiones hay parejas que pueden superar el problema y terminan riéndose de la situación.
Este es el caso de Armando y Juliana, empleados de una maquiladora, quienes hoy gozan de un matrimonio ejemplar pero no se olvidan de su tormentoso pasado:
“El amor logró sacarnos avante; sin duda hubo situaciones con grandes altibajos cuando andábamos de novios. Una vez Juliana me encontró con una amiga del trabajo a la que yo le daría un ‘aventón’.
“Me hizo una horrible escena de celos delante de mis compañeros; me cacheteó y como me enojé arranqué la camioneta quemando llanta sin darme cuenta que ella iba colgada de la defensa trasera y entonces la arrastré por varios metros ¡Fue un show! ¡me quería morir! pero al final me perdonó y todo se solucionó”, relató entre risas Armando.
Y es que la falta de confianza es un propulsor de las peleas en el noviazgo, según define René Guzmán Ruiz, catedrático en psicología por la Universidad Tamaulipeca y con estudios en la Universidad de La Habana.
“Los arranques de ira obedecen a una inseguridad en la que uno de los dos quiere retener el control de la relación”, subrayó.
El especialista añadió que ante una circunstancia de esa naturaleza las mentiras suelen presentarse y crecer hasta convertirse en una amenazante “bola de nieve”.
De esto da cuenta Alfredo, otro de los esposos entrevistados, quien describió que una antigua novia le envió un correo electrónico avisándole que vendría a Reynosa a verlo, pero su esposa Monserrat se percató de esa situación y, desde luego, arremetió en contra suya.
Relata: ¡Cállate! casi firmaba mi divorcio. Cuando mi señora me reclamó me puse amarillo, rojo, azul… entonces se me ocurrió decirle que era una broma de un amigo. Tomé el teléfono, le marqué a mi cuate y lo cuestioné enojado: ¿por qué me mandas esos mensajes?
“Claro que mi amigo agarró la onda y me siguió la corriente el muy alcahuete (rememoró con una carcajada jocosa Alfredo). Con toda la pena del mundo tuvo que ir en persona a pedirle disculpas a mi señora, pero eso no terminó ahí, porque debí de arreglármelas a escondidas para convencer a mi ex de que dejara de hablarme ¡Ya me andaba!”.
ENTRE LA RISA Y EL DESCARO
Y si de “panchos” se trata no se puede omitir la historia de Pepe y Erika, quienes por disputarse quién mandaba en la relación, terminaron haciendo el ridículo en plena vía pública:
“Ibamos los dos en la camioneta de su papá sobre el bulevar Hidalgo y nos pusimos a alegar porque yo me sentí menospreciado por ella. Me exalté tanto que en pleno tráfico detuve el vehículo, lo dejé prendido y salí corriendo sin rumbo por la desesperación y el enfado que me causaba oír la voz de mi vieja”, evocó sonriente Pepe.
El ahora hombre de 31 años agregó que la gente en el lugar se quedó más sorprendida cuando Erika se puso al volante y comenzó a perseguirlo, como en las películas de acción.
“Fue una escena muy espectacular porque ella venía atrás de mí y yo logré esconderme en una callecita junto al puente Broncos. Estaba todo “bofeado”por la corrida. Pasaron los minutos y como ya no la miré ¡caramba!, me pregunte: ¿ahora qué hago?
“Salí y la estuve esperando según yo para hacerla sufrir, pero la mujercita en vez de buscarme se fue a su casa a dormir, mientras yo estaba herido por sus palabras”, recordó Pepe atacado de la risa.
Sin embargo, las escenas en público no del todo son malas, porque a muchos les quitan la venda de los ojos.
Eso mismo considera América, secretaria en un almacén, y quien también accedió a contar la tempestuosa historia que tuvo con uno de sus novios. Reconoce que de no haberle ocurrido hoy sería una esposa engañada.
“Afortunadamente me di cuenta a tiempo y no me casé con esa persona. Resulta que todos en mi familia me decían que Rigo andaba con otra ‘mona’, pero yo no les creía porque desde un principio les cayó mal.
“Sin embargo, una ocasión me perjuraron que estaba en un restaurante comiendo con la tipa, los acompañé y me llevé la sorpresa de mi vida porque Rigo tenía agarrada la mano de la vieja que me habían descrito antes”, comentó indignada América.
Los celos y el dolor hicieron mella en la joven de larga cabellera que le escurre por los hombros, y en un arrebato volcó la mesa donde comía su novio.
“Ella llevaba un traje blanco de lana y toda la salsa roja le cayó encima. Les dije que no iban a pisotear mi dignidad. Aunque Rigo luego me llevó mariachis jamás le perdoné su traición. Después me di cuenta que fue buen punto no seguir con él”, detalló América.
EL AMOR ES CIEGO
A pesar de que las reconciliaciones pueden ser los mejores cimientos en un vínculo amoroso, aferrarse a una persona no siempre resulta favorable, sobre todo cuando ésta manipula la relación a su antojo.
Para el psicólogo René Guzmán Ruiz, ante una patología de estas características “lo mejor es apartarse”, porque si no hay comunicación en el noviazgo menos la habrá en el matrimonio.
“Recuerdo la historia de un joven que le estaba gritando a su novia por celos en la calle y en eso dos personas se metieron para defenderla. ‘¡No te pases!, ¡la estás ofendiendo!’, le dijeron.
“Como el novio era pudiente le llamó a la Policía, porque los chavos le habían cantado el golpe; entonces llega la autoridad e increíblemente arresta a los protectores de la muchacha agredida. Ellos le piden a ella que declare lo sucedido y la joven contesta: ‘es que son nuestros problemas, ustedes no tienen por que meterse’.
“Eso pasa cuando el novio o la novia se deja dominar del otro con artilugios como el de: si tú me dejas, yo me mato. O el ¿qué será de mí si rompemos?“, comentó el entrevistado.
Algo parecido fue lo que le pasó a Roberto, quien en su obsesión por permanecer en los brazos de su amada no aceptaba sus embustes, aún cuando ella se los confesaba.
“Ana”, quien es licenciada en informática y elude publicar su nombre verdadero, se remontó a la época de su ferviente amorío, en los albores de los años 90.
“Roberto y yo siempre nos veíamos de lunes a viernes. En ocasiones afirmaba que iría a casa a verme en domingo, pero nunca cumplía su promesa. Entonces un sábado asistí a una fiesta con unos amigos de la prepa y un chavito me ligó. Reconozco que hice muy mal y al día siguiente me fui con él y su familia de día de campo.
“Curiosamente el domingo mi novio fue a visitarme y no me encontró. Mis papás le dijeron que había ido a ver a mi abuelita, pero como yo no contestaba el celular me esperó afuera todo el día. Cuando llegué a las 10 de la noche ¡sorpresa! Roberto estaba bien enojado”, describió.
Cuando le preguntó dónde se encontraba, “Ana” le juró que con su abuela paterna, pero a medida que transcurrían los minutos Roberto le repetía la misma interrogante una y otra vez.
“Le dije que si no me creía tomara una decisión definitiva… entonces le revelé la verdad, que me fui con un chavo que me gustaba mucho. Cuando imaginé que en ese momento se acabaría la relación él me contestó: ‘Perdóname. Sí te creo que fuiste con tu abuelita, pero no me digas mentiras tan feas’.
“Ahora me parece cómico, pero lo increíble del caso es que Roberto creyó lo que le hacía menos daño”, recordó con ironía la mujer.
Así, con este escenario, sólo queda recordar el viejo chascarrillo que explica la escasa duración de los matrimonios: porque el hombre espera que la mujer sea siempre la misma y la mujer espera que, luego de casarse, el hombre cambie. Y no sucede ni una cosa ni la otra.
Oscuro escenario
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) seis de cada 10 parejas se divorcian en México, lo que algunos especialistas califican como “desastroso”.
En ese contexto, el coordinador del Centro de Asesoría Psicológica de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, René Guzmán Ruiz, aseguró que “un sano noviazgo resulta decisivo” si lo que se pretende es no fracasar en el matrimonio.
“Cuando se sobrepasan los límites de la amistad (antes de casarse) la relación conyugal puede desquebrajarse con mayor facilidad”, evaluó el especialista.
Una de sus manifestaciones, dijo, son los celos impulsivos, obsesiones e histerias; sin embargo, el profesor aceptó que es común escuchar: ‘cuando se enlace conmigo va a cambiar’.
“Por ello, lo aconsejable es que los novios tengan una relación de al menos un año para conocerse bien, porque en la actualidad el índice de divorcios es muy alto y una de las constantes son matrimonios con siete años de duración”, criticó.
Por último, Guzmán Ruiz consideró que sólo un 10 por ciento de las uniones maritales viven en plenitud, mientras que un 35 por ciento supera sus traumas del noviazgo, de acuerdo a un análisis realizado a 50 pacientes.
“Creo que la edad recomendable para casarse es cuando se tiene una profesión, un trabajo estable, pero también es importante señalar que la comunicación es un factor crucial para que toda relación funcione, porque de lo contrario los hijos también sufren las consecuencias”, concluyó el psicólogo.