A dos semanas de la tragedia que estremeció a Reynosa, en la que tres personas fallecieron y 17 más resultaron hospitalizadas, cuando una fuga de gas habría causado la detonación y derrumbe de un edificio completo en el lado poniente de la ciudad, algunos de los participantes en las tareas de rescate, asistencia y ayuda hospitalaria narran su experiencia apoyando cada quien desde su posición.
Para Genaro Villarreal Medrano, quien suma tres años trabajando como socorrista y en el área de Radio Operación de la Cruz Roja Mexicana, fueron momentos de vida o muerte los que se presenciaron.
A él le tocó primero estar coordinando a todas las ambulancias para ubicar rápidamente el lugar del incidente, solicitar el apoyo de otras delegaciones municipales y posteriormente acudir a la zona de la explosión para apoyar a sus compañeros.
“Cada quien colaboró con su granito de arena. Yo no tenía experiencia en cuanto a un rescate de esa naturaleza, pero aquel día el ver como los paramédicos trabajaban para salvar vidas me hizo sentir realmente orgulloso de esta institución”, relata.
Explica que cuando fueron avisados del suceso catastrófico, alrededor de las 12:35 horas, los primeros rescatistas en responder fueron los cuatro del turno y enseguida llegaron otros 20 de apoyo.
“Cuando llegué yo, estaba un compañero tratando de sacar a una persona, a la cual escuchábamos, pero no veíamos, porque se encontraba atrapada abajo de los escombros.
“En medio de una zona completamente destruida empezamos a escarbar con la esperanza de que estuviera con vida y, de hecho, yo y un compañero estuvimos en el momento en que se rescató a un señor y una señora, quienes fueron catalogados como ‘códigos rojos’.
“Uno quisiera hacer mucho, pero primero deben intervenir las personas que tienen mayor experiencia y asistirlos en los que se pueda”, señala Genaro.
Este paramédico considera que la explosión de Reynosa es de esos sucesos que se quedan muy grabados en la memoria.
“Hubo una excelente coordinación por parte de las diferentes corporaciones, de los federales, soldados y la gente que se acercaba a ayudar ahí. También ayudaron elementos de Protección Civil y Bomberos.
“Muchas personas querían colaborar y lo único que podíamos hacer era organizarnos para que todos apoyaran y tuviéramos un mejor acceso para sacar a la gente”, agrega.
Externó su reconocimiento a sus compañeros, pues asegura que se quedó muy sorprendido de las capacidades que tienen para atender un llamado de emergencia de esa categoría.
“Es importante que la comunidad sepa que no nada más es recoger al paciente y llevárselo, sino para nosotros como paramédicos es prepararnos y estudiar, porque existe un procedimiento para el manejo, traslado y la búsqueda de preservar la vida de los heridos”, manifiesta.
“PENSÉ QUE HABÍA SIDO UN TERREMOTO”
Por su parte, Agustín Jaime Montañez Carrillo, quien también porta con honra el uniforme de la Cruz Roja, recuerda que se encontraba durmiendo en su casa, cuando exactamente a las 12:40 de la tarde recibió una llamada en la que le avisaban de la explosión.
“En ese instante me enviaron un video por medio de una red social y debido a la magnitud pensé que había sido un terremoto. Le pregunté a mi compañero que dónde era y me dijo que en Reynosa.
“E inmediatamente me reporté a la base, como lo marca el protocolo, me traje mi equipo de técnico de extracción vehicular y el uniforme completo”, describe.
El entrevistado tomó la estafeta como radio operador y comenzó a canalizar a los demás socorristas.
“Mi compañero Genaro Villarreal ya se había ido, porque necesitábamos demasiado la ayuda. Esperamos el arribo de más compañeros y también nos fuimos para allá. Participé como paramédico.
“Se trasladó a una mujer en estado grave al hospital del IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social), pues era de las personas que se encontraban atrapadas”, menciona Agustín Jaime.
Posteriormente arribaron los rescatistas de las delegaciones de Gustavo Díaz Ordaz, Río Bravo, Matamoros y Ciudad Victoria.
“Hay que hacer hincapié en que no somos taxis con sirena, sino que contamos con personal capacitado en extracción vehicular nivel uno y dos, así como en rescate acuático, salvamento, en espacios confinados y estructuras colapsadas, que fueron quienes directamente se encargaron de recuperar a los heridos y las personas que perecieron en el lugar.
“Nos tocó apoyar removiendo los escombros, las lozas y estar cortando las cimbras”, añade.
Cuenta que debieron escarbar manualmente, porque con las grúas eran mucho menores las probabilidades de sobrevivencia para quienes que se quedaron atrapados.
“Nuestro agradecimiento es también a las demás corporaciones de Cruz Roja por habernos apoyado y a los que hicieron acto de presencia en ese mismo momento”, manifiesta Agustín Jaime.
CON LOS ROSTROS DESENCAJADOS
Mientras tanto, en el hospital de zona del Seguro Social, Rómulo De la Cruz Bocanegra fue de los camilleros que se encargaron de recibir a las ambulancias e ingresar a los heridos por el área de Urgencias.
Para los pacientes que estaban conscientes, describe que fue un momento de angustia y por el otro lado, de maniobras para cada uno de los especialistas que intervinieron en todo el operativo, el cual catalogó de exitoso.
“Estuvimos apoyando durante la contingencia que se vivió ese día de la explosión. Fue una experiencia verdaderamente triste al ver cómo esas familias que salieron a ganarse el pesito de cada día se toparon con esa sorpresa.
“Todas las categorías nos hicimos uno solo, desde las enfermeras, médicos, camilleros, personal de intendencia (trapeando, sacudiendo, fumigando), nos unimos por lo principal, que es el paciente.
“Nosotros también trasladamos a los heridos a los estudios de rayos X, a los más estables en una área preparada especialmente para ellos. Venían pacientes graves, otros no tanto, pero se les dio la misma atención y se les estabilizó”, afirma.
Indica Rómulo que en circunstancias como ésta, vive muy de cerca el dolor de la gente y sus angustias.
“Había varias muchachas apesadumbradas que decían que eran madres solteras y estaban preocupadas por sus niños que estaban en las guarderías, que no hallaban cómo comunicarse para que fueran por ellos.
“Me tocó ver también una pacientita con un lado del rostro mutilado y me dio mucha tristeza, porque ella no sabía que lo tenía así, nada más nosotros que la estábamos viendo”, memora.
Este camillero con 13 años de experiencia se dijo muy orgulloso del equipo al que pertenece, porque asegura que todos reaccionaron eficazmente y estuvieron a la altura de la situación.
RECIBIÓ AL BEBÉ QUEMADO
Una de las enfermeras que tuvieron la gran responsabilidad de asistir a las víctimas de la explosión y suministrarles los medicamentos fue Hilda Flores Rangel.
“Recibimos a los pacientes, los canalizamos y asistimos a los médicos. Cuando nos avisaron me encontraba en el área de Alergias y de inmediato me presenté en Urgencias Pediátricas, porque nos llegó un niño muy grave.
“Era un bebé de seis meses con un peso de 10 kilos y que presentaba quemaduras en los miembros inferiores, superiores y el rostro, además de varias fracturas en el cráneo. Venía muy grave, pero afortunadamente se logró estabilizar y se envió a Ciudad Victoria”, menciona.
Hilda reconoce que ésto es un logro para todos como equipo, puesto que todos los heridos del estallido que ingresaron al Seguro Social preservaron la vida.
“Se apoyó tanto al cirujano, como al pediatra; al estar pasando que el medicamento, que las compresas, que recanalizarlos, etcétera.
“Primero que nada había que buscar una vía para suministrarles el medicamento y calmarles el dolor que es muy intenso. Posteriormente se les hizo la limpieza en sus heridas y ya que estuvieron estabilizados se decidió en algunos casos pasarlos una área de cuidados intensivos. Nosotros tenemos que darles seguridad, tranquilidad y relajarlos”, señala.
SE METIÓ A OPERAR
Para darse una idea de lo que se vivió en la ciudad después de la explosión, todos los médicos especialistas del IMSS en Reynosa fueron requeridos para colaborar en las salas de emergencia.
Es el caso de José Antonio Morón López, encargado de la Coordinación de Traumatología, quien describe que ese 15 de mayo les llegó un informe de “evento catastrófico” por el cual se dispusieron las medidas de atención urgentes.
“Todo eso consistió en preparar los quirófanos, material suplementario, desalojar las áreas de urgencias a donde se iban a recibir a los heridos, movilizar pacientes hacia camas, asear los pisos y se logró hacer un muy buen trabajo, porque tuvimos cinco quirófanos disponibles. En menos de diez minutos de que llegaban los heridos éstos ya estaban en la sala de quirófano”, detalla.
Este médico especialista en Traumatología y Ortopedia, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Mexicano del Hospital de Magdalena de las Salinas de la Ciudad de México, agrega que posteriormente llegaron los demás pacientes y se fueron valorando las fracturas que tenían.
Para las 18:00 horas los 17 heridos habían sido canalizados y ese mismo día se egresaron cinco.
El traumatólogo destaca la existencia de un plan de contingencia para saber qué hacer en este tipo de casos, desarrollado por la dirección del hospital, que se revisa cada seis meses e involucra a todo el personal, directivo y no directivo.
Refiere que a las 14:00 horas acababa el turno de la mañana y comenzaba el de la tarde, pero que debido al tamaño del acontecimiento, cirujanos, residentes y enfermeras no se retiraron.
“Hay una serie de medidas clínicas, terapéuticas, fisiológicas, radiológicas, de laboratorio, que nos ayudan a poder atender mejor a los pacientes politraumatizados”, subraya.
En resumen cada uno de los cuerpos de socorro y atención hospitalaria coinciden en que el suceso de la explosión es una muestra de que hay que seguirse capacitando para poder resolver contingencias como esta, pues “no hay ningún hospital ni demasiado grande ni demasiado chiquito, pues aún faltando muchos recursos, con organización las cosas se pueden hacer bien”.
Cómo lo vivió la prensa
Más allá de tener una impactante historia, que debido a su magnitud debía que ser rápidamente divulgada, los reporteros que cubrieron la explosión en el fraccionamiento Colinas del Pedregal y a los que les tocó ver la llegada de las ambulancias en el Seguro Social, fueron testigos de que las tragedias son capaces de unir a una comunidad.
En un evento como el del pasado 15 de mayo, las cámaras y los micrófonos se suelen apilar y en ocasiones pueden convertirse hasta en un estorbo, sobretodo cuando se trata de rescatar vidas.
Pero también se vuelven una herramienta fundamental y un conducto para hacer llegar un mensaje, una noticia y un llamado de esperanza.
Es mediante el trabajo de la prensa que familiares se enteraron del suceso y de dónde estaban internados sus seres queridos. Otros, desgraciadamente supieron por ahí que habían perdido a un pariente o amigo.
La sorpresa, los nervios, la zozobra, los gritos desesperados, la valentía, la disposición y muchas otras expresiones quedan atrapadas por el trabajo de los medios de información, guardadas en sus páginas y tomas, las cuales muy probablemente (tras aquel momento noticioso), algún día vuelvan a aparecer para provocar la reflexión.
Los héroes anónimos y no anónimos, los difuntos, los heridos y el lugar del desastre, quedarán ahí en los recuerdos, en un muy fresco y lamentable acontecimiento, que involucró a muchos y entró ya en la historia con la consigna de que la unión del pueblo se repita, pero no una nueva devastación.