Es una muerte que el pasado 30 de marzo despertó indignación en Reynosa, porque se probó que el hombre al que prácticamente las autoridades fusilaron era un electricista, plomero y un padre de familia muy querido en su comunidad.
Iba a ver a su mamá enferma, caminaba tranquilamente como era su costumbre. Rafael Montoya Rosales se convirtió sin así quererlo en el rostro del viacrucis que viven los habitantes de Reynosa a causa de los enfrentamientos.
Aquella mañana de viernes en la colonia Ferrocarril Poniente justamente pasaba muy cerca de una procesión religiosa en la llamada representación de la Pasión de Cristo cuando se desató una balacera entre civiles armados y policías estatales.
Rafael fue confundido por éstos últimos y aún cuando les decía que no era gente mala y que trabajaba de plomero y electricista fue rafageado.
Sus súplicas de que no lo mataran no sirvieron de nada y junto a su cuerpo fue sembrada una fornitura. Los restos de este hombre de 49 años de edad fueron velados en la funeraria Gayosso de Reynosa.
En esta realidad inesperada sus seres queridos lamentan la muerte de Rafael. Su madre, su esposa, sus hijos, sus hermanos y sus primos no logran comprender porque una persona como él fue privada de su vida y toda la familia despojada de su presencia.
A dos semanas de este lamentable incidente continúan observándose rostros desencajados en el hogar de los Montoya. Pensativos y sin ánimo de hablar, uno de ellos manifiesta que es necesario que se sepa el dolor que los embarga, a ver si las autoridades comprenden que esta guerra que han emprendido con delincuentes, entre ambos, se están pasando a llevar a la gente inocente: “¡Ya no más…, ¡ya basta!, ¿por qué no investigan antes de disparar?”, claman.
Ninguno de ellos quiere una fotografía. Es tanto su sufrimiento que apenas acceden a contar un poco de qué manera han transcurrido los días posteriores al asesinato de la cabeza de esta familia.
Ellos no sabían que existe una Ley General de Víctimas, mucho menos que podrían acceder por medio de un proceso legal a un recurso gubernamental, pues se divulgó que fueron elementos de la Policía Estatal los responsables de la muerte de Rafael, quien en ningún momento estuvo armado. De hecho, prefirieron no interponer ninguna denuncia y que las investigaciones siguieran de oficio.
Uno de sus hijos cuenta que la última ocasión que convivió con su papá fue tres días antes de la tragedia, cuando estaba por salir de viaje al Estado de Coahuila.
“Me había contado que iba a hacer unos trabajos de electricidad, lo normal de siempre. Yo le platiqué que iba a estar afuera de la ciudad. Me dijo, cuídate mucho en el camino, maneja con cuidado mijo, te quiero”, relató uno de los deudos de Rafael, sin imaginar que ya no volvería a ver a su papá con vida.
De hecho aquella mañana del viernes 30 de marzo recibió una inusual llamada. Era uno de sus hermanos avisándole lo que había sucedido. El joven, quien prefirió el anonimato, relató que condujo por carretera los kilómetros más largos de su vida. Lo único que quería era estar ya en Reynosa para abrazar a su madre y sus hermanos.
La noticia del fallecimiento de Rafael comenzó a circular en las redes sociales, enseguida de que apareciera un video durante la peregrinación que feligreses llevaron a cabo en las calles de la colonia Aquiles Serdán, donde se veía que arrojaron inclusive las cruces al suelo para buscar resguardo.
Una conocida de la familia fue quien dio aviso a la esposa con quien Rafael compartió prácticamente 30 años de su vida y ahí el mundo se derrumbó para esta familia, que al enterarse como sucedieron los hechos terminó llenándose de rabia e impotencia.
ACEPTAR LA TERRIBLE REALIDAD
Los familiares de Rafael intentan hacerse fuertes unos con otros para ayudarse a soportar este dolor, aunque confiesan que a veces es inevitable dejar de sentir su desafortunada ausencia. Para su esposa y sus cinco hijos las mañanas son amargas, como también los son sus tardes y sus noches y no queda de otra que aceptar el inescrutable destino que ahora los embarga.
“Es muy difícil. Quieras o no siempre lo tienes presente. Es una impotencia que sentimos que no podemos describirla. Mi papá era una persona de bien que no se metía con nadie”, señaló otro de sus hijos.
Rafita, como sus amigos le decían de cariño, había trabajado con anterioridad como operador de bombas de la Comisión Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Comapa) de Reynosa. También se desempeñó en el área de mantenimiento del desaparecido restaurante Vips.
“Manejaba lo que es electricidad, plomería, pintura, tablarroca. Instalaba contactos, luces, todo…”, dijeron algunos de sus familiares que se quedaron para la entrevista.
La esposa de Rafael, visiblemente contrariada, está siendo acompañada por sus hijos, quienes la tratan de consolar.
“Mi mamá está mal. Mi papá era el amor de su vida. Obviamente siente mucho su pérdida. Estamos tristes y preocupados por ella, pero son cosas que llevan su tiempo para poderlas superar, todos mis hermanos le estamos dando apoyo”, dijeron.
“Mi papá era una persona de bien, le pueden preguntar a quien quieran. Él era un hombre de bien que no se metía con nadie. Hacía trabajos de mantenimiento, mucha gente lo conocía. Se le había descompuesto su vehículo y se le hizo fácil ir a pie ahí con mi abuelita, que está en cama y padece diabetes. Le checaba los niveles de glucosa. Iba en camino cuando pasó todo esto”, relataron.
SE VIRALIZÓ
En las redes sociales aún circulan las imágenes de aquel fatídico Viernes Santo. La familia Montoya prefiere no revisar sus teléfonos móviles y encontrarse con las fotografías de Rafael que tanto fueron comentadas. Para ellos es una pena muy grande la manera cruel en que murió y solamente buscan borrar de sus memorias esos pensamientos.
No obstante, en Internet fueron muchas las personas que hicieron comentarios para desaprobar esta muerte.
A partir de entonces Rafael se convirtió en un símbolo de la barbarie que persiste en la ciudad, donde personas, amas de casa, empleados, estudiantes y gente de todas las esferas en la vida pública han sufrido el flagelo de la violencia.
Hubo personas que comentaron que ni las mismas caminatas religiosas sirvieron para detener el odio y las balas. Las detonaciones, de hecho, todavía se escucharon hasta el día siguiente en ese sector donde Rafita murió… y continúan suscitándose en diferentes partes de la localidad, a veces día tras día.
Código Rojo es uno de los perfiles en Facebook donde la comunidad de manera libre o anónima denuncia los actos de inseguridad que hay en Reynosa y lo hace más como una manera de protección comunitaria para procurar que la gente evite situaciones de riesgo.
Esa cuenta prácticamente está plagada de malas noticias que ocurren a diario, desde robo de vehículos, desapariciones de hombres, mujeres y tiroteos. Las autoridades federales o estatales también son señaladas por abuso de autoridad.
La población civil sale de su casa sin saber si volverá. Los usuarios describen que así de grave es el conflicto y no parece para cuando haber una tregua, al menos un mínimo acuerdo para garantizar que personas como Rafael lleguen con bien a su lugar de destino.
RAFAEL EN VIDA
Los hijos de la víctima afirman que tratar de asimilar la muerte de su padre es algo prácticamente imposible. Unos estudian, otros trabajan y mencionan que intentan tener la mente ocupada para salir un poco de la depresión.
“Nos hemos refugiado en Dios. Mi papá aunque no iba a la iglesia sí creía en Dios. Estaba muy joven, creo que le faltó por vivir más.
“Una de sus comidas preferidas era el guisado de picadillo de res con papa. No era mucho de ver deportes ni de escuchar música, simplemente se dedicaba a su trabajo”, comentó otro de los jóvenes.
Describieron que tampoco estaba familiarizado con la tecnología. No disponía de una cuenta de Facebook ni WhatsApp, pero dijeron tener muchas anécdotas de la infancia como cuando abrían los regalos de la Navidad que su papá les compró, como los carros, pelotas, muñecos y bicicletas.
A sus cinco hijos los enseñó a manejar y también los llevaba a pescar. Ellos lo recuerdan como un padre que también era un buen amigo.
“Todos estamos agüitados. También para mi abuelita está siendo algo muy duro”, agregaron los entrevistados, quienes aseguraron que habían escuchado historias como ésta, de violencia en la ciudad, pero ahora que les tocó a ellos padecerla pueden comprender el dolor que se experimenta en estos casos.
“Lamentablemente uno ya no puede salir tranquilamente a la calle”, dijeron.
Lo cierto es que los deudos no han recibido ninguna clase de apoyo gubernamental, nadie se acercó con ellos para brindarles ayuda. Los servicios funerales corrieron por su cuenta y aunque Reynosa perdió uno más de sus hijos, la muerte de Rafael quedó sin denuncia, como parte de las estadísticas de una ciudad que ya lleva muchos años asolada por el dolor, por la angustia, pero también por la atrocidad y el indomable odio.
La barda donde lo mataron fue resanada, pero ahí quedaron las huellas de aquel lamentable día. La gente de a pie pasa, se extraña y mueve su mano. Los vecinos sobre todo saben que ahí perdió la vida un ser humano, que enseguida se supo, era un hombre de bien.