
El Magisterio en el país y en cualquier lugar de Tamaulipas atraviesa por momentos difíciles y parece no llevar un rumbo definido. A comparación de otras décadas, los estándares de aprendizaje en los alumnos han disminuido notablemente, pero lo mismo sucede con los mentores, cada vez menos preparados.
Y es que la educación parece ser más un negocio, que una oportunidad para salir adelante. Quienes a ella se dedican no reúnen –en su gran mayoría– el perfil para ocupar el puesto, ya que muchas de las veces están ahí porque recibieron una plaza como herencia o la compraron.
Diseñado durante el sexenio foxista para abatir el mercadeo y la sesión de cargos de enseñanza, el Concurso Nacional de Asignación de Plazas a Docentes es realizado cada año por la Secretaría de Educación Pública (SEP); no obstante, lejos de convertirse en una plataforma de proyección para los trabajadores de la docencia, la prueba ha desnudado sus carencias.
En la última convocatoria se lanzaron 32 mil 536 ofertas de trabajo en 30 entidades de la República, lo cual significa un incremento del 29.4 por ciento con respecto al año anterior, de acuerdo a datos oficiales.
El 18 de julio pasado se presentó el grueso de los aspirantes a convertirse en maestros. El examen tuvo un costo para la federación de seis millones de pesos; sin embargo, 109 mil 99 profesores, que representan el 74.4 por ciento del total reprobaron, por lo que un 72 por ciento deberá asistir a cursos de regularización.
De 145 mil 983 catedráticos que acudieron al examen, sólo 36 mil 884 tendrán acceso a una plaza como maestros de preescolar, primaria o secundaria.
Según develó la propia Secretaría de Educación Pública, la mayoría de los académicos que no aprobaron el concurso acertaron menos de 24 preguntas, de un total de 80.
CIEGOS QUE GUIAN
A OTROS CIEGOS
Por Tamaulipas, tres mil 18 aspirantes se presentaron al examen, pero dos mil de estos sacaron pésimas calificaciones. A nivel global los profesores obtuvieron 53 puntos de 100 posibles, con lo cual se situaron en el lugar 24 a nivel nacional, un peldaño menos que el año pasado.
Solamente ocho estados del país registraron peor calificación: Guerrero, Quintana Roo, Veracruz, Campeche, Durango, Sinaloa, Chiapas y Tabasco, que alcanzó 46.2.
A pesar de que los maestros de Tamaulipas están entre los peor calificados, estos se encuentran ubicados en la región económica que mejor paga. La zona norte les da como emolumentos el 100 por ciento de su jornada, mientras que la centro el 60 por 42 horas de tiempo completo semanal.
Un profesor de la frontera con categoría “A” percibe quincenalmente un salario de entre 12 y 15 mil 500 pesos, mientras que uno “E”, puede alcanzar hasta los 28 mil cada 15 días, aunque a decir de una supervisora de zona a nivel secundaria –quien omitió su nombre–, los de nuevo ingreso deben empezar con sueldos miserables.
“¿Cómo exigen que los maestros den su mejor esfuerzo, si el SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) les está dando cinco horas semanales por las cuales obtienen un sueldito de 750 pesos mensuales.
“Ellos las agarran sólo porque tienen acceso a los servicios médicos del Issste (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) y derecho a vivienda, pero deben de irse a escuelas particulares a impartir clases porque no les alcanza”, refutó la entrevistada.
ESTAN A LA MODA, PERO
NO AL TANTO DE LA ESCUELA
Los planes de estudio han cambiado en los planteles educativos, como también las costumbres y los valores en los salones de clase.
Ahora son muchas aulas las que tienen aire acondicionado, cuando en la década de los setenta muy pocas contaban con ventiladores de techo.
La tecnología multimedia y audiovisual se cierne en los programas de la SEP, hasta el punto que a nivel secundaria se permite que los alumnos utilicen computadoras portátiles durante la clase.
Lo mismo sucede con teléfonos celulares, reproductores de mp3, videojuegos portátiles y cámaras digitales.
Pero no solamente se han modificado los recursos tecnológicos, sino también la exigencia y la disciplina con la que los maestros atendían a los estudiantes.
Ahora son menos las instituciones de enseñanza que cuidan la apariencia de los escolares –al colmo que éstas les venden la comida chatarra–, sin considerar el aseo personal, el uniforme y los cortes de cabello.
El vocabulario soez es otro punto en contra que impera actualmente en los colegios mexicanos y la falla no involucra nada más a los padres de familia, sino también a los maestros que lo permiten.
Para el ex académico Lorenzo Santa Anna Castro, jubilado desde hace 19 años, la educación no volverá a ser como antes ni tampoco los catedráticos, quienes acostumbraban “ponerse la camiseta” acudiendo a comunidades rurales a dar clases, durmiendo en el piso de los salones, padeciendo hambres y temperaturas extremas, separándose de sus familiares por largas temporadas y quedándose con los estudiantes hasta que aprendieran la lección.
“Yo no tenía casa, tenía que dormir sobre una mesa; hacía un frío que nada más se oía chillar el viento entre las rendijas de la puerta, pero estaba acostumbrado, eso no era un obstáculo para desempeñar mi profesión y era feliz”, relató.
El ex profesor de la secundaria federal número 2 “Mario González Aguirre” de Reynosa, afirmó que en décadas anteriores los aspirantes al puesto de profesor recibían una educación de tipo militar, pues tenían que levantarse antes de caer el sol, tomar sus estudios muy temprano, realizar oficios comunitarios, racionar los alimentos y tener un comportamiento ejemplar.
“Para entonces no existían escuelas Normales como hoy en día. Justo cuando yo terminé la primaria mi papá me trajo de Abasolo, Coahuila, a presentar un examen de admisión a la rural Lauro Aguirre de Tamatán, Tamaulipas. Logré quedarme y ahí termine mis estudios. Era un plan de seis años, no se requería educación superior para tener la carrera de maestro. Hoy se tiene que cursar la secundaria, la preparatoria y luego la Normal Básica”, dijo.
“A LA ANTIGÜITA”
Tras haber culminado su carrera, Santa Anna Castro laboró en zonas ejidales, donde la imagen y la manera de comportarse ante los alumnos era importante.
“Desde que te paras al frente eres objeto de observación, entonces tú como pedagogo debes de ir presentable, cuidar tu vocabulario, tu manera de vestir, tu puntualidad. Y eso lo hacían los viejos maestros.
“El llegar a tiempo, el cumplimiento de las tareas, el estar aseados, el cuidar los útiles y la buena manera de dirigirse eran características que solían tener los alumnos (dentro de la escuela). En ese entonces el lenguaje no estaba tan degradado como ahora. Ya no hay recato para hablar y lo peor del caso es que se ve con tanta naturalidad”, lamentó.
Este ex profesor describió que tuvo alumnos inquietos, a los que tuvo que tranquilizar de manera ortodoxa y hoy son gente de bien que le agradece que le “jalaran las riendas”.
“En la primaria sí hubo necesidad de dar unas dos o tres bofetadas para cortar el mal comportamiento de los muchachos, quienes a veces se desbocaban, como lo hace el padre ante un hijo cuando los muchachitos se revelan sin tener la razón.
“Una bofetada puesta en el momento oportuno es una solución, pero hoy los padres al no poder estar totalmente a cargo de sus hijos quieren compensar eso protegiéndolos de esta manera, dándoles una protección que no es positiva y ellos mismos están colaborando a que ese hijo no entienda y sea maleducado”, indicó.
Y es que precisamente parece que maestros como los de antes son de los que hoy faltan. Como carecen de preparación y seguridad ante sus alumnos muchas de las veces son rebasados y hasta intimidados por estos.
“Cada época tiene cosas positivas, hoy podemos destacar la tecnología aplicada a la educación. La educación es fundamental y sin ella no es posible que se logre formar esa conciencia dirigida hacia el desarrollo del país.
“Pero sí, mi recomendación para que sean mejores profesores es que si asumen esa responsabilidad y deciden ser maestros, tengan la sensibilidad de responsabilizarse y asumir esa tarea con entusiasmo, con dedicación y pensar que son parte importante del desarrollo de los alumnos”, sugirió Santa Anna Castro.
La SEP detalla que gran parte de los solicitantes al examen del Concurso Nacional de Plazas, son maestros que ya lo han presentado. La oportunidad para reivindicarse está ahí… 11 meses después.