
Apenas iniciaba el año 2010 y Fausto Reyes Rodríguez, albañil de profesión, ingresó de emergencia al Hospital General de Reynosa debido a una caída en su lugar de trabajo.
Desde el pasado 24 de enero Fausto ocupa la cama 809 donde le diagnosticaron una contusión cervical con inmovilidad de por vida.
El jefe de la obra en la que el albañil trabajaba, ubicada en la colonia Rancho Grande, apenas asistió una sola vez a la clínica, asegurando que se haría cargo de los gastos de hospitalización, sin embargo, nunca más volvió.
El caso fue canalizado al Sistema DIF Reynosa. Mientras tanto Fausto pasa los días deprimido y llorando porque, dice, tiene una sobrina que es directora de una casa hogar quien un día le prometió ir por él, pero no ha regresado.
Casos como el de Fausto son comunes en el Hospital General de Reynosa “Dr. José María Cantú Garza”, que se ha convertido en una especie de alberge para los indigentes de la localidad.
Cientos de personas llegan hasta la institución médica por su propio pie, trasladados por la Cruz Roja o por albergues como “El Clamor del Barrio” ubicado en la colonia Juárez, para permanecer días, meses o hasta que fallecen.
Hay quienes tienen familiares, sin embargo éstos no se hacen responsables ni de su cuidado, medicamentos o alimentación, por lo que se convierten en una responsabilidad para el personal de la clínica y un gasto no previsto para la institución.
En el año 2009 se atendieron a 245 indigentes quienes representaron un costo de 790 mil 569 pesos. En lo que va este año han otorgado atención médica a 104 indigentes con un monto de 545 mil 201 pesos. Aunque en cantidad las personas atendidas son menos de la mitad del año anterior, el monto que se ha invertido en ellos es un 75 por ciento superior a lo desembolsado en 2009.
Marisol Chávez, jefa de Trabajo Social del Hospital General de Reynosa, aseveró que está área no cuenta con un fondo económico especial para este tipo de casos, pues el sanatorio se mantiene de las cuotas de recuperación que pagan los demás pacientes.
Para Chávez, la solución sería que las asociaciones civiles y privadas, el sistema DIF y la sociedad en general se conjuntaran para pagar los gastos generados por estas personas o bien que el gobierno se designe una partida presupuestal para estos sucesos.
CASOS ESPECIALES
José Luis (o por lo menos así es como se dice llamar), ingresó al Hospital General en el mes de diciembre del año 2009, está en la cama 506 y se encuentra aislado por ser un caso poco común y “muy especial”.
Este hombre de edad avanzada tiene como diagnóstico pie diabético además de que toda la parte izquierda de su cuerpo está paralizada, de hecho sólo puede mover su mano derecha.
Para los responsables del nosocomio, José Luis “es todo un caso”, pues se introduce los dedos en el recto para defecar, cuando logra su cometido ensucia todo su cuerpo, la cama y hasta salpica las paredes, por lo que tienen que bañarlo continuamente.
Por si esto fuera poco, José Luis tiene que estar separado de la gente pues acostumbra masturbarse varias veces al día.
Otro paciente aislado es Marco Antonio Arévalo, un joven de apenas 29 años de edad quien ingresó el 21 de junio de 2009 y padece el virus de la inmunodeficiencia humana.
Marco Antonio fue enviado al hospital por los directivos del albergue “El Clamor del Barrio”, quienes lo abandonaron y ahora no quieren ocuparse de él.
Como este joven no cuenta con familiares, no hay quién se haga responsable de la alimentación especial que debe ingerir o la compra de sus medicamentos.
Otro caso es el de Armando Vallejo, un indigente que padece parálisis en sus extremidades. Fue internado en el hospital a inicios del mes de julio y aunque cuenta con 34 años de edad y es apto de sus facultades mentales, no tiene familiares y ningún alberge lo acepta. Por ello, el hospital se ha convertido en su hogar, donde recibe alimentos, atención médica y cariño por parte del personal de la institución.
LAS DEFUNCIONES
Indigentes como María Martínez Rodríguez, quien ingresó al centro médico en abril de este año, han permanecido internados hasta su defunción, lo que también crea un gasto para la institución médica.
Y es que a partir de la actual administración municipal, los cuerpos de los menesterosos fallecidos ya no son enviados a la fosa común, sino que el hospital tiene que pagar los gastos de su entierro, que incluye la adquisición del ataúd, servicios del cementerio y la excavación.
En el caso de los indigentes que logran ser dados de alta, se le apoya con la condonación de la cuenta de su hospitalización, medicamentos, alimentación y el hospedaje. Sin embargo, muchos no pueden abandonar el centro médico debido a que no son aceptados en ningún albergue o casa de asistencia pues no pueden valerse por sí mismos.
Para la jefa del área de Trabajo Social del Hospital General, lo más importante de su labor es ayudar, sin embargo, la institución médica está pasando por una etapa de crisis por la gran cantidad de indigentes internados y quienes no tienen a nadie que les ayude a solventar los gastos que generan.
“Aunque no cuenten con ningún familiar uno se siente con la obligación moral y civil de socorrerlos. A fin de cuentas son seres humanos y hay que ayudarlos”, puntualizó.
Para poder ayudar a estas personas, se pueden comunicar a las instalaciones del Hospital General de Reynosa en el teléfono 926-31-06 donde dejan su nombre, dirección y teléfono y los artículos que pueden facilitar a la institución para uso de estos pacientes.