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Hora Cero Tamaulipas

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Nunca habían festejado la Navidad

10 de diciembre de 2013 por José Manuel Meza

El agreste invierno se cierne entre la porosidad de las paredes y las uniones del techo de lámina que una muy pobre familia de Reynosa tiene como vivienda.
En un sólo cuarto duermen, comen y se refugian cinco personas del filoso viento de comienzos de diciembre, que raspa los cero grados Celsius en la frontera de Tamaulipas.
Las cobijas son insuficientes para calmar la frialdad y no queda otra opción que apilarse unos con otros para conseguir un poco de calor por las noches, sin el mayor destello que el de un foco, pues la luz se las pasa un vecino.
Aquí no hay lujos ni comodidades: a un paso de la cama se encuentra la mesa y a otro más la estufa y un vacío refrigerador. La humedad en los tabiques provoca los estornudos constantes y las sensaciones de molestia se profundizan.
Es la realidad con la que tienen que los subsistir un padre, ayudante de albañil, su mujer y sus tres hijos, habitantes de la colonia Jacinto López Tres, alejados de la industrializada reputación que tiene la ciudad y de la bonanza y prosperidad que, se supone, significa estar a un paso del país más poderoso del mundo.
Pero eso tal parece que no les sirve nada a los Iracheta Ramírez que, debido a su nivel de precariedad, bien podrían pertenecer a cualquiera de las comunidades más carentes de México.
Tan sólo acudir al baño representa para ellos dejar entrar una bocanada de aire helado al cuarto, después salir y bregar entre el lodo para encontrar la letrina, cubierta con hules y madera a un costado de la construcción.
Una bolsa con papas, huevos y duras tortillas, son el único alimento que Francisco pudo llevar para la casa a unas semanas de la Navidad, después de fletarse 12 horas en una obra, revolviendo cemento, cortando varillas y pegando ladrillos.
Es en la temporada de invierno cuando el trabajo disminuye para el menudo hombre, originario de Doctor Arroyo, Nuevo León, pues las condiciones adversas del clima lo dificultan todo.
Con 200 pesos en la bolsa, esta familia debe esperar con ahínco a que se compongan los días para obtener más dinero y conseguir de comer, porque no hay ninguna seguridad que alguien más les brinde ayuda.
De hecho, Ariana, que es originaria de Tuxpan, Veracruz, tampoco tiene familia cerca que la socorra. Se ayudan criando unos pollos que deambulan por el patio.
Por lo mismo en esta casa no hay opción de mandar a los niños a la escuela, pues eso también representa un gasto, mucho menos existe la posibilidad de comprarles un juguete.
Esta madre afirma, incluso, llevar meses intentando juntar los 500 pesos que le cobra un dermatólogo para atender a su hija Wendy, quien tiene la cara marcada por una enfermedad, porque le dijeron que el Seguro Popular no le da tal cobertura.

UNA LUZ EN MEDIO DE LA OSCURIDAD
Ante el inicio de la época navideña y la intensificación del frío su situación económica parece no tener remedio, mientras los otros hermanitos, Ruth y el pequeño José Miguel, igual no saben de regalos ni mucho menos han visto encendidas luces de colores alrededor de un pino dentro de su reducido hogar.
Mas no todas son malas noticias: alguien que ha mirado sus carencias se comunicó con el periódico Hora Cero, que en la recta final del año 2013 promueve la campaña “Una Navidad diferente”, la cual hará realidad el sueño de varias familias de escasos recursos que no poseen los medios para adornar su casa, darse obsequios y pasar una cena de Nochebuena juntos.
Beatriz Galván, habitante de la misma colonia, asegura que los Iracheta Ramírez se merecen el beneficio y es importante que la comunidad los arrope.
Este medio tomó su propuesta y acudió en busca de la necesitada familia, que se llenó de inmensa felicidad al enterarse que había sido elegida.
Un grupo de reporteros tocó a su puerta para adornar la vivienda con un pino, series de foquitos, escarcha y preparó su mesa a la espera de la cena de Navidad, que llegará el día 24 con todo y regalos.
Visiblemente emocionada Ariana dice sentirse muy dichosa, porque al menos se olvidará un momento de sus problemas para vivir una noche especial.
Contagiados de felicidad, sus niños participan adornando su pino, cantando y brincando de gusto sin importarles el frío. Nunca habían experimentado un momento semejante.
Y aunque batallar es lo que Francisco asegura que debe de hacer para sacar a sus hijos adelante, acepta que algunas ocasiones se siente impotente.
“Pues sí tenemos el sueño de darle una Navidad a nuestros hijos, pero no contamos con los recursos para regalos, porque días trabaja uno y días no.
“Ellos nada más piden, pero no saben que es imposible para nosotros comprárselos, es duro”, comenta.
Este padre de familia que ha levantado su casa con sus propias manos desde hace cuatro años no ha podido seguirle invirtiendo con láminas, madera y cemento, porque su estado laboral ha ido a menos. Para colmo, él, su esposa y sus hijos radican en un terreno irregular y no cuentan con todos los servicios.

SUEÑOS DE NIÑEZ
Pero parece que sus necesidades se les olvidan un poco y la sonrisa se les dibuja a los cinco por el hecho de que ahora pasarán una Nochebuena como nunca la han tenido. Si bien esto no soluciona sus males, al menos los mitiga.
“Estoy contenta, porque se siente bonito celebrarla. Me han dicho que la Navidad es comer, pinos y muchas cosas, yo siempre he querido tener un regalo”, afirma Wendy.
Por su lado, a José Miguel le brillan los ojos con la posibilidad de recibir obsequios. Las carcajadas nerviosas se contagian en estos tres hermanos, que ni siquiera saben lo que es andar en bicicleta.
A Ruth en tanto, le da pena hablar frente a la cámara, pero acepta, risueña, que se siente muy optimista y, aunque a decir de su papá los únicos juguetes de estos niños son unos carros sin llantas que deslizan sobre la tierra, tratan de ser felices con lo que tienen.
“Uno se conforma con lo que hay, no le alcanza para más”, agrega Ariana, quien ve con muy buenos ojos que su familia haya sido seleccionada para tener una Navidad diferente y agradece a quienes lo hacen posible.
Comenta no haber visto tan alegres a sus niños desde hace mucho, porque tienen la esperanza de que alguien entrará por su puerta con una bendición.
Al final las hambres sufridas, las ropas raídas y la recalcitrante rigidez del invierno no parecen tener tanta importancia, porque para ellos es ahora mayor la ilusión de vivir una fecha que esperan sea inolvidable.

La primera Navidad de los Ignacio Cruz

Por: Beatriz Flores

Con quince años de vivir en Reynosa, la familia Ignacio Cruz nunca había tenido los recursos económicos suficientes para comprar un pino de Navidad, decorar su casa con motivo de estas fechas y tener una cena tradicional. Todo eso está a punto de cambiar gracias a la campaña “Una Navidad Diferente” de Hora Cero.

Con gran ilusión Juanita Ignacio Cruz y sus cuatro hijos esperan la Navidad, que este año será diferente pues por primera vez en sus vidas tendrán en su casa un pino y decoración navideña.
En una calle sin pavimentar de la colonia Ampliación Villas del Roble, que las recientes lluvias han vuelto casi inaccesible, se encuentra la humilde vivienda marcada con el número 817.
La casa, pintada de un tono rosa pálido, luce cercada por tablas de diferentes tamaños, clavadas unas a otras y unidas con alambres.
Al tocar a la puerta nos recibe Juanita, una mujer de piel morena y cabello recogido quien viste un humilde atuendo que inmediatamente es opacado por su sonrisa y calidez.
En el interior del domicilio, que aún se encuentra en obra negra, nos encontramos con la algarabía de sus pequeñas: Ariana, de 7 años; Monserrat de 5 y la más tímida, Camila, de tan solo 2; José, el hijo mayor, observa la escena con una sonrisa.
Juanita es originaria de Chinampa de Gorostiza, una comunidad ubicada en la zona norte del
Estado de Veracruz colindante con el municipio de Naranjos.
Llegó a Reynosa hace quince años para atender a sus hermanos que habían emigrado a esta ciudad buscando mejores oportunidades de vida.
Tras haber llegado a Reynosa extrañaba su pueblo y amigos, pero sobre todo a su padre, quien al fallecer su mamá, contrajo matrimonio nuevamente.
“Muchas veces pensé en regresarme a mi rancho, me sentía muy triste y aquí era muy diferente, pero con el paso del tiempo uno se acostumbra y pues aquí sigo”, dijo.
Actualmente todos sus hermanos están casados y ya formaron sus propias familias, menos uno, que vive con Juanita y sus hijos y quien se ha convertido en el apoyo moral y económico del hogar.
“Mi hermano quiere mucho a mis hijos, cuando llega del trabajo abraza a las niñas y juega con ellas, tenemos una convivencia muy bonita”, expresó.
Amor es lo que sobra en esta humilde vivienda, pero no así los recursos económicos, por lo que además de su tío, el mayor de los hijos de Juanita tuvo que empezar a trabajar en una maquiladora, truncando sus estudios.
“Cuando tenemos algo de dinerito nos vamos por ahí a dar la vuelta y es muy bonito porque mis niñas se ponen muy contentas”, apuntó.
Juanita afirma que el camino no ha sido fácil, pues le toca ser padre y madre a la vez. Es por ello que trata de dar lo mejor de sí día con día para que no les falte nada a sus hijos, haciendo equipo con su primogénito, quien complementa su trabajo como obrero con la venta de raspas en el tianguis de la colonia Jarachina.
Sin embargo, no siempre son buenos tiempos y esto ha ocasionado que Juanita se vea en apuros para solventar la educación de sus hijas, ya que las escuelas son muy caras y todos los días hay diferentes gastos.
Su hermano se ha convertido en su gran apoyo, ya que además de ser el sustento económico, día con día le brinda motivación para sobrellevar la pesada carga de pobreza.
Las enfermedades no son ajenas a esta humilde familia y como siempre pasa, cuando el dinero falta la situación se complica aún más.
Recordó que hace dos años, al estar embarazada, se vio en la necesidad de ser intervenida quirúrgicamente por problemas en la vesícula, pero debido a su estado de gestación se convirtió en una situación de alto riesgo.
“Fue algo muy difícil, pero gracias a Dios como pudimos salimos adelante y tanto mi niña como yo hoy estamos muy bien”, relató.

SUEÑOS INFANTILES
Como todo niño, Ariana, Monserrat y Camila adoran los juguetes, sobre todos los que están de moda, aunque el único lugar donde puedan verlos sea la televisión.
“Hay veces que me piden cosas que yo no les puedo dar, ven las muñecas en la televisión y me dicen: ‘mamá, yo quiero una, cómpramela’, pero les explico que a mi no me alcanza el dinero; pero como quiera trato de que nada les falte y cuando se puede les compro una muñequita, no como las que quieren pero si muy bonita”, dijo Juanita.
Para la mayoría de las personas la celebración de la Navidad es una tradición, las casas se llenan de luz y color durante diciembre y la noche del 24, las familias degustan una exquisita cena.
Pero para esta familia las cosas han sido muy diferentes, en su casa nunca ha habido adornos multicolores, sus paredes no están decoradas por ornamentos navideños y la cena es servida después de muchos sacrificios.
Juanita recuerda que en ocasiones no hay regalos para sus hijos, pues la situación económica no se lo permitía.
Una de las pocas excepciones se dio el año pasado, cuando pudo comprar un juguete a cada una de sus hijas, además de que preparó un mole que fue el más exquisito manjar.
“Mis niñas quedaron felices porque cenaron y les pude dar un regalo y a mi hijo mayor que le di un dinerito para que se comprara lo que él quisiera”, mencionó.
Esta Navidad será especial, ya que Daniela Escamilla, maestra de una de las pequeñas de Juanita, propuso a esta familia para ser beneficiaria de la campaña realizada por Hora Cero para ofrecer “Una Navidad Diferente”.
Juanita reconoció sentirse muy sorprendida cuando le notificaron que había sido elegida, y aunque en un principio dudó si aceptar o no, decidió hacerlo al darse cuenta de la gran felicidad que les daría a sus niñas.
Lo que más la conmovió fue cuando una de sus hijas le dijo: “si mamita, yo si quiero, quiero mi regalo y mi pinito”.
El tan ansiado pino llegó y junto con él, la alegría de tres pequeñas que ansiosas esperan la Navidad.
Cuando el equipo de Hora Cero llegó a su casa, Camila, Monserrat y Ariana observaban atentas la caja larga, alta y delgada de cartón que contenía el pino y las bolsas donde venían los ornamentos.
Con gran asombro fueron sacando esferas multicolores, pequeños moños de color rojo, “pelo de ángel” de color plateado y las series de foquitos navideños.
Sin embargo, el momento más feliz fue cuando sacaron el árbol de su caja, mismo que colocaron junto a una de sus ventanas, donde se encontraba un palo y unos clavos del que pendía una cortina azul de encaje.
En familia, fueron colocando cada uno de los ornamentos en el pino y al terminar la labor, no dejaban de admirar su obra, mientras su madre las observaba con una discreta sonrisa.
Posteriormente vino la colocación de una bota, una esfera de velcro, un Santa Claus, cascabeles y otros foquitos más en la ventana de una casa que por primera vez en quince años contará con un decoración navideña.
“Nunca habíamos tenido un pinito, me siento muy feliz de ver la sonrisa de mis hijas y cómo se emocionan; a veces me preguntaban por qué los vecinos si tenían y nosotros no y yo trataba de explicarles que por falta de dinero no podía comprárselos, pero ahora ya lo tienen”, dijo la entrevistada.
Junto al verde y brillante árbol las tres niñas se abrazan, brincan y bailan, mientras su mamá y hermano las observan felices.
Después de todo esta familia tiene mucho por qué sonreír, pues ya no sufrirán al tratar de ahorrar unos pesos para tener una cena navideña, lo que hará que esta Nochebuena quede para siempre en sus memorias.

Kimberly y el arbolito que siempre soñó

Por: Paola Almaraz

Durante todo el año, Adrián y Laura Elena literalmente se quitan el pan de la boca para que su hija Kimberly, de seis años de edad, tenga algo para comer. Son tantos sus esfuerzos para salir adelante, que sus vecinos los nominaron para la campaña Una Navidad Diferente organizada por Hora Cero. Hoy, la pequeña al fin tendrá un árbol con esferas y luces.

Kimberly de seis años nunca había tenido un árbol de Navidad en su modesto y pequeño hogar.
Hasta la última calle de la colonia Puerta Sur, Hora Cero buscó el número 104 de la calle San Bruno; con el pino, esferas, guías y luces de colores que transformaron la casa de la familia Ortiz Nava.
Los tres jamás habían tenido un pino navideño y mucho menos decorado su vivienda para esperar la Nochebuena, ya que años atrás alquilaban un cuarto de madera con agujeros en el techo y paredes, donde soportaron lluvias e intensos fríos de la temporada invernal.

“Ahí rentábamos y pasábamos muchas limitaciones porque a veces nos tocaban cuartitos que parecían bodegueras, ni siquiera entraba un colchón y teníamos que dormir en el piso con nuestra bebita.

“No teníamos estufa, hacíamos de comer en la lumbre como ahorita los frijoles los cocinamos en la leña pero gracias a Dios ya no batallamos tanto porque tenemos un patrimonio y no nos mojamos. Antes vivíamos una situación complicada porque eran cuartos de lámina y se nos echaba a perder lo poco que teníamos”, relató Adrián Ortiz Mejorado, padre de Kimberly.

El es originario de Matamoros, y su esposa Laura Elena Nava nació en el municipio de Padilla; ambos llegaron a Reynosa para formar una familia, sin embargo, la vida ha sido difícil por no contar con estudio y buen trabajo.

Para obtener un ingreso extra los tres integrantes de la familia recolectan botes de aluminio, fierros viejos y cualquier otro artículo que pueda ser útil en su minúscula casa de interés social, que pagan mediante el empleo de Adrián en una maquiladora.

“Gracias a Dios me han dado la oportunidad de salir adelante trabajando desde hace tres años en la empresa, así logramos sacar la casa y tener un techo digno con ayuda de un subsidio del gobierno. Actualmente soy operador de línea a pesar de no contar con una letra me han permitido superarme”, señaló.

Por medio de su trabajo en la fábrica saca los gastos básicos para pagar los servicios, ya que obtiene 500 pesos de salario semanal porque le descuentan el crédito del Infonavit.

Adrián trabaja en la compañía tres días y el resto de la semana lo ocupa en salir con su familia a los sectores aledaños a recoger desechos que puedan vender.

“El refrigerador lo encontramos en la basura y lo mandamos arreglar, y aunque solamente tenemos trastes y un poco de comida, un taco no nos falta gracias a Dios. Cuando juntamos un costal de aluminio nos dan 90 pesos que guardamos para comprar tortillas o pollo”, refirió.

De la misma forma recolectan leña para cocinar frijoles y arroz, y si bien les va, un poco de pollo. Su esposa lava ropa ajena y ayuda a varias personas a hacer el aseo para recibir unos pesos.

“Gracias a Dios le buscamos la forma. Entre semana voy con mi cuñada a ayudarle a planchar para ganar algo de dinero, además mi hija y yo juntamos latas a medio camino. Desde chiquita mi niña se enseñó a juntar botes de aluminio y poco a poco hemos sobrevivido aunque sin estudio, por eso queremos que ella (Kimberly) estudie y se supere”, señaló la madre.

La mujer de 33 años explicó que los ingresos que obtiene los invierte en pagar los recibos de agua y luz, además de dejar para el transporte o algún antojo de la menor.

“A veces le tengo que decir la verdad: que no hay dinero, pero ve a los demás niños y ella también quiere dulces o papitas; sabe que cuando tenemos, hasta taquitos le compramos. Ha sido difícil pero no nos detenemos. Junto con mi hija nos apoyamos uno al otro como debe de ser”, comentó.

Tan complicado es el panorama que en algunas ocasiones Adrián y Laura se quedan sin comer con tal de que Kimberly pueda probar bocado. Su refrigerador se mantiene lleno pero de trastes en lugar de comida.

“Aunque nosotros nos quedemos sin comer, ella sí come, a veces hasta tortillas duras hemos probado. Gracias a Dios los vecinos le mandan un taco a mi pequeña”, refirió.

Los pocos muebles que tienen han sido donaciones de un amigo de la familia de nombre Humberto Ham, con quien están muy agradecidos ya que les ha regalado sofás, comedor y una estufa.

“Lo conocí en la colonia Jardines de Jarachina porque le hacía trabajos como pintar la casa o lavar el carro. A partir de ahí hicimos una buena amistad y él me platicaba que también sufrió mucho para superarse, por eso nos apoya siempre que puede. Nos ayuda con ropa y zapatos para la pequeña, y así hemos salido adelante, gracias al señor Ham, tenemos muebles en la casa”, detalló Adrián.

Como padres su objetivo primordial es salir adelante con su primogénita, aunque Kimbely no pudo ingresar a la primaria debido a que la institución educativa está saturada y llevarla a otra escuela implica gastar en transporte público, y no cuentan con los recursos.

Ambos son analfabetas y su sueño es que su hija pueda estudiar para desarrollarse profesionalmente, a fin de que no padezca las carencias de ellos.

“Queremos que mi nena aprenda a leer y que se pueda superar, que no quede como nosotros que no tenemos estudios. Andamos batallando con la escuela porque no ha habido oportunidad en la primaria de Puerta Sur y la primaria donde la hemos mandado se ubica en la colonia 20 pero es muy caro por el pasaje”, dijo el padre.

La mamá de Kimberly aseguró que su hija cuando sea grande quiere ser maestra o soldado, por eso desean que ella pueda ingresar al plantel educativo cercano para que no pierda los grados de escolaridad.

“Ve a los soldados y dice que son sus amigos. Les dice ‘adiós amigos’ y va a saludarlos, pero también desea ser maestra. Nosotros le aconsejamos que le ponga ganas a todo lo educativo para que sea una profesional”, expresó su madre.

Una Navidad diferente

El hogar de la familia Ortiz Nava en años pasados no estuvo adornada por un pinito navideño, ya que los recursos eran insuficientes, pero tenían como banquete dos kilos de pollo asado, un refresco grande y un kilo de tortillas.

“Lo más importante no es tener dinero sino contar con salud y vida para salir adelante cada día. Estamos conscientes de que hay mucha gente que esta más desamparada, pero a veces no se puede ayudar a todo mundo. Aunque para este año esperamos otro kilito de pollo (risas)”, dijo Adrián.

Su esposa mencionó que desea festejar la Navidad en el hogar con su familia, ya que el 24 de diciembre es el cumpleaños de su esposo y están ahorrando para hacer unos tamalitos a fin de celebrarlo.

“Este año queremos convivir en la casa con mi marido, Kimberly y mis cuñados. En el patio sacaremos unas sillas y aunque sea frijoles o ya veremos qué hacemos, lo que sea es bueno lo importante es que estemos unidos como siempre”, indicó Laura.

El jefe de familia dijo: “Mi mejor deseo para esta Navidad es que la gente de Reynosa tenga salud para poder salir adelante, que no se la pasen tristes porque no hay para carne, sólo pollo, frijoles y arroz. Mientras Dios nos de pies y brazos para salir adelante es suficiente”.

Pavo a orillas del río Bravo

Por: Abraham Pineda

La tragedia siempre ha rondado a esta familia. Más allá de la pobreza económica en la que se encuentran, dos abuelos han tenido que hacer un esfuerzo en la última etapa de sus vidas para cuidar a siete de sus nietos que se han quedado solos en el mundo por diferentes circunstancias. Sin embargo, por lo menos por esta Navidad, el panorama no será tan oscuro.

En algún punto de este municipio fronterizo, este 24 de diciembre, la familia Castañeda Ramírez comerá pavo a orillas del río Bravo sobre una mesa adornada con un mantel verde que en los bordes tiene estampados unos caramelos que contrarrestarán los agrios episodios que han tenido en sus vidas en este año.
Irónicamente ese vecino suyo que es el río embravecido, causó la muerte de dos de sus integrantes a mitad de este año y ha representado un caudal de tristeza, orfandad y una huella que navegará infinitamente en su memoria.
Avecindados en un conglomerado de casas tristes erigidas a base de madera, lámina o cualquier otro frágil material, han logrado subsistir a los embates de la extrema pauperización que reina en esa colonia que tiene como nombre “10 de Mayo”, uno de los tantos sectores de barro que tiene esta ciudad.
El panorama es flagelante, los carretones utilizados para recolectar basura permanecen estacionados afuera de los hogares, los niños desaliñados despreocupadamente juegan a que pase la vida y se lleve sus carencias, las mujeres traen entre brazos a recién nacidos que algún día habrán de caminar por esta, su vida.
La palabra esperanza es poco común en ese lugar, apenas y se conoce porque la realidad resulta apabullante para todos: niños y grandes por igual no son ajenos a lo que sucede en su entorno grisáceo y vulnerable.
A pesar de esto, la familia Castañeda Ramírez ha comenzado a vivir algo diferente, una Navidad poco común, extraordinaria para ellos porque no mienten, tanto el pavo como el pino decorado de la época solo lo han visto por televisión, ese artefacto que no tiene olores, ni sabores.

NIETOS COMO HIJOS
Esta familia es encabezada por Héctor y Gabriela, de 46 y 43 años de edad respectivamente, quienes están a cargo de siete menores de edad que son sus nietos, pero que por las circunstancias han adquirido la responsabilidad de cuidarlos como a sus propios hijos.
Al morir ahogada Claudia Iveth Ramírez Solís con su hijo Heber Saúl de apenas 12 años de edad, tres de sus vástagos quedaron a cargo de estos abuelos. Los niños de la mujer fallecida, Briseida, de 15 años de edad, Claudia, de 12, y Angel, de ocho, viven con ellos desde hace seis meses que sucedió el accidente.
Después del incidente la hermana de la occisa, Lizeth Gabriela Tamez Ramírez, comenzó a tener problemas y dejó a sus cuatro hijos Héctor, de siete años, Rubí, de cinco, Gilsael, de cuatro, y Ady, de apenas un año de edad, al cuidado de la pareja.
“Es complicado pero gracias a Dios comida no nos falta, nos falta lo que sea pero siempre hay que darles de comer. La mera verdad no sabemos cómo le hacemos porque sí nos las vemos bien difíciles”, comenta Gabriela, quien trabaja en la Clínica del Issste como subcontratada en el área de limpieza.
Son siete menores de edad que corren y brincan por la vivienda construida de madera y techo de lámina. El patio es grande y funge como comedor, como centro de juegos y una parte como corral de dos patos que han alimentado pero que algún día servirán en su mesa.
Héctor, quien es carretonero, dice que todos los días sale a trabajar con la presión de “arrimar” comida a la familia que de pronto se extendió pero que ha podido encaminar con base en su trabajo de recolectar desechos en la localidad.
A veces recibe ropa, otras ocasiones calzado, también juguetes por parte de sus empleadores, todo lo lleva al hogar marcado con el número 247 de la calle 16 de septiembre y es así como va saliendo adelante.
“(La presión) es de todos los días tengo que arrimar (comida) para mi familia, sino pos’ quién nos ayuda. Como quiera ahí estamos batallando pero ahí vamos saliendo”, señala el adusto hombre que la mayor parte de su vida se ha dedicado a trabajar en un carretón.
La alimentación de los siete menores asciende a los mil 500 semanales, lo cual contrasta con los sueldos de los abuelos, mientras Gabriela gana mil 200 pesos quincenales, Héctor a veces raya los 200 pesos diarios, pero a veces nada.
Han procurado mantener a sus nietos en la escuela, los cinco que están en edad de acudir lo hacen por la tarde. En cada momento les recuerdan que hay que estudiar para salir de la orilla de la vida en que viven, los niños solo escuchan y sonríen.
Los menores son sonrientes, activos y muy buenos conversadores, curiosos también como cualquiera de su edad. Las experiencias por las que han pasado han originado que hablen más de realidades que de fantasías.
“¿Te digo algo? sé que Santa Claus no existe”, susurra Claudia quien su madre murió ahogada junto con su hermano un año mayor que ella.
Entre ellos se describen, son traviesos, jocosos, a veces se pelean entre ellos pero todo eso termina en la noche porque en una cama duermen cuatro personas, en otra cinco, así que no hay espacio para los malentendidos.

‘UN PINO DE VERDAD, WOW!’
A veces resulta tan natural colocar un pino navideño en el hogar, decorarlo y tenerlo ahí a la vista de todos. En ocasiones el encanto de este símbolo decembrino termina con los días o en algunas horas, para estos niños no es así.
Gracias a la cooperación de los empleados de Hora Cero, los menores pudieron tener un pino propio, instalarlo en su casa y encenderlo para sentir la magia de eso que llamamos Navidad.
Emocionados abrieron los paquetes de esferas y diversos adornos, con sumo cuidado sacaron de la caja el pino artificial para comenzar a armarlo con apoyo de los trabajadores de esta empresa que lanzó su campaña “Una Navidad Diferente”.
En familia colocaron a las esferas los hilos para colgarlas en las ramas del árbol artificial, constatando que, a orillas del río, no solo nacen los mezquites sino también los pinos de navidad que dan felicidad.
Los más pequeños no daban crédito, en su corta existencia nunca habían visto algo similar, podría ser hasta que no recordaran la última vez que expresaron emociones decembrinas. Primos y hermanos, familia y empleados de Hora Cero convivieron durante un par de horas.
Cuando el pino quedó debidamente adornado y colocado en el lugar asignado por la familia, en el cuarto que ocupa la cocina y el comedor, las palabras de entusiasmo abundaron.
“Me siento bien porque cuando yo estaba chiquito no sabía que existía Navidad pero como ya estoy grande y tengo un pino me siento feliz”, dice Angel, el más expresivo de la septena.
El “nunca he tenido un pino” ya no existe para los niños, Angel sigue pronunciando palabras como de nubes.
“Siempre quise armar un pino, nomás veía las películas y me daban ganas de hacerlo. Ya lo arme y me sorprendí porque nunca jamás lo había armado, nunca había visto un pino así”, dice.
–¿Qué fue lo que más te gustó de armar el pino?, pregunta el reportero.
–Que colgamos las esferas porque cuando colgué la primera esfera sentí wow! y me impresioné porque nunca lo había tocado.
A uno se le ocurrió comenzar a elaborar la carta a Santa Claus, los demás lo siguieron, entre ellos Claudia que unos momentos atrás había asegurado la inexistencia de ese personaje pero que ahora ya contagiada de la emoción escribió: “Deseo que todos tengamos prosperidad y felicidad… también deseo una Tablet”.

CON EL IMPETU DE SEGUIR
Gabriela también está contenta por el milagro de la unión que alumbró su hogar en ese instante, asegura que nunca había sentido una emoción similar, ahora sus “nietos-hijos” cuentan con un pino el cual habrán de cuidar para colocarlo año con año.
Agradece los obsequios y las despensas que los empleados del Departamento Web de la empresa Hora Cero llevaron hasta su hogar, pero también el tiempo que compartieron con los niños.
“Siento algo muy bonito, nunca había sentido esto. Yo solo les quiero decir a la gente que cuiden a sus familias, que se unan no nada más en estas fechas sino siempre porque la familia es primero”, expresa con los ojos lagrimosos.
Su esposo, Héctor, también aprovecha la oportunidad para decir unas palabras, aunque más duras pero sinceras.
“Este tiempo lo agarra uno para festejar que ya viene un año más donde según va ver más prosperidad, uno quiere prosperar pero esta difícil pero ahí como quiera al pasito ahí vamos, con el mismo ímpetu de seguir adelante”, dice.
Sobre las ramas del pino ya están las cartas a Santa Claus, sin embargo, esa es la punta del iceberg de sorpresas que faltan para esta familia: este 24 de diciembre podrán comer pavo y los niños podrán tener algunos regalos.

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