Por Pedro Ortiz
Deslizarse sobre una tarima y bailar semidesnuda alrededor de un tubo pudiera parecer una tarea sencilla, sin embargo vencer el miedo para quitarse la ropa e incluso intimar con desconocidos, hace de bailarina exótica uno de los trabajos más difíciles de la actualidad.
Mía García González es una joven de 22 años de edad quien hace 18 meses decidió dedicarse a la vida nocturna a fin de ganar el dinero que, sabía, nunca iba a poder conseguir como obrera de maquiladora.
“Me dijeron que en este oficio ganaba más dinero, pero lo que no me dijeron es que llevarlo a cabo es difícil, imagínate quitarte la ropa en frente de todos y andar en ‘tanguita’ frente a los hombres como si nada”, expuso.
Sin embargo la joven supo vencer sus miedos y hoy es una de las mejores bailarinas del club nocturno donde trabaja, con ingresos de, al menos, mil 600 pesos por noche.
“Cuando está muy flojo y no hay clientes saco alrededor de cinco mil pesos a la semana, pero también hay ocasiones en las que me llevo hasta 15 mil pesos”, indicó.
Aunque la paga es buena, lo que Mía más disfruta es el baile pues, asegura, al momento de estar deslizándose sobre la pista olvida todos sus problemas.
“Me encanta bailar, cierro los ojos y es
como si me sintiera totalmente libre, siento que la adrenalina se apodera de mí, es algo sumamente gratificante y liberador”, expresó.
NO HA SIDO SENCILLO
La convivencia y buena relación con las demás chicas es algo que amortigua los malos ratos que pasa en el andar diario de la vida nocturna.
Aún así los inicios no fueron sencillos, empezando por la “audición” que tuvo que realizar para conseguir el empleo.
“El primer día que fui me pasaron a las oficinas, me dijeron que me parara y me quitara la ropa, que no me sintiera incómoda porque todos los días iba a hacer eso enfrente de los clientes”, recordó.
Una vez que se convenció de bailar desnuda, decidió ocultarle a su familia lo que estaba haciendo, sin embargo tras unos meses la verdad surgió.
“Mi familia se molestó cuando se enteraron, no me hablaban, me corrieron de la casa y después de un tiempo lo comenzaron a aceptar, ahora mi madre no trabaja, ya que yo la mantengo”, dijo.
Mía indicó que desde niña vio como su madre batalló mucho para sacarla adelante a sus seis hijos, lo que influyó mucho en su decisión de seguir la vida del baile erótico y la prostitución.
“Lo más difícil en mi trabajo es tener relaciones sexuales con un completo desconocido, el baile es lo de menos, el tener que estar en la cama con alguien de quien no se nada es muy incómodo”, reconoció.
Sin embargo aseguró que no siempre esta parte de su trabajo es desagradable, ya que hay quienes la tratan amablemente, se preocupan por saber cómo está y hasta muestra interés por su vida.
“Hay clientes frecuentes que ya conozco, me hablan bonito, me hacen caricias y después de un rato de buena charla hago lo que tengo que hacer para ganar dinero.
“Hay otros que sólo llegan, me ven, me invitan una copa y rápidamente quieren irse a un privado, eso es muy incómodo para cualquier mujer, independientemente a lo que te dediques”, señaló.
Mía aseguró que en su profesión no faltan quienes desean cumplir fantasías que algunas personas podrían considerar extrañas.
“En una ocasión un hombre me eligió junto con una amiga supuestamente para tener relaciones sexuales, pero estando en la habitación se bajó los pantalones y solo quería que le acariciáramos el trasero.
“Otra experiencia extraña fue cuando un tipo me pagó para estar con él en un privado, pero al estar a solas, únicamente quería que le chupara los dedos y las plantas de los pies”, indicó.
Contrario a los consejos de sus compañeras de más experiencia, Mía no pudo evitar enamorarse de uno de sus clientes.
“No se cómo pasó pero una vez me enamoré de un hombre prohibido, era casado y aún así nos dimos amor pero él no quiso abandonar a su familia y terminó conmigo.
“Al principio me decía que se iba a divorciar, tiempo después se arrepintió y decidió acabar con la relación, de cualquier manera no creo que hubiera funcionado”, reflexionó.
NO SIEMPRE VIVIRA DE NOCHE
La vida de Mía se volvió “normal” después de que su familia y amigos más cercanos se enteraron de su oficio, lo que representó un alivio para la joven pues al fin ya no tuvo que mentir sobre su doble vida.
“Mi vida ya es algo normal, ahora mis hermanos y madre me aceptan como soy, aunque en un futuro no descarto dedicarme a otra cosa pues me gustaría ser maestra de educación preescolar”, indicó.
De hecho, muchos de los ingresos que obtiene del baile erótico los está utilizando para costearse sus estudios de Licenciada en Pedagogía.
“Me gustaría ser maestra de preescolar y en un futuro olvidarme de esta vida, todo lo que empieza termina, no creo que toda mi vida me la pase así”, apuntó.
Aún así reconoce que siempre existe la posibilidad de que nunca deje esta vida, pues algunas de sus compañeras estudiaron medicina o ingeniería pero se quedaron en el centro nocturno donde obtienen mejores ingresos.
Durante su vida en la noche, ha visto desfilar por las puertas del table dance a decenas de políticos y empresarios a quienes se niega a identificar, alegando el secreto profesional.
Al mismo tiempo rechazó tener miedo de contagiarse de alguna enfermedad de transmisión sexual pues, aseguró, existen muchos controles.
“Nos checan cada semana y además para todo usamos condón, la protección es muy importante, en este medio no podemos hacer nada sin protección, aunque eso también depende de cada una de nosotras”, sentenció. v
Deslizarse sobre una tarima y bailar semidesnuda alrededor de un tubo pudiera parecer una tarea sencilla, sin embargo vencer el miedo para quitarse la ropa e incluso intimar con desconocidos, hace de bailarina exótica uno de los trabajos más difíciles de la actualidad.
Mía García González es una joven de 22 años de edad quien hace 18 meses decidió dedicarse a la vida nocturna a fin de ganar el dinero que, sabía, nunca iba a poder conseguir como obrera de maquiladora.
“Me dijeron que en este oficio ganaba más dinero, pero lo que no me dijeron es que llevarlo a cabo es difícil, imagínate quitarte la ropa en frente de todos y andar en ‘tanguita’ frente a los hombres como si nada”, expuso.
Sin embargo la joven supo vencer sus miedos y hoy es una de las mejores bailarinas del club nocturno donde trabaja, con ingresos de, al menos, mil 600 pesos por noche.
“Cuando está muy flojo y no hay clientes saco alrededor de cinco mil pesos a la semana, pero también hay ocasiones en las que me llevo hasta 15 mil pesos”, indicó.
Aunque la paga es buena, lo que Mía más disfruta es el baile pues, asegura, al momento de estar deslizándose sobre la pista olvida todos sus problemas.
“Me encanta bailar, cierro los ojos y es
como si me sintiera totalmente libre, siento que la adrenalina se apodera de mí, es algo sumamente gratificante y liberador”, expresó.
NO HA SIDO SENCILLO
La convivencia y buena relación con las demás chicas es algo que amortigua los malos ratos que pasa en el andar diario de la vida nocturna.
Aún así los inicios no fueron sencillos, empezando por la “audición” que tuvo que realizar para conseguir el empleo.
“El primer día que fui me pasaron a las oficinas, me dijeron que me parara y me quitara la ropa, que no me sintiera incómoda porque todos los días iba a hacer eso enfrente de los clientes”, recordó.
Una vez que se convenció de bailar desnuda, decidió ocultarle a su familia lo que estaba haciendo, sin embargo tras unos meses la verdad surgió.
“Mi familia se molestó cuando se enteraron, no me hablaban, me corrieron de la casa y después de un tiempo lo comenzaron a aceptar, ahora mi madre no trabaja, ya que yo la mantengo”, dijo.
Mía indicó que desde niña vio como su madre batalló mucho para sacarla adelante a sus seis hijos, lo que influyó mucho en su decisión de seguir la vida del baile erótico y la prostitución.
“Lo más difícil en mi trabajo es tener relaciones sexuales con un completo desconocido, el baile es lo de menos, el tener que estar en la cama con alguien de quien no se nada es muy incómodo”, reconoció.
Sin embargo aseguró que no siempre esta parte de su trabajo es desagradable, ya que hay quienes la tratan amablemente, se preocupan por saber cómo está y hasta muestra interés por su vida.
“Hay clientes frecuentes que ya conozco, me hablan bonito, me hacen caricias y después de un rato de buena charla hago lo que tengo que hacer para ganar dinero.
“Hay otros que sólo llegan, me ven, me invitan una copa y rápidamente quieren irse a un privado, eso es muy incómodo para cualquier mujer, independientemente a lo que te dediques”, señaló.
Mía aseguró que en su profesión no faltan quienes desean cumplir fantasías que algunas personas podrían considerar extrañas.
“En una ocasión un hombre me eligió junto con una amiga supuestamente para tener relaciones sexuales, pero estando en la habitación se bajó los pantalones y solo quería que le acariciáramos el trasero.
“Otra experiencia extraña fue cuando un tipo me pagó para estar con él en un privado, pero al estar a solas, únicamente quería que le chupara los dedos y las plantas de los pies”, indicó.
Contrario a los consejos de sus compañeras de más experiencia, Mía no pudo evitar enamorarse de uno de sus clientes.
“No se cómo pasó pero una vez me enamoré de un hombre prohibido, era casado y aún así nos dimos amor pero él no quiso abandonar a su familia y terminó conmigo.
“Al principio me decía que se iba a divorciar, tiempo después se arrepintió y decidió acabar con la relación, de cualquier manera no creo que hubiera funcionado”, reflexionó.
NO SIEMPRE VIVIRA DE NOCHE
La vida de Mía se volvió “normal” después de que su familia y amigos más cercanos se enteraron de su oficio, lo que representó un alivio para la joven pues al fin ya no tuvo que mentir sobre su doble vida.
“Mi vida ya es algo normal, ahora mis hermanos y madre me aceptan como soy, aunque en un futuro no descarto dedicarme a otra cosa pues me gustaría ser maestra de educación preescolar”, indicó.
De hecho, muchos de los ingresos que obtiene del baile erótico los está utilizando para costearse sus estudios de Licenciada en Pedagogía.
“Me gustaría ser maestra de preescolar y en un futuro olvidarme de esta vida, todo lo que empieza termina, no creo que toda mi vida me la pase así”, apuntó.
Aún así reconoce que siempre existe la posibilidad de que nunca deje esta vida, pues algunas de sus compañeras estudiaron medicina o ingeniería pero se quedaron en el centro nocturno donde obtienen mejores ingresos.
Durante su vida en la noche, ha visto desfilar por las puertas del table dance a decenas de políticos y empresarios a quienes se niega a identificar, alegando el secreto profesional.
Al mismo tiempo rechazó tener miedo de contagiarse de alguna enfermedad de transmisión sexual pues, aseguró, existen muchos controles.
“Nos checan cada semana y además para todo usamos condón, la protección es muy importante, en este medio no podemos hacer nada sin protección, aunque eso también depende de cada una de nosotras”, sentenció.