Son madres, esposas, hermanas, hijas, familiares, unidas por el dolor de no saber dónde está su ser querido. Impulsadas por el deseo de encontrarlo buscan sin descanso, rastreando pistas que las llevan a fosas clandestinas en los lugares más apartados y peligrosos de Tamaulipas. Ellas ya no temen a nada, el mismo dolor les quitó el miedo ¿qué puede ser peor que el calvario que viven?
“Nosotras somos mamás de dolor, mamás que luchamos, hermanas que pelean. Trabajamos con el dolor y ese dolor nos hacer fuertes, nos impulsa a ir a brechas. Sí buscamos acompañamiento (de las autoridades) porque daba temor ir, pero yo ahorita ya no tengo miedo a nada. Agarramos la varilla sin lástima y ahí estás pique y pique entre lodo, matorrales…Ya no hay miedo, somos mamás que buscamos a nuestros hijos”, dice la señora Beatriz Adriana Rodríguez, quien desde hace tres años se convirtió en una “rastreadora” o “madre sabueso”, cuando inició la búsqueda de su hijo Juan Alejandro Rocha, de 21 años, quien se sumó a la estadística de personas desaparecidas en esta ciudad.
Desde entonces, repartir volantes, colgar lonas en los puentes y aprender a dar seguimiento a una denuncia de búsqueda de personas ha sido algo constante, de todos los días. No está sola en esta misión, ella es parte del colectivo “Siempre Unidas por una misma causa”, formado por mujeres que, como ella, luchan por encontrar a su ser querido, como esté y donde esté, pero que regrese a casa, esa es la consigna.
Edith González es una de las fundadoras del colectivo. Ella busca a su hermano Azael Treviño García, que desapareció el 18 de marzo del 2019 en la colonia Puerta Sur, estos datos los repite casi mecánicamente como quien ha tenido muchas veces que decir las mismas palabras.
Las dos mujeres viven en carne propia el Vía Crucis que implica hacer una denuncia de desaparición, y ambas coinciden que de ahí surge la necesidad de unir fuerzas entre los familiares de las víctimas para conseguir un avance en la investigación y un buen asesoramiento a las familias que no saben qué hacer al enfrentarse a esta difícil situación.
“No existe una línea de investigación como debería de haber. Pones tu denuncia, les das pruebas en bandeja de plata y las autoridades no le dan seguimiento. De ahí la necesidad de crear un colectivo para, mediante la unión, presionar a las autoridades”, explica Edith González.
En ese sentir han reunido a 30 personas que actualmente se encuentran buscando a un ser querido.
“El colectivo somos madres, padres, hijos, esposos, hermanos, buscando a nuestro familiar. En el camino se han salido personas que se deprimen al ver que no hay respuesta de las autoridades, pero nosotros como colectivo tratamos de mantenernos firmes, no perder la esperanza, y seguir ayudando a la gente, porque muchas veces no te apoya ni siquiera tu familia”, dice la activista.
El grupo ofrece un acompañamiento y asesoría a quienes buscan a sus seres queridos elaborando oficios y dándoles información valiosa que en la mayoría de los casos es omitida por las autoridades.
“Nosotros asesoramos porque prácticamente la fiscalía no lo hace. No te dicen que si tú eres la persona que pone la denuncia, tú tienes acceso a la carpeta y deben darte una copia de tu denuncia. No te leen tu boletín de búsqueda, muchas veces sólo te dicen “firme aquí” y tú obviamente en la desesperación, lo firmas. No te leen tus derechos y es una obligación leerte todo lo que están presentando, ya no lo hacen porque para las autoridades tu familiar es un número más que llega día a día”, expresa González.
EN VIDA Y EN MUERTE
Ante la ineficacia de las autoridades, las mujeres al igual que otros grupos de madres en el país tomaron la iniciativa de salir a buscar por sí mismas lo que llaman la “búsqueda en vida,” que se refiere a escudriñar por las calles de la ciudad, los centros de rehabilitación y los Centros de Readaptación Social en busca de sus seres queridos.
Entre las actividades de la “búsqueda en vida”, llevan comida a las personas en situación de calle y al hacer esto toman fotos y recolectan datos para después subirlos a las redes sociales por si acaso algún familiar lo puede ubicar. El esfuerzo no ha sido en vano, cuentan con dos casos de éxito. Uno de los encontrados tenía 15 años desaparecido y poco después de que el colectivo lo subió a las redes sociales volvió con su familia. El segundo caso es de una persona en Monterrey que también fue localizado en situación de calle.
“Muchas veces los dejan en tal mal estado que van y los abandonan en las ciudades y andan por las calles. Muchos de ellos son desaparecidos, pero están desorientados, no pueden llamar o regresar a su casa. La gente ya por costumbre los ignora y pasa de largo”, comenta Edith González, la representante de las rastreadoras.
La búsqueda en vida también las lleva a pegar boletines de pesquisa en diversos puntos de la ciudad y de otros lugares del estado como Victoria, Padilla, Jiménez, Guémez y San Fernando. Debido a la inseguridad que se vive en estos lugares en cada ciudad piden un acompañamiento para búsqueda de campo.
La desesperación ha llevado a estas mujeres cada vez más lejos a brechas y baldíos, lugares donde se les ha informado que podría estar su familiar o donde simplemente tienen la “corazonada” de que podrían encontrar algo. Esta es la última opción, la búsqueda en muerte, que se refiere a salir a pesquisar fosas clandestinas.
Así lo cuenta Nancy Salinas, madre de Erica Janeth Cantú Salinas, quien fue sustraída de su domicilio el 12 de noviembre de 2017. A pesar de haber pagado el rescate que se le exigió por su hija, no la devolvieron a su familia. Luego de un año de recibir llamadas de intimidación puso la denuncia por el secuestro de su hija, y al no ver avances en la investigación y no tener más que perder, ha salido a buscarla personalmente.
“Vamos a campo, con palas con herramientas y una varilla. Nosotras ya sabemos, hundimos la varilla y sabemos si hay algo. Aprendimos en redes sociales viendo a otras compañeras, como lo hacen y los mismos de ahí nos dicen más o menos como huele y es lo que hacemos”, relata.
La localización de fosas clandestinas se ha convertido en una de las prioridades del colectivo, ya que las búsquedas en vida han sido suspendidas desde el inicio de la pandemia.
Aun así esta actividad no se hace frecuentemente, requiere de un proceso legal para iniciarla y otro proceso cuando se llega a localizar restos humanos.
“El año pasado en octubre, hicimos una búsqueda donde encontramos tres osamentas y este año a mediados de febrero acudimos nuevamente a búsqueda en campo, localización de fosas y encontramos tres osamentas”, recordó Edith González.
La hermana rastreadora relató el proceso que hacen al pesquisar las posibles fosas clandestinas.
“El trabajo en campo que se hace es primero inspeccionar el área, nosotros no sabíamos, pero fuimos aprendiendo con otros colectivos. Si hay un hundimiento en la superficie, quiere decir que cavaron y la tierra se asentó. Tenemos una varilla en forma de T que sumergimos y si la varilla se va es muy probable que allí haya algo; aunado a eso el cuerpo expide olores, gases y todo eso se guarda debajo de la tierra, se mete la varilla y huele… la verdad sale un olor muy desagradable, es el olor a putrefacción, es un olor que se te queda. Cuando vamos a la búsqueda las autoridades llevan su unidad canina y lo que hace es que el perro va y huele y nos indica que hay algo y eso es lo que hacemos, nos las pasamos localizando fosas clandestinas, para que alguien que pasó por lo mismo que nosotras recupere a su familiar”.
Luego de la búsqueda en muerte viene el proceso de identificación de osamentas que también lleva su tiempo y tiene sus bemoles. Una de las quejas constantes del colectivo es que los familiares de los desaparecidos no reciben la información completa al momento de poner su denuncia, por ejemplo, la necesidad de “cerrar el círculo del ADN”, algo que aprendieron sobre la marcha. Esto quiere decir que se deben llevar muestras de más de un familiar (de preferencia papá o hijo varón) para que puedan cotejarlo con los cuerpos que llegaran a ser encontrados.
“Si no lo tienes el ADN completo, el cuerpo puede estar allí años y la denuncia puede estar acá. No hay una coordinación porque desde el principio no te dan esa información”, dijo con tono de enfado González.
Además de la falta de información, los familiares de las víctimas se enfrentan a la falta de empatía de las autoridades encargadas de la investigación, no sólo no les dan a conocer sus derechos, muchas veces les aconsejan ya no buscar a su familiar.
“No hay empatía, no les importa”, coinciden las tres entrevistadas casi al unísono.
“Te cohiben, te victimizan más, tú vas con el dolor como víctima y ellos te dicen cosas que no quieres oír. Muchas veces te dicen “ya no lo busque señora”, dice la representante del colectivo.
“Cuando vas al segundo o tercer día te preguntan “¿cuál película era la de usted?”, como en un tono de burla, se lamentó Beatriz.
UN ALTO COSTO
Las rastreadoras pagan un precio alto por seguir con su búsqueda.
La vida cambia cuando se tiene una ausencia en el hogar. El precio lo pagan en el estigma social de que cada persona que desaparece andaba en malos pasos. “Yo misma creía eso”, confiesa Beatriz Adriana; ahora ella misma siente el juicio de quienes piensan lo mismo de su caso.
Después de una desaparición quedan emocionalmente fracturadas, “vives porque tienes más familiares, pero ya no es lo mismo porque falta alguien, que no sabes si está vivo, si come, duerme, si tiene frío… imagínese una persona que no sabemos cómo está o en qué situación se encuentra. Cambia por completo la vida”, comenta Nancy Salinas.
Y ni hablar del costo económico, pues cada una de las búsquedas es impulsada con recursos propios, para ello el colectivo realiza rifas y actividades para financiar boletines a color, insumos para pegarlos, lonas a color de los desaparecidos y la comida que se reparte en las calles.
Ni siquiera los viáticos en búsquedas de campo son pagados por las autoridades, ellas mismas se encargan de llevar comida para toda la cuadrilla de búsqueda, pues el departamento de víctimas les ha dejado claro que no cuenta con presupuesto económico.
“A nosotros como víctimas nos comentaron que no hay dinero para buscar a personas desaparecidas en Reynosa”, afirmó Edith González.
Y agregó: “queremos hacer un llamado a las autoridades de más arriba, a la fiscalía de Victoria (del Estado), si es necesario al presidente Andrés Manuel López Obrador que voltee a ver a Reynosa, porque realmente no hay apoyo para buscar desaparecidos. Nosotros tenemos que impulsar las búsquedas con nuestros propios recursos, hemos tocado puertas de las autoridades y no tenemos respuesta”.
Con la misma convicción de seguir en su búsqueda, las rastreadoras invitan a quienes tengan un familiar que no sepan su paradero para unirse a su causa.
“Queremos invitar a toda la gente que se encuentra en la misma situación a unirse, que no se queden callados. Sabemos que esto es un infierno, ya vives por vivir, todo cambia porque ya no eres la misma persona, no disfrutas la vida y te la pasas buscando a tu hijo, queriéndolo ver en alguien de la calle o en una publicación. Queremos unirnos para alzar la voz y poder encontrar a nuestros desaparecidos”, enfatizó Edith González.
Las “madres rastreadoras” aseguran que un apoyo que pueden recibir es en herramienta para seguir con su búsqueda pues sólo cuentan con cuatro varillas, una pala, un machete y un pico para más de una veintena de personas que quiere buscar restos en
fosas clandestinas.
Otra de las maneras es apoyar en las “búsquedas en vida” para llevar alimento a las personas en situación de calle”, pues todos los gastos de esta actividad corren por su cuenta.
Y subrayan: “no buscamos culpables. Buscamos a nuestros hijos, sea como sea y estén como estén”.
Para mayor información sobre este colectivo puedes acudir a la página de Facebook “Siempre Unidas por una misma causa”.