
Es originario de Guadalajara, Jalisco, pero en Reynosa, Tamaulipas, echó raíces. Javier Michel pertenece a una talentosa familia de clase musical que ha recorrido gran parte de la República Mexicana y Estados Unidos.
La historia suya va de la mano de su padre, un importante jazzista que trabajó con destacados artistas, quien se presentó en los mejores escenarios y deleitó por igual a los grandes y pequeños públicos.
“Él tenía mucho éxito, fue un músico muy famoso. Hacía fila la gente para entrar a escucharlo. Mi papá fue el precursor del jazz en México, el primero en fusionarlo con lo latino, con el chachachá y otros ritmos, logrando que se oyera muy moderno”, manifiesta Javier Michel Jr.
En una amena charla, con anécdotas que se extendieron por más de dos horas, este baterista recuerda la vida itinerante que su familia tuvo con la carrera musical de su progenitor.
“Mi padre era Covarrubias, pero todos lo conocían como Michel, su segundo apellido. Era un bajista, pianista, arreglista y director de orquesta. Se encontraba trabajando en Mazatlán, Sinaloa, cuando lo invitaron a venir por segunda ocasión a Tamaulipas, lo escucharon de un restaurante bar llamado “El Arturo’s” en Nuevo Progreso.
“Eran Arturo Arredondo y su esposa, quienes habían ido de vacaciones al Pacífico, oyeron a mi papá y supieron del éxito que tenía, con un gran cartel no dudando en
ofrecerle trabajar para ellos y él aceptó.
“Después unos hermanos del mejor establecimiento en los años setenta que era el “Treviño’s Bar” lo contrataron en Reynosa. Ahí fue donde yo empecé a tocar la batería, él me enseñó, tenía 12 años, era 1971”, recordó.
ALGUNOS DE SUS AMIGOS
Javier Michel padre dejó grandes amistades en el mundo del espectáculo y su hijo las recuerda como algo muy grato.
“Era compadre de Marco Antonio Muñiz, padrino de un hijo de él. La madrina de mi hermano era Amparo Montes. Carmen Salinas era comadre de él. Mi papá era padrino de un hijo de ella.
“A toda esa gente nosotros desde chiquitos los veíamos ahí en la casa normalmente, porque ese es el ambiente de la farándula. Siempre había grandes comidas y cenas”, relató.
Y es que con la familia Covarrubias podía escucharse la música a todas horas y era un concurrido punto de reunión.
“A mi mamá también le encantaba el
jazz de corazón, oía las grandes orquestas y por parte de mi papá escuchábamos a los
jazzistas más importantes del mundo.
“A mis hermanos, aunque no se dedican a la música, se les desarrolló el oído. Ellos no tocan pero son conocedores. Y yo por cuestiones de la vista estudié los primeros tres años en la primaria y después ya me iban a dar clases particulares a la casa”, explicó.
Pero fue en Reynosa cuando a Javier Michel Jr. le compraron su primera batería, la cual admirablemente aprendió de oído sin haberla tocado.
“Era lo que a mi me gustaba y mi papá quería ver si tenía aptitudes o no. Tal fue su sorpresa que al siguiente día me llevó a tocar al Treviño’s, porque yo ya me sabía la música por los discos que escuchaba en la casa.
“Agarré la batería, le empecé a dar junto con las canciones y mi papá se maravilló porque es difícil cuando nunca has agarrado un instrumento tocarlo y más siguiendo un disco. Y es que desde chiquito escuchaba cómo sonaba la batería en las canciones, en los platillos, la tarola y las diferentes partes que me los aprendí”, manifestó.
ALGUNAS ANÉCDOTAS
Este músico recuerda a su padre como una persona muy estricta y eso fue fundamental en su formación profesional, lo cual le agradeció infinitamente antes de morir.
“A mí me introdujo en ese ambiente, transmitiéndome mucha seguridad. Me llevó a tocar con sus amigos, que eran grandes músicos y se me quitó el miedo. Ya trabajando con mi papá lo demás se me hacía perita en dulce”, agregó.
En Reynosa este baterista se relacionó con grandes figuras artísticas, como el maestro Pepe Ramos, ya que esta ciudad en la frontera era uno de los centros musicales más importantes del país y confluían muchos músicos.
“A él lo conocí en el Trevino’s tocando la trompeta en un súper mariachi que le competía al Vargas de Tecatitlán. Pepe quería estudiar el trombón, para que se pareciera el sonido al del Vargas y mi papá le daba clases.
“Nos fuimos de Reynosa en el 74 por cuestiones de salud de mi mamá, pero a mi nunca se me olvidó la gente que conocí aquí, como Pepe Ramos, como Óscar Zamarrón, que es un musicazazaso (Sic), originario de Matamoros.
“Él es pianista y arreglista y para que se den una idea de la calidad de músico que es, tocó en la mayoría de las ediciones del Festival OTI, donde se hizo famosa Yuri y varios artistas, él los acompañó con grandes orquestas. Seguido nos encontrábamos en varias partes de la República”, ilustró el músico.
INICIOS DE JAVIER MICHEL PADRE
El heredero de la dinastía Michel en su tercera generación comentó que su padre aprendió música con su abuelo, quien le enseñó a tocar la trompeta y el violín, así como a leer y escribir música.
“Fue el primer maestro que tuvo y después mi papá se empezó a juntar con los expertos porque le interesaba aprender. Les ayudaba cargando instrumentos”, agregó.
Javier Michel se introdujo al jazz con un grupo de músicos de color que llegó en barco a Puerto Vallarta, Jalisco. En ese entonces el joven de 18 años de edad estaba con un mariachi para poder sostenerse.
“Mi papá los conoció porque él tocaba en la terraza de ese hotel. Se contactó con ellos y a él le llamó la atención el contrabajo, que es el bajo acústico y le enseñaron.
“Le echó tantas ganas que en las noches uno de ellos le prestaba el instrumento para que practicara y mi papá le enseñó el tololoche, porque el diapasón es un poco diferente. Aprendió tan bien el bajo que lo contrataron grupos mexicanos para ir al festival de jazz de Acapulco, Guerrero”, destacó.
Por aquel entonces había crítica musical de revistas y periódicos y grupos del Sindicato. Les daban una calificación a los músicos que venían de Canadá, de Estados Unidos, de Francia e Italia. Su padre, de hecho, fue el primer músico mexicano en tener un bajo acústico de cinco cuerdas.
“Pues mi papá los primeros cinco años que fue al festival de Acapulco fue nombrado el mejor bajista del festival y superó a los extranjeros. Después el que tocaba el piano en ese grupo de negritos le empezó a enseñar armonía”, subrayó.
Asimismo puntualizó que a su padre le enseñaron mucha técnica y a escribir otro tipo de arreglos. Se esforzó en el piano que después de esos cinco años que logró el primer lugar de bajista fue como pianista a mediados de los años cincuenta.
“Y él preparó en el bajo a un chavo que se llamaba Leo Carrillo y cuando fue el grupo de mi papá como líder en el piano lo nombraron como el mejor pianista en el primer año y a Leo lo nombraron el mejor bajista en los dos años. Les platico todo eso para que sepan de donde vengo musicalmente”, relató Michel Jr.
MARCÓ HUELLA
Javier Michel, fallecido en el año 2005, era un músico muy famoso que competía con los iconos artísticos del momento.
Entre otros escenarios trabajó en el teatro Esperanza Iris antes de que fuera El Blanquita, donde alternó con Viruta y Capulina.
“Mi papá en ese entonces era líder de un grupo que tocaba jazz y además hacían chistes y andaban vestidos de ingleses con su casaca roja y peluca blanca. Eran artistas completos.
“Y con ese grupo alternaron con los mejores de aquel entonces. Los Xochimilcas, con sarape y vestidos de indios mexicanos”, mencionó.
Cuando su progenitor llegó al teatro “Blanquita” ya había trabajado en Reynosa en “El Montecarlo”, bajando la aduana en la década de los años cuarenta.
“Ese Montecarlo era tan grande que tenía tres barras, una en la orilla y otra en medio y tenía dos stage y en cada una tocaba una orquesta diferente.
“Ahí mi papá alternó con Glenn Miller, con Benny Goodman, puras orquestas de aquel entonces e hizo el grupo llamado Los Bazucas con el que triunfó en la Ciudad de México”, refirió.
Ese conjunto tuvo tanto éxito que sus integrantes llegaron a ser estelares. A los grupos que no eran famosos los presentaban primero y así fue subiendo de nivel, hasta el horario principal.
“El dueño en aquel entonces los cambió a la mejor hora porque hacían mucho reír y bailar a la gente. Y aparte era un grupazo de jazz serio, pero luego empezaron las envidias. Viruta y Capulina se juntaron con Clavillazo, Los Xochimilcas y Mandolín Shilinsky para ir a hablar con el dueño, que si no quitaban a mi papá de ese horario estelar se iban a salir.
“El grupo de mi papá estuvo por 10 meses ahí y se fue porque ya la presión era muy grande de parte de los otros artistas. Eso ocurrió a principios de los años cincuenta”, rememoró con nostalgía.
EL TEMBLOR Y MUDANZA AL NORTE
Otra de las anécdotas de esta familia de artistas es cuando se presentó el sismo de 1957. Javier Michel padre ya se había ganado un prestigio en la Ciudad de México y decidió cambiarse a un lugar más tranquilo.
“Fue el mismo año que se cayó el monumento al Ángel de la Independencia. A mí papá esa vez el temblor lo agarró en un décimo piso y prefirió mudarse a Monterrey.
“Había un señor Velarde de los más millonarios y era dueño de un lugar y ahí era donde tocaba mi papá. Iba el dueño del Tecnológico de Monterrey, Garza Sada; el dueño del Hospital Muguerza. Iba el dueño de la Carta Blanca, y esos eran los amigos de mi papá.
“Hizo una orquesta en Monterrey y tuvo tanto éxito que la gente hacía fila para entrar y esperar la mesa, en el año de 1958. Como mi papá era un músico muy reconocido estaba un buen tiempo en un lugar, pero no faltaba quien llegara y le ofreciera trabajo en otro”, expresó el entrevistado.
Pero el cartel de Michel también se extendió a Estados Unidos, tocando en ciudades como Chicago y Los Ángeles.
Para finales de los años cincuenta había mucho intercambio de músicos entre México, Estados Unidos y Canadá, tan es así que Nat King Cole, de la comunidad afroamericana grabó boleros en español.
“Igual tocaba con afroamericanos, tocaba el jazz mexicano, latino, con grandes orquestas. En 1978 tocábamos en Guadalajara en un lugar que se llama Copenhague. Los dueños de ahí eran representantes de artistas. Yo tenía 19 años de edad y a él lo contrataron para hacerle unos arreglos a la cantante Lola Beltrán.
“Los arreglos tenían que ser con el mariachi Vargas y la Orquesta Sinfónica de Jalisco. Entonces disponía sólo de tres meses para hacerlos. Se la pasaba sentado sin el piano sin instrumento escribiendo la partitura de cada instrumento de la sinfónica y de los mariachis. Le salió tan padre la onda que la señora lloraba abrazada de mi papá de la emoción.
“Y eso no cualquiera lo hace. Se necesita tener mucho talento. Hay muchos músicos que vienen de conservatorio muy famosos que no tienen esa preparación que mi papá tenía, esos conocimientos. No cualquiera se sienta sin el instrumento a escribir la partitura y ver en qué tono va, pero es que mi papá tenía un oído absoluto”, destacó.
NÓMADAS DE LA MÚSICA
Después de su etapa en Nuevo León, Javier Michel se fue con toda su familia a trabajar a un lugar llamado La Copa de Leche de Guadalajara, que era del mismo dueño del Copenhague. Luego inauguraron La Copa de Leche para Mazatlán y se fue a aclientarlo.
“Y tuvo tanto éxito que estuvo como seis años ahí y con mucho turismo extranjero. Hay unos recortes de periódico donde se ve la marquesina, afuera, de noche y dice: ‘Esta noche Javier Michel y su jazz latino’ y abajo se ve la gente haciendo fila para entrar.
“Después se fue para El Arturo’s en Nuevo Progreso. Ahí estuvo como un año y medio, hasta que lo oyeron los dueños de El Treviño’s, se lo trajeron para acá y estuvimos de 1970 al 1974, para después irnos a Morelia, Michoacán”, puntualizó Michel Jr”.
Después se mudaron a Guadalajara, a Morelia nuevamente, a Irapuato, Guanajuato, a Tampico, Tamaulipas y a Guaymas, Sonora.
“Viviendo en León a mi papá le dio un infarto en el 91. Yo vivía en Reynosa, mi esposa es de aquí. Yo ya estaba consolidado en la música, era Michel Jr., me decían Michelín (risas) y me lo traje a vivir conmigo”, añadió.
Cabe decir que hasta poco, antes de fallecer en el año 2005, el gran maestro estuvo activo tocando en el restaurante
“Tupinamba” en Reynosa.
A LAS GRANDES LIGAS
Fue trabajando en Estados Unidos cuando Michel Jr. comenzó a participar en los festivales nacionales de jazz de Houston, San Antonio y Corpus Christi, donde inició como suplente y después terminó haciéndose de premios.
“Alternaba con los músicos que venían de Nueva York, de Chicago, Los Ángeles y Washington que eran muy famosos en Estados Unidos. Fue ahí donde me empecé a rozar verdaderamente con instrumentistas de élite. Yo soñaba con tocar con ellos cuando estaba chavo. Eso fue en el 91.
“Al tercer año que fui a los festivales de jazz ya los músicos me saludaban por mi apellido. Y en 1993 estábamos escuchando al grupo que tocó antes que nosotros, un trío de San Antonio, cuando de repente me pusieron la mano en el hombro y me dijeron, queremos hablar contigo y era la mesa directiva. Me entregaron un reconocimiento diciendo que era el mejor baterista del festival, el más versátil que había ido”, agradeció.
Cabe decir que Michel Jr. ha alternado con el trompetista cubano Arturo Sandoval, considerado como uno de los mejores del mundo y los pianistas Isaac Hayes y Francesco Crosara.
“Me tocó acompañar también a uno de mis ídolos de chavo, que nunca me imaginé, es un guitarrista llamado Al Di Meola en el año 2005”, evocó.
Además de que a los 17 años de edad estaba considerado entre los mejores 10 bateristas del momento.
“De chavo entre los 17 y 23 años tuve dos maestros de percusiones brasileñas. Uno de ellos, muy famoso porque era entrenador del Tampico–Madero y luego lo pasaron a la ciudad de Morelia en 1982.
“Nos iba a escuchar a nosotros donde tocábamos jazz y él me enseñó muchísimos ritmos brasileños y cómo tocar las percusiones como se hace en Brasil. Me enseñó toda la técnica brasileña, los ritmos, cómo darle sabor.
“Y tuve otro maestro en Guadalajara en 1977 que tocaba con Brujos y Brujas la batería. Alternábamos juntos en el mismo cabaret y gracias a ellos dos cuando toco me convierto en brasileño”, afirmó sonriente.
PROYECTOS
Michel Jr. hace referencia a otro músico invidente originario de Reynosa que ha triunfado en el extranjero, quien tomó clases con el gran maestro Chick Corea, catalogado como un científico de la música.
“Pues este chavo que es de Tamaulipas a los 12 años ya tocaba obras de él. Nos hicimos muy amigos, nos conocimos en el otro lado. Toca padrísimo el jazz, es uno de los mejores pianistas con los que he tocado, se llama Jerry Sánchez.
“Acaba de llegar de Houston, estuvo allá como 15 años. Él ha grabado pianos en su estudio para Emilio Estefan. Vamos a hacer una grabación a mediados de junio en Harlingen. Él lo hará en el teclado, porque en McAllen no hay quien toque así. Ya hemos trabajado juntos en cuatro o cinco ocasiones.
“Él tiene el concepto de todos los instrumentos. Con el teclado puede hacerlo sonar como si fuera un bajista. Y son sonidos reales grabados en microchip. Entonces, él va a hacer el bajo, la guitarra, metales, trombones, trompetas, saxofones, y yo voy a hacer las percusiones, la batería y otros efectos”, pormenorizó.
Otro de los planes de trabajo de Michel Jr. es preparar un festival de jazz en Reynosa.
“Mi inquietud es hacer un evento con los grupos con los que tengo contacto. Les platiqué mi idea y están puestísimos en venir. De hecho solamente están cobrando algo simbólico y los viáticos.
“Creo que el Parque Cultural Reynosa sería ideal para ese evento. En el teatro grande le caben mil 200 personas, lo cual es más que suficiente para un festival. Si hay gente interesada yo me pongo de acuerdo para la fecha con los músicos y entonces nos organizamos”, adelantó.
Para dar una idea, menciona este baterista, uno de los pianistas que vendrían a Reynosa permanece ocho meses en Europa y el resto en México.
“De hecho es uno de los organizadores del Eurojazz en México, con puros grupos europeos. Daniel Wong anduvo tocando con Lucero 10 años. Para que vean que la gente que escuchan son jazzistas.
“Emanuel trae uno de los mejores grupos de jazz, todos son jazzistas. Mijares, trae un grupazo también. Luis Miguel ha pagado de su bolsa hasta 500 mil dólares para que toquen los mejores de Estados Unidos y de Inglaterra con él. Alejandro Fernández tiene a los mejores pianistas de jazz que hay hoy en día a nivel internacional”, dijo este artista con 45 años de trayectoria. “Yo estoy feliz de mi carrera y todavía sigo activo. Yo practico por lo menos cinco horas diarias y todos los estilos de jazz, desde el más tradicional al más vanguardista”, ejemplificó este baterista, que agradece a su esposa, Elvira Fonseca, a su hija Alejandra Covarruvias y Carlos Fonseca, su cuñado, sus ángeles en el camino quien lo ayudan a trasladarse debido a su discapacidad visual.
Así Javier Michel Jr., quien como persona se destaca más que como talentoso músico, es un artista mexicano de élite que radica en Reynosa y proviene de una estirpe musical con una gran historia.