Las noches son amargas y eternos los minutos para Salvador Meza Bracamontes, quien se revuelve sobre su cama y eleva una plegaria al cielo porque ceda el dolor que lo asedia a cada instante.
Este hombre de robusta imagen no logra retener el sueño ante el retrato de su hijo Sergio, muerto el pasado 16 de febrero por elementos del Ejército Mexicano.
Y es que hace apenas unos días don Salvador disfrutaba de la alegre resonancia de sus palabras, sin imaginar que serían las últimas señales de vida esbozadas por este obrero de 28 años.
Según relató, el viernes por la noche, unas horas antes de la tragedia, Sergio se dirigió a él para pedirle perdón reiteradamente, pues durante el día habían entablado una reyerta verbal.
Tal acción fue quizás el vaticinio de su fallecimiento.
Más tarde, José Antonio Barbosa (cuñado del joven asesinado), invitó a Sergio a tomarse un trago; entre las muchas charlas la mañana repuntó y con ella el deseo de ambos por conseguir más cerveza.
Así, poco antes de las 6:00 horas los jóvenes abordaron un auto Dodge Sebring –con placas de circulación 884 GGS de Texas–, y se incorporaron de sur a norte al libramiento Echeverría, en busca de un estanquillo.
Metros adelante, frente a un edificio del DIF, un convoy de soldados le marcó el alto a los jóvenes pero ellos le sacaron la vuelta, y los militares iniciaron la persecución.
Repentinamente una lluvia de detonaciones impactó el auto, que terminó impactado contra un poste.
“¡Me dieron! ¡me dieron!”, gritó Sergio, quien al mirar a su pariente herido al volante entró en pánico. Pronto, sus signos vitales comenzaron a debilitarse.
Los efectivos federales los alcanzaron y notaron que se desangraban, más no hubo en ellos intención de socorrerlos. De inmediato se marcharon.
Con el hombro herido, José Antonio logró conducir hasta la casa de su cuñado –localizada sobre la lateral del canal Anzaldúas, en la colonia Ferrocarril Poniente–, pero antes de arribar Sergio ya había perdido la vida.
Los balazos calibre 7.62 (de armas de uso exclusivo del ejército), lesionaron severamente sus órganos vitales.
A decir de los vecinos del lugar, ese instante resultó terrible para la familia del joven, que no asimilaba lo que sus ojos veían. Aunque los paramédicos de la Cruz Roja no demoraron en presentarse, todo esfuerzo por reanimarlo resultó vano.
José Antonio fue ingresado de urgencia al Hospital Santander, donde se le declaró fuera de peligro.
MALESTAR COLECTIVO
Durante las primeras horas de ese sábado, los habitantes del sector donde Sergio residía mostraron su repudio a esta acción cometida por las fuerzas armadas.
La cobertura mediática permitió que los habitantes de otras colonias se enteraran de la tragedia y se unieran al dolor de la familia Meza Varela.
Tan grande fue la molestia de la sociedad que, por la tarde, cientos de personas trasladaron el ataúd con los restos del joven hasta el palacio municipal, donde irrumpieron para exigir el cese del operativo Noreste.
Los empleados del recinto gubernamental escucharon la protesta, más nada pudieron hacer para mitigar la rabia de la enardecida gente. Explicaron que la presencia militar en la franja fronteriza es competencia del gobierno federal.
Tras la protesta, el cuerpo de Sergio fue llevado por familiares y amigos al panteón Valle de la Paz para ser inhumado; sin embargo, los reproches no pararon.
Desde el día del incidente, una guardia civil ha permanecido frente al Ayuntamiento con la réplica de un féretro y mantas con leyendas alusivas al controvertido modus operandi del Ejército Mexicano en su línea de combate a la delincuencia organizada.
En una de las mantas se le cuestiona al alcalde, Oscar Luebbert Gutiérrez, cuántos muertos son necesarios para que intervenga ante el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa.
Este desafortunado acontecimiento se registró cuando están por cumplirse tres años de la matanza del puente Broncos, en la que cuatro estudiantes fueron asesinados deliberadamente por agentes federales.
Aunque elementos militares acudieron ante el Ministerio Público local para comparecer sobre lo sucedido el pasado 16 de febrero, hasta el momento no han sido giradas órdenes de aprehensión.
La averiguación previa fue matriculada con el número 141/2008, a disposición del fiscal investigador José Elías Sánchez, pero ante la complejidad el caso fue turnado a juzgados federales.
‘NO MAS MALTRATO’
Según comentó a Hora Cero Salvador Meza, padre de Sergio, no tiene problema alguno en que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), y la Procuraduría General de la República (PGR), realicen su trabajo en esta región.
Lo que para él resulta inadmisible es que los habitantes de Reynosa sean intimidados y vejados por los efectivos federales.
“Que cumplan con sus tareas, pero como debe ser. Ellos (los soldados) cumplen órdenes, pero no son mandados a que maten gente inocente”, dijo.
Entrevistado en la vulcanizadora donde solía pasar el tiempo con su hijo, Salvador explicó que jamás tuvo desencuentro alguno con la ley.
Comentó que para aminorar las heridas emocionales que le causó la muerte de su vástago ha buscado refugio espiritual:
“Sólo Dios me da las fortalezas y los hermanos de la iglesia me dan palabras de aliento, de ánimo, me dicen que debo salir adelante porque la vida sigue.
“Perder un hijo no es fácil. Es una situación realmente dolorosa que a nadie se le desea. Esta prueba está pesada, pero la Biblia dice que hay que darle gracias a Dios en todo tiempo. Lo que yo deseo es que no pasen más desgracias en otros muchachos”, manifestó.
Luego de calibrar varios neumáticos para intentar contener las lágrimas, este hombre de sencillo aspecto dijo que no alcanzó a despedirse de Sergio pero le llevará presente todo el tiempo.
“Qué más quisiera que los hijos lo enterraran a uno y no uno enterrar a los hijos. Mi muchacho era mi brazo derecho aquí en la llantera y atendía el negocio. Para nosotros esta pérdida es muy lamentable”, comentó visiblemente apesadumbrado.
Cuando se le preguntó si desea que sean castigados los asesinos de su hijo, el padre de familia sugirió que las autoridades cumplan con sus obligaciones como es conveniente. Lo demás, añadió, se lo deja a la justicia divina.
“La ley terrenal tiene que hacer su trabajo, aunque ya no vamos a poder resucitarlo. Esa gente debe pedirle perdón a Dios pues no hay de otra. Sería bueno que se arrepientan de sus pecados porque existe un Dios que los va a llamar a cuentas”, afirmó Salvador.
Por último, este hombre se dijo agradecido por las múltiples muestras de cariño que ha recibido de la comunidad.
“Ha sido mucho el apoyo que hemos tenido desde la muerte de mi muchacho. Aquí nació, aquí lo vimos crecer y aquí lo vimos morir”, concluyó Salvador para luego continuar con su labor e intentar burlar por momentos la pena de esta tragedia.
TRAS LA TORMENTA… OTRA TORMENTA
Cuando parecía que todo volvería a la calma, un nuevo incidente consternó a la sociedad:
Dos diseñadores gráficos del periódico La Prensa de Reynosa murieron calcinados cuando la unidad en que viajaban fue impactada por un vehículo que huía de la Policía Federal Preventiva (PFP).
Aunque este acontecimiento fue fortuito, en menos de una semana ya son tres las víctimas que ha arrojado el operativo Noreste.
Martín Mendo y Eleazar Vaquera salieron de su trabajo la madrugada del sábado 23 de febrero y abordaron un Chrysler Dynasty rumbo a su casa, pero al llegar al crucero de la calle Río Mante con Rosalinda Guerrero, la tragedia los sorprendió.
Una camioneta Chevrolet Cheyenne 2006, con placas de circulación WD-57-666 que era perseguida por agentes federales los impactó y lanzó contra un poste de luz, que se desplomó sobre el coche de los diseñadores con una descarga de 13 mil voltios, provocando que se incendiara casi al instante. Nada se pudo hacer para salvarlos.
En el lugar de los hechos fue detenido el copiloto de la camioneta. Su conductor logró darse a la fuga.
Los restos carbonizados de los hoy occisos fueron rescatados por empleados del Servicio Médico Forense (Semefo), quienes tuvieron una complicada labor.
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Arraigan a policías por asesinato
Javier Miranda Limón, Raúl Raciel González y José Gilberto Gil Simón fueron consignados por homicidio calificado y abuso de autoridad en contra un civil en el Puerto de Veracruz.
Durante el operativo Veracruz Seguro, los agentes de la Policía Federal Preventiva (PFP), asesinaron el pasado 21 de febrero a Florentino Gómez Morales, cuando se negó a detenerse en un retén de la colonia Ortiz Rubio.
Un juez del Juzgado Tercero de Distrito giró las órdenes de aprehensión de los servidores públicos, quienes fueron trasladados al penal Ignacio Allende del mismo municipio.
De acuerdo a las averiguaciones de la PGR la víctima viajaba a bordo de un vehículo Honda color rojo, y tras evadir a los agentes fue perseguido hasta que estos le dispararon a quemarropa.
Este caso guarda ciertas similitudes con el de Sergio Meza, el joven muerto en Reynosa el pasado 16 de febrero por elementos militares, la única diferencia es que los responsables de éste último no han sido consignados.
De manera extraoficial trasciende que la PGR ya evalúa esa posibilidad, de acuerdo a las circunstancias como sucedieron los hechos.