
En la emergencia sanitaria por el Covid-19 existen muchas clases de héroes. Están los que portan batas, mantienen las ciudades funcionando y quienes cuidan de la seguridad de las personas. A todos ellos hay que agregarle una categoría muy especial de heroínas: las mamás, quienes durante esta cuarentena han tenido que multiplicarse y convertirse en maestras y enfermeras. Aquí presentamos las conmovedoras historias de otro grupo de jefas de familia.
Enseñar a alumnos e hijos
Por Priscila Guadarrama
Soy Priscila, tengo 33 años y soy mamá de dos hijos: un niño se llama Christopher, de 9 años y una niña que se llama Mía, de 8 años; yo soy maestra de preescolar.
De repente un fin de semana nos cambió la vida a todos, resultó que había una pandemia y por tal motivo todos nos fuimos a cuarentena, al principio fue relajante pues soy maestra de tiempo completo y es muy pesado.
Mi día empieza desde 5:45 am y a veces termina hasta 12:00 o 1:00 am cuando termino todas las labores en casa.
Como maestra de un grupo de tercer grado de preescolar me preocupa que mis alumnos se estancaran, pues están por llegar a la primaria, así que envié cuadernillos de actividades para que realizaran en casa como repaso… al fin que la cuarentena terminaría pronto, o al menos eso pensábamos.
Como mamá me puse a trabajar con mis hijos a diario con las actividades que enviaban las maestras, realmente los videos de actividades los veía yo primero y luego les explicaba a mis hijos lo que debían hacer, ya que como son dos niños y no tengo internet en casa debo hacerlo desde el celular o bien trasladarnos a casa de mis padres para usarlo.
Al principio todos los días hacíamos las actividades y las enviamos, pero al irse extendiendo la cuarentena y al tener diferentes actividades durante el día, como por ejemplo, apoyar a mi mamá con la compra de medicamentos y despensa para mi abuela, las deje por un lado e hicimos reportes semanales.
A mis hijos se les volteó el horario como por ahí dicen, vivían de noche y dormían más durante el día, y como mamá también lo hago, aunque en ocasiones con mucho esfuerzo me levanto temprano para hacer de almorzar a mi pareja ya que a él no le dieron cuarentena en su trabajo.
Se que estamos en tiempos difíciles pues a algunos familiares les han suspendido del trabajo temporalmente o les han reducido el sueldo, por lo que algunos tíos ya no pudieron visitar y apoyar a la abuela, de quien, entre todos, se hacen cargo de ella, pues tiene principios de Alzheimer, y también de la tía Mary, quien padece una discapacidad cognitiva.
En plena contingencia llegaron los cumpleaños familiares del mes de marzo de las principales cabezas de la familia, que son la abuela y mi madre, y para no dejar sola a la abuela la visitamos y organizamos una pequeña comida, pero ella ya se había hecho sus propios horarios y al ser tan devota a su religión no se pierde las misas televisadas, y nos corría cuando empezaban.
Emprendedora y mamá
Por Mayra Benavides
Desde que empezó la cuarentena cambió un poco mi vida y la de mis hijos -Valeria, de cuatro años y David de 1 año y 6 meses-, pues estaban muy acostumbrados a salir a visitar a sus abuelitos y Valeria empezaba a desarrollar más su actividad escolar y a socializar, ahora con este cambio solo hemos estado en casa.
Mi esposo trabaja desde siempre con todas las medidas de higiene, pero Vale se pregunta por qué su papá sale mientras que ella no y le comento que su trabajo es muy importante y no debe dejar de ir porque las personas necesitan de su servicio.
Yo empecé mi negocio de jabones artesanales este año y al principio bajó mucho la venta, pero hace algunas semanas inicié de nuevo a recibir pedidos, lo cual me emocionó mucho.
Bendito Dios, todo ha salido todo bien y estamos bien de salud que es lo más importante.
En cuestión de escuela les comento que Valeria es muy aplicada y no tengo ningún problema en darle sus clases en el momento, lo que ha propiciado que estemos más unidas y hasta mi bebé colorea con nosotras y aunque el aún no sabe lo que está pasado solo disfruta de seguir aprendiendo día a día.
En verdad no cambió mucho nuestra forma de vivir, solo las salidas a pasear si las extrañamos pero es algo que no es importante.
Las compras las hacemos entre mi esposo y yo, al llegar dejamos los zapatos afuera y desinfectamos con alcohol la mochila y bolsas que tienen que entrar a la casa.
Mis hijos están acostumbrado a darnos un beso al llegar, pero ahora eso ya no es posible, pues tenemos que desinfectarnos antes de besarnos o abrazarnos. Espero que pronto tengan la cura para tener una vida normal y sin temor de enfermar.
Mi vida ‘asocial’
Por Aleyda Hernández
Seguramente han leído en algún ‘meme’: “Te das cuenta de lo asocial que eres hasta que hay una pandemia y tu vida realmente no cambia”, pues es mi caso, ya que antes de la actual contingencia era feliz enclaustrada…Y eso no ha cambiado, por el contrario.
Jamás había estado tan agradecida con la vida por seguir soltera y haber sido madre a los veinticuatro años.
Mi rutina de lunes a viernes era levantarme alrededor de las 05:30 de la mañana y como a las 20:00 horas, llegar a charlar un poco con mi hija mientras adelantábamos el almuerzo y lonche del siguiente día.
En varias ocasiones, mis fines de semana consistían en ir a trabajar para procurar minimizar el rezago en el área que me asignaron y, cuando podía, quedarme totalmente encerrada descansando.
Por eso fue que, en muchas ocasiones, ¡oré tanto por un descanso!, no para irme de vacaciones, tampoco para salir de fiesta, solo para quedarme en casa tomando un “breack”.
La situación actual me ha servido para descansar un poco y aprender más del área en la que me desempeño, soy Abogada Fiscalista y ahora incursiono como servidor público en el rubro laboral, y aunque nos asignaron guardias una vez a la semana, procuro ir más días para cumplir con mi meta personal de atender en mayor medida de lo posible el rezago.
Así que, lejos de modificar mi estilo de vida, esta pandemia solo me ha brindado un respiro, creo que solo extraño ir al cine, comprar cervezas y que mi hija esté conmigo, pues por seguridad se queda con mis padres, y por salud los visito una o dos veces a la semana o me quedo con ellos los fines, aunque hablamos a diario por alguna aplicación o vía telefónica.
Vida social básicamente no tengo por gusto, pues tras la ausencia de casi diez años de esta ciudad, la mayoría de mis amigos viven en otras partes y los pocos que tengo aquí ya cuentan con otros compromisos que complican sus agendas para la convivencia.
Lo único que me queda claro con esto es que, con la reanudación de actividades en los tribunales federales y locales, habilitaré mi firma electrónica, pues aunque me rehusaba a la tecnología, me doy cuenta que es muy necesaria, ya que de haber hecho las demandas de esta forma, no estarían aplazando las etapas procesales, prolongado así la conclusión de los juicios y por ende el de ingresos para los que también litigamos.
Mamá de tres
Por Raquel Vargas
La cuarentena ha hecho que las cosas sean un poco más difíciles, pues hay que organizar los tiempos, conectarte con la tecnología y además, llenarnos de paciencia con los niños, en mi caso con mis hijos de 16, 14 y 5 años de edad.
A veces ellos se inquietan con la mamá debido a la confianza que existe, pero esto nos deja muchas enseñanzas como, por ejemplo, entender más a los maestros, aprender a planear nuestra agenda y a meterte más profundo con las tareas y trabajos de los hijos.
Por supuesto que el trabajo de la casa y de la oficina no se detienen, por lo que además de todo lo anterior, también hay que lidiar con esto.
Sin embargo, ha sido muy bonito ver como van avanzando los hijos y también en lo que han fallado, para poner atención en esos puntos.
Por ejemplo, mi hijo, el de secundaria, tiene pésima letra, pero estamos trabajando en ello para mejorarla; con mi hija de prepa no batallo para nada y mi niña la de kínder es muy tranquila, pero está aprendiendo a leer.
Yo no soy educadora, pero las clases en línea me han servido mucho y ahora puedo ayudarle más a ella.
Maestra, periodista y mamá
Por Beatriz Flores
Mucho me han preguntado que cómo le hago para hacer tantas cosas, pero creo que es solo cuestión de organizarse y con esta contingencia me di cuenta de que, amo mi rutina tal cual es.
Soy catedrática universitaria en la carrera de Ciencias de la Comunicación por las mañanas y al terminar continúo con mi actividad como periodista, además, soy mamá de tres hijos, unos cuates de 4 años y una nena de 6, y por supuesto, ama de casa.
Mi hogar nunca está tranquilo ni en silencio, pues con cinco personas viviendo en ella, además de tres gatos y un perro somos multitud.
La pandemia nos sorprendió unos meses antes de que concluyera el ciclo escolar en el que mi hija mayor terminaría el preescolar para ingresar a la primaria, así que nos quedamos con las ganas de un campamento y una graduación que ya estaban organizados.
Fui “nerd” durante todos mis estudios, así que para mí los trabajos y tareas de mis hijos son muy importantes y podrá llover, tronar o relampaguear, pero estos se hacen.
Pero se incrementaron con la contingencia, además, había que hacer reportes con fotografías y enviarlos, sin embargo, es cierto eso de que las mujeres podemos hacer varias cosas a la vez y entonces, entre la lavada, la barrida y la trapeada, hacía tarea con la mayor, con los cuates es otra historia, con ellos debo tener exclusividad total.
Mi hora de acostarme se aplazaba hasta la 1 o 2 de la mañana, pues con todos dormidos era más fácil hacer los reportes de las actividades escolares.
La labor periodística continuó, unos días en la empresa y otras en casa, lo cual me ha beneficiado, pues esos días no es necesario que mis hijos vayan a casa de alguna de sus abuelas, ahora solo es cuestión de lidiar con el “mamá, quiero ir al baño”, o el “mamá, tengo hambre”, mientras estoy a mitad de un texto.
Las clases universitarias también cambiaron, ahora las doy a través de un software de reuniones virtuales y una plataforma lo cual no fue fácil, pues para aprender a usarlas hubo muchas horas de preparación y estrés de por medio.
Ahora tengo todo en casa: el periódico, la universidad, la escuela de mis niños y las ocupaciones del hogar y aunque en un principio fue complicado, hemos logrado salir adelante.
La educación de mis hijos en casa también tuvo buenos resultados, pues además de incrementar sus conocimientos, la maestra de mi hija mayor nos informó que fue la alumna que más tareas presentó y que, se basarían en ellas para calificar a sus compañeros, así que casi casi podemos decir que nos sacamos un 100.
¿Extraño la normalidad?, ¡claro que si! extraño el ajetreo matutino para llevar a mis hijos a la escuela, contagiarme de la chispa de la juventud que hay en los salones de clases, el bullicio de una redacción completa y las salidas al súper o a pasear con el auto lleno, pero quizás, esta es una forma en la que, dentro de nuestra ajetreada rutina, podíamos estar más unidos como familia.
Mis días en cuarentena
Por Dulce Tivo Hernández
Soy Dulce Tivo Hernández, mamá de dos hermosas y tremendas niñas: Alexa de 10 años y Maggie de cuatro. Ingeniera de profesión pero maestra por vocación, imparto la materia de Matemáticas en cuatro grupos en una preparatoria en Matamoros.
¿Cómo son mis días en esta cuarentena?
Me levanto a las 7:30 am, me baño rápido para despertarme bien y poder ir a mi oficina que es mi comedor, mientras prendo mi computadora y se abre la página de Classroom, me preparo un té para empezar a revisar uno a uno los trabajos de mis alumnos y ver detalladamente el procedimiento de cada estudiante y sus errores para ayudarles a corregirlos y que entiendan bien los temas.
Obviamente el fin de semana anterior lo dedico a organizar los ejercicios que daré entre semana, preparo los videos explicando lo más claro posible para evitar que mis alumnos tengan rezago escolar.
Sin embargo, se presentan situaciones, algunos alumnos no entienden ciertos temas y tengo que hacer más videos explicando detalladamente algunos ejercicios.
Dirán “es un video simple de cómo das la clase”, pero no, ahora es pensar en las dudas de mis alumnos y qué es lo que más se les complica de cada tema. Mi experiencia de 10 años me ayuda mucho, pero no falta que estoy haciendo videos y mis hijas me hablan, o hacen ruidos, o pasa un carro y entonces es volver a empezar otra vez; pero bueno, a lo largo de casi tres meses me es más fácil cada día, aunque el horario de actividades diarias se me sigue complicando.
Empiezo a trabajar en mi computadora desde las 8:00 horas y me tengo que apurar porque Maggie, mi hija menor, se despierta a más tardar a las nueve, y si bien a veces la entretengo con la tablet mientras come cereal, debo admitir que hay días que me es imposible, ya que es pequeña y demanda mucho mi atención.
A una hora y media de despertar ya se me juntaron dos trabajos: ser maestra y mamá. A las 11:00 am aproximadamente desayunamos y a seguirle como maestra hasta la 1 pm, mientras mis hijas están jugando o peleando, según el humor que se carguen.
Concluyendo las labores docentes entro en papel de mamá y ama de casa porque los trastes no se lavan solos y la comida se tiene que ir preparando para que esté lista a las 2:00 pm, mientras checo qué trabajos de la escuela tienen que hacer mis hijas. Por que ese es otro de mis nuevos retos: convertirme en educadora, llenarme de ideas para lograr entretener y a la vez que aprendan mis hijas de sus tareas.
Después de comer juntas tomamos las clases de Maggie que está en preescolar y a armarme de paciencia para ver cada tema y poder hacerlo divertido para que a ella se le haga más fácil y más ligero. Las clases que toma la menor son de Español e Inglés, aunque debo resaltar que las maestras son muy buenas haciendo videos y explicando cada tema, el hecho de estar y tener en mente tantos pendientes, no lo hace tan fácil para mí.
Para eso ya me dieron las 5:00 de la tarde y ya es hora de ayudarle a mi hija mayor Alexa en las dudas que tenga de sus clases en línea. Aproximadamente dos horas después terminamos y es tiempo de empezar a hacer la cena, porque mis hijas no me perdonan ninguna comida.
Después de cenar me tomo mi hora de descanso si Maggie lo permite y no quiere jugar conmigo. Según yo es un descanso, porque es el tiempo para mandar las fotos de evidencias de los trabajos de mis hijas y checar mi correo por si mis alumnos tienen dudas y pensar cómo despejarlas al día siguiente.
Para esas horas ya ando muerta, pero he estado tan ocupada todo el día que me falta limpiar la casa. Ahí mis hijas entran al quite, una me ayuda a medio limpiar o acomodar y la otra a echar la ropa a la lavadora o ayuda a barrer. Siento que parecemos hormigas las tres haciendo la limpieza de todo el día en la noche pero hasta en eso nos divertimos.
Para las 10:00 de la noche es tiempo de preparar el baño para relajarlas, acostarnos juntas a ver la televisión un rato mientras se quedan dormidas las princesas, y yo a dormir hasta la medianoche.
Todo eso es un día normal para mí si no tenemos que salir, porque al ser la menos propensa a enfermar de mi familia, a mí me toca hacer el mandado de mi mamá y andar de taxi con mi hermana, y por lo tanto para mí se me junta el doble de trabajo al día siguiente.
Siempre han sido muy cansados mis días, pero en esta cuarentena valoro hacer todo desde casa, porque aunque los días son atareados y siempre muy ocupados, tengo la fortuna de seguir trabajando y al mismo tiempo cuidar a mis hijas de este virus que tiene vuelto loco a todo el mundo.
Perfectamente imperfecta
Por Samara del Toro
¿Cómo es un día de mi vida en tiempos de Covid-19?
Definitivamente no tiene la tremenda carga heroica que veo en muchas madres, a las que considero grandes heroínas, ya que cumplen con su labor profesional y asumen los retos del trabajo de hogar que nunca termina: atender a la familia, alimentarla, lavar ropa, limpiar y un largo etcétera que son faena interminable y agotadora. A esto se le suma la labor de maestra o supervisora de clases en línea.
Tampoco rivalizo con las mamás que llevan a la perfección un hogar y lo hacen parecer sencillo. En mí día a día, como madre de cuatro -tres niñas y un pequeño terremoto-, mi principal objetivo es tener un ritmo donde el estrés no rebase el amor en la familia, lo cual muchas veces es misión imposible.
Sin embargo, siendo honesta, he encontrado un equilibrio en la imperfección y, aunque no considero que sea una virtud, en estos días de confinamiento me ha sido de gran ayuda. Tomé la decisión de elegir algunas batallas. Por ejemplo, sé de mi falta de paciencia para enseñar -con dos hijas en primaria de las cuales no puedo desobligarme-, pero en el caso de preescolar asumí que mi reto sería solamente enseñar a leer a mi hija y me olvidé de las clases como inglés o música. Pensé que en estos días es más importante la salud mental y la alegría, sin descuidar del todo las reglas y la disciplina que algunos días es más complicada que otros.
Otro gran cambio que esto ha significado es que no puedo dormir tan temprano como quisiera, pero he aprendido a hacer postres como una forma de liberar estrés y demostrar mi amor. Si bien hay días en que el trabajo del hogar es mucho, si puedo un día dejar pendiente algunas labores lo hago sin remordimiento, aunque asumo que se acumulará al día siguiente.
A pesar de todo he encontrado la forma de practicar algo de perfección en mi vida, pero debo decir que esa perfección viene de una ayuda externa. Por ejemplo, si un día me siento cansada y sé que puedo perder fácil la paciencia, trato de recordar que ese cansancio representa el amor con el que cuidé a mi familia, ese conocimiento viene de la certeza de saber que soy objeto de un amor más grande e incondicional.
Incluso si me equivoco, grito o pierdo la calma, sé que no pierdo ese amor y eso me alienta a no rendirme. Aunque soy una mamá muy imperfecta, aspiro a una perfección que viene de la confianza de ese amor que me cobija y me alienta.
Si estoy cansada, me anima a seguir y si me equivoco, con amor me invita a intentarlo de nuevo al día siguiente.
Definitivamente creo que Dios es lo más perfecto en mi vida, y en estos días tengo más tiempo de hablar con Él, aunque sé que siempre sabe todo lo que hago y está disponible 24/7 no sólo para mí, sino para toda persona que desee encontrar amor y desahogo a su alma.
Sé que definitivamente está ahí para quien, como yo, busca algo de perfección en su imperfecta vida.