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Los recuerdos de Avándaro aún retumban en su cabeza

1 de febrero de 2018 por José Manuel Meza

El músico Pepe Ramos fue una pieza importante en La División del Norte, uno de los grupos de aquel festival de 1971, el cual marcó un parteaguas en la historia de la música y la cultura mexicana.

Avándaro es un asentamiento turístico de Valle de Bravo en el Estado de México que resalta porque el 11 de septiembre de 1971 se inscribió en las páginas de oro de la música de rock en México, con un evento tumultuoso y sin precedentes en el país.
Originalmente fue planeado como una noche mexicana en la que un par de grupos daría una velada previa a las carreras del circuito automovilístico del día siguiente. En su programa el periodista Jabobo Zabludovsky, de Telesistema Mexicano (hoy Televisa), había invitado al público a asistir con un boletaje de 25 mil localidades; sin embargo, las expectativas se rompieron cuando se fueron agregando grupos a la tocada como Three Souls in my Mind (que luego se convertiría en El Tri de Alex Lora), Tequila, Peace and Love, Los Dug Dug’s, Love Army, La Tinta Blanca, Los Yaki, Mayita Campos y El Ritual, entre otros.
En total fueron 12, uno de los cuales era La División del Norte, una banda de Reynosa conformada por Pepe Ramos en la trompeta, David Garza en el bajo, Esteban Aguilar en los teclados, Raúl Sauceda en el saxofón, “Angelillo” en la guitarra y Wayo Roux como vocalista de las canciones que él mismo escribió.
Nadie se imaginaba las dimensiones que este concierto llegaría a alcanzar, pero sus organizadores, al notar la grandes expectativas que se estaban generando, decidieron denominarlo como el ‘festival de rock y ruedas de Avándaro’.
Los cálculos son fluctuantes, pero se estima que hubo entre 250 mil y 450 mil almas reunidas en ese sitio, comparándolo con el multitudinario festival de Woodstock, que había tenido lugar dos años antes en Nueva York.
“Fue impresionante ver tantas personas juntas, era un mundo de gente ahí. Le dije a mi compadre Wayo, –asómate, porque ahí hay más gente que en Reynosa–, que entonces tenía como 75 mil habitantes (carcajadas)”, refirió el músico Pepe Ramos.

SE INCOMODÓ EL GOBIERNO
La magnitud de Avándaro provocó el nerviosismo de la administración de Luis Echeverría, salpicada con las huellas en aquel entonces recientes por la matanza de Tlatelolco y el temor a un nuevo levantamiento juvenil.
Los pormenores del festival fueron desvirtuados por la Secretaría de Gobernación (Segob) a la opinón pública y los medios de comunicación dieron mayor difusión a los excesos del público, aunque en realidad nunca hubo violencia desbordada.
“Lo de Avándaro fue algo muy vetado. En cualquier parte donde se oía una tocada de rock entraba la Policía a llevarse a los músicos, por hacer escándalo en la vía pública. Los relacionaban con disturbios. Pero el festival duró 12 horas y la gente se comportó a la altura.
“A nosotros nos tocó la reina de todas las horas, de nueve a diez. Afortunadamente el mejor audio de Avándaro fue en esa hora, porque con los demás a cada rato se les fue la luz”, relató el también músico por el Conservatorio Nacional.
La División del Norte fue en lugar del grupo La Tribu de Monterrey, aunque don Pepe Ramos consideró que luego estos últimos se arrepintieron por no acudir, debido al cartel que obtuvieron.
“Se pusieron en sus moños y no fueron. Ahí se empinaron ellos… Y surgió la pregunta ¿a quién más llevar?, ‘pues llamen a La División del Norte, tocan muy bien’, les dijeron a los
organizadores y fuimos el grupo sensación en todo el festival, porque no tocamos ningún cover y todas fueron piezas de nosotros.
“La raza las aceptó muy bien. Incluso uno de nuestros toquidos lo adoptaron en toda la República Mexicana para final de tanda, como se le llama cuando un grupo musical hace un descanso”, añadió el entrevistado.

PARA EL RECUERDO
El festival de rock más grande de la historia fue el Steve Wozniak’s, que reunió a 670 mil personas en California a principios de los 80, pero Avándaro fue de los primeros y marcó una época.
Mostrando en su sala la imagen que la reconocida fotógrafa mexicana Graciela Iturbide le tomó aproximadamente a 400 metros de distancia, Pepe Ramos dijo que los registros de este multitudinario evento han sido mostrados en documentales, programas de televisión, revistas y museos, como El Chopo, de la Ciudad de México, donde sus fotos aparecieron en varias ocasiones.
“Fuimos a Monterrey a comprar el libro fotográfico de Graciela, Festival de Rock y Ruedas. Algunas fotografías estuvieron exhibidas en ese prestigiado lugar.
“He querido regresar con los integrantes del grupo, sería muy bonito. Ya nos juntó Arturo Lara (documentalista) y nos dio unas preseas por los 50 años del rock mexicano”, mencionó.
Pepe y sus compañeros, se dieron cuenta de los alcances de Avándaro, cuando pasaron los años y nadie logró repetir esta hazaña en suelo nacional.
“Yo no sabía qué bien tocábamos hasta que no lo oí 30 ó 40 años después. Un día estando en casa de mi compadre Wayo me puso un disco y me preguntó:
–¿Quiénes son compadre?–
Y yo le respondí:
–Tocan con madre, ¿quiénes serán?
–Escúchale– me dijo.
Había una pieza que le metió Esteban Aguilar muy barroca en el órgano, hasta que mencionó:
–Somos nosotros, compadre–.
“Yo no sabía que tocábamos tan bien… a mí el rock no me gusta. Yo jalé con el rock porque me pagaron bien. Pero quiero mencionar que si yo soy orquestero a lo máximo que aspiro es a andar con la Tampico, aquí en Tamaulipas.
“Y si estoy en la capital del país: en aquel entonces con Pablo Beltrán Ruiz, con Pérez Prado. Si hay un mariachi con el Vargas o con el México, pero en el rock and roll no me visualizo con nadie porque el grupo de nosotros era muy bueno. Y los demás en Avándaro eran buenos, pero no tanto, y lo peor y lo que trascendió y lo que se quedó fue lo más mugroso, la música de Alex Lora, es lo más mugroso”, criticó don Pepe.

LA BORRACHERA MÁS
GRANDE DE MÉXICO

Mencionó el entrevistado que ese festival lo organizó el productor Luis de Llano y en menos de tres horas se vendieron 2 millones de latas de cerveza.
“Se llevaron el billete en grande. Costaba cinco pesos la lata y la vendieron en veinte. Fue el negociazo de toda la vida. Los soldados no podían ponerse bravos, porque nos tocaban como a cada mil gentes un soldado”, externó sonriente.
Describió que la fusión de sonidos de Avándaro fue algo muy especial. Todo estaba rodeado de columnas de bocinas.
“Mirabas hacia abajo y estaba refeo, de
cómo se movía la gente. Estuvieron ahí casi medio millón de habitantes. Cuando estaba tocando arriba sentía cómo se movía el escenario”, indicó.
Lo cierto es que La División del Norte provocó en Avándaro una conexión inmediata con los asistentes. Los integrantes de la banda tenían muchas tocadas juntos y se conocían muy bien.
“La clientela que teníamos en El Alaska, en la Zona Rosa de Reynosa, era de americanos, gabachos en un 95 por ciento, y nos decían que se oía tan bonito el grupo que parecía que estaban escuchando a Chicago en vivo”, abundó.
> ¿Ustedes eran músicos muy esforzados, muy perfeccionistas?
“Lo que pasa es que la mayoría de los rockeros toman esto como un relax para las drogas, para el vino y las viejas y no en serio. Pero yo me acuerdo que en La División del Norte en nuestro grupo no éramos drogos. Éramos jóvenes y sin ser borrachos tomábamos una copa o dos, pero sin afectar nuestro trabajo. Éramos músicos muy destacados.
“Esteban Aguilar Soto sigue en Tampico muy bien. El estaba en el órgano. David Garza –ya fallecido– era el bajista, Raúl Fonk Nava en la batería. En la guitarra tuvimos a tres: Angelillo, Lupe Silva y “El Guero” Monfort. Cuando se salió David Garza entró otro muchacho, Horacio, buenísimo bajista también. El trabajó como bajista de René Sandoval en los Estados Unidos.
“Los pitos éramos “La Rula”, Raúl Saucedo en el tenor y yo en la trompeta y trombón y mi compadre Wayo cantando. Éramos siete en total. Ellos ya tenían su grupo ahí en el Alaska y metieron pitos, es todo, lo hicieron banda. Nos incorporaron a nosotros”, describió.
Así que cuando llegó el momento la maquinaria musical de La División del Norte iba bien aceitada y a raíz de aquel evento se ganaron un nombre y un respeto de los grupos rockeros mexicanos. En Avándaro los de Reynosa pusieron el estilo y marcaron la pauta y Pepe Ramos es parte de esa gran historia.

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