Por su edad, la sociedad los hace a un lado y los empuja a integrar el rubro estadístico de gente improductiva, obligándolos a ganarse la vida como pueden, en lo que encuentran.
José nació cuando estalló la segunda guerra mundial y miles de personas eran exterminadas por los nazis; en un arrebato de desesperación cuenta que le hubiera gustado morir en ese tiempo, no en esa forma, pero morir.
Cualquier cosa, dice, menos seguir con los años que tiene encima y el olvido de sus familiares, hurgando entre la basura para poder sobrevivir.
Tiene que caminar varios kilómetros al día buscando botes de aluminio entre la basura. Si junta alrededor de 60 puede obtener entre 10 y 13 pesos y así llevarse algo a la boca.
También tiene ocho hijos y muchos nietos, lo que no tiene es el cariño ni la atención de ellos, pues vive debajo de un puente cerca de la central o donde lo agarra la noche.
Como José, en Reynosa hay 354 mil 444 personas más que rebasan los 65 años y aunque no es propiamente integrante de la población económicamente activa que dice el Inegi, tampoco es de los 233 mil 894 adultos mayores que viven en Reynosa y dependen de un familiar.
José se rasca con sus propias uñas al igual que Pedro Quirino García, Alfredo Loredo Flores o miles de adultos que tienen que trabajar lavando carros, vendiendo chicles, periódicos o empaquetando mandado en centros comerciales.
“Ellos ya trabajaron mucho y es justo que ahora descansen, que disfruten su vejez”, considera Juanita Sánchez Jiménez, presidenta de la asociación civil Corazones Jóvenes.
Sería un escenario ideal para las personas mayores de 60 años; no en México, Tamaulipas o Reynosa, ya que en esta región fronteriza hay alrededor de 26 mil abuelitos de los cuales el 85 por ciento se encuentran en total abandono.
Para Sánchez Jiménez, la realidad es que los “abuelitos” aún luchan por sobrevivir en una sociedad que poco a poco se olvida de quienes en sus años de juventud fueron “motor” de economía y trabajo.
“Nosotros atendemos aproximadamente a 500 abuelitos por semana en diferentes casas clubes; lamentablemente la problemática que se vive en la mayoría de los casos es la misma, las personas están abandonadas por sus hijos, sociedad y gobierno”, apuntó.
Detalló que de esas 500 personas de la tercera edad, sólo unas 75 son atendidas por sus hijos económicamente, sin embargo, un 50 por ciento de esa población sufre abandono moral.
“Los viejitos muchas veces sólo quieren que los escuchemos, que platiquemos con ellos, esperan que los saludemos, que les demos los buenos días, se quieren sentir apapachados y nosotros no hacemos eso; ojalá algún día nos demos cuenta de lo que realmente significan nuestros abuelitos”, recalcó.
Precisó que tampoco hay un respeto hacia los “abuelitos”, ya que en diversas ocasiones se evidencia la falta de cultura para atender a los ancianos que generalmente dependen de otras personas para poder llevar a cabo actividades de la vida cotidiana.
“Uno de los casos más comunes es ver a un anciano cruzar la calle y en lugar de ayudarlo, lo apuran o mínimo le sacan la vuelta, también es común ver en las peseras que la gente ‘joven’ no cede el lugar a los abuelitos”, detalló.
A pesar de las muestras de desprecio, las personas de la tercera edad aún luchan por convivir en un mundo que cada vez se mueve con más rapidez y en donde las nuevas tecnologías juegan un papel importante respecto a la comunicación, tema en el que se sienten totalmente ajenos.
“Los adultos mayores quieren apoyar de alguna manera y es cuando se auto emplean cosiendo ajeno, fabricando manualidades e incluso es común verlos en los centros comerciales de paqueteros o “guacha carros”, sin embargo, ya no tienen la fuerza y condiciones de salud para realizar dichas actividades”, señaló.
AL SERVICIO DE LAS PERSONAS
Alfredo Loredo Flores tiene 68 años de edad, de los cuales los últimos 15 ha estado al servicio de las personas, al menos así es como denomina a la actividad que todos los días realiza en el estacionamiento de un centro comercial cerca de la carretera Ribereña en la colonia con el mismo nombre.
Loredo Flores es originario de Río Verde, San Luis Potosí, en donde radicó algunos años de su vida, sin embargo, la esperanza de proporcionar una mejor calidad de vida a sus ocho hijos, hizo que se trasladara a Reynosa Tamaulipas.
Ya una vez en territorio reynosense logró sacar adelante a sus “pequeños”, mismos que considera personas de bien, pues todos se dedican a laborar honradamente en diversos oficios y empresas de la localidad.
“Cuando estaba joven me dedicaba a las ventas, viajaba por varios Estados de la República, desde Sonora hasta Nayarit, porque era el modo en que sacaba más dinero, luego me fui haciendo viejo y tuve que cambiar de oficio”, recuerda, mientras los fuertes rayos del sol rebotan en los lentes oscuros que utiliza para proteger su vista cansada y deteriorada.
Lo que más le gustaba era practicar deportes sin embargo, la falta de dinero le impidió seguir su sueño de ser futbolista profesional, ya que tenía que laborar para poder llevar el pan a la mesa de su hogar; posteriormente se casó y su prioridad fueron los niños.
“Cuando Dios me dio la fuerza de la juventud llegaba a ganar hasta 250 pesos diarios, para mí era mucho dinero; hoy si me llevo 90 o 100 pesos es mucho, lo importante es que nadie me regala nada y así seguiré hasta que Dios quiera”, apuntó.
Para Alfredo el respeto a las personas de la tercera edad cada vez se pierde más, lo que considera algo triste pues uno de los mandamientos de Dios es amarás a tu prójimo como a ti mismo.
“Todo se centra en el respeto y el amor, si nosotros respetamos a los demás, lo hacemos con nosotros mismos y eso nos hace sentir en paz y en gracia de Dios”, declaró.
Mientras tanto seguirá al servicio de la comunidad que acuda a dicho centro comercial, ya sea acomodando el mandado, vigilando los coches o simplemente usando su silbato para prevenir a los conductores que llegan o salen del estacionamiento donde labora.
“Toda la juventud se queda en el recuerdo, ahora mis hijos me ayudan un poco y cuando hay algún festejo no me gusta que me regalen cosas, simplemente me siento lleno si ellos están conmigo”, precisó.
SEGUIRE TRABAJANDO HASTA QUE YA NO PUEDA
Pedro Quirino García nació cuando Miguel Alemán Valdez ganó las elecciones presidenciales en 1946, recuerda varios hechos históricos como la matanza de los estudiantes en Tlatelolco en 1968, pero lo que no recuerda es haber vivido un día con suficiente dinero como para dejar de trabajar.
“Siempre he vivido al día, a pesar que antes tenía mi ranchito con vacas y me dedicaba a vender aguardiente, siempre he tenido que trabajar para comer y llevar el alimento al hogar”, apunta mientras se lleva la mano arrugada y quemada por los rayos del sol, al rostro.
Es originario de Chontla, Veracruz pero la mayor parte de su vida laboral la hizo en Naranjos de ese mismo Estado.
“Empecé trabajando la tierra que me regaló mi papá, luego vendí unas hectáreas, me compré una camioneta y me dediqué a la venta de aguardiente, nomás que no jaló porque me tomaba más de lo que vendía”, recuerda entre risas mientras empuja cuatro “carritos” para el mandado con sus manos completamente arrugadas.
“Luego puse una tienda y tampoco funcionó, no vendía nada; entonces decidí venirme a Reynosa porque quería cruzar a los Estados Unidos, nada más que aquí me quedé y pues se me hace que de aquí me regreso a mi pueblo cuando mi cuerpo ya no responda”, sentenció.
Cuando llegó a Reynosa, hace 20 años, recuerda que comenzó a trabajar en un restaurante donde le pagaban 150 pesos por semana sólo por lavar los platos, sin embargo, era muy poco y mejor se dedicó a lavar carros, ahí ganaba 10 pesos por cada vehículo que dejaba brillante.
Así pasó más de cinco años y luego decidió ingresar al sindicato de vigilantes que aunque no cuenta con prestaciones laborales, para él representa un trabajo digno de personas mayores.
“Aquí uno saca según como se porte, si uno es amable le va bien, pero si nos dejamos llevar por los malos ratos nos va mal, en ocasiones la gente me regaña o me grita, pero no les hago caso y sigo haciendo mi trabajo”, comenta.
Cuando un día es bueno saca hasta 250 pesos, pero cuando no lo es tanto si se va con 150 es algo que agradece a Dios, no sólo por el dinero, sino por las fuerzas que le da para seguir laborando.
Tiene amigos paqueteros que lo invitan a laborar dentro del centro comercial, pero Pedro se acostumbró a estar bajo la luz del sol o en los intensos fríos junto a sus compañeros “guacha carros”, aunque batalla un poco para mantenerse de pie.
“Siempre me invitan y me dicen que allá voy a ganar lo mismo o un poquito menos pero con climita y sin tanto esfuerzo, nada más que me pesa dejar a mis compañeros, ellos son todo lo que tengo aquí”, enfatiza con cierta nostalgia.
“Mis hijos me dicen que me regrese, que ya me fregué mucho, que allá tengo mi casa y mi ranchito para vivir a gusto, pero como te digo, yo me quiero ir hasta que ya no pueda moverme”, precisa sin reparo.
Para poder subsistir recibe un apoyo de dos mil pesos por parte del gobierno cada dos meses, no obstante sigue bajo condiciones climatológicas no propicias para su edad y su salud, trabajando en lo que más le gusta, ya que asegura, lo que el gobierno le da no es suficiente.
