
Antes de la llegada de la tecnología electrónica y la era digital los niños y jóvenes tenían otras formas más sanas de entretenerse, pero las consolas de videojuegos, las computadoras, las tablets y los celulares fueron desplazando los pasatiempos de antaño.
Durante el otoño se celebran algunas costumbres y tradiciones que las instituciones de carácter religioso, culturales y educativas intentan preservar.
Pero existen otras prácticas que también formaron parte de la identidad nacional, las cuales no pasaban de moda, que se alojaban en cualquiera de los meses del año y que parecían no tener fecha de caducidad, hasta que una nueva etapa de modernidad y adelantos tecnológicos las fue relegando.
Con el transcurso del tiempo éstas se quedaron prácticamente en la memoria de los más adultos y personas de la tercera edad, mientras los jóvenes y niños casi no las conocen o poco han oído hablar de ellas.
Se trata de los juegos y pasatiempos que marcaron una época en México y que, incluso, trascendieron fronteras, tales como el trompo, el yoyo, el balero o saltar la cuerda y otros temáticos como las escondidas y los encantados, por mencionar algunos.
Y aunque estas viejas actividades de la juventud y la infancia han formado parte del acervo cultural nacional (teniendo su propio apogeo y nivel de popularidad en algunas regiones del país), cada vez son menos quienes las practican.
En un lapso de entre dos y tres décadas esos juegos fueron quedando en desuso, al mismo tiempo que cambiaron las formas en las que la sociedad interactuaba, según coincide el académico y periodista cultural, Eduardo Sánchez.
“Te hacían que te relacionaras con los otros chicos y que conviviéramos de manera amena. Nosotros, por ejemplo, en la cuadra, cuando éramos niños era obligado que para las seis de la tarde ya todos teníamos que haber terminado la tarea y nuestras obligaciones propias de la infancia para salir a jugar.
“Las grandes amistades se hicieron en los juegos de la calle. Me da mucha risa, porque de niño me gustaba jugar mucho al Stop, en el que se ponía un círculo con diferentes países y ciudades, y que decían: ‘declaro la guerra en contra de mi peor enemigo que es…’ y a mis grandes amigos de la cuadra aún tengo la fortuna de verlos y aún recordamos eso”, mencionó.
ERAN OTROS TIEMPOS
Este promotor cultural en Reynosa aseguró que las tradiciones con las que crecieron muchas generaciones en México tenían una dosis de entretenimiento muy elevada para grandes y chicos, pero principalmente eran saludables.
“Era bien divertido jugar bajo la lluvia, hacer el juego de los ‘positos petroleros’, no paraban de escucharse las carcajadas. Hay otro que se llama el ‘cero por chapucero’, en el que ibas brincando y mostrabas tu habilidad, así como el de ‘las cebollitas’ o ‘burro bala’.
“Fue maravilloso y los grandes recuerdos de la niñez se dieron muchas veces en la calle, en las azoteas, donde de repente nos sentábamos a ver las estrellas y aunque puede ser una idea muy romántica, la disfrutábamos tanto: salir en la noche y no tener ningún miedo a nada.
“Las únicas luces que veíamos eran las de los carros y los papás que llegaban a casas o de las estrellas y no las de las sirenas. Ahora uno tiene que jugar a ‘las escondidas’ pero de una manera trágica. Antes era por la diversión de esconderse y esperábamos que nuestro mejor amigo saliera, nos salvara y dijera, un, dos, tres por todos mis amigos. Era maravilloso”, evocó Sánchez.
TAMBIÉN DESDEÑAN JUEGOS UNIVERSALES
Concerniente a las diversiones populares que no propiamente nacieron en México, pero que sí tuvieron una influencia muy estrecha, principalmente con las anteriores generaciones, como andar en bicicleta, patinar y practicar los deportes tradicionales también son costumbres que se ha ido perdiendo.
Ahora los niños permanecen jugando videojuegos, navegando sin restricciones en páginas de Internet, en las redes sociales y encerrados en sus casas.
“Nos gusta la vida muy cómoda, subirnos al coche. E inclusive, hay muchas personas que dicen, –es que no hay quien pase por mí–. Yo soy maestro de una universidad y de repente los chicos dicen: profe, es que no puedo ir a la escuela o -el carro lo metí al taller-.
“Pero pues, hay dos medios de transporte bondadosos, uno el colectivo y el otro, las dos piernas maravillosas, para quienes tenemos todavía la bendición de caminar”, señaló.
El entrevistado refirió que antes un triciclo o una patineta era el mejor regalo que se podía tener. Ahora los menores están enfocados en los dispositivos electrónicos.
“Yo de niño veía mucho un programa que era “En Familia con Chabelo”. Recordaba que cada diciembre o vísperas de la Navidad salían las avalanchas Apache, o los triciclos de Julio Cepeda, de una tienda de Monterrey, y uno lo que quería era eso, andar en la calle, raspándose las rodillas.
“Teníamos una costumbre maravillosa de niños, que le poníamos a los rayos de las bicicletas un pedazo de plástico para que al dar vuelta se escucharan como si fuera una motocicleta, porque el sueño después de jóvenes era tener una moto.
“Nos íbamos y andábamos por todos lados. Me agarraba con unos cuates, ya más grandesitos, entre los 12, 13 y 14 años, y nos metíamos en las casas abandonadas donde decían que asustaban, y nos íbamos todos en bicicleta, nada de que déjame que mi papá pase por mí, nosotros éramos independientes, era como tener nuestro carro, andar en bici, y eso nos ayudaba mucho a tener una buena salud.
“Ahora, al permanecer sentados solamente, se han perdido los valores, los detalles de los juegos, pero también la cuestión de la salud, con problemas de obesidad y de hipertensión, porque los niños y las personas actualmente nos hemos vuelto muy sedentarias”, comparó.
RECUPERAR LAS COSTUMBRES
Este maestro por el Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas (Icest) en Reynosa y quien aparte dirige grupos de teatro para niños, consideró que sería muy valioso poder rescatar los juegos del pasado.
“Hay grupos, hay personas, hay asociaciones y hay eventos que los fomentan. En la ciudad tenemos las personas que manejan lo de ‘rodadas callejeras’ y que pueden hacer ese tipo de actividades, pero definitivamente aquí también influye mucho nuestro entorno:
“El niño a veces no sale, porque ha crecido en una generación del miedo, que nació cuando en nuestra ciudad se empezaron a recrudecer las situaciones trágicas de inseguridad.
“Salir a la calle en una bicicleta, por ejemplo, es difícil. Los automovilistas, fuera de la inseguridad y de las situaciones que ya conocemos, no respetan las áreas que son destinadas para los
ciclistas. Ocurren accidentes y hay gente que se les hace muy lejos el Parque Cultural para andar pedaleando por acá.
“Y al papá se le hace muy cómodo darle al niño una tablet o un celular para que se controle y se calme, pero no está predicando con el ejemplo. En cambio, si se pone sus patines o simplemente se sale a caminar con el niño, eso le va a permitir también entablar el diálogo y ser no solamente padre, sino amigo de su hijo, como esos amigos de la infancia, que uno tiene y con el tiempo siguen existiendo”, recomendó.
Sánchez reconoció que la sociedad ha fracasado en dejar de fomentar valores y buenas costumbres, rehusando las responsabilidades familiares y sociales.
“Algunas veces el papá nos dice a los maestros que es la obligación nuestra la de educar a sus niños, pero aquí debe haber un esfuerzo conjunto del profesor, del padre, pero también del niño.
“Digamos que hemos fallado todos en ese sentido y aunque vivamos en sociedad diferente, yo lo digo de este modo: el arte es difícil, pero el arte también es de mucha enseñanza y mucho aprendizaje y, en ese contexto, el ser padre de
familia es todo un arte, pero aquí no hay el reconocimiento de un público, sino que la satisfacción estriba en ver formados a tus hijos y eso te da el sentir de que lo lograste”, manifestó.
ALGUNAS SUGERENCIAS
El catedrático detalló que buscar información en Internet, enterarse cómo se realizaban esos juegos y llevarlos a la práctica nuevamente va a fortalecer la unión familiar y creará un buen ambiente entre los grupos de amigos.
Para reconstruir el tejido social el gobierno podría crear programas especiales, nuevos espacios y concursos dirigidos a tales temáticas y si se mira con ese enfoque, reconoce, el impacto será muy positivo para todos y ayudará a mejorar el entorno.
“Y aquí no es que el padre esté muy ocupado, por eso digo que es un arte y éste tiene que generar estrategias, debe de crear momentos, de algún modo. Voy al súper, acompáñame, y no es de que el niño se quede en la casa, en la tablet o los videojuegos, es necesario llevárselo y que le dedique tiempo a sus hijos.
“A muchos quizás se les va a hacer raro, porque algunas cosas pasan de moda, pero los valores y el respeto nunca han pasado. Los juegos tal vez, pero darles un buen ejemplo nunca pasará de moda”, subrayó.
Y alude a una fotografía que tomó de un padre que le enseñaba a su hijo a manipular un balero.
“Por eso creo que las palabras convencen, pero los hechos arrastran. Yo miraba al niño tan entusiasmado y observaba a su papá con esa admiración, porque descubrió que tenía habilidad para hacer juegos”, expresó.
Entrevistado durante la Feria del Libro en el Parque Cultural Reynosa, Sánchez rememoró que antes los textos escolares fomentaban también estas costumbres de la niñez.
“Nos enseñaban mucho y ahorita ya con todas esas reformas y que manejan cierto tipo de información sobre la diversidad sexual se ha
perdido esa inocencia, hacemos que el niño se despierte demasiado rápido”, alertó.
No obstante, afirmó que en la lectura los niños también pueden encontrar una forma sana de entretenimiento.
“Cuando escuchan los cuentos se divierten y empiezan a imaginarse cosas y preguntan: -¿Y existe el día de campo?-, ¡claro que existe el día de campo!
“En días pasados unos chicos no sabían lo que era un papalote. Se divirtieron tanto haciéndolo y este tipo de actividades ayudan a abrir un mundo, que nosotros ya lo conocemos, pero que los menores no y tampoco tienen la culpa, pero hay que apoyarlos, porque tenemos la responsabilidad de enseñarlos.
“Ayuda mucho leer, y eso hace que vuele la imaginación. Y les ayudas a crear mundos totalmente alternos en donde les gustaría vivir y habitar por siempre. A mí me gustaría vivir en ese tipo de mundos que están en los libros, porque pueden existir si nosotros nos lo proponemos”, compartió.
EN SU MEMORIA PARA SIEMPRE
Doña Leodegaria Jiménez Valerio es una persona de la tercera edad. Ya sus pasos son lentos, pero confiesa que alguna vez brincaba la cuerda sin parar con sus hermanos y amigos de la infancia.
Destacó que la tecnología, aunque en parte ha sido buena, también fue acabando los juegos de antes, pero que le gustaría que los más jóvenes y los niños conocieran más acerca de ellos.
“Era muy bonito saltar la cuerda o la doble cuerda y jugar al ‘palo shangai’. Yo jugaba también al trompo, a las canicas, al bebeleche y al hula hula. Los niños de antes tuvimos carritos de cartón o de maderita, jalados por un cordoncito. Teníamos monitas de trapito y pelotas, todo eso.
“Venía Santa Claus y ya nos tenían nuestros juguetitos en las ventanas o abajito de la almohada, escondiditos para que a nosotros nos diera mucho gusto…
“Así nos entreteníamos antes, jugábamos a las dos cuerdas, todo eso fue muy bonito, nuestros juegos fueron muy sanos, no había malicia ni maldad entre los niños a comparación a los de ahora”, relató.
La encargada de un estante de libros infantiles lamentó que ahora los chicos permanezcan tanto tiempo en su teléfono celular, lastimándose la vista y consumiendo materiales chatarra.
“No quieren hacer nada porque están con los jueguitos, pero antes de perdido los niños jugaban al trompo, a las canicas, a la bicicleta. Aunque fuera en la calle, porque casi no se usaban mucho los parques.
“No había tanto peligro como ahora. Los papás no los podemos dejar salir por tanta cosa que está pasando y antes los niños andaban libres sin estar uno preocupado de que les fuera a pasar algo”, aseveró.
Doña Leodegaria recordó que los chicos se divertían tanto que no se querían meter a sus casas y los papás tenían que estarles insistiendo que ya se fueran a cenar.
“Así los traía uno, –ándale, ya vente–. Jugaban mucho a la cuarta con monedas. Todo eso se usaba bastante, las canicas, el trompo y la matatena.
“Usábamos el ingenio y pintábamos el bebeleche con un gis en el suelo, y si no había gis con un ladrillo rojo. Y aventábamos piedritas, o cadenitas o un peso, lo que tuviéramos a la mano. Estuvieron muy bonitos nuestros tiempos que lamentablemente ya no podemos regresar”, comentó resignada.
Esta anciana aclaró que muchos niños actualmente ni siquiera saben manipular un trompo ni ponerle la cuerda, porque se ha perdido la tradición.
“Deberían hacer una feria de juegos de antes, sería muy bonito para grandes y chicos. También teníamos por costumbre los juegos de mesa. Serpientes y escaleras, esos nos lo regalaban nuestros papás.
“La lotería como que resurgió hace unos años. Ojalá y que hagan promociones para que los niños de ahora los conozcan, sería muy bonito poder rescatar todo eso. Nosotros los de la tercera edad todavía podemos ayudar. Compartir las experiencias”, declaró.
Y es que la señora Leodegaría, que exhibía literatura infantil procedente de la Ciudad de México, señaló que los juegos tradicionales son universales, que le gustan a las personas de todas las edades y a los abuelitos también.
OBESIDAD Y SOBREPESO
En eso coincide Martha Valdivia, directora técnica de la Feria Internacional del Libro, la cual en los primeros días de octubre celebró su segunda edición en Reynosa.
“Hemos visto cómo han ido cambiando esos juegos donde compartíamos miradas, sonrisas. Ahora los niños están acostumbrados a jugar solos frente a un aparato y un televisor. Incluso, juegan ya en redes.
“Yo creo que sí se ha perdido mucho eso, porque era muy bonito compartir con los compañeros, correr en la calle, jugar al bebeleche, a las escondidas, a la ‘rueda de San Miguel’ y ‘los encantados’. Son los pasatiempos que yo recuerdo, incluso, el futbeis, que salíamos a divertirnos en familia. Ahora las cosas han cambiado y los niños prefieren estar solos con un aparato”, lamentó.
La funcionaria admitió que estas actividades representaban un derroche de actividad física y, al dejarse de practicar, los niños fueron engordando y enfermándose, al grado que México es considerado desde hace varios años como el país con el mayor índice de obesidad y sobrepeso.
“Sí, eso está ligado con que los niños ya no salgan a jugar. Las estadísticas indican que efectivamente el hecho que permanezcan en un sólo sitio, que no tengan movilidad y una forma de hacer ejercicio, de alguna manera contribuya mucho a estos problemas de sobrepeso, porque se la pasan sentados o acostados jugando”, advirtió.
Si bien existen algunas instituciones que buscan no se pierdan estas actividades, Valdivia reconoció que se necesitan difundir aún mucho más, porque no llegan a toda la población.
“Especialmente en las escuelas les inculcan mucho eso y hay concursos de rondas infantiles que los promueve el gobierno municipal y estatal y es muy bonito ver cómo seguimos insistiendo en que los niños vivan su niñez al máximo y puedan de alguna manera disfrutar de estos juegos tan hermosos”, consideró.
‘A la víbora víbora de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán…’ es una de las canciones de juegos más populares de la cultura mexicana que aún suenan en algunas fiestas y como esa existen muchas costumbres que formaron parte del recreo nacional durante décadas.
Aunque existen instituciones, agrupaciones y núcleos familiares que buscan recuperar el folklore de este país, paulatinamente ha sido desplazado.
Los niños y jóvenes hoy en día ignoran cuáles eran los pasatiempos de sus ancestros, muchos de los cuales son para ellos anticuados, ya que las nuevas tecnologías han ocupado ese espacio, no obstante, el beneficio de recobrarlos, a decir de los entrevistados, puede causar un impacto social positivo.