
Cuando Sara y Abel recibieron la noticia de que su hija Luz era autista, sintieron que el mundo se les caía en pedazos. Nunca imaginaron que su bebé, a quien esperaban ver crecer, desarrollarse y adaptarse a este mundo como cualquier niño, sufría trastornos de desarrollo infantil.
El diagnóstico les cayó de golpe, pues no creían que su hija padeciera Autismo ya que en los primeros meses de vida de la menor todo marchaba “supuestamente” bien.
Cuando Luz cumplió tres años, sus padres se percataron que algo andaba mal con ella, pues parecía vivir en su propio mundo.
“Yo era madre trabajadora y tenía que dejar a mi hija en la guardería y ahí se dieron cuenta de que algo estaba mal; no hablaba, no era independiente y tampoco era muy sociable con los niños, pensé que era por la edad y que al transcurrir el tiempo y pasar pero no, desgraciadamente no fue así”, dijo Sara.
Al notar que algo no andaba bien, tanto Sara como su esposo llevaron a su hija a que le practicaran estudios médicos para saber qué es lo que le estaba pasando.
“Comencé a llevarla al Seguro Social, al Hospital General y me dieron el diagnóstico de que era autista. Para nosotros fue un golpe muy duro, tuvimos que tener la mente fría para poder asimilar todo lo que se nos vendría más adelante”, relató.
Sin poder contener las lágrimas, esta mujer de apenas 33 años de edad, recordó que en ese entonces se cuestionaba por qué le había pasado esto.
“A mi mente venían muchas cosas, no sabíamos cómo reaccionar, no sabíamos cómo íbamos a trabajar con ella, que de antemano estábamos seguros que no iba a ser nada fácil”, sentenció.
AUTISMO PASIVO
Existen distintos grados o tipos de autismo: el típico, que es cuando el niño presenta una conducta totalmente aislada, tiene dificultad en el lenguaje y solo aprende las cosas básicas para sobrevivir en la vida. Estos niños tienen un proceso de aprendizaje bajo.
Está también la derivación de esta condición conocida como el síndrome de Asperger, una categoría en la que los niños, pese a que muestran signos de aislamiento y dificultad para socializar, tienen un alto rendimiento en la escuela, pudiendo incluso ir a la universidad.
Otro tipo de autismo es el conocido como síndrome de Rett, muy común en las niñas, que consiste en una regresión del desarrollo, en la que se pierden las habilidades adquiridas.
Sara asegura que en el caso de Luz, su conducta es tranquila pues no agrede ni maltrata a nadie.
“Son tres tipos de niños autistas y mi niña es autista pasivo, doy gracias a Dios que me haya tocado este tipo de niña, porque son inteligentes, retraídos, no muy sociables que digamos y te puedo decir que hemos trabajado mucho con ella”, refirió.
Conscientes de la situación de su hija y por el amor que le tienen, se han documentado e informado de cómo ayudarla a salir adelante.
“Hemos buscando información en internet, hemos visto libros para saber cómo puedo ayudarla y seguir adelante con mi hija”, dice.
Tanto Sara como Abel están conscientes de que Sara tiene que ser tratada como una niña normal, a quien hay que impulsar y motivar porque así pueden lograr que sea cada vez mejor en la escuela o en cualquier campo donde se desarrolle.
“Nosotros no vemos a nuestra hija como enferma, sino como una niña normal y la tratamos igual, tratamos de hacerle ver que tiene que ir evolucionando, porque de nada me va a servir a mi encerrarla en una burbuja.
“Porque si el día de mañana yo le llego a faltar, ella no va a poder desenvolverse, hemos trabajado mucho con ella y le hemos hecho ver la vida, lo más real posible”, sentenció.
Sin poder evitar el dolor por el que atraviesa, Sara asegura que su marido es su gran apoyo.
“Mi esposo y yo hemos luchado hasta donde hemos podido para poder sacar a mi hija adelante, porque somos una familia y porque queremos ver a nuestra hija bien.
“Ahorita mi hija ya va cumplir doce años, ya es una jovencita, se ve grande sin embargo no sabemos la edad en la que se encuentra porque su conducta puede ser de un niño de siete u ocho años de edad, estamos en la espera del diagnóstico que pronto nos van a entregar”, dijo.
DESCONOCIMIENTO GENERA DISCRIMINACION
Hace cinco años Sara y su familia llegaron a Reynosa buscando lugares especializados donde pudieran atender a Luz.
Sin embargo, la falta de sensibilidad o desconocimiento del autismo en algunas instituciones educativas hizo que la niña fuera víctima de la discriminación.
“Mi situación es muy difícil porque no en cualquier lado te abren la puerta con un niño autista, te lo discriminan, todavía hay mucho rezago de todo esto”, denunció.
De hecho también intentó buscar apoyo médico, pero le cerraron las puertas porque la niña no presentaba las características de un niño autista.
“Me han negado la ayuda porque dicen que no se le ve, que no tiene autismo”, lamentó.
Al sentir que todas las puertas se le cerraban decidió pedir apoyo a las autoridades, quienes se comprometieron a apoyarla con una beca para su hija Luz.
“Solamente me hablaron de una beca pero no me han resuelto nada, me dijeron que tenía que esperar para ver qué es lo que resuelven, aunque aún no sé qué tipo de beca le darán a mi hija, tampoco sé si atenderán a Luz en algún centro del DIF; ellos quedaron en resolverme”, finalizó.
NIÑOS AUTISTAS SON MUY ESPECIALES
Los niños con autismo son personas muy especiales a los que hay que tratar con disposición y entenderlos cuando requieren de una mayor atención.
Muchas veces su conducta rebelde se debe a que no se les entiende y se sienten incómodos con los demás, es por eso que las personas encargadas de su cuidado deben están conscientes de su condición.
Pero lo más importante es que toda la familia se integre y acepte que es una responsabilidad de todos trabajar por la rehabilitación de quien llegó a la familia con este trastorno mental.
Por último, es importante mencionar que los padres deben tener claro que cuando se trata a tiempo el autismo a los niños, estos pueden estudiar y ser personas productivas para la sociedad.