En varios autobuses arribaron a la frontera de Tamaulipas procedentes de Coahuila. No han podido ingresar a Estados Unidos. Los acompañan mujeres, niños y ancianos. Se debaten entre el “sueño americano” o quedarse en México, pero no todos tienen un permiso legal. Su futuro es incierto.
El asilo político es una posibilidad que se mira cada vez más lejana para miles de migrantes que intentan llegar a la Unión Americana.
El pasado viernes 15 de febrero el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró emergencia nacional, buscando conseguir el dinero que el Congreso le negó para financiar el muro, con el que intentará detener a los indocumentados a los que llama criminales.
Pero a don Julián Celaya esa postura no le viene. La vida le orilló a marcharse de Honduras. Residía en el barrio de Planeta, uno de los más peligrosos de San Pedro Sula, donde le tocó mirar cómo las pandillas mataron gente en la calle, a sus vecinos y no estaba dispuesto a quedarse.
“No quisiera abandonar uno el país, porque el país es muy bello, pero los gobernantes que tiene no sirven y por eso vino a dar la delincuencia, por los gobernantes, que más bien ahuyentan las fuentes de trabajo. Se fueron las maquilas porque les cayó el impuesto del gobierno y eso nos tiene más pobres”, manifestó.
Con los ojos llorosos este hombre de 63 años de edad reconoce que deja atrás la nación de sus antepasados; las tumbas donde quedaron enterrados sus padres, sus hermanos y sus abuelos.
En Honduras lo perdió todo: era un comerciante que fue extorsionado, que fue obligado a abandonar su casa y que ahora no tiene ninguna otra pertenencia, más que la compañía de su esposa e hijos, con quienes ha llegado a la frontera mexicana.
“De repente ya no podíamos vivir allá, porque venimos huyendo de la delincuencia, nos quitaron la casa, nuestro hogar. Nos iban a matar y tuvimos que emigrar acá toda la familia.
“Amigos, casi todo mi barrio pereció. Los mataron delante de nosotros. Me vine huyendo, porque los niños miraban cuando mataban a otros niños, la gente, personas de la tercera edad. Sin ningún motivo fusilaron a una familia al lado de mi casa. Mis niños miraron y todo eso me hizo salir para acá”, relató.
Don Julián tenía la esperanza de conseguir asilo en Estados Unidos, pero no quiere que mueran en el intento. Desde el albergue Senda de Vida de Reynosa pide al pueblo mexicano que lo ayude a encontrar trabajo y algunos muebles y utensilios de cocina, para comenzar una nueva etapa.
“La verdad emigramos por darle vida a la familia, a los hijos, pues queremos que crezcan en un ambiente sano, que puedan estudiar, porque en el país no hay oportunidades casi.
“Nosotros teníamos negocios, teníamos tiendas, reciclábamos, pero los delincuentes nos dejaron en la calle. Gracias a Dios nos pudimos salvar de la muerte y aquí estamos”, acotó.
UN TEMA QUE ATAÑE A MUCHOS
Como éstas son numerosas las personas que constantemente arriban a los refugios de
Reynosa. Y cada quien tiene una historia de sufrimiento y dolor qué contar. Vienen de todas partes, incluso de otras fronteras, según detalló Héctor Silva, encargado del albergue Senda de Vida.
“Ahorita en estos últimos días hemos estado atareados, apoyando a las familias que vienen, que llegan a la ciudad y que muchos intentan ir a Estados Unidos y no pueden, porque ahora sí lamentablemente no pueden entrar.
“Están llegando de Piedras Negras, los están mandando para Reynosa y me parece que Matamoros. Muchos de ellos traen su visa para poder la mayoría arreglar sus papeles. No sabemos si se les va a otorgar su residencia, pero muchos vienen con la intención de buscar trabajo”, expresó.
Desde hace 20 años que en este lugar se dedican de día y noche a atender las necesidades de los migrantes, con dormitorios, comida, orientación y asistencia médica.
Ayudan a personas como Juan Moisés, Anielka Lizbeth y el pequeño Jayden, una familia de desplazados nicaragüenses que, como muchas, huye del régimen de Daniel Ortega.
“Si a usted lo miran salir con una bandera azul y blanco, con una camisa azul y blanco, algún distintivo azul y blanco, que es la bandera de nuestro país, ya somos enemigos políticos. “Ya va a tener un año –que la situación se salió de control– el 19 de abril va a cumplir un año.
“Mucha gente ha fallecido, niños han muerto, jóvenes ancianos, personas que se niegan a apoyar al gobierno, saben que ahí termina su vida. Yo no me pienso quedar allá a que mi niño se quede sin padre”, aseveró.
Juan Moisés Carbayo Arauz logró escapar con su esposa e hijo dejándolo todo y durante su larga travesía por varios países asegura que se enamoró de México. Busca un empleo, uan lugar tranquilo para que Jayden crezca, y dejar atrás los pensamientos de terror y violencia que agobian a su querida patria.
Reconoció que su intención es cruzar a la Unión Americana, pero si no lo consiguen buscarán la opción de quedarse en México.
“Aquí nos han brindado su amistad, nos han brindado cariño, su atención médica, alimentación, un techo donde vivir; nos han dado un documento con el que podemos circular libremente en todo el Estado Mexicano y lo más importante de todo es que el presidente (Andrés Manuel López Obrador), el señor que está ahorita en el gobierno, es una buena persona y se le agradece mucho a él y a todos los mexicanos, porque ningún gobierno va a hacer lo que él está haciendo”, agregó.
LAS DOS CARAS
DE LA MONEDA
Pero no todos han corrido con la misma suerte: Carolina Marisol Renderos, originaria de San Miguel, El Salvador, no ha podido obtener un visado del Instituto Nacional de Migración (INM) para permanecer en México y tiene un plazo de 30 días para abandonar el país.
“Yo me vine en la caravana para Piedras Negras, donde nos dijeron que nos iban a dar la visa humanitaria, pero decidimos venirnos a la frontera de Reynosa, pero dicen que mi visa está denegada.
“¿Por qué a unos sí y a otros no?, porque dicen que soy hondureña, cuando soy salvadoreña. Entonces, yo pido que revisen mi caso y que me ayuden con la visa humanitaria”, solicitó.
Por su parte, Ricardo Calderón, representante del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes, habló de la coordinación que se está haciendo con dependencias no gubernamentales como la Cruz Roja Internacional, Médicos Sin Fronteras y los albergues para poder asistir a las personas que dejaron sus lugares de origen, sean mexicanos o extranjeros.
“Tenemos un convenio de colaboración permanente con este albergue y también participa la Jurisdicción Sanitaria número IV atendiendo a los migrantes en cuanto a temas de salud.
“Hasta la fecha llevamos mil connacionales atendidos en repatriación. Ayer (14 de febrero) en la noche terminamos como a las 23:00 horas y nos venimos a atender a estos migrantes extranjeros que vienen de Piedras Negras”, describió.
Del último grupo de 40 centroamericanos que arribaron a Reynosa (al cierre de esta edición) 26 son hombres, 9 mujeres y 5 menores de edad. Son 11 los que tienen tarjetas de visitante con permiso de un año y al resto les negaron la visa de ayuda humanitaria en México.
La gran mayoría se miran cansados, llevan muchas semanas viajando y son muchos los que no ha podido ingresar a Estados Unidos.
Relatan que en Tapachula, Chiapas, todavía hay miles que vienen en camino, mientras que en Reynosa se agolpan buscando una solución para su vida, aunque el panorama no sea fácil…
Apenas el 13 de febrero en el Río Bravo se ahogó un hondureño, quien dejó viuda a su esposa embarazada, pero con todo lo que esto implica los migrantes se aferran a una esperanza.