
Era el año de 1951 o quizás 1952, cuando el señor Francisco Ibarra Llanas trabajaba en Pemex, según él, era de las primeras personas contratadas, desempeñándose como obrero general.
Tenía poco tiempo de haber llegado a Reynosa, procedente de Ciudad Victoria y cuando terminó su contrato, debía presentarse días después a una prueba para determinar si le daban la planta definitiva.
Se fue de vacaciones a su ciudad natal y al regresar, su hermano mayor, que era distribuidor exclusivo de las máquinas de escribir Smith Corona y se dedicaba a la venta de equipo de oficina, le preguntó si no quería ir a México para capacitarse como técnico en equipo de oficina.
Su respuesta fue afirmativa, pues según él todo le favorecía: era joven, tenía 22 años de edad, soltero y tenía amigos en México, así que ya sabía a dónde podría llegar cuando arribara.
Lo recibieron en la central camionera y lo llevaron hasta donde sería su morada por los próximos meses, una casa en donde la renta del cuarto costaba 25 pesos por semana y las tres comidas por el mismo período 30 pesos.
El lugar en donde Francisco se capacitaría quedaba a tan solo dos cuadras, así que se ahorraba el pasaje.
Después de instalarse se presentó en el lugar de la cita, en donde estaría por ocho o diez días y al término de su capacitación volvería a Reynosa.
Recordó que el armar y desarmar cosas no representaba un problema para el, pues su familia tenía un negocio de herrería, por lo que no se le complicaba “quitar y poner tornillos”.
Los ocho días se convirtieron en dos meses y Francisco empezó a desesperarse, ¿cuándo me voy a ir?, le decía al gerente de Smith Corona y le decía que no se desesperara.
Además de su capacitación, recibía un sueldo por su trabajo y empezó ganando 185 pesos por semana, lo cual dijo, “era un dineral”.
“Era mucho dinero, yo no pagaba más que 55 pesos de la renta y la comida, todos me decían que era mucho dinero, pasaron más de tres meses y ya me mandaban a hacer trabajos a las oficinas y ya para entonces me pagaban cerca de 300 pesos x semana”, relató.
Debido a su tardanza en regresar su hermano se encontraba muy molesto, por lo que le dieron su liquidación y una gratificación extra por su buen desempeño y disposición, por fin volvió a Reynosa.
Su hermano, Antonio Ibarra, le preguntó si quería quedarse con su negocio, pues el debía irse a Chihuahua, en donde abriría un nuevo comercio, su respuesta fue positiva y se hizo cargo de la sucursal en esta ciudad.
Junto a un amigo empezaron a dar sus servicios a varias instituciones académicas, como lo fueron: la Academia Comercial Hidalgo, Academia Comercial Reynosa, así como a las oficinas de Petróleos Mexicanos, entre otros lugares que se sumaron a la lista.
“Empezó a llegar más trabajo y llegaron otros muchachos a trabajar conmigo y así fue creciendo la cosa”, indicó.
Durante más de 25 años el negocio estuvo ubicado en la esquina de las calles Madero y Victoria, la misma cantidad de años tiene en el nuevo local, ubicado sobre el bulevar Tiburcio Garza Zamora, número 575 poniente.
MÚLTIPLES VENTAJAS
Según Ibarra Llanas, antes de usar una computadora hay que trabajar en una máquina de escribir para saber teclear correctamente, pues las computadoras son más frágiles y pueden dañarse fácilmente.
Además, dijo que una máquina de escribir siempre será mejor, pues aunque haya fallas en el suministro de energía, haya problemas en algunos sistemas o se carezca de Internet, no será impedimento para trabajar, al contrario de una computadora.
“Dependencias locales, estatales y federales, así como oficinas particulares deben de tener una máquina de escribir por cualquier cosa”, expresó.
Las máquinas de escribir pueden ser electrónicas, electromecánicas y mecánicas.
Explicó que las reparaciones más costosas son las de las máquinas mecánicas, pero a pesar de esto vale la pena tener una.
“La ventaja es que puede no darle mantenimiento, puede aguantar hasta un año, mientras que la electrónica puede venir hasta tres veces a reparación”, apuntó.
La mayoría de las máquinas que llevan a reparar es por que se le dio un mal uso y no sabían como tratarla.
“Por lo general era porque algún chamaco o personas le movían, forzaban o doblaban alguna pieza o simplemente porque se desgastaba por el uso normal”, manifestó.
Expresó el experto que aún se siguen vendiendo, inclusive nuevas y que las marcas más buscadas son la Olympia, Smith Corona, Olivetti, Remington, Underground y Royal.
Para evitar que se dañen y se conserven en buen estado, recomendó guardarla en su funda o estuche y si no tiene, una bolsa de plástico será de gran ayuda para protegerla de la tierra y la humedad.
En su negocio es posible encontrar en venta algunos modelos, por ejemplo, una marca Remington, que tiene aproximadamente unos 75 años, a un costo de mil 600 pesos y una Olympia, creada hace 30 años, que ofrece en dos mil 500 pesos, ambas mecánicas.
MESAS, ESCRITORIOS,
IMPRESORAS Y DEMÁS.
No solamente máquinas de escribir se encuentran en el negocio de don Francisco Ibarra Llanas, también hay variedad en equipo de oficina.
Sillas para oficina, escritorios, impresoras, cajas registradoras, e incluso, algunos electrodomésticos, están a la venta, unos nuevos y otros usados.
“Más que nada me enfoco a lo de oficina y hay más cosas que se han acumulado después de tantos años, pero ya las voy a poner en remate para irme deshaciendo de todo”, advirtió.
También tiene cajas fuertes, y para quienes ya cuentan con una pero no pueden abrirla, quizás porque olvidaron la combinación, él lo hace y le da un nuevo patrón de números y movimientos.
A pesar de lo que pudiera pensarse, su negocio sigue funcionando y aunque no con mucha frecuencia aún llegan dos o tres clientes por semana.
El lugar está abierto de lunes a sábado, de 10:00 a 13:00 horas y de 15:00 a 19:00 horas y los domingos, de 10:00 a 14:00 horas.