
Ubicados en la brecha 116, a unos kilómetros después de la carretera Río Bravo-Matamoros, a pocos minutos de Reynosa, se encuentra la única escuela residencial para sordos de todo el Estado, México Centros Cristianos para Sordomudos, A.C., este lugar se ha convertido en un puente entre el mundo del silencio de los niños con discapacidad auditiva y una sociedad que todavía no sabe lidiar con su ellos.
Al cruzar el umbral donde inician las diez hectáreas de la institución y adentrarse a los terrenos del lugar, se respira un ambiente distinto. No es sólo la ausencia de voces que permite apreciar mejor los sonidos ambientales ya sea del viento o de los animales de granja que existen en los alrededores, sino la tranquilidad que ofrece un sitio donde el trajín diario no tiene cabida.
En esta escuela no se oyen los claxon de los coches ni los gritos o el barullo de los sonidos cotidianos de la ciudad, algo que permite a los visitantes colocarse por un momento en los zapatos de los niños que allí habitan.
Se tienen avisos para los automovilistas, donde les previene a andar más despacio en su vehículo, pues los residentes del lugar no pueden escuchar las prevenciones auditivas.
La insignia de la escuela recibe a los visitantes y es lo primero que se percibe al llegar al edificio principal de la institución, la imagen de un pastor rescatando una oveja del acantilado. Para los fundadores del centro, ésta es la figura con la cual representan el trabajo que realizan: rescatar a niños y adolescentes sordos del abismo de aislamiento donde son sumergidos por la falta de comunicación.
Es viernes por la mañana y los niños están en clases. En esta escuela las únicas voces que se escuchan son de las instructoras que imparten la lección del día, mientras que los niños fijan su mirada en las manos de su maestra y las imágenes que a través de tarjetas y un retroproyector se les muestran.
No es un lugar convencional, es un colegio diseñado para niños con sordera quienes pese a su discapacidad, con las herramientas del lenguaje de señas pueden expresarse como cualquier persona normal.
A media mañana, como cualquier niño en clase, los alumnos se distraen con las visitas. Algunos sonríen, otros más efusivos saludan a los extraños, los más curiosos preguntan a su maestra a qué se debe la presencia de quienes han llegado a su salón y piden que cada uno se presente, pues socializar es lo más común para los estudiantes de México Centros Cristianos para Sordomudos.
Inmediatamente los nombres son deletreados para el grupo de infantes con el vocabulario de señas estadounidense, el cual se enseña en la institución.
Luego de la presentación traducida por los mentores la respuesta de los niños es una sonrisa, el lenguaje internacional para acoger y dar la bienvenida a las personas.
El REZAGO DEL SILENCIO
“La ceguera te aísla de las cosas, la sordera te aísla de las personas”, Helen Keller.
Según el coordinador de México Centros Cristianos para Sordomudos, campus Río Bravo, el presbítero José Efraín Escorza Trejo; el grupo de discapacitados con menor atención en el país son los sordos.
Los niños son aún más vulnerables, pues la falta de audición les impide comunicarse con sus semejantes y los deja a merced de abusos y humillaciones que en la mayor parte de los casos suceden aún desde el seno familiar.
“La sordera los mantiene desconectados de la relación con su familia y con otras personas. La mayoría crece separados y el aislamiento produce mucho daño psicológico y emocional. Estos niños requieren de una ayuda especial, por eso existe este centro.
“En el instituto aprenden el lenguaje de señas, el cual les permite comunicarse con sus semejantes y de esta manera establecer relaciones afectivas, a la vez desarrollarse y acceder a mejores oportunidades de trabajo y de vida”, menciona Escorza.
El trabajo con este grupo de discapacitados es más que necesario, pues según comenta el coordinador del centro, todavía existen familias que por ignorancia o vergüenza, deciden apartar a sus hijos con sordera de la sociedad, erróneamente intentan protegerlos de quienes los consideran deficientes mentales, pero en realidad los separan de la posibilidad de vivir una vida normal.
Durante los once años que tienen laborando como Asociación Civil, han recibido decenas de casos de niños sordos, que han sufrido maltratos físicos y sexuales, por lo cual su conducta se vuelve más agresiva.
La observación del coordinador es que el abuso del cual son objeto produce en el menor una sensación de rechazo que les provoca hiperactividad, ansiedad y el desarrollo de serios problemas de personalidad que entran en un círculo de violencia cuando la familia no sabe como lidiar con él.
“El progreso de un niño lo vemos cuando van adquiriendo seguridad en sí mismos. Por las mismas humillaciones y rechazos que sufren constantemente, tienen muy baja autoestima. La mayoría de las personas piensa que son retrasados porque no pueden hablar y hacen sonidos guturales.
“El trabajo que nos toca hacer con ellos es que desarrollen sus habilidades, fortalezcan su autoestima para que de esta manera se vayan integrando a una sociedad y solucionen sus problemas de conducta”, señala el coordinador.
Y es que, según Efraín Escorza, la mayoría de los infantes que llegan al centro no conocen ni siquiera su propio nombre. Así, sin la posibilidad de expresarse, viven en constante enojo y frustración.
NACE UNA ESPERANZA
En 1992 Ernest Clark misionero de International Christian Centers for the Deaf, visitó Reynosa con el fin de abrir una escuela para niños sordos. Tras intentar la instalación de una escuela sin éxito, aceptó el apoyo que se le brindó por parte del municipio de Río Bravo.
En julio de ese mismo año, nació México Centros Cristianos para Sordomudos, A.C. que se estableció formalmente en 1997 en un predio donado por las autoridades municipales, con el apoyo del DIF del Estado de Tamaulipas; donde se ofrecía enseñar el lenguaje de señas, y la educación básica en forma gratuita a niños y adolescentes de 4 a 12 años.
Desde entonces, el centro trabaja con la visión de darles a los niños y adolescentes, la oportunidad de conocer la vida en toda su plenitud, espiritual, física y mentalmente. Se instituyó un sistema residencial para brindarle a los alumnos una mejor calidad de vida, ya que la mayoría de ellos proceden de familias de escasos recursos, que llegan desde los ejidos de alrededor y colonias marginadas de Río Bravo y Reynosa, al igual que de Nuevo Progreso, y hasta la fecha el sistema de internado ha dado buenos resultados.
Para esto, los padres deben dejarlos internos durante el año escolar y recogerlos los fines de semana o en vacaciones. Aunque también existe la posibilidad de ser un estudiante externo, los docentes del lugar recomiendan a los padres de familia dejar a su hijo convivir con otros estudiantes.
Más de una década después de los comienzos de la institución, se han atendido decenas de alumnos a quienes este lugar les ha cambiado la vida, pues de no haber recibido un lenguaje de señas todavía seguirían en la marginación, sin poder comunicarse más que con sus familiares.
JUGANDO, PELEANDO Y APRENDIENDO…
“Tenemos la escuela residencial a fin de que los niños que realicen una vida de comunidad, donde aprendan a convivir y desarrollarse, sin ningún costo adicional para ellos, únicamente los donativos que los padres puedan pagar.
“Somos una institución de asistencia social donde nos sostenemos de lo que los padres de familia o diversos patrocinadores quieran aportar. No tenemos cuotas escolares ni inscripciones, solamente donativos, con los cuales les brindamos a los niños una cama, ropa de cama, uniformes, cuatro comidas al día, además de las clases de primaria y secundaria” comenta el coordinador del lugar.
Al estar internos los menores e integrarse a un grupo, aprenden a trabajar en equipo, realizar sus labores de aseo personal, además de sus tareas.
El tiempo promedio en el que un niño puede terminar su educación básica en este lugar son de nueve a diez años, aunque depende también de cada caso en particular. Según los docentes, se requieren tres años para que los menores aprendan el lenguaje de señas básico con el cual se comunicarán, para después, aprender a leer y escribir, y así sucesivamente terminar los niveles de educación básica.
“En ese tiempo no sólo se trabaja con su conducta, también en mejorar su autoestima y auto imagen. Es interesante ver como llegan niños con conductas muy antisociales que luego de un tiempo de permanecer aquí cambian la expresión de su rostro.
“Llega un punto donde los padres de familia nos dicen que el único lugar donde ven feliz a su hijo es en la escuela, porque ellos pueden expresarse, pelearse como los niños normales e incluso establecer relaciones afectivas”, afirma el pastor Escorza.
Como parte de su instrucción a los alumnos se les adiestra en talleres manuales como corte y confección y albañilería y una clase de manualidades donde ellos forjan joyería de fantasía y diversos artículos que ofrecen a la venta. En el próximo ciclo escolar se agregará el taller de carpintería, además de manualidades donde los talleres son impartidos por voluntarios que se ofrecen a brindar la instrucción gratuitamente a los niños.
Además se les enseña, Español, Matemáticas, Inglés, Computación, así como las materias de Ciencias Sociales, y aunque su aprendizaje es de la misma calidad que cualquier persona con la audición intacta, al no poder escuchar la gramática se les dificulta un poco más.
“Ellos pueden escribir el lenguaje normal y expresarse a través de él. Sin embargo, su gramática no es como la nuestra, omiten los artículos y eso sucede con los sordos en todas partes del mundo, pueden poner el sujeto, predicado o el verbo en el orden que sea”, refiere Escorza.
Pero la mala gramática no les impide hacer uso del lenguaje escrito para comunicarse, inclusive, algunos de ellos (principalmente los adolescentes) disfrutan de chatear y enviar mensajes de texto por celular como cualquier otro chico de su edad.
Vivir y educar a 80 alumnos con discapacidad y algunos con entornos sociales muy difíciles, no es nada sencillo, sumado a la problemática que cada uno lleva desde sus hogares. La disciplina en el lugar comienza desde levantarse, a las seis de la mañana y seguir un horario para sus actividades cotidianas, como acudir a sus clases, lavar su ropa, y hacer sus tareas escolares, que aunque parezcan cotidianas, no todos ellos están acostumbrados a realizarlas.
Es por esto que en el lugar se implementó un sistema de motivación para los alumnos que consiste en ganar puntos que son otorgados por sus maestras, ya sea por su buena conducta, su participación en clase, o su trabajo en equipo. Los puntos son canjeables cada viernes por productos de la tienda del lugar, donde a través de ellos pueden “comprar”, artículos como juguetes, peluches e inclusive pinturas y zapatos. El fin de este sistema es minimizar las conductas negativas y les ha resultado muy efectivo.
DISCAPACIDAD SOCIAL
Según estadísticas de Naciones Unidas el 1 por ciento de la población mundial es sorda. En México, aunque el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (Inegi) sostenga en la estadística de su último censo del año 2000 una población nacional de 280 mil sordos en el país, la realidad es que el número es muy superior.
A pesar de esto, no se ha trabajado lo suficiente a la integración de las personas sordas a la sociedad, por lo que se les considera el grupo de discapacitados que sufren mayor discriminación en el país, especialmente en el acceso a la educación, ya que no existen escuelas especiales para atender a estos grupos y los programas de integración, dedican únicamente media hora a la enseñanza del lenguaje de señas.
En México no existe la homologación de un lenguaje para sordomudos, por lo que en la franja fronteriza de Tamaulipas, desde Nuevo Laredo hasta Matamoros, existen ocho lenguajes distintos. Aunque en la Ley de educación sea obligatorio para los maestros aprender el lenguaje de señas mexicano, apenas se trabaja en la homologación del lenguaje en todo el país, un proceso que no es nada sencillo.
Además, los sordos sufren de maltrato y explotación, razón por la cual, los familiares dudan de las instituciones que les ofrecen ayuda gratuita.
Por ello, desde el inicio de la institución se cuenta con la verificación constante del DIF estatal donde se encuentran registrados. De la misma manera en Salubridad y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la escuela está reconocida como institución de asistencia social.
“Esta supervisión nos permite mantener altos estándares de servicio para los niños sordos, para que ellos tengan una nutrición sana y servicios de calidad que el mismo gobierno nos exige”, menciona Escorza.
El costo real de la manutención de un alumno en el instituto es de mil 500 pesos por alumno, sin contar la ropa y el pago de los docentes, el transporte y los materiales escolares que en el instituto se les provee.
Un sistema especial para sufragar los gastos de cada alumno es el patrocinio de los niños, donde los interesados pueden aportar un donativo de 300 pesos mensuales para apoyar a un estudiante. Cada alumno, requiere de cinco padrinos para continuar su educación en el lugar. El 95 por ciento de los niños requiere de patrocinio, ya que provienen de hogares con poca solvencia económica.
El éxito de la institución se observa también al recibir a niños de otros Estados que al enterarse de la escuela, llegan de lugares como Veracruz y Saltillo, entre otros lugares.
“En el área noreste del país, es la única institución que cuenta con instalaciones para tener a los niños viviendo aquí. Existen otras instituciones que también se dedican a enseñar un lenguaje de señas, pero no con escuela residencial”, señala el director.
Las necesidades son tan variadas que toda la ayuda es bienvenida en el lugar. Durante el último verano un tornado arrancó las cortinas metálicas del comedor, las cuales por falta de recursos no se han podido instalar. Se requieren especialmente los alimentos no perecederos, necesarios para dar de comer diariamente a los alumnos.
Asimismo, algunos dormitorios necesitan la colocación de aislantes, pintura o cambio de ventanas que ya se encuentran desgastadas por el tiempo.
MARIBEL Y JULIAN
El esfuerzo para mantener el lugar en ocasiones parece titánico, con todo, el personal docente y los directivos aseguran que con el cambio que tienen los niños al llegar al lugar, vale la pena todo el trabajo.
El resultado de la educación lo pueden palpar en dos casos en particular, Maribel y Julián, dos alumnos que llegaron desde niños a la institución, que luego de aprender el lenguaje de señas y presentar los exámenes del Instituto Tamaulipeco de Educación para los Adultos (ITEA) obtuvieron su certificados de primaria y secundaria, y ahora ya son instructores de los niños de recién ingreso a la institución.
“Es muy satisfactorio ver como este año tres de ellos se graduaron de primaria y para este mes de diciembre, nueve estudiantes más terminarán la primaria y que además de eso también tienen la posibilidad de aprender oficios que en un futuro les servirán como medio de subsistencia”, comenta Escorza Trejo.
También se les impulsa en su desarrollo físico y cultural. Desde hace dos años los estudiantes participan en el Festival Internacional Tamaulipas (FIT). La última vez antes de su presentación, Maribel ofreció un discurso al auditorio y dijo:
“Soy Sorda. La ausencia de este sentido me limita en muchas maneras, me aísla, me hace no entender qué pasa con mi prójimo, qué sucede… es doloroso, hiere mi corazón no entender que sucede a mi alrededor. Pero le doy gracias a Dios por el lenguaje de señas, me ha permitido conocer el mundo, establecer mejores relaciones. Agradezco este detalle y pido que todos estén conscientes que los sordos también tenemos necesidades, nuestros propios sueños”.
Acto seguido los niños “entonaron” con sus manos la canción ‘Sueña’, y el ‘Himno a la Alegría’, con las cuales arrancaron los aplausos del público. Aunque no escucharon las palmas, sus rostros reflejaron la alegría de que su voz a través de las señas, por fin fue escuchada.
Si desea obtener más información acerca del trabajo que se realiza en este lugar puede acudir a la dirección: Brecha 116 con 22 Norte en el ejido Guadalupe Mainero de Río Bravo, Tamaulipas o comunicarse a los teléfonos 89 91 00 21 34 y 89 99 20 50 4 11 ó al correo electrónico [email protected].