
Una mezcla de silencio y llantos multiplicados predominan en el salón de sexto año de la escuela primaria “Emilio Portes Gil” de Reynosa. No es un día cualquiera, pues alguien del grupo se encuentra ausente y, por mala fortuna, ya no asistirá más a clases.
Enterados que una tragedia los visitaba –después de realizar los honores patrios y tras guardar un doloroso minuto callados–, todos lloran a “Luisito”, su compañerito muerto en un accidente de tránsito.
Las caras desencajadas de los niños y niñas que compartieron inmensidad de momentos y crecieron con él en los últimos seis años, no aciertan a creer lo que está sucediendo. Fabiola, su maestra, ni siquiera puede hablar del estado de “shock” que la embarga, tras imaginar el sufrimiento por el que pasó uno de sus alumnos.
El luto penetra y corroe y no hay palabra que pueda menguar el sentimiento de consternación generalizado en este plantel de la colonia Benito Juárez, luego de que el pasado 19 de febrero, José Luis Acosta Herrera, de apenas 11 años de edad, fue atropellado por un autobús de transporte público.
El menor acudía a trabajar y se encontraba muy entusiasmado porque apenas tres días antes su madre lo había preinscrito en la secundaria. Ya estaba en los preparativos de su graduación, pero sus ilusiones murieron de golpe:
Tras descender de la pesera “Escuela México”, la misma que todos los días abordaba para asistir a su empleo, Luisito cruzó corriendo la calle por enfrente de ésta sin darse cuenta que por el otro carril se desplazaba una pesada unidad de la ruta “Juárez 5”.
Murió casi instantáneamente. Quienes se hallaban en el lugar acudieron a auxiliarlo, pero nada pudieron hacer; sus compañeros de la tienda Su Bodega, turbados, corrieron para ayudar al niño paqueterito, que yacía a solamente unos seis metros de la entrada de su trabajo.
El caos, el nerviosismo y la desesperación pareció haber detenido el tiempo en el lugar del incidente, localizado en la esquina de la calle Héroes de la Reforma con Francisco Zarco en el sector de la Juárez.
Mientras que los testigos llamaban a los servicios de emergencia la demás gente se aglomeraba; el conductor implicado no daba crédito a lo que sus ojos veían y los pasajeros, horrorizados, se condolían de que la víctima fuera un niño.
Minutos después una empleada del establecimiento de consumo llegó a la casa de los familiares de Luisito, para darles la noticia del sorpresivo incidente, mas éstos no le volverían a ver con vida.
“Huicho”, su padre, de oficio albañil, fue a toda prisa a tratar de salvar a su hijo, pero ya era tarde: a las 14:30 horas de ese domingo había sido declarado muerto.
Luis Alfredo Inés Santiago, chofer del camión, fue detenido por elementos del Departamento de Tránsito y puesto a disposición de la Agencia Séptima del Ministerio Público.
DOLOR Y DESAZON
Para quienes le conocieron, Luisito deja un vacío muy difícil de llenar, pues no reunía el perfil típico de todos los niños, ya que por iniciativa propia era un alumno aplicado, responsable y trabajador sin necesidad de que lo amonestaran, según relatan.
Penúltimo de una familia de siete hermanos, desde pequeño siempre quiso contribuir a los gastos de la casa.
Cuenta su hermana, Cinthya Olivia, que siempre se destacó por su liderazgo, inquietud y espíritu de superación, ya que pese a ser un infante “quería ayudar en todo”, ganando la admiración de sus propios amigos, chicos y grandes.
“Era muy simpático, le gustaba mucho bailar y también trabajar. A él siempre le apasionó ayudar a mi mamá, porque a pesar de que estaba pequeño tenía ya un empleo. Todos lo conocían aquí en la colonia”, menciona.
El día de su deceso su familia se opuso a que fuera a laborar, debido a una infección estomacal, pero el menor se empeñó en ir. Ya no regresaría…
“Mi mamá no lo quería dejar que fuera, porque tenía dos días sintiéndose mal del estómago. Antier lo llevaron al doctor y le compraron medicina. Le dijo: ‘No mijo, no vayas’ y él le respondió: ‘No ama, ¿qué me quedo a hacer aquí si ya me siento bien?’ y como era bien terco e inquieto se fue a trabajar.
“El accidente ocurrió afuera del centro comercial donde laboraba. Ya había cruzado cuando pasó eso, nos comentó la cajera de la tienda que vino a avisar. Ella dijo que mi hermano ya estaba en el camellón y que la pesera quedó con las llantas muy pegadas al cordón, siendo que éstas deben ir en medio.
“Los pasajeros que se bajaron de la unidad dicen que el señor (chofer) iba manejando muy feo. De hecho estaban las marcas de que frenó, pero ya no se pudo hacer nada, porque el cuerpo quedó abajo del vehículo”, manifiesta.
Según rubricó un periódico de la localidad, Inés Santiago habría querido “ganar pasaje” a otro autobús, aunque uno de los comerciantes que presenció los hechos afirma que el menor “se cruzó sin fijarse”.
LINEAS DE INVESTIGACIoN
De acuerdo con la versión del detenido, Luisito, se bajó de un camión junto a una dulcería (lugar que no está estipulado para el ascenso ni descenso de pasajeros, pues ahí es donde comienza la siguiente cuadra) e intentó pasarse al camellón intermedio por delante de las dos unidades, una de las cuales se desplazaba a 25 kilómetros por hora, aproximadamente.
“Hagan de cuenta que estaba otro micro parado de aquel lado de la esquina donde está la parada. Estaba del lado derecho y yo iba pasando por el izquierdo cuanto se presentó la tragedia. Al niño sólo lo vi cuando ya lo tenía enfrente.
“No me di cuenta la verdad cuando (el otro conductor) bajó pasaje, pero el niño se cruzó por delante de los dos camiones. Si hubiera cruzado por detrás me hubiera visto que iba.
“Le pido a Dios que me ayude y que me perdone, porque era una gente que yo no quise herir, no fue intencional. Nunca había tenido problemas por manejo, nunca. Es la primera vez que me pasa esto.
“Les diría a los familiares que me perdonen, que fue un accidente, que si hubiera habido la manera de evitarlo lo hubiera hecho, pero ya no me dio tiempo, porque el camión es muy pesado y el niño se atravesó”, comenta Inés Santiago.
Atribulado, este chofer –con ocho años laborando en la “Juárez 5”–, relata que comenzó el turno a las 8:00 horas, normal, como cualquier otro día.
Tras las celdas municipales de Seguridad Pública detalla que nunca pasó por su mente verse inmiscuido en una situación de esta naturaleza.
“La verdad me siendo muy mal, yo soy padre de familia, tengo una hija de cuatro años y ellos también se sienten bien mal, porque no pueden hacer nada.
“Yo me quedé en el lugar de los hechos, porque yo no tengo la culpa de eso, aunque no evita que me sienta triste. Mis patrones me dijeron que van ayudar a la familia que está lastimada. No he hablado con los deudos, pero si está en sus manos perdonarme quiero decirles que no fue intencional”, menciona.
Hasta el cierre de este trabajo periodístico los hermanos de Luisito estudiaban emprender acciones legales en contra del operador del autobús; sin embargo, sus propios padres dijeron no “tener cabeza” para pensar en eso.
“Mi mamá dice que ella no quería levantar una acta ni nada, pero se debe de hacer, porque ahorita fue él y mañana puede ser otro niño u otra familia la víctima”, agrega Cinthya Olivia.
A pesar de que un representante legal del dueño del camión se acercó para ofrecer apoyo económico, los gastos funerarios corrieron por parte de los parientes del menor y amigos que acudieron a su pobre hogar (situado en el 903 de la calle Santos Degollado) a entregar ofrendas económicas.
Los empleados de la tienda Su Bodega también hicieron un donativo para la familia Acosta Herrera.
TRISTE ADIOS
El padre afectado fue quien atendió a las visitas, ya que a su hijo lo velaron en casa. La mamá del niño, sumida en aflicción, no pudo ni siquiera hablar.
Apesadumbrado, el padre asegura que Luisito tenía el gran sueño de entrar a la secundaria y que en sus ratos libres disfrutaba de jugar futbol. El América era su equipo favorito.
“Me decía: ‘Ya voy a entrar a la secundaria apa’”.
“La última vez que lo vimos salió corriendo y nada más gritó: ‘¡a la noche vengo!’, fue todo, tomó la pesera y minutos después nos avisaron lo que había ocurrido”, añade.
En Su Bodega, Luisito también dejó un enorme hueco, pues los supervisores y cajeras mencionan que era muy tranquilo, de los niños más nobles; responsable y muy obediente.
“Nunca tuvimos queja de él. Nos sentimos impotentes, pues no pudimos hacer nada”, lamentan.
En el día de su velorio las muestras de apoyo a esta familia se amontonaron, incluso, de personas ajenas a la familia.
De hecho Luisito también fue panadero y en el sector de la Juárez mucha gente sabía quien era.
“Mi hijo vendió pan. Ayer vino una señora que no la conocíamos, pero que sí lo conocía a él. Yo nunca quise que trabajara, pero él era muy terco, como todo niño con sus ilusiones y uno con una mala economía no completa en veces para comprarle todos sus gustos.
“Yo soy albañil y mi señora ama de casa. Habíamos estado pasando por una situación económica difícil y él mismo fue y se metió a hablar con el gerente de Su Bodega para pedirle trabajo. Era de muy buenos pensamientos mijo”, describe don “Huicho” llorando.
Las súplicas de todos en su casa es poder soportar este dolor, de saber que Luisito ya no volverá a estar más con ellos.
EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS
En el lugar de los hechos aún puede observarse las huellas de la tragedia. Otro de los testigos, quien renta computadoras, comentó que “el accidente ocurrió de la nada”, aunque por ser un niño quizá pudo evitarse.
“Por lo general la culpa va sobre el chofer, aunque no deja de ser un menor de 11 años, mínimo los papás debieron venir a dejarlo”, considera.
Uno de sus maestros dijo que cuando recibieron la noticia fue muy doloroso, por todos los momentos que compartieron con el niño.
“Apenas el viernes pasado se había sentado a platicar conmigo de ideas, de sugerencias y una de las palabras que dijo es que ya iba a cambiar, que este año había cometido muchos errores, pero que iba a cambiar”, expresó sollozando frente a la escuela.
Fabiola González Velázquez, la educadora que lo tuvo en el último grado, define que Luisito era un destacado alumno.
“Muy participativo, siempre quería en cualquier actividad participar. Siempre levantaba la mano; hace algunas semanas fue el maestro de ceremonia y recientemente vino caracterizado de indito y también salió en la pastorela.
“Cada bimestre yo los cambiaba de mesa y la última vez estuvo en la mesa de los mejores, porque era muy bueno en las matemáticas, era su fuerte, era un muy buen alumno y yo creo que así lo vamos a recordar.
“Yo lo conocí muy bien, conocí a su hermana, le di clases; su mamá es madre de familia de todo el tiempo, él estudió aquí los seis años y conozco a sus hermanos. Lo conocía desde antes y ahora todo este año”, arguye.
Yaneth Espinosa Cruz, una de sus mejores amigas señala que él era muy alegre y siempre jugaba con todos.
“Siento mucha tristeza en mi corazón, apenas hoy me enteré. Yo les dije que no podía creerlo, hasta que me enseñaron el periódico donde venía él. Era mi mejor compañero y lo voy a extrañar”, dice visiblemente dolida.
Por su parte, Carlos Israel Alonso, otro de sus amigos mencionó sentir una gran tristeza porque ya no lo volvería a ver.
María Del Roble Quesada Villarreal, directora del plantel, comentó que el menor era de extracción humilde, que se ganaba la vida trabajando y también vendía pan.
“Aquí en la escuela desde primero estuvo con nosotros y nos duele que Dios lo haya llevado ya. Nos deja un vacío, porque la mamá de él es una señora muy luchista y siempre se ha preocupado mucho por sus hijos. Esos niños son bien aguerridos y querían mucho a la escuela.
“Antes vivían hasta el fondo de la colonia, por el Naranjito y nos seguían. Les gustaba y nosotros estábamos contentos, porque son niños listos, o sea, que sus hermanitos y él sobresalieron. Siempre estuvieron en buenos lugares y nos duele mucho porque fue un buen niño. Esto para nosotros es un golpe muy fuerte”, indica.
Mientras tanto, Ernesto Escobar, agente séptimo del Ministerio Público, mencionó que continúan las investigaciones de este caso.
“Vamos integrando apenas la averiguación. El Departamento de Tránsito nos puso como responsable del accidente al chofer del camión.
“Se tienen que hacer todas las diligencias pertinentes, quedando pendientes todos los resultados de los peritajes químicos de alcoholemia y antidoping, para descartar que hubiera estado intoxicado. En caso de que saliera algún resultado positivo se agravaría el delito.
“Por lo pronto el señor se queda detenido. Nosotros como Ministerio Público tenemos 48 horas a partir de la detención de esta persona, que fue a las 16:30 del 19 de febrero para decidir sobre su situación jurídica. Ya sea consignarlo al juez penal de primera instancia que esté en turno o si en ese inter hay algún otorgamiento de perdón por los familiares del menor o si llegan a algún tipo de reparación del daño”, explica.
En caso de que se falle en contra del acusado, como es homicidio culposo, podría alcanzar de tres días a cinco años de prisión y el artículo 318 del Código Penal del Estado establece que como la muerte fue cometida por un chofer de transporte público podría alcanzar de dos a ocho años de cárcel.
El 22 de febrero se dio a conocer que el caso de Luis Alfredo Inés Santiago fue turnado ante el juzgado Primero Penal y consignado por homicidio imprudencial bajo la averiguación previa 146/2012.
Aún así, la los padres y hermanos de Luisito saben que nada va a poder reparar el dolor que les ha causado su repentina muerte, cuando mucha vida tenía por delante. Descanse en paz José Luis Acosta Herrera.