A las 7 en punto de la mañana sus pequeños pies tocan el suelo y presurosos caminan a la ducha antes de partir a la escuela. Se recoge el cabello y enfunda el uniforme color tinto para entonces engullir una pieza de pan con leche.
Con esfuerzo columpia su mochila hasta colgarla sobre sus hombros y de la mano de su madre acude a clases. En el trayecto las miradas la acompañan pero ella ya está acostumbrada.
Se trata de Karlita, una niña que padece acondroplasia, trastorno también conocido como enanismo, mismo que no le impide hacer su vida es como la de cualquier ser humano.
Alumna del segundo grado “A” turno matutino en la Primaria “José María Pino Suárez” de Reynosa, esta menor de aperlada piel ostenta notables calificaciones y pese a su singular tamaño de 1 metro con 10 centímetros, se encuentra integrada en un entorno social que la ha arropado con benevolencia.
Yolanda Mena López, maestra de Karlita, aseguró que “sus compañeros la aceptan tal cual –con sus pequeños defectos y enormes cualidades–, desde que llegó” a la escuela.
“Es un gran honor y placer tenerla conmigo, yo vengo con ella desde el primer año y para mí ha sido muy constructivo ser su mentora. Aquí se le trata como una niña normal sin preferencias”, manifestó.
Acerca de cómo se le ha involucrado en un medio donde evidentemente surgen preguntas entre los otros chicos, la educadora apreció:
“No ha sido difícil; al contrario, porque los mismos alumnos me han ayudado a que ella se sienta bien aquí. Se mira como parte del grupo, que la acoge, la apoya y cuando Karlita está en apuros la protege”, indicó.
Referente a las condiciones físicas de la niña y cómo estas le impactan psicológicamente, Mena López comentó que convive a la perfección con sus limitaciones y alcances.
“Precisamente tenemos una materia que se llama ‘Conocimiento del Medio’ que nos dice cómo es nuestro cuerpo y aborda el renglón de la igualdad humana. Hasta ahora por parte de Karlita no han habido preguntas sobre su fisonomía; las dudas que manifiesta son similares a las de los otros niños”, dijo
La profesora egresada por la Escuela Normal Superior de San Luis Potosí, expresó que incluso la actitud de la alumna más pequeña del plantel es tan positiva que las inclemencias del tiempo no son obstáculo para frenar su hambre de conocimiento.
“A veces cuando están muy intensos los fríos los padres de familia retiran a sus hijos, pero Karlita no se quiere ir, porque para ella la escuela es su mayor distracción y aquí encuentra el equilibrio que a lo mejor en otro lugar no haya”, ilustró la entrevistada.
UN DIA EN LA ESCUELA
Entusiasmada, Karlita abre su mochila rosa. Extrae los cuadernos, libros y colores. Atenta, toma nota del día en el cual vive y desarrolla el tema que está en la pizarra.
En medio de un espasmo de barullos y jocosas carcajadas de sus compañeros, la contundente voz de su maestra hace eco y aplaca el escándalo. Karlita intercambia sonrisas, pero continúa trabajando.
Luego se apresura a formarse para que revisen su trabajo. Tanto sus letras como cada dibujo los realiza con destreza. Enseguida retorna, aunque con maniobras sube al pupitre.
Rubén Aguirre Guerrero, director del plantel matriculado en la zona escolar 127, admitió que historias como la de Karlita –quien con buen ánimo vence la depresión que le origina la acondroplasia–, son pocas.
“Créanme que estos casos son muy contados. Ella es una vecina singular de nuestra comunidad y tiene un ángel muy especial. Se nota su determinado interés que tiene por superarse”, enfatizó.
El director comentó que cualquier gesto de indiscriminación hacia Karlita (fuera de la vista del personal docente) no trasciende en el comportamiento de la menor, al menos por ahora.
“Ustedes saben que los niños son fríos y eso a ella parece no mortificarle mucho. La niña está encantada y se relaciona con todo mundo. Las pequeñas grandes dificultades ella las supera con naturalidad”, precisó.
Aguirre Guerrero añadió que todos los estudiantes son importantes, pero Karlita ocupa un lugar especial en su escuela.
ENCUENTRO CON LA REALIDAD
Fuera de la esfera de sus familiares, vecinos, profesores y compañeros, Karlita es blanco del asombro y el rechazo de la gente, que equivocadamente asocian su padecimiento con estigmas religiosos o la idea de que las personas displásicas son antisociales.
Pero a decir de su progenitora Guillermina Beltrán Ollervides, la conducta de su hija es tan ordinaria, como lo es también el trato que recibe:
“La niña asiste a la escuela, participa, tiene amistades, convive y juega con sus dos hermanas (Monserrat y Bety) con las cuales comparte los mismos derechos y obligaciones. Puedo asegurar que lleva una vida común y corriente”, reiteró.
Guillermina, originaria de Montemorelos, Nuevo León, mencionó no puede comprender por qué Karlita nació con este problema ya que en su familia no hay antecedentes semejantes.
“Esto nos desconcertó bastante porque así de chaparrita no han habido casos en la familia. Su papá por ejemplo, mide 1.85, por eso nos alarmamos como no tienen idea”, relató.
Entrevistada tras preparar la comida del mediodía la mamá de Karlita dijo lo impactante que fue saber que sería bajita.
“Cuando nació lloré mucho porque pensé lo que sufriría para salir adelante y encarar un mundo lleno de adversidades, aunque aún desconozco lo que le deparará el futuro”, añadió.
En esa tesitura, Beatriz Falcón Ayala, abuela paterna de la menor, describió que un alud de interrogantes y sentimientos de culpabilidad aplastó a la familia cuando se supo la realidad a la que su nieta se enfrentaría.
“Pero le damos muchas gracias a Dios de tenerla cerca, porque es una bendición que nos mandó. El nos envió este angelito tan especial. Ya era para nosotros”, subrayó doña Beatriz.
CONTRA TODOS LOS PRONOSTICOS
De regreso, Karlita ingresa a su precaria casa de dos piezas localizada sobre la calle Jaumave en la colonia Hidalgo. Un viejo sillón que queda frente a la desvencijada puerta la recibe. A su derecha un par de camas terminan de ocupar el reducido espacio de la sala.
La niña arrima sus útiles a un rincón y a la cocina-comedor entra para asearse las manos. Sabedora que una aromática comida la aguarda con presteza cierra la llave y se sienta a la mesa.
Pensativa consume su platillo de fideo con pollo a la par de sus hermanas y enrolla una tortilla, que disipa con un trago de refresco.
Paradójicamente los primeros diagnósticos que tuvo esta niña al nacer apuntaron a que debido a la malformación de sus piernas estaría encadenada a una silla de ruedas. Con el paso de los meses la historia fue otra:
“Siempre estamos al pendiente de que nose vaya a caer porque sus piernas son muy frágiles. Por eso nos da mucha alegría saber que juega futbol y que fue la única que metió dos goles recientemente en una competencia del colegio”, refirió doña Beatriz.
Según detalló Guillermina, el dictamen de los médicos sostiene que Karlita (de 8 años) no superará el metro con 20 centímetros, estatura a la que usualmente los infantes llegan a los 5 años de edad.
“Ella dice que quiere estar grande. Me dice mamá ‘yo quiero estar grande como tú y como mi papá’. Casi cuando nació el pediatra nos comunicó que no crecería mucho”, explicó apesadumbrada.
Pero con abundante cariño la niña ha superado los traumas que le puede causar ser pequeña.
“Cuando estaba en el kínder le daba mucho miedo que la dejara sola. A mí me entraba un sentimiento tremendo y me ponía a llorar con ella. Por eso siempre hemos sido muy apegadas, cosa que la ha ayudado a tomar confianza”, continuó esta madre visiblemente conmovida.
Por su lado, la abuela de Karlita comentó que por fortuna la menor ha logrado involucrarse en actividades que le permiten mitigar sus miedos.
“Ella disfruta mucho navegar en Internet, pero principalmente ir a la escuela. En el aula es la de mero adelante, a la hora de sentarse, o de formarse. Además, se conduce muy bien con el micrófono”, señaló.
En tono de broma –con Karlita justo a un lado–, la mujer que le dio la vida consideró que es tanta la inquietud e inteligencia desplegada por su hija que descansa cuando diario se va a la cama.
“¿Qué siento cuando la veo dormida?, (risas) ¡ay! paz y tranquilidad, porque son bien tremendas las tres”, mencionó amenamente.
SUS SUEÑOS Y MIEDOS
Karlita nació el 3 de enero de 2001 en una modesta clínica de la colonia Ribereña en Reynosa. Sin importar el padecimiento que le tocó vivir, la bebé recibió el calor de un hogar en el que ignoraban como atenderla.
Su madre afirmó que pronto comenzó a ser muy inquieta y a gustarle las caricaturas, el espagueti y salir de paseo, pero por su apariencia siempre despertó un estupor que inevitablemente hasta hoy ha invadido su privacidad.
“A Karlita lo que le molesta es cuando andando fuera de la colonia se le queden mirando y yo a veces me siento muy mal por eso. Le digo ‘¡ay, mira hija, te están viendo porque estás bien bonita!’”, describió Guillermina.
Entre tanto, su abuela Beatriz dijo que para soslayar las insistentes contemplaciones de personas curiosas, frecuentemente le explica a su nieta que la miran por sus encantos.
“No podemos saber si la ven con admiración, con rareza, ternura, todo puede ser. Yo le he dicho a ella: usted no baje la cabeza y siga para adelante.
“Pero a la niña esto sí le da tristeza. Dice ‘me están viendo abuelita, me están viendo mamá’, y le repetimos ‘te están viendo tan hermosa que eres’. Creo que la inteligencia no se mide por la estatura de la gente, sino de la cabeza al cielo”, ponderó su antecesora.
Relajada, Karlita reveló sobre un columpio algunas de las cosas que más la hacen feliz:
> ¿Qué te gustaría ser de grande?
–“Maestra”.
> ¿Por qué?
–“Porque me gusta aprender y enseñar”.
> ¿Karlita, y qué haces cuando no vas a la escuela?
–“Jugar a los columpios, a las maestras y ver caricaturas”.
> ¿A qué otra cosa te gusta jugar?
–“A la computadora”.
> ¿Y qué ves en la computadora?
–“Juegos de Internet y videos musicales”.
> ¿Cuál es tu cantante favorito?
–“Daddy Yankee”.
> ¿Dónde te diviertes más?
–“En la escuela”.
> ¿Qué te gustaría que te dieran de
regalo?
–“Una computadora para ver las enciclopedias en mi casa y entrar al Internet”.
> ¿Eres feliz?
–“(Sonrisas)”.
PONE EL EJEMPLO
Mientrastanto, Karlita intenta vivir lo más normal posible, hace su tarea (sumas y restas), canta, baila y por las tardes acude a un cibercafé que se localiza a dos cuadras de su casa.
El encargado del establecimiento afirmó que ella es quien “les enseña a sus hermanas menores a utilizar la computadora y a guardar la compostura cuando es necesario”. El desahogo que esta actividad le representa, abundó, le ayuda a tener más confianza en sí misma.
Después de jugar y escuchar música, Karlita se prepara para ir cenar. En el barrio donde pertenece la gente la saluda y ella se deja querer; sin embargo, según apreció su madre, la sociedad aún no está educada para convivir con personas más chaparritas de lo común.
“Esa es la realidad, aunque lo más rescatable es la actitud de la niña, que no se rinde ni se siente segregada. Me dice ‘mamá, te ayudo con el quehacer pero déjame ir al Internet’. No porque sea mi hija pero al escucharla hablar le roba a uno el corazón, inspira mucha ternura”, mencionó Guillermina.
Tras una larga jornada a Karlita el sueño comienza a doblarla. Despega la gorda cobija de su cama, acomoda las sandalias y suspira. En tanto su progenitora al acostarla le da un beso, al igual que a sus hermanas y les desea buenas noches, para luego apagar la tenue luz.
Pronto la niña más popular de su colonia queda profundamente dormida, estado en el que su pequeño cuerpo y “gran corazón” recarga pilas para encarar el siguiente día.