Como una forma para sostener a sus familias y mandar a sus hijos a la escuela, estos trabajadores se autoemplean cubriendo los hoyos en las calles de Reynosa.
Una densa cortina de polvo es la que cubre a Orlando Leaño Padrón, quien con una pala arroja montones de tierra en las zanjas que se han formado por el paso de los vehículos en la calle Jaime Nunó de Reynosa.
Instalado en el sector de Los Caracoles, en una de las vías más transitadas, este trabajador urbano colocó varios conos en señal de precaución porque está maniobrando, mientras su hijo Osiel sostiene en sus manos el recipiente donde los automovilistas depositan monedas de gratificación.
Y es que esa es la manera en el que este padre de familia, curtido por los rayos del sol, se gana la vida: tapando baches.
Es una labor que, asegura, comenzó a realizar hace dos años por diferentes puntos de la ciudad para poder sostener a su esposa y dos hijos, quienes están en la escuela.
La falta de un empleo mejor remunerado lo hizo tomar su pala, una carretilla y lanzarse como todos los días a la incertidumbre de no saber si conseguirá dinero, pues manifiesta que en ocasiones obtiene muy poco a cambio de este trabajo.
La gente le otorga una moneda como propina y con el sol a plomo acude a los terrenos baldíos para extraer tierra o caliche que después vierte en las zonas dañadas en una Reynosa donde abundan los baches.
“Para mí es una forma para llevar un peso para mi casa y de ganarme la vida. Yo hago lo que puedo y a veces solicito a la gente que me ayude con el material.
“Pero busco la forma de echarle grava o caliche a los pozos. Hay personas que sí me lo agradecen y otros me critican. Siempre habrá personas que me señalan pero no ayudan”, comentó.
EL ESTIGMA
Orlando asegura que así como él en la ciudad existen muchos tapabaches colectando dinero; sin embargo, indica que no todos desempeñan bien esta función y más que ser de ayuda, obstaculizan el paso y son molestos para la comunidad.
“A lo mejor por unos la llevan otros, porque hay personas que se ponen a tapar hoyos, pero no hacen bien su trabajo. Se ponen con la carretilla, la pala y a pedir.
“Y la gente piensa quizás que yo estoy haciendo lo mismo, pero debo decirles que tengo dos años en este trabajo. Hay quienes me piden que le diga al municipio que me gratifiquen, pero ese no es mi objetivo”, agregó.
Mientras relata los pormenores de su trabajo a Orlando se seca las gotas de sudor que le escurren por el rostro, toma unos tragos de agua y le muestra al reportero las zonas que ha ido reparando.
Afirma que utiliza caliche, porque es un tipo de tierra más resistente a la lluvia y el peso de las unidades. Y asegura que igual ha bacheado aquí como en otros lugares de Reynosa.
“He trabajado en diferentes sectores de la ciudad, en Villa Florida, en Las Fuentes, Campestre, Los Caracoles. En algunos ya arreglaron las calles, pero a mí el trabajo no se me acaba porque baches hay por todas partes.
“Aquí en el caso de la calle Jaime Nunó había un tramito prácticamente intransitable, en el que no podían pasar bien los carros pequeños, sobre todo y es donde estamos trabajando.
“Por donde está el parque de beisbol Magallán, en días pasados yo trabajé esa área y un señor me proporcionó material para rellenar ahí”, expresó.
LO QUE SEA SU VOLUNTAD
Orlando agradece a quienes pueden apoyar la causa por la cual permanece en el sol tapando los baches, y a quienes no, les agradece los buenos deseos; no obstante, da su opinión para aquellos para lo cual es molesto verlo ahí cubriendo las imperfecciones de las calles.
“Hay gente que sí me lo agradece y otros me critican. Una vez una persona me dijo de cosas porque a mí me acompaña mi hijo. Y es que alguien tiene que estar ahí recolectando la moneda.
“Por la mañana mi niño está en la escuela, hace sus tareas y yo lo que siempre le he enseñado a cumplir sus obligaciones y entonces le doy permiso de que me acompañe por las tardes, pero viene voluntariamente.
“Yo le enseño a que ahorre su dinero. Aclaró que el niño no está con la pala ni la carretilla, pero prefiero tenerlo aquí cerca, que sepa como se gana una moneda a que mañana me lo anden correteando los soldados o que ande en los puntos de la droga”, sopesó el entrevistado.
Mientras tanto, el desgaste físico se lo lleva Orlando, quien invierte horas en reparar un sólo tramo de calle, ya que en ocasiones acarrea la tierra a cinco cuadras de distancia.
“La gente cree que es fácil, pero a veces en un día yo tengo que acarrear hasta 20 o 30 carretillas de material, porque no siempre son pozos chiquitos. Ojalá que comprendan que es una friega, termino bien cansado,
pero a veces me pongo a pensar que entre más trabajo haga, la gente me gratifica un poquito más”, refirió.
Afirmó que cuando bien le va se alcanza a llevar unos 500 pesos de ganancia, aunque hay días que no llega a los 100, por lo cual los ingresos resultan muy variables.
“Considerando lo que cuesta un kilogramo de carne hoy en día, casi 200 pesos, pues no deja de ser poco, pero hay que seguir echándole ganas.
“Yo le pediría a las personas que se dedican a hacer lo mismo que yo, pues que desempeñen bien su trabajo, para que nos respeten. Que no le anden poniendo tierrita a los baches por encimita, porque a la gente no la van a hacer tonta y se da cuenta”, sugirió.
Este orgulloso trabajador urbano actualmente no tiene auto, pero sabe lo molesto que resulta para los usuarios tener que pasar por calles en mal estado.
Viéndolo desde otro punto de vista, reconoce que el daño de las calles de la ciudad es tal que hasta la misma ciudadanía se pone a repararlas.
“Aunque esta administración está pavimentando más a comparación de otras como quiera no se acaba la chamba. Desgraciadamente por el tráfico pesado, las inclemencias del tiempo y la mala calidad de los materiales que les ponen. Yo entiendo que el gobierno a veces no puede con todo. Ellos hacen su chamba y nosotros la nuestra”, declaró el hombre tapabaches.