Cada mañana, sobre el libramiento Luis Echeverría en Reynosa, de frente a la Casa del Migrante, suele acumularse un gran número de personas que llaman la atención de propios y extraños.
Algunas provienen de países centroamericanos, otras son originarias de diversos rincones de la República e incluso, de esta localidad fronteriza.
Saben que muy temprano pasan las camionetas de las obras y que si corren con suerte pueden encontrar trabajo.
Esta es la manera de ganarse el pan para aquellos que buscan llegar a la Unión Americana, que fueron deportados o que simplemente viven por el rumbo.
Cuentan que por este mismo medio mucha gente foránea ha logrado un empleo formal y hasta se ha quedado a vivir en Reynosa, en tanto que otra utiliza su jornal para sostenerse mientras decide cruzar ilegalmente a Estados Unidos o regresar a su lugar de origen.
A pesar de compartir historias y metas parecidas las características de los casos son a veces muy particulares, unos con menos suerte que otros.
Lo cierto es que así como a menudo se presenta en la televisión o en el cine, la mano de obra puede ser hallada en estos sitios conocidos como “esquinas”, que forman parte ya de una subcultura popular en Estados Unidos y que ahora se ven con mayor frecuencia en las urbes de la frontera mexicana.
Albañiles, carpinteros, soldadores, pintores, ‘sheetrockeros’, electricistas, jardineros, plomeros, yeseros, agricultores, granjeros y ayudantes de construcción, son el tipo de trabajadores que pueden mirarse en dichos lugares, aunque también es común ver a mujeres en busca de empleo.
Su necesidad es tan grande que no todos portan ropa especial de trabajo ni herramientas. La mayoría tampoco puede presumir de llevar una comida en el estómago. La consigna es obtener una “chamba” o contemplar cómo se va terminando un día más.
No obstante, las compañías o personas que necesitan mano de obra de urgencia ya ubican este punto de Reynosa como una fuente de abastecimiento de trabajadores, en parte porque les sale más barato que conseguir obreros formales y darlos de alta en el Seguro Social. La gente común también los contrata.
UN LIBRO QUE SE ESCRIBE A DIARIO
Las anécdotas que suelen protagonizarse en la “esquina” pueden contarse por montones. Los trabajadores, sean mexicanos o extranjeros estrechan en estos lugares lazos de amistad y comparten vivencias, pero a la hora de detenerse un vehículo todos compiten por subirse primero, por lo que resulta bastante curiosa la forma en que aquí se consigue un empleo.
Carcajadas salen de la boca de don Eleazar Sánchez, quien relata –en medio del bullicio y las bromas de sus compañeros– las odiseas que deben pasarse para “pescar” trabajo.
“Normalmente al acercarse un coche todos corremos a rodearlo, porque todos tenemos necesidad. Cuando el conductor menos acuerda ya trae cinco o seis fulanos dentro, ¡claro!, si es que no le metió seguro (risas).
“Lo chistoso es que hay gentes que llegan a preguntar por una calle y de repente todos pensamos que vienen a buscar obreros y nos subimos. Y a veces se asustan mucho y salen volando”, manifiesta sonriendo.
Originario de Managua, Nicaragua, este albañil que ha estado trabajando en el Estado de Virginia, reconoce la similitud que existe entre ésta y las “esquinas” de Estados Unidos.
“Es lo mismo, aquí nos concentramos las personas que andamos buscando trabajo y puede encontrarse uno con gente de muchos lugares, hay de todo, aunque allá es común que halla gente que coordine a las cuadrillas”, menciona.
Por su parte, Enrique González, quien llegó hace algunos días de Ciudad Valles, también le ha tocado vivir las experiencias de estos lugares. Dice que así como él muchos los usan de manera transitoria, porque de aquí su meta es irse a Houston.
“Me han deportado ya cuatro veces, pero voy a intentar de nuevo irme para allá, mientras tanto busca uno la manera de sobrevivir aquí en la esquina, trabajando en la construcción, en las mudanzas, en la pintura.
“La verdad sí saca uno para la comida, para la renta del cuarto, para pasar el día, básicamente”, afirma.
Eliseo Monsiváis, es otro de los migrantes que llegaron para conseguir trabajo. Esta misma semana fue deportado de San Antonio, Texas, y antes de volver a su natal comunidad de La Honda, Zacatecas, prefiere internarse nuevamente en la Unión Americana.
Entre tanto, espera brindar sus servicios a cambio de unos pesos, tal y como alguna vez lo hizo su progenitor, quien fue bracero.
“Desde el tiempo de mis padres y desde nuestros ancestros se junta la gente en las esquinas en busca de trabajo. Ahí llegan a recoger a los rodinos (que tienen licencia para emplearse en Estados Unidos) y a los que no somos rodinos.
“En San Antonio una de las zonas más emblemáticas está en el Centro, donde muchos chicanos que ya arreglaron con papeles llegan a ofrecer ‘jale’. Hay algunos que van con muy buenas obras y se llevan a muchas personas”, señala.
Sobre su estancia en la “esquina” de Reynosa asegura no saber si durará o no, pero comenta que al menos buscará “juntar una feriesita (Sic)” para poderse mover.
“No tenemos de otra, porque mientras no estemos allá (en la Unión Americana) hay que aguantar aquí, aunque no es seguro que diario vaya a haber trabajo. Si todos los días estuviéramos empleados anduviéramos bien vestidos y viviendo bien, pero a decir verdad vivimos en la calle”, compara.
LLEGO Y SE QUEDO…
Juan Carlos Bonola Vázquez dejó Tabasco en busca del “sueño americano”, radicó en el Estado de Georgia, y ahora acude a la esquina de Reynosa para buscar un empleo.
Dice que tal como en Atlanta en esta ciudad de la frontera de Tamaulipas la gente se reúne en busca de la “papa”, aunque considera que allá los contratistas “gabachos” son más conscientes en relación al salario y la carga laboral.
“Por ejemplo, ahorita si sale chamba lo vienen dejando a uno hasta las nueve de la noche, pero por la misma necesidad es que uno se aguanta. El día se paga de 150 a 300 pesos según los conocimientos, el rendimiento y las aptitudes que tenga cada quien”, agrega.
Sin embargo, don Carlos, que lleva un morral al hombro y una cachucha para protegerse del sol, menciona que una de las ventajas de México es que aquí todos los obreros son vistos igual, sin distinguir orígenes ni nacionalidades.
Expresa que debido a la oleada de repatriaciones que se están registrando en el vecino país del norte, muchos migrantes trabajadores optan por quedarse a vivir en Reynosa, tal y como le pasó a él.
“El detalle es que en ‘el otro lado’ ya es más difícil ir a las esquinas, porque nos llega la ‘migra’. Más al norte este problema es en menor tamaño, por eso yo me quedé en la frontera, ya llevo 10 años aquí”, manifiesta este hombre que dice saber todo lo que tenga que ver con la construcción, desde hacer cimientos, hasta acabar una casa o hacer albercas.
ESQUINA CON ARRAIGO
Alguien que conoce a fondo el tema de la “esquina” es Martín Magaña Maza, quien relata haber estado en California y también en Nueva York.
“A las seis de la mañana en una de las tiendas The Home Depot en Los Angeles es muy común ver en promedio a 100 personas mexicanas y centroamericanos esperando trabajo. Pintores, albañiles, carpinteros, etcétera y ahora, si te vas a Nueva York, ahí hay de 40 o 50 personas.
“Pero no te dejan estar en frente del establecimiento, la reunión tiene su calle. Es más, esa compañía puso un cuarto con su cafetera, su cocina y todo para los jornaleros, y también su baño”, describe.
Dice que por ejemplo en Los Angeles la “esquina” más representativa para los migrantes está situada en las calles Santa Mónica y Western, mientras que en Nueva York, en la entrada a Brooklyn.
Don Martín, quien residió 27 años en Estados Unidos dice haber tenido muchas vivencias en ese país. Originario de Chiapas fue repatriado a México hace un par de años y desde entonces no ha podido volver.
Sobrevive de todos los tipos de trabajos que obtiene en Reynosa, empero cuenta que su especialidad es colocar linóleo, tablaroca, cerámica, hacer pintura o colocar las capas de los techos en las casas de madera.
Mientras tanto, Lizette Sánchez, quien es de Córdoba, Veracruz, llegó con su pequeño hijo Luis a Reynosa hace unas semanas. No tiene otro apoyo más que el refugio que
recibe en la Casa del Migrante, un plato de comida que le da cada día un grupo de misioneros y los empleos que pueda encontrar en la “esquina”.
Dice que la mejor hora para encontrar un trabajo es entre las seis y las siete y media de la mañana.
“Hay veces que llegan varias camionetas y se llevan hasta 25 personas, cuando bien nos va”, relata.
Menciona no tener miedo por ser mujer de buscar contratarse a pie de banqueta, aunque señala que a veces es complicado porque no le gusta encargar a su hijo con desconocidos.
Añade que la experiencia de ser madre soltera y tener que sacar a su menor adelante la empuja a luchar, incluso hombro con hombro con otras personas, para conseguir un trabajo de manera honrada.
Manifiesta Lizette que los migrantes son en su mayoría personas trabajadoras con buen corazón, por lo que agradece la confianza que ella y sus compañeros reciben cada vez que son contratados en un lugar como este.
Mientras tanto, en Reynosa una de las mejores maneras de encontrar trabajo se ha vuelto acudir a la “esquina”, no sólo para la gente de fuera, sino también para los que aquí mismo radican.