
Muchos profesores arriesgan su integridad física por la formación académica de sus alumnos; en la frontera de Tamaulipas no es la excepción.
El principal reto que enfrentan cotidianamente los docentes en la zona rural, es la incidencia delictiva que se ha venido registrando a la fecha; aún así, los maestros se arriesgan por enseñar en ejidos fronterizos pese al conflicto social que ocurre en esta región de Tamaulipas.
Uno de los principales retos de los profesores, incluso también de padres de familia y estudiantes en este 2024, es que se garantice la seguridad en los municipios de la frontera norte.
Debido a los factores que atentan contra la integridad física de los maestros, éstos se han visto en la necesidad de suspender clases por los constantes enfrentamientos entre grupos delictivos o contra la autoridad.
Los maestros, maestras y alumnos no sólo se enfrentan a la falta de infraestructura escolar, de servicios, nulo mantenimiento de las aulas para hacer frente a las altas temperaturas, sino también a la preocupante inseguridad para poder realizar su trabajo en municipios como Reynosa, San Fernando y Matamoros.
Adaptándose al tema de la falta de seguridad, durante el ciclo 2023-2024 los maestros se acoplaron a lo que tenían porque realizaron varias actividades o bien, optaron por recorrer una hora la entrada, en este caso a las 9:00 horas.
“Por la inseguridad, duramos un tiempo con el horario de las 9:00 hasta las 13:00 horas, porque por lo regular se suscita algún incidente en la mañana, madrugada; en el día pues está tranquilo. Entonces, hemos hecho adecuaciones, pero también vamos a regresar al horario normal, pero no ha sido necesario recurrir a autoridades”, expresó Francisco Pineda Cuéllar, Supervisor de la zona escolar 169 rural en Reynosa.
Este sector escolar abarca desde Valle Soleado hasta el ejido Martín Rocha, pasando por el área de la carretera a San Fernando, por Brecha del Becerro.
CONFÍA EN SUS ORACIONES
El maestro Juan Santibañez tiene más de 37 años en la docencia. Inició en el Estado de Veracruz. Corría el año 1994 cuando llegó a Tamaulipas.
Sus primeros alumnos vivían en la zona de la Brecha del Becerro, y posteriormente, fue cambiado a un pueblo conocido como Escuadrón 201, después le siguieron el ejido Martín Rocha y Doroteo Arango, siempre en el área rural.
El mentor recuerda que también estuvo en una escuela antes de llegar a la antigua garita, en un poblado nombrado como Buena Vista; años después, sus superiores lo cambiaron al ejido Santana,eso fue en diciembre de 1999.
Actualmente, Santibañez trabaja en el turno vespertino de la Escuela Primaria María J. González Pérez, en la colonia Industrial Maquiladora, ubicada al oriente de Reynosa, y luego regresa al ejido Santana.
Día con día se levanta y enfrenta el riesgo de ser alcanzado por una bala perdida, pero lo que más temor le da, son los alumnos que tiene a su cargo.
“Durante el traslado de ida y vuelta te paran, te exigen a veces para los refrescos si te va bien. Si te va mal, te quitan tu mueble (vehículo ) y te dejan a pie”, señala el mentor.
Recuerda que unas semanas atrás, un grupo de civiles llegó al plantel donde da clases con la intención de extorsionarlos y como no le dieron acceso al plantel, sólo fueron amenazas, este tipo de conflictos ha ocasionado que los maestros suspendan las clases hasta una semana porque andaban por las calles tirando balazos a diestra y siniestra.
“El reto mayor es ir a trabajar a diario, e ir pensando que no se atraviesen ‘los malos’ durante el trayecto de ida y regreso”, agrega.
En el plantel educativo del ejido Santana, el maestro Juan tiene su vivienda y sale a diario a Reynosa porque se encuentra cubriendo el turno en otra escuela, la ya mencionada en Industrias Maquiladoras.
“Regreso y a la salida me la paso orando para no encontrarlos. Se mueven sólo por terracería. La vez pasada se agarraron a tirar para adentro porque no les abrí la puerta, pero gracias a Dios ya se habían ido los alumnos, porque los iban correteando los estatales”, recordó.
El año pasado, en la Escuela Primaria del Ejido Santana, se tenía una población de 61 alumnos y hubo una deserción porque eran a diario las balaceras, incluso muchas familias emigraron a otros sectores conurbados de Reynosa o al extranjero.
“Éramos tres maestros y el ‘teacher’. Ahora, para no hacértelo tan largo, sólo estoy trabajando con cuatro alumnos, a veces 7 u 8 en línea. Una maestra ya pidió su cambió y me quedé solo, la maestra del kínder solo se quedó con tres alumnos”, explicó el profe Santibañez.
Recientemente, el gobierno municipal de Reynosa, a cargo del alcalde Carlos Peña Ortiz, informó de la creación de algunos módulos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), con lo que se garantizaba la seguridad en la periferia de la ciudad.
“Habían dicho que pondrían una base militar permanente, sería lo ideal porque entran y salen los soldados y estatales. Pero sólo por
ratos, nada más salen y entran los malos”, añade el entrevistado.
Durante la realización del reportaje, una camioneta Ford Ranger con varios hombres a bordo recorría las calles de terracería en el ejido Santana, los habitantes pensaron que andaban instalando algún servicio de internet, ya que traían una vieja escalera arriba de la pick up; sin embargo, eran presuntos delincuentes instalando cámaras, mientras que otros saquean los negocios cuando sus dueños no están.
“Ayer y antier (sic) los topé entrando (al poblado Santana). Estaban en la esquina, a casi 50 metros antes de llegar a la escuela. Una Ford Expedition roja y una Ford F150 que robaron a la CFE, porque trae los logos y hasta una escalera de aluminio arriba, y ahí estuvieron toda la tarde, una en la esquina y otra enfrente del portón de la escuela”.
Cabe señalar que esa zona es el último poblado de Reynosa colindando con Río Bravo, por eso siempre andan de pleito, disputando el punto, refiere el profesor.
“Pero no son tan valientes, se tiran desde una distancia considerable, se tiran de la brecha 104 a la 105. A un kilómetro de distancia aproximadamente y nunca se matan ni se hacen nada, y de repente tiran ráfagas al aire para decir a los contrarios que ahí andan. Sólo espantando a la población. Han regresado como ocho familias de las treinta y tantas que eran, a este ejido”, dijo.
SALEN A TRABAJAR CON TEMOR
En el caso de la maestra Ceila, quien labora en una escuela primaria en el poblado pesquero Carboneras, en San Fernando, ella hace un recorrido de aproximadamente 40 a 50 minutos, desafiando los riesgos que conlleva el impartir clases en ese lugar de incidencia delictiva, dejando a un lado accidentes automovilísticos, que al igual pueden ser derivados por lanzamiento de ‘ponchallantas’ o ‘estrellas’, como la gente los conoce, de manera deliberada y negligente.
Asimismo, existe el riesgo de quedar en medio de un enfrentamiento armado entre grupos delictivos, que por ese rumbo se encuentran desplegados.
“Existen muchos retos, independientemente de brindar clases, que es el traslado a la comunidad, ya que las carreteras no son seguras y por lo tanto vamos con temor de que algo malo nos suceda”, explicó.
El apoyo y el aprecio de las familias en ese lugar cuenta mucho para seguir apoyando a los niños en su formación académica, ya que hasta el momento no ha sido víctima de ninguna extorsión, ni amenaza, ya que cuando surge algún conflicto social se comunican enviándose mensajes en WhatsApp, previos a una situación de riesgo.
Comenta la maestra que en varias ocasiones sí han tenido la necesidad de suspender clases por los bloqueos de las carreteras que impiden el traslado del municipio de San Fernando hacia el poblado de La Carbonera, y en consecuencia, trabajan a través de los celulares o videollamadas.
“Independientemente de la violencia, los maestros hemos padecido por una desacreditación mediática por varios años, lo que ha ocasionado que los padres de familia no nos perciban como autoridad y nos traten con indiferencia, además de que las redes sociales y demás medios de comunicación, hacen que el docente quede en medio de burlas por lo que los alumnos en ocasiones son irrespetuosos y groseros con el docente. Aunado a ello, tenemos una enorme carga de trabajo administrativo que a veces corresponde a otras instituciones, y que los docentes tenemos el deber de cargar en distintas plataformas, una enorme cantidad de información de padres de familia, alumnos y contexto escolar”, dijo la maestra Ceila.
Agregó que para evitar al máximo algún incidente, todos los días se trasladan a su centro de trabajo en grupos, con la finalidad de economizar, de sentirse protegidos, procurando cargar siempre con identificaciones o gafetes para no correr mayores riesgos en carretera.
“En mi caso soy madre de familia y debo llevar a mis hijos a la escuela y posteriormente a ello, recoger a las maestras en sus hogares para después iniciar la ruta.
SI ALGO ME SUCEDIERA, TARDARÍA EN LLEGAR LA AYUDA: MAESTRA ARIADNE
Ariadne, otra de las profesoras que se desempeñan en el área rural, y otra de las personas que arriesgan todo por la formación de los niños, compartió que ella diariamente se traslada del municipio de Matamoros hasta el Ejido Presidente Cárdenas.
En esa zona rural se encuentra el Jardín de Niños donde trabaja, y relata que para empezar el trayecto diario es un riesgo “por ser mujer”, ya que si llegara a suceder algún tipo de incidente, la ayuda tardaría en llegar, o si alguien quisiera o pudiera ayudar, estaría difícil.
“Cuando me pidieron cambiarme a ese Jardín de Niños, el tener que manejar en carretera fue un reto enorme, ya que tenía mucho miedo de manejar a las afueras de la ciudad, pensando qué podría encontrarme en el camino, conociendo las diferentes situaciones que se han suscitado en nuestro Estado”, dijo.
Pese a que se han suscitado hechos violentos en la frontera, señala la educadora que afortunadamente no ha sido víctima de extorsión o amenaza, pero se han presentado situaciones frente al centro laboral donde da clases.
“En una ocasión, nosotros estábamos tomando la clase en el patio cuando sucedió ese enfrentamiento, les dije a mis alumnos: “todos al salón y nos ponemos con la barriga al piso”; fue un momento muy preocupante y alarmante, ya que tenía que cuidar la vida de esos pequeños a como pudiera; algunos lloraban, el celular no dejaba de sonar porque las madres de familia estaban preocupadas por sus niños”, recordó con tristeza.
“Recuerdo que en esa ocasión, empecé a contarles un cuento para que se tranquilizaran, fue mi primera experiencia. Meses después iba camino a mi centro de trabajo y me tocó un bloqueo en la carretera, lo cual me impidió llegar al kínder, y me tuve que ver en la necesidad de suspender clases”, añadió.
En ocasiones, también los padres de familia emiten alertas al respecto: “maestra, no vaya a venir todavía porque aquí está muy feo, ya suspendieron en la primaria, secundaria y CBTA”, y así han pasado varias situaciones como esa.
Incluso, para afrontar los problemas económicos se ha solicitado a los directivos un bono de gasolina, ya que prácticamente se va la mitad de su sueldo en los gastos por el traslado al ejido donde da clases.
“Se ha pedido que se nos apoye con algún bono para combustible, aunque sea uno por cada ciclo escolar, tampoco nos ponemos muy exigentes, pero pues creo que es algo que nunca se nos proporcionará; los vehículos personales pues se dañan, muchos de nosotras entramos a brechas y se dañan con cada bache, con cada pozo, me he quedado atascada en el lodo, se me han ponchado llantas; mucha gente nos dice que somos afortunadas porque no nos mandaron a otra ciudad, que seguimos aquí que ‘no nos fue tan mal’, pero aún así estamos expuestas cada que salimos a carretera”, enfatizó.
La educadora unitaria (es decir, está sola y no tiene compañeras), no divide gastos con nadie a comparación de otros maestros que se trasladan en grupo hasta donde trabajan.
“Me voy sola en mi automóvil y cuando se descompone pues le pides ‘ride’ a quien tengas más cerca de tu ejido, y de ahí que una madre de familia te apoye para llegar”, precisó.