Hace unos meses Manuel Antonio González Suárez no tenía trabajo y su situación económica era completamente adversa. Llevó solicitudes a diferentes empresas de la localidad, pero nadie lo quiso contratar, pues le insinuaron que estaba “viejo”.
Decaído por los comentarios y la falta de oportunidades, el hombre originario del Estado de Tabasco, pero radicado desde hace dos años y medio en la frontera de Tamaulipas, tuvo que buscar otra manera de subsistir y la encontró no muy lejos de casa:
Su sobrino, Jaime Antonio Pérez, retomó un viejo oficio que aprendió de niño, sin imaginar que al hacer equipo ambos hallarían una forma alternativa de ganarse la vida.
“Todo surgió hace como 18 años, cuando en un momento de ocio el muchacho tuvo la idea de crear una figurita con las pastas que había en casa para preparar comida y un poco de pegamento. Le quedó tan bien que comenzó a hacer de diferentes tipos.
“Cuatro años más tarde se vino a Reynosa, pero para ese entonces nunca pasó por nuestra cabeza que mucho tiempo después yo también llegaría aquí y le iba a ayudar con este negocio”, indica.
Con el dinero medido en el bolsillo, el espigado vendedor dejó Tabasco para buscar mejor suerte en el norte, aunque en un principio las cosas no salieron como se lo esperaba.
“Me vine porque allá no tenía trabajo, pero curiosamente aquí tampoco encontré, hasta que a mi sobrino se le prendió el foco y me preguntó si quería apoyarlo vendiendo las figuras y yo acepté”, relata.
Hoy, este empleo representa la base de su sustento. Los Simpson, Mickey Mouse, Bob Esponja y Las Chicas Superpoderosas, por mencionar algunos, son los personajes que don Manuel Antonio transporta todos los días en su pequeña hielera en azul y blanco, a la que le caben 200 piezas.
Dice que como ambulante su destino siempre ha sido fortuito, pues a veces logra comercializar la mayoría de sus productos, pero otras tantas no logra acomodar uno solo.
Sin embargo, eso no ha sido un obstáculo, pues sabe que gracias al ingenio y a los precisos trazos con los que son decoradas, la gente sabe apreciar la dedicación que reciben estas diminutas obras de arte.
“Este es un empleo que aclaro, no nos da para ganar riquezas, pero sí para comer modestamente, algo por lo que estoy muy agradecido”, menciona.
LABOR MECANICA
El sexagenario describe que mientras él trabaja vendiendo los productos durante el día, su sobrino Jaime Antonio, los elabora por las noches, cuando sale de su otro trabajo, y por la mañana, cuando ya están secos entonces sale a ofrecerlos.
“Como él se encuentra empleado en una fábrica este oficio lo hace en sus ratos libres. Comienza a las 7:30 y termina como a las 10:00”, afirma.
Cuenta que el tiempo de confección de cada personaje es variado, pues hay algunos que solamente requieren de pasta para su fisonomía, mientras que otros llevan semillas de melón, sandía y otros granos como el arroz y el frijol.
Así, como en una fábrica, Jaime Antonio sigue varios procesos: primero se encarga de clasificar los géneros de los fragmentos con los que va a trabajar, posteriormente comienza el pegado en serie; la tercera etapa es de pintado con laca y al final se le aplica brillo a toda la composición.
“Diariamente tiene la capacidad para hacer alrededor de 50 figuras. Es un trabajo artesanal, pero muy bien hecho, aquí está la prueba”, comenta.
Manuel Antonio, que recibe un 30 por ciento de 15 pesos que cuesta cada pieza, revela que utiliza el dinero para su manutención, pues no tiene ayuda de nadie, más que la de su sobrino, que le permite tener un valioso ingreso. De manera que la pequeña empresa está compuesta solamente por dos personas.
“Al principio fue para mí complicado vender estas figuras, porque no tenía relación con nadie y me daban muchos nervios ofrecerlas, pero ya después la misma necesidad y el gran acabado de nuestros productos nos abrió las puertas.
“Las personas se admiraron de este trabajo y eso me fue dando valor. Hoy en día ya hasta me hacen pedidos y tengo clientes frecuentes”, manifiesta.
INGENIO MEXICANO
El entrevistado añade que a pesar de tener personajes propios para mostrar, el público se inclina por algunos que aparecen en las caricaturas, como Toy Story, el cual está compuesto por 10 piezas.
“Tenemos soldados, gusanos, tortugas, pero también contamos con otros conocidos como los monitos de El Chavo del 8”, compara.
Manuel Antonio afirma que un momento difícil puede sacar lo mejor de una persona, como verse orillado a intentar hasta lo último para poder salir adelante, pero siempre de una manera honesta.
“En la vida no hay recetas mágicas más que el trabajo constante. Estamos muy orgullosos de lo que hacemos, porque esta es una labor que se origina de un alimento y además permite que la gente sonría.
“Hay personas que nos dicen que no saben ni cual agarrar y se quisieran llevar todos los muñequitos que tenemos. Muchos me las piden para regalarlos en cumpleaños, para adornos y otros para coleccionarlos”, confiesa.
Y afirma que entre sus clientes están amas de casa, oficinistas, obreros en general y niños.
“Yo voy actualmente a las papelerías, a diversos comercios y a las paradas de los camiones. Cuando me va bien me compran hasta 30 o 40 unidades.
“Es un trabajo que no se ve en cualquier lado, aparte de que es completamente hecho y decorado a mano. Podemos decir que son artesanías de Reynosa”, dice orgulloso.
Manuel Antonio declara no saber cuánto tiempo más seguirá así, pero subraya que de algo convencido está: que ser vendedor de figuras no sólo le ha dado una “entradita” de dinero, sino la felicidad de saber que sigue siendo una persona útil y valiosa.