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Garitas en el olvido

4 de abril de 2016 por José Manuel Meza

Durante décadas los puntos fiscales de revisión en la periferia de Reynosa fueron el filtro de todo tipo de cargamentos, principalmente para dirigirse al interior de la República Mexicana.
Es en estos lugares donde se decomisaron o se le dio ilegalmente el paso a una incuantificable cantidad de productos que ingresaron al país de piratería, así como también de vehículos de procedencia extranjera.
De hecho, era el primordial propósito con que las aduanas fueron creadas: evitar la evasión de impuestos (por muchos tan temida) y que los mercados nacionales no se vieran afectados por la competencia de artículos sin declarar.
Durante muchos años a estas instalaciones en los kilómetros 26, de la carretera Reynosa–San Fernando, y 30, de la Reynosa–Monterrey, les fueron incorporando tecnología, cada vez más sofisticada para el análisis de toda clase de transporte, desde unidades pequeñas hasta camiones de carga.
Pero mucho se especuló acerca de que la funcionalidad de las garitas resultara más efectiva para la economía del país, que para anidar la corrupción con el pago de moches y mordidas.
Lo cierto es que en septiembre de 2014 el presidente, Enrique Peña Nieto, hizo el anuncio de clausurar estos puntos de control aduanal, afirmando que la medida contribuiría al “fortalecimiento de las finanzas del Estado Mexicano y la facilitación de un tránsito más ágil, seguro y cómodo”.
La pregunta obligada es: ¿por cuánto tiempo? Al menos en lo que resta de su gobierno, las instalaciones continuarán cerradas y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), de cual éstas dependen, opera solamente con las que se encuentran en los puentes internacionales.

UN PANORAMA DESERTICO
En un recorrido realizado por este medio se pudo comprobar que, a un año y medio de distancia, la aduana que sufre más afectaciones es la del kilómetro 26, la cual conecta con los municipios del sur de la entidad.
A pesar de que en este sitio el gobierno federal tiene contratada a una empresa de seguridad –que mantiene un velador las 24 horas del día–,
la garita se observa cada vez más descuidada y su infraestructura ha dejado de recibir mantenimiento. Algunas puertas que dan acceso a las casetas de este recinto se hayan desparpajadas por los efectos del viento, así como varias ventanas y protecciones rotas.
Parte del mobiliario y objetos de oficina están en las mismas condiciones. El sistema de aire acondicionado pareciera haber sido vandalizado, y la crecida maleza también ha causado sus estragos en la zona de los drenajes, cuyas estructuras de material quedaron rotas, dejando ver flotar animales muertos
Incluso algunas antenas de comunicación se pueden mirar abandonadas en el suelo, y en los accesos pululan las telarañas.
En este paso obligado de la carretera Reynosa–San Fernando se respira una atmósfera desierta y tenebrosa. El lugar daba cabida a las oficinas fiscales de la SHCP, así como a las del Instituto Nacional de Migración (INM), que durante años operó un centro de detención para indocumentados.
De hecho aquí las averías parecen haberse hecho patentes desde antes que el presidente hiciera público el cierre de las instalaciones, pues en el patio trasero del terreno federal se encuentran dos viejos vehículos de Migración completamente destruidos y reducidos a cenizas.
Los automovilistas y traileros que transitan por la zona, temerosos de ser asaltados por la ausencia de cuerpos de seguridad, deben de hacer casi alto total por el estrecho paso, el cual es interrumpido por varios topes.
El único guardia de vigilancia, quien pide al reportero que no se tomen fotos, reconoce que este puerto de revisión aún tiene equipo almacenado al interior del inmueble, como computadoras y aparatos de rayos “x”.
De la misma manera se erige, imponente, una enorme torre de comunicación que quedó como vestigio de la aduana, pero el trabajador manifiesta no estar validado para otorgar ninguna clase de información.
LA OTRA ADUANA
Mientras tanto, en la garita del kilómetro 30, de la carretera Reynosa–Monterrey hay más vida e incluso tiendas de autoservicio.
Es ahí donde recientemente se hizo una inversión millonaria en la construcción de una sofisticada caseta con tecnología de punta para el escaneo y revisión de cajas de tráiler, pero a decir de los lugareños y empleados de los negocios de la zona, no se está utilizando.
Para darse una idea del monto estimado, una unidad de chequeo muy parecida, financiada por el Puente Internacional Anzaldúas –que se construyó del lado mexicano–, tuvo un costo de 1.1 millones de dólares (alrededor de 17 millones al tipo de cambio actual), según datos divulgados por autoridades estadounidenses.
Por su parte, mencionan los vendedores ambulantes (quienes ofrecen a los conductores quesos y refrigerios para el camino) que a raíz de la suspensión de actividades en esta aduana, sus ventas han disminuido considerablemente, porque aseguran que la gente ya no se quiere bajar de sus vehículos, ni siquiera para acudir al baño. “Se pasan de largo”, aseguran.
Las ventanas del edificio federal fueron cubiertas con hojas de triplay, aunque a diferencia del punto de revisión de la carretera Reynosa–San Fernando, éste no luce tan dañado.
Sin embargo, aquí no hay guardias de seguridad ni nadie que vigile las instalaciones. Solamente, del otro lado de la calle algunos empleados en la nueva caseta aduanera, que hasta ahora parece ser un “elefante blanco”, como se le dice a las obras que no han tenido uso.
Permanecen dentro del área que se encuentra cercada y cuyo paso está restringido, a diferencia de los carriles normales por donde los agentes fiscales checaban a los automovilistas y traileros, con rumbo a los municipios de Nuevo León.
En el lado viejo de la infraestructura federal también algunas puertas están rotas por los embates del viento. Esto lo aprovechan indigentes para dormir y protegerse del frío.
Asimismo, existe una antena de comunicación que le pertenece a la SHCP.
En la fachada aún se mira una oficina del Instituto Nacional de Migración, que operaba en el mismo sector, pero a diferencia de los fiscales, los agentes migratorios cambiaron su centro de operaciones a unos pocos metros en la parte de enfrente, por lo que ellos siguen cubriendo funciones en el sector.
Sobre el deterioro y el abandono en el que se encuentran las instalaciones aduaneras, así como el uso que se le dará al moderno carril de revisión de la carretera Reynosa–Monterrey, se solicitó hablar con personal de la Aduana de Reynosa, pero al cierre de esta edición no ha habido respuesta.

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