
Desde hace muchos años el espectáculo de la lucha libre se ha convertido en uno de los favoritos de los mexicanos y parte de esta aceptación se debe a que este deporte combina las acrobacias y las artes escénicas.
Pero lo que atrapa al espectador es sin lugar a dudas el atuendo y las máscaras de los gladiadores, las cuales dan al luchador personalidad y hasta misterio al cubrir su rostro con un pedazo de tela.
En los inicios de la lucha libre, no se le daba mucha importancia a la apariencia de quienes se dedicaban a este show; para ellos era suficiente subir al ring con un calzoncillo y unas botas para demostrar sus conocimientos en dicho arte y aplicar las diversas llaves a sus contrincantes.
Pero poco a poco todo fue modificándose, al grado de convertir esta actividad en algo muy vistoso y llamativo; al traje de luchador, se le fueron agregando detalles que sin lugar a dudas, ha distinguido a este deporte desde entonces.
La utilización de las máscaras en la lucha libre se remonta a la década de los treinta; época en la que comenzó a darse el auge de luchadores enmascarados. Algunas de estas piezas eran verdaderas obras de arte, otras no lo eran tanto, sin embargo, fueron bien recibidas por los fanáticos de cuadrilátero.
Y fue así como comenzó la utilización de esta careta de tela. Ya en los años cincuenta, esta práctica estaba consolidada; fue entonces cuando surgieron leyendas como El Santo, Blue Demon, Rayo de Jalisco entre otros, que hasta hoy son recordados por sus inolvidables máscaras.
Sin lugar a dudas el cubrir el rostro representa para los luchadores una gran ventaja, aunque eso sí, para poder atrapar al auditorio con el antifaz tiene que ser planeado y diseñado de manera que logre impactar y destacar sin problema alguno.
El éxito que pueda tener un enmascarado se puede notar inmediatamente al acudir a establecimientos y ver que se está vendiendo una réplica de su cubrecara, o bien de personas portándolas ya sea en la arena, en la calle o hasta en un concierto.
Pero el éxito de los atletas del cuadrilátero no viene solo, también se debe a quienes con paciencia escuchan y visualizan la idea del luchador, que pasan horas frente a una máquina de coser, ensartando el hilo a la aguja y recortando la tela para confeccionar el traje que se usará.
Hace más de 20 años, la familia Dimas Salomón confeccionó por primera vez una máscara. La idea surgió como una inquietud de tener una colección, sin embargo, al ver lo bien que les había quedado, elaboraron una tras otra, dice Marina del Carmen Salomón.
Y aunque reconoce que no le gustaba mucho la costura, decidió hacerle caso a su esposo y adopto esta actividad como un negocio, el cual logró colocarse rápidamente en el gusto de quienes se dedican a la lucha libre local.
“Nació como una inquietud del papá de mis hijos por hacer una colección, a mí me gustaba la costura, pero no mucho, entonces empezamos haciéndolo y para sorpresa de nosotros, se vendió la primera máscara, al verla los luchadores, empezaron a pedirnos que les hiciéramos las suyas, nos prestaron un equipo para ver cómo estaban confeccionados y de esa manera comenzamos hacer los trajes”, comentó orgullosa la ama de casa.
Y así inició este trabajo que poco a poco se fue dando a conocer entre los gladiadores y varios de ellos han solicitado sus servicios dice la entrevistada.
“Son luchadores locales, empezamos con el Asterisco, luego El Relámpago, El Rayo de Plata, Los Indios, han pasado muchos años y siguen buscándonos varios muchachos, por ejemplo han venido el Hijo del Asterisco y hay otros que ahorita están luchando… han sido varios gracias a Dios”, dijo.
Marina del Carmen asegura que hacer este trabajo no es nada sencillo, pues se tiene que captar la idea que trae en mente el luchador, lo cual precisa es lo más complicado.
“Es un conjunto de cosas, especialmente tomarle el gusto al luchador, captar su idea, captar la esencia que él quiere en su vestuario, ya que cada mascara está hecha a esencia de casa uno, ya sea un rudo o un técnico, ellos especifican cada detalle”.
Debido a que es un oficio muy difícil y sobre todo cansado, Marina del Carmen, tras divorciarse de su esposo, fue apoyada por sus hijos quienes se encargan de crear junto con el cliente lo que quiere hacer.
“Mi hijo en los dibujos los va plasmando y así llegan a un producto final”, dice orgullosa la mamá.
Tras la aceptación que tuvieron en la confección de máscaras, llegó un nuevo reto para ellos, que fue armar un traje, que incluía mallas, chamarras y botargas, todo elaborado a base de licra.
Y como esto no es nada sencillo de armar, la mano obra tiende a incrementarse.
“La vestimenta del luchador es dependiendo de lo que ellos quieran, ya que hay telas más económicas, como la licra normal, y otras más exóticas por decirlo así, más costosas. También depende del diseño que quieran, hay quienes les gusta un diseño sencillo y otros con mucho garigoleo y entonces los costos varían bastante”
Y agregó: “Trabajamos a base de pura licra, hay material que lo conseguimos aquí, otras en Monterrey y otras nos la están trayendo de Estados Unidos, lo que tratamos nosotros es que el vestuario sea a la altura de los luchadores de México”.
Pedro Alonso Dimas Salomón desde pequeño comenzó a ayudarle a su madre a trabajar en la confección de las máscaras, actividad que dice disfrutar mucho.
“La verdad ni siquiera me acuerdo, pero hace como 20 años, desde que era pequeño comencé en esto y me gusta porque fue mi padre quien empezó con el gusto de la lucha libre y pues yo en cuanto tuve uso de razón me integre a este negocio”, dice sonriente el joven.
Con tan solo 25 años de edad, Pedro es quien se encarga de plasmar en papel la idea que trae cada luchador para posteriormente llevarla a la tela.
“El luchador muchas veces ya trae una idea, ellos al empezar a entrenar ya van imaginando cual quieren que sea el nombre, cual quieren que sea la imagen que quieren usar, entonces cuando vienen aquí ya tienen una idea y luego yo se las defino, les ofrezco unas nuevas ideas y comenzamos con el trabajo”, refirió.
Luego de varios años dedicándose a la esta actividad y de tener contacto directo con los luchadores profesionales, Pedro Alonso asegura haber tenido la espinita de dedicarse a esta actividad, sin embargo, declino prefirió dedicarse al negocio de la familia.
“Todos los que estamos dedicados al negocio alguna vez nos hemos subido al ring, en algún momento tuve el pensamiento, mi hermano también incluso estuvimos entrenando un tiempo, pero nunca lo hemos hecho profesionalmente, además la lucha libre es muy peligrosa y pues es un riesgo sinceramente”, dijo convencido.
Dentro de los trabajos realizados siempre hay uno que se disfruta más y ese es el caso de Pedro Alonso, que asegura que sus preferidos son aquellos que tienen más de su cosecha.
“Cada diseño que se hace se disfruta por igual, pero cuando alguien acepta diseños totalmente diferentes a los ya existentes son los que más me gustan”, aseveró.
Aunque recalcó que las ideas no vienen solas, siempre hay quien lo inspira.
“Me inspira Rey Misterio que siempre está buscando nuevas telas, siempre da una imagen que hace que se distinga, aunque no olvida la esencia… por eso siempre trato de proponerle a todos los luchadores algo distinto, algo diferente, que los pueda identificar y que sorprenda desde el momento en el que aparecen en el ring”.
Y como todo buen sastre dice admirar a varios luchadores, sobre todo aquellos que han destacado en el cuadrilátero y que debido a su empeño en el deporte han saltado a la fama no sólo nacional sino internacional.
“Admiro a varios por diferentes razones, por ejemplo ahora esta Alberto del Río en Estados Unidos en la WWE, me gusta lo que está haciendo, se adaptó al estilo americano pero mantiene la lucha libre, tiene la técnica que es lo que importa, me gustan también otros, pero son de diferentes estilos, aunque si tuviera que decidir diría que él”, finalizó.