
La historia de Faustino Guerrero Castillo y María Isabel Soto de Guerrero demuestra que el amor verdadero es el motor que los ha impulsado “en las buenas y en las malas”.
Se conocieron cuando trabajaban en la zona Centro de Reynosa. Él en la florería “Esthela” y ella en el foto estudio “Alonso”. Todas las tardes Faustino pasaba frente a María Isabel y le sonreía y ella, hacía lo mismo.
Su pretendiente le llevaba flores para conquistarla y después se hicieron novios. En 1980 se casaron y formaron un matrimonio que sorteó diversas adversidades, pero la más fuerte fue un aneurisma cerebral que amenazó la vida de su amado esposo.
Hoy esta pareja, tras un mes de haber cumplido 40 años de casados, recuerdan en la sala de su casa aquel difícil episodio.
LA VIDA EN RIESGO
María Isabel comentó que los primeros años juntos fueron complicados debido a la adaptación, pues eran dos personas con diferente formación y costumbres viviendo juntas, pero tras conocerse mejor todo fue más llevadero.
“Cada día nos fuimos queriendo más y al poco tiempo llegó nuestra hija mayor y después los otros dos, así que la familia creció rápido”, platicó.
La calma y tranquilidad de su hogar se quebró un domingo por la mañana, hace veinte años, cuando se disponían a disfrutar de una barbacoa, pero los planes cambiaron cuando Faustino sufrió un ataque epiléptico.
“Empezaron a darle crisis convulsivas y no sabíamos que tenía porque no estaba enfermo; le hicieron algunos estudios y los médicos creían que tenía dos tumores en la cabeza así que lo mandaron a Monterrey”, comentó su esposa.
Una nueva revisión arrojó que había sufrido un aneurisma cerebral: “Dijeron que tenía coágulos de sangre, se reventaron dos o tres venas”, platicó Faustino.
Con 45 años de edad, le ordenaron una operación urgente en la Unidad Médica de Alta
Especialidad Número 25 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en Monterrey,
Nuevo León.
A pesar de que los médicos daban un buen pronóstico debido a su edad y que estaba libre de otros padecimientos, la familia se mantuvo nerviosa.
“Teníamos miedo, la gente nos decía que
quedaría como vegetal, inválido; para mí fue muy deprimente, sobre todo porque pues, teníamos a nuestros hijos, deudas, pagos en las escuelas, pero yo dije ‘él me necesita y tengo que estar ahí’, y así fue”, recordó la mujer.
Ya estando listo para que le realizaran la cirugía, sorpresivamente fue cancelada. Los médicos le comentaron que estaba todo programado y que lamentablemente no sería posible operarlo hasta dentro de un mes y en noviembre regresó al hospital.
“Yo estaba relajado, sí tenía un poco de miedo, pero me encomendé a Dios, a todos los santos y hasta a mi mamá que está en el cielo. Les pedí una oportunidad para vivir y me puse en sus manos”, dijo Faustino.
Su esposa estaba en la sala de espera acompañada por su suegro y también pidió ayuda divina para su esposo; fueron horas de mucho nerviosismo hasta que finalmente lo vio.
“Fue muy difícil entrar, tenía mangueras por todos lados, me dio mucha tristeza verlo así, pero Dios me hizo fuerte y entonces él me agarró mi dedo y eso fue una señal de que iba a estar bien, pero le dio una crisis convulsiva y fue muy pesado”, apuntó.
A estas alturas de la charla María Isabel no podía ocultar la tristeza que le daba recordar la situación, pues platicaba con un nudo en la garganta y a punto del llanto.
Dos semanas después, Faustino y su esposa regresaron a Reynosa… habían librado la primera batalla, pero aún había nuevas pruebas que superar.
DESPUÉS DE LA CIRUGÍA
La hija mayor de Faustino y María Isabel alternó sus estudios con un empleo, además, amigos, familiares y algunos ex compañeros los apoyaron económicamente, pues con “cabeza de familia” sin trabajo vivieron grandes necesidades.
Ya en casa debió seguir indicaciones que incluían la toma de diversos medicamentos, reposo y terapias, pues a pesar de que se había sometido a una cirugía, aún quedaba mucho por hacer.
“Le ponían fomentos de agua caliente, ejercicios, caminar; se vivía tropezando, se caía, no tenía fuerzas para agarrar las cosas, fue como un niño y volvió a empezar. Tardábamos como media hora para llevarlo al baño porque no podía solo.
“A veces se me tiraba en la calle y se me convulsionaba y yo decía ‘¡ay! ¿por qué Dios mío si ya está operado? pero el doctor decía que era normal y mejoraría poco a poco”, relató Soto de Guerrero.
Comentó también que, a pesar del inmenso amor que le tiene y de ser consciente de sus grandes necesidades, a veces se desesperaba y le gritaba, pues la situación la rebasaba.
La comprometida mujer, a pesar de estar al cuidado de su esposo tuvo que tomar un trabajo como empleada doméstica para contribuir con los gastos del hogar.
Sin embargo, su fortaleza en algunas ocasiones flaqueó y se sintió rebasada y fue así que la depresión apareció.
“Yo lloraba y no comía, me adelgacé mucho y llegué a pesar 45 kilos, nadie me conocía y la gente en lugar de apoyar, de dar aliento te deprime más, me veían y me decían ‘¡ay! ¡estás muy avejentada!, ¿qué te pasa?’, y eso te deprime más”, externó.
Cuando más triste estaba, las palabras de una comadre resonaban en su cabeza y eso la impulsaba a dar lo mejor de sí: “tiene que comer, tiene a su esposo, a sus hijos, tiene que salir adelante”, le decía.
Fue tal su desesperación y el temor de que su esposo no volviera a ser el de antes que durante la entrevista confesó que, llegó a pensar en quitarse la vida.
“A veces miraba un cuchillo en la mesa o alguna herramienta y pensaba en que quería morirme, es que para qué seguía aquí, nunca se lo platiqué a alguien; pero después pensaba en que tenía que salir adelante por mi esposo y mis hijos”, dijo la ama de casa.
Faustino asegura que fue muy difícil lo que el vivió, pero dice que para su esposa lo fue más por lo que está muy agradecido: “ella es una persona muy fuerte, le agradezco todo lo que hizo por mí y pues, aquí seguimos hasta que Dios nos recoja”.
UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
Luego de varios meses, Faustino recobró la movilidad y la fuerza de sus extremidades y volvió a ser el mismo de antes, o quizás no, porque ahora valora aún más su vida y a su familia.
La empresa en la que laboró por veinte años como equipajero y después en el área de paquetería lo liquidó y debido a su padecimiento recibió una pensión que solucionó sus problemas económicos.
Con ese dinero y con la ayuda de sus hijos, construyeron su casa, pues hasta antes de eso su hogar era de madera y láminas.
Ahora disfruta en su domicilio, de su familia y de su tiempo libre, pues fue tanto el estrés que le provocaba su trabajo debido a las ocupaciones y las largas jornadas que lo llevó a sufrir dicha situación.
“Le damos gracias a Dios porque él está bien. Cuando estuvimos en Monterrey vi muchas cosas: personas en estado vegetal, otros que fallecieron, y él se recuperó pronto. Su médico le dijo que prácticamente, había vuelto a nacer”, externó María Isabel.
Su historia es una clara muestra de que el amor verdadero, el compromiso y la dedicación aún existen y ambos le mandan un mensaje, tanto a los matrimonios, como a quienes ya no desean esta forma de vida.
“Cuando se une a otra persona es para siempre, hay que salir adelante a pesar de los problemas y circunstancias que se presenten. El amor no es para un tiempo, es para toda la vida; actualmente muchos sólo quieren sexo y diversión, pero yo los invito a que se den la oportunidad de creer en el amor, porque sí existe”, finalizó.