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Empacador asegura ser el bisnieto de Emiliano Zapata

26 de septiembre de 2009 por José Manuel Meza

Aun sexagenario avecindado en la frontera tamaulipeca lo único que lo une a uno de los personajes históricos más importantes de este país es el bigote y si a caso algunos recuerdos que le heredaron sus antepasados.
Por sus venas, afirma, corre la sangre de Emiliano Zapata, quien peleó hasta la muerte en defensa del agrarismo, exigiendo mejores condiciones de vida para el proletariado.
En teoría, don Casiano es el cuarto en el árbol genealógico del caudillo de la Revolución, asesinado el 10 de abril de 1919 en una emboscada en Chinameca, Morelos. Fue uno de 18 hijos del matrimonio entre Raymundo Amador y Toles Hernández, quien aparentemente fue nieta de Zapata.
De voz queda, pero clara, este hombre mencionó que la costumbre de antes era “juntarse” o contraer nupcias durante la pubertad, por lo cual es probable la existencia de hasta cuatro generaciones desde que Emiliano comenzó a tener familia.
Zapata tuvo varias mujeres y de casi todas le nacieron hijos. Don Casiano relata que su abuela se llamó Tomasa, aunque a ciencia cierta es difícil determinar el parentesco con el célebre general, quien en 1909 encabezó el movimiento de Ayala contra los terratenientes, apoyado del campesinado indígena.
Describe que a los seis años de edad abandonó su hogar en Actopan, Hidalgo, por el trauma que le causaba ver pelear a sus padres debido a las cuantiosas ganancias generadas en las mil hectáreas que les dejó su bisabuelo, donde tenían muchos cafetales –porque no sólo en Morelos Zapata poseyó tierras–.
Cuenta: “En mi casa había abundancia de bienes, pero yo no era un niño muy feliz. Mis viejitos vivían en pleitos y por no estar escuchando problemas, porque eso a uno le hace daño, me fui y nunca les dije a donde iría. Mis papás eran hacendados.
Estuve viviendo dos años en Cerro Azul, Veracruz. Ahí conocí a unos amigos que me invitaron a ir a Estados Unidos. Hicimos casi una semana caminando día y noche todo el Estado de Tamaulipas desde Tampico hasta la frontera, pero yo aquí me quedé a la fecha. Me crié acá fuera como Dios me puso y me dio entendimiento”, dijo.

ORGULLO DE FAMILIA
Al renunciar a su herencia y la bonanza de su hogar, el entonces niño Casiano tuvo que desempeñar los más duros empleos, como cargar bultos, ‘chapolear’ (limpiar) montes, cultivar hortalizas y ejercer la albañilería para alimentarse a sí mismo y, desde los 16 años, a una esposa e hijos.
Nunca aprendió a leer ni escribir, pero ni de esa manera hubo algo que lo hiciera volver a su terruño, sino demasiado después.
“Regresé a un pueblito que se llama Huejutla hace unos 40 años a conocer a uno de mis hermanos. Cuando llegué me dijo que mi padre quería verme.
Aquella ocasión caí en cama por una enfermedad rara, tal vez porque allá no me sentía cómodo porque era como un desconocido. Cuando mi papá llegó intentó convencerme de quedarme con ellos, pero me negué. Agarré mis cosas y cumplidos tres días tome el camino de vuelta a Reynosa. No me arrepiento”, manifestó.
Como era un infante cuando dejó su lugar de origen don Casiano jamás tuvo en cuenta que aparentemente provenía de un personaje trascendental para México, hasta que su hermano se lo confesó.
“Ahí empecé a asociar muchas cosas que viví en mi niñez. Recuerdo que en la casa tení amos una enorme fotografía de él (Zapata) y ‘los tatas’ contaban anécdotas de cuando andaba en la guerra. También mi gente usaba las carrilleras de balas que cruzaban por el pecho y la familia era muy respetada”, memoró sonriente.
Pero ni para bien ni para mal este hombre ha sacado provecho del presunto parentesco con su famoso ancestro. Su historia fue dada a conocer a este medio por alguien ajeno a su persona.
“Por eso nunca regresé por mi herencia de mis padres, porque allá no trabajé y ¿cómo así de repente voy a llegar por algo que no me corresponde?”, consideró don Casiano, quien se gana la vida embolsando mandado en la tienda Chedraui de Reynosa.

LES CAE DE SORPRESA
Para Víctor González, subgerente del Departamento de Perecederos, el hecho de tener como compañero al parecer a un descendiente de una de las figuras trascendentales de la cultura popular mexicana es un orgullo. A Zapata también se le conoce por habérsele unido a Francisco Villa y tomar juntos la Ciudad de México. Existe una foto muy famosa donde ambos se sientan gloriosos en Palacio Nacional.
“No sabía que fuera su familiar, pero es un gran privilegio tenerlo aquí, porque Emiliano es un personaje representativo de nuestro país.
De él se han hecho películas, canciones; aparece en murales, revistas, libros enciclopédicos y se le conoce en muchas partes del mundo”, destacó.
El subjefe departamental elogió el tipo de persona que es don Casiano para su empresa y compañeros.
“Sinceramente es muy trabajador y responsable el señor; por lo mismo, nunca se mete en problemas y ahorita que me comentan (de lo de Zapata), por su bigote pues sí, sí tiene gran parecido”, afirmó sonriente.

POBRE PERO CONTENTO
Don Casiano labora en el turno de la noche. Se enfunda el uniforme y muy formal y sin aires de grandeza atiende a la marea de compradores que pasan por su caja de cobro.
Bien proviene de la doctrina del esfuerzo, pero más que por eficiente la gente lo recuerda por su estilizado bigote y le asocia con Zapata.
“Mucha gente me encuentra el parecido donde quiera que vaya”, comentó tras soltar una carcajada jocosa. Con su mostacho, dijo, se identifica con el héroe “de la familia” y de multitudes, por ello muy pocas veces se lo ha quitado.
Don Casiano, quien con este empleo mantiene a dos hijos pequeños de su tercer matrimonio, se da por bien servido por uno o dos pesos de propina y cuando no hay dinero dice que le basta con escuchar la palabra “gracias”.
A las 23:00 cuando la tienda cierra, se prepara para retornar a su humilde vivienda de alquiler, localizada en la colonia Jacinto López Sector 2.
Ya sea caminando o en pesera, si es que por ser muy noche se le pasa, este trabajador siempre les llega con comida a sus hijitos Miriam Esmeralda y Luis Fernando.
“Mi viejito, me dicen mis niños. Tengo la responsabilidad de velar por ellos. Hace dos años me atropellaron y quedé resentido del tórax, no puedo cargar cosas pesadas, pero no tengo más opciones, hay que seguir adelante. Gracias a Dios tengo un empleo”, valoró el “cerillito”.
Entrevistado en su precaria casa, cubierta por matorrales, este lugar parece cobrar vida con las risas de sus hijos.
Ahí, sentado sobre un viejo banco de madera don Casiano afirma que cuando escucha hablar de Emiliano Zapata su corazón se inflama.
“Yo me siento alegre, porque él andaba luchando por nosotros, por el país en la Revolución.
Lamentablemente se fue él y la gente se quedó sin ninguna protección, sin apoyo”, expresó el anciano.
> ¿Considera entonces que la lucha del general Zapata hoy en día no está cumpliendo su propósoto?
“Pus yo creo que ahorita con la situación del país las cosas no son como él las hubiera querido, siguen las desigualdades”, señaló don Casiano.
Aunque sus ásperas manos nunca han tomado un arma, el bisnieto de Zapata dijo no sentirse menos.
Afirmó que si lo tuviera de frente: “Le saludaba y me pondría a platicar con él, pues ¿qué más hago?”, exclamó con risas dibujadas en su moreno rostro.
Don Casiano mencionó que a sus 62 años difícilmente volverá a reencontrarse con el pasado que dejó atrás. Sólo le pide a Dios que le permita ver crecer a sus hijos.
“Ya no creo que me vaya a ir porque prácticamente aquí he permanecido toda mi vida y donde de seguro me voy a morir”, manifestó.
En otras palabras esta persona de peculiar porte y bigote profesa ser parte de las generaciones perdidas del linaje zapatista, sin el apellido que le inmortalizó.

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