
Su apariencia es amigable y sencilla, así como el trato que tiene con toda gente. Sin aires de grandeza ni la vanagloria que puede acarrear la fama, Jesús Eduardo López Reyes lleva la gran responsabilidad de retratar al mundo para Nat Geo y ser uno de los personajes con los pies mejor puestos sobre la tierra.
Realiza un trabajo que le gusta, que le sirve para mantener dignamente a su familia y que le ha ganado los elogios y el respeto de miles de personas, pero manifiesta que sigue siendo el mismo de siempre.
Cuando lo invitan a dar una charla acepta firmar autógrafos y escuchar hasta el último de sus admiradores, quienes después de felicitarlo le piden acceder a una foto con la sorpresa de que saca su cámara, porque él también se quiere fotografiar con ellos.
Así de humilde y atento es el único mexicano que trabaja para National Geographic, quien en días pasados estuvo de visita en Reynosa para ofrecer una conferencia denominada “Ventanas de asombro”, en la que mostró una serie de gráficas que ha captado en muchas partes del planeta a lo largo de 25 años de carrera.
“Para mí es un orgullo poder compartir el trabajo que he realizado en mi vida profesional y celebrar todo este tiempo colaborando con una institución tan prestigiada”, afirma.
Ante un nutrido auditorio en el teatro Experimental del Parque Cultural Reynosa, dentro de los eventos organizados por el Festival Internacional Tamaulipas (FIT), Jesús Eduardo relató con imágenes las grandes experiencias vividas como fotógrafo de la organización que patrocina sus viajes a diferentes rincones del mundo, desde las ruinas del Machu Picchu en Perú hasta las pirámides de Egipto.
Enumerar las naciones en las que ha estado en más de dos décadas resulta difícil, pero este artista del lente menciona que han sido tantas en cuatro de los cinco continentes.
La exigencia para formar parte de National Geographic, confiesa, es total, por lo que requiere mucha preparación constante y más para poder lograr que se publiquen los trabajos, que son elegidos por un jurado, ya que se compite con una gran cantidad de excelentes fotógrafos.
Además ha tenido que sacrificar gran parte del tiempo de su vida en campamentos, pasar las noches en selvas, montañas y desiertos; alejarse por completo de la civilización, así como padecer hambre y picaduras de insectos.
Agrega simpáticamente que suma dos divorcios, pero que sus hijos están muy orgullosos de lo que hace y se muestran muy contentos por escuchar y ver las fotos y las historias que siempre les lleva cuando regresa de viaje.
SUS INICIOS
Nacido en Torreón, Coahuila, pero llegado en 1976 a Tamaulipas, Jesús Eduardo estudió agronomía por la UAT y comenzó a desempeñarse en el Gobierno del Estado.
“Ahí está el meollo del asunto, porque después de unos años me asignaron a un fotógrafo de turismo de la reconocida revista mundial de documentales geográficos.
“Nos hicimos buenos amigos y, por lo que vi que él hacía, me empecé a interesar por la fotografía y comencé a tomar cursos y a prepararme”, comenta.
Hoy, 25 años después acepta con mucha sencillez ser uno de los dos mexicanos que han trabajado para Nat Geo y el único en la actualidad.
Jesús Eduardo ha tomado fotografías de naturaleza, de paisajes, de fauna silvestre y de vestigios prehispánicos, siendo el primero hasta la fecha en ingresar a los sitios más recónditos del Templo Mayor y logrado fotos inéditas de las ruinas de Tenochtitlan.
National Geographic le ha publicado cuatro portadas y a pesar de recibir cotidianamente el reconocimiento, este fotógrafo mexicano prefiere ser discreto, compartir con la gente sus vivencias sin distingos y no olvidarse de su origen humilde.
Dice considerarse un hombre de familia, aunque al lugar a donde va siempre lo acompaña su inseparable cámara Nikon, cual sea el modelo.
“Yo no veo el equipo como muchas gentes lo hacen con un sentido de pertenencia y que lo ven hasta como su bebé (risas). Es una máquina a la que hay que ordenarle lo que haga y eso es lo importante”, indica.
Jesús Eduardo ha sido fiel testigo de la transición en el uso de los rollos de película tradicionales a la era de la tecnología digital.
Menciona que su trabajo es natural, sin el uso de programas como el Photoshop, porque la idea es retratar al mundo tal como está.
Admite no acertar a una cifra mínima de las fotos que ha tomado a lo largo de su vida, pues han sido millones; sin embargo, comenta que su domicilio en la Ciudad de México parece una jungla entre cuadros, cajas con rollos de película y discos de todo tipo con información documental.
“Tengo ahí una selva en la casa, que la señora Lupita la primera vez que me fue a hacer el aseo exclamó: ¡Ay, Jesús! y le pregunté –¿cuál Jesús? y me responde: ¡El de arriba, mira nada más que mugrero tienes aquí, parece campo minado! (más risas).
“Sobre todo en volumen de fotos análogas tengo cajas y cajas y cajas. Ya todo lo que es digital está reducido a los discos duros que tengo. Nada más para que se den una idea, para un artículo que hice de Teotihuacan, que en ese tiempo no se contaba con cámaras digitales, tomé como 850 rollos, así que podrán imaginarse… y ahora con la tecnología actual me encuentro con proyectos de hasta 15 mil fotos, por lo que en 25 años he podido lograr un archivo impresionante”, menciona.
> ¿Cuando estudiaba agronomía se llegó a imaginar el vuelco que le iba a dar la vida?
“No, en lo absoluto, yo estaba muy concentrado en mi carrera, hasta ya tenía la tesis que iba a hacer del gusano cogollero y todas esas cosas (risas), pero lo que sí me ayudó como fotógrafo fue el gusto que siempre he tenido de estar en el campo y poder apreciar los paisajes y la gente”, expresa.
En sus andanzas por el mundo, dentro de las cuales destaca haber trabajado en Centroamérica, Sudamérica; la vasta región del Amazonas; el norte de Africa; Egipto, Australia y Papúa, Nueva Guinea, cuenta que también ha enfrentado grandes peligros que lo han hecho dudar y querer volver cuanto antes a casa, pero comenta que son pensamientos que “así como llegan también se van…”.
> Y es que ¿cuántas cosas han visto sus ojos?
“Muchísimas, por eso decidí compartir lo que hago en estas conferencias, porque tengo mucho material que creo es justo mostrarlo y para animar a la gente a que se asombre por lo que ve en su día a día”, expresa.
Al final Jesús Eduardo se dice muy contento de poder ser un representante de México y Tamaulipas.
“Como yo estuve viviendo en este Estado 18 años y aquí nací y crecí como fotógrafo considero que soy un producto de exportación de Tamaulipas para el mundo.
“Qué bueno que puedo transmitirles por este medio mis inquietudes y mi historia y espero que algún día también mucha gente del auditorio pueda presenciar esta preferencia de ‘Ventanas de asombro’”, finaliza.