Sacar provecho de una desgracia parece ser nada sencillo, mas no imposible. Esto es lo que ha demostrado un perseverante hombre que casi pierde la vida cuando las demoledoras ruedas del tren le mutilaron ambas piernas y a pesar de eso se ha sobrepuesto a lo inimaginable: caminar con los muñones de sus rodillas y de una manera muy habilidosa.
Pero esa no es única de sus cualidades, sino que, además, es uno de los mecánicos más respetados que le dan servicio a las unidades del transporte público en la ruta La Cañada en Reynosa.
Engrasado y con sus herramientas en la mano, Ismael Ramírez Domínguez se atreve a hablar de su pasado, más como un aprendizaje que un motivo para lamentarse.
Dice que ya se resignó y todos los días pone su mirada hacia adelante, porque “la vida tiene que seguir”, afirma.
Después de repararle la suspensión a un camión repartidor de refacciones, este empleado del taller automotriz “El Tiburón”, situado en el fraccionamiento Las Lomas, sale de un pequeño espacio entre el suelo y el chasis, se recarga en un neumático y continúa contando su asombrosa historia:
La dominante pobreza de donde provenía y sus ganas de progresar hicieron que se decidiera más que nunca a dar un giro radical. Su brújula mental apuntaba hacia Estados Unidos y menciona que no lo pensó muchas veces.
Cuenta Ismael que en ese entonces no sabía más que trabajar como albañil, pues le habían dicho que ese oficio era muy socorrido y pagado en dólares, por lo que un 22 de septiembre de 2002, a la edad de 25 años, tomó la determinación de ir solo en busca de su sueño, sin imaginar el terrible escenario que le esperaba.
“No estaba bien enterado si el tren cruzaba o no para el otro lado, yo lo agarré por ignorancia, porque creía que así se pasaba para allá, pero me caí, pues no alcancé a sujetarme y me cortó las dos piernas.
“No iba ni siquiera tomado, pero di un mal paso y no pude sostenerme al intentar subirme”, relata.
Observando sus manos y acomodándose constantemente la cachucha, este mecánico agrega que su accidente ocurrió alrededor de las 4:00 de la mañana en la zona centro de la ciudad, a la altura del mercado Guadalupano.
Revela que fue como un ‘shock’ verse de repente tirado a la orilla de las vías, sin poder levantarse, mientras los pesados vagones cimbraban el piso. El ferrocarril se fue y él se quedó gravemente herido, desangrándose, hasta que por fortuna alguien lo miró y llamó a tiempo a una ambulancia.
“La Cruz Roja fue a recogerme y gracias a Dios pude salvarme, debido a que perdí mucha sangre. Esa vez unas personas con las que yo rentaba se enteraron lo que me pasó y fueron a verme donde estaba internado, no tenía a nadie más que ellos.
“Fue muy espantoso la verdad, dado que antes la vida para mí era como cualquier persona, trabajaba y me iba a la casa, normal, Pero aquí estamos como quiera y le agradezco a toda la gente que me ha apoyado”, comenta.
ENGULLIR REMORDIMIENTOS
Ismael describe que los primeros días tras su accidente los pasó muy deprimido, pues no sabía que iba a suceder con él y cómo sería su nueva vida.
Comenta que los médicos le dieron un año para recuperarse, el mismo plazo que también utilizó para intentar sanar sus heridas emocionales y plantearse una manera de volver a trabajar.
“A pesar de todo yo estaba muy consciente de que esto era por mi culpa y así tuve que salir adelante”, afirma de forma categórica.
Contrario a lo que pudiera pensarse, como si se tratara de un bebé, comenzó a dar sus primeros pasos, pero con las rodillas. No fue más que en base a práctica que encontró el modo para hacerlo con agilidad.
Actualmente Ismael, quien utiliza franelas y vendas para proteger sus meniscos, se desplaza con una sorprendente movilidad y acude a cualquier sitio sin la ayuda de ninguna persona.
“Así camino, tardé alrededor de un año en caminar así como lo hago ahorita. Mis extremidades ya están bien adaptadas. Avanzo sin dificultad, ya me acostumbré”, asegura.
Manifiesta que el tren se llevó sus piernas, pero no sus sueños, pues no ha dejado de luchar por ellos y rebasar los obstáculos que se le enfrentan.
“Después de todo esto me refugié en la mecánica. Aquí me enseñaron en el taller (El Tiburón) y además, me brindaron un espacio para quedarme a vivir.
“Hace nueve años me dieron la oportunidad de trabajar con ellos. Comencé primero como ayudante y con los años me fui superando”, comenta orgulloso.
Ismael, quien precisamente tiene su vivienda en la vieja estructura de un autobús de pasajeros, a un lado del taller –donde comienza el recorrido de la ruta La Cañada–, enfatiza en que se siente muy contento por ser una persona útil.
“Ha sido muy importante para mí trabajar aquí, ya que de alguna manera me distraigo, trabajo y de aquí saco para mi manutención, gracias a Dios.
“Ahorita no tengo hijos ni esposa, mis padres ya fallecieron, pero no me puedo quejar. Yo lo tomo de la forma más normal y más que nada con las ganas de salir adelante”, expresa.
Este trabajador, quien hace cambio de balatas, suspensiones, motores; afinaciones y todo lo que tenga que ver con la reparación mecánica de autos o camiones, considera que su dificultad física no ha sido un impedimento para realizar bien su labor, pues los clientes del taller siguen acudiendo.
Reconoce que algunas veces la gente se le queda observando.
“Sí noto que mi situación les llama la atención, hay quienes me miran con atención, pero a mí no me molesta para nada, al contrario.
“He ido al centro y he visto a otras personas a las que les falta una mano y ya andan pidiendo limosna y yo le doy gracias a Dios de que todavía tengo fuerzas para trabajar y salir adelante por mi cuenta sin necesidad de llegar a eso”, compara.
SUS COMPAÑEROS LO ELOGIAN
Más allá de enfrentar a diario la carencia de sus piernas, Ismael se ha ganado la admiración de sus colegas por el talento que tiene para desempeñar este trabajo, así como de las personas que conviven con él cotidianamente.
Francisco Javier Genovés Cruz opinó que le hecha muchas ganas y que es un gran ejemplo para todos.
“A pesar de su situación él es muy buena onda y sabe trabajar como es. Me agrada que siempre va para adelante, cueste lo que cueste. Es un excelente mecánico.
“En los últimos cinco años que tengo aquí laborando le he aprendido todo”, destaca.
Por su parte, la señora Patricia Genovés, quien es ama de casa, asegura que hay gente a la que se le cierra el mundo cuando le falta algo de su cuerpo, pero que éste no es el caso de su vecino.
“Al principio, como todo, sufrió, pero salió adelante. Es un buen muchacho, muy trabajador. A pesar de como está él no se rinde y él le echa ganas. Es de los buenos mecánicos.
“Los clientes lo buscan, atiende de todo, peseras, camiones, autos, de todo”, pondera.
Mientras tanto, Ismael indica que si tuviera la oportunidad de hablar con personas que como él han sufrido la pérdida de algún miembro de su cuerpo, les diría que miren para adelante y se refugien en Dios, pues es lo que a le ha ayudado a superar esta prueba y salir avante.
Por último, menciona que para sorpresa de muchos el no tener completas sus piernas le permite moverse con mayor facilidad debajo de los vehículos, ya que hace maniobras que otros no pueden con la misma facilidad, lo cual le permite ahorrar tiempo en la compostura de las unidades.
“La verdad que sí, las personas normales no caben abajo y no es por nada, pero esto representa una gran ventaja para mí”, finaliza satisfecho Ismael.